Читать книгу Los buitres de la deuda - Mara Laudonia - Страница 7
ОглавлениеIntroducción
La deuda externa argentina nació antes que la propia Constitución y resultó un karma para el país en sus doscientos años de historia. Palabras como corrupción, fraude, extranjerización, pobreza, hiperinflación, hiperendeudamiento y hasta muerte fueron prácticamente sinónimos de lo que constituía la deuda del Estado nacional. No es intención distraer el lector con detalles del duro pasado de la deuda, del cual existen numerosos escritos de historiadores. Basta con mencionar algunos pasajes para dar cuenta del contraste con la actualidad: el primer empréstito con la banca inglesa Baring fue en 1824. En esa oportunidad, efectivamente llegó sólo el 9% de monto del préstamo, que se terminó de pagar setenta y cinco años después, en 1905. Se abonó una cifra varias superior. Los negociadores locales firmaron durante esos años pactos o renegociaciones de la deuda –de todos los argentinos– más a la medida de los acreedores extranjeros o de una elite local. Asimismo, la lucha de Manuel Dorrego contra los unitarios y por retener para la Argentina la Banda Oriental, que terminó con su fusilamiento, estuvo íntimamente relacionada a la deuda y a los intereses de Bernardino Rivadavia con los ingleses. Antes que los Kirchner, hubo tres momentos excepcionales respecto de la deuda externa en el país en los que ésta se redujo: durante los gobiernos radicales de Hipólito Yrigoyen y Arturo Illia y en las dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón. En este último caso, se la eliminó completamente como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, pues la Argentina había pasado de deudor a acreedor neto. Fueron los únicos momentos positivos respecto del tema. Luego, desde la dictadura de 1976 en adelante, comenzó un marcado descontrol en materia de endeudamiento que ni la vuelta a la democracia ni el modelo de convertibilidad con privatizaciones pudieron volver a encarrillar sino que, antes bien, lo profundizaron.
En junio de 2000 el juez Jorge Ballestero emitió un fallo que no tiene precedentes en el mundo, y que corrobora la ilicitud de la deuda externa al establecer la responsabilidad de los funcionarios de la dictadura que la contrajeron y la corresponsabilidad de los organismos internacionales, como el FMI, que aprobaron préstamos ilícitos y fraudulentos. Puesto que la acción penal había prescripto, la causa se derivó al Congreso. Había sido iniciada dieciocho años antes por Alejandro Olmos, a quien la muerte sorprendió dos meses antes del fallo.
* * *
Buitre: del latín vultur, ave rapaz que se alimenta de carne muerta y vive en bandadas. Espera agazapado a su víctima y ataca cuando llega el final, si bien necesita percibir señales de agonía en su presa para saber dónde revolotear. También se le dice “buitre” a quien se ensaña en la desgracia del otro o se aprovecha de bienes ajenos.
Nunca más precisa una definición: ésa es la actitud que tomaron con la Argentina los buitres de la deuda tras el default de 2001, cuando los acreedores y distintos actores de la comunidad internacional y local creyeron que, tarde o temprano, y aun con pataleo, el país no tendría más opción que caer de rodillas ante sus voluntades e intereses, tal como había sucedido en el pasado y de manera recurrente en los doscientos años de historia de la patria. Sólo esperaban agazapados el momento oportuno para actuar.
Pero esta vez fue distinto. Los buitres no encontraron palomas sino que se toparon con un sorpresivo halcón peregrino que les peleó de frente, y que en diez años logró que algunos se hicieran a un lado y que otros indefectiblemente fueran mutando para poder subsistir, a la espera de poder alimentarse de una muerte que nunca llegó. Primero fue el FMI, luego los bancos de inversión y las calificadoras, y hoy sobresalen los denominados fondos buitre.
Con aciertos y desaciertos, la Argentina dio pelea invocando un proyecto de crecimiento con inclusión social y logró escapar de la tutela histórica del FMI, proponer una oferta de canje deuda audaz, que se salía de los parámetros mundiales preestablecidos, y sin embargo alcanzar un 93% de aceptación; reducir las abultadas comisiones de los bancos de inversión en las operaciones, que en un primer momento presionaron a favor de lograr una oferta de canje más beneficiosa para los acreedores, al igual que el FMI, y luego tuvieron que conformarse con participar de las operaciones y con ganancias moderadas.
La última batalla por la deuda, aún inconclusa, se dirime en la cortes internacionales contra los fondos buitre, que se niegan a aceptar la solución a la deuda propuesta por la Argentina, reconocida por la mayoría, y hacen un uso legal –cuando no legítimo– de los contratos de los bonos y pelean por el 100% del valor de la deuda en default.
Pero todos estos actores –el FMI, los bancos y los fondos buitre– tienen la misma razón de ser: cada uno cuenta con un rol en el engranaje de arquitectura financiera internacional vigente. Este sistema presenta un vacío legal para tratar las quiebras de los países, que hoy se hace más evidente a causa de la amenaza de defaults en Europa.
Por esta razón, la experiencia del halcón argentino –por cierto, nada tiene que ver con un halcón republicano– de su salida del default y de su pelea contra los fondos buitre en la Corte de Nueva York devino un caso testigo para la comunidad internacional.
Surgió, por un lado, como consecuencia de la envergadura de la crisis de 2001, que obligó a repensar una estrategia del país con la deuda pública. Por otro, porque desde entonces hubo voluntad política y capacidad para conducir esa estrategia hacia un marcado camino de desendeudamiento, cuyo significado va más allá de una mera reducción de la deuda, que pasó de representar un 166% del PBI (producción total de bienes y servicios del país) en 2002 a menos del 40% del producto en la actualidad.
De manera que el desendeudamiento es un concepto nuevo, casi inexistente en la historia argentina, complejo y aún poco comprendido, que lleva diez años ininterrumpidos. La política de desendeudamiento no fue resultado de una trasnochada en la que el presidente Néstor Kirchner buscó bajar la deuda sin racionalidad o para “sumar votos”. Fue producto de pelear por una convicción que fue ganando cada vez más adeptos, y gracias a la cual se armó una estrategia deliberada que tomó varias aristas, según las circunstancias del momento, y que resistió innumerables presiones. Pero, lo más importante, una estrategia que resulta en beneficio de las generaciones jóvenes y de las futuras.
Este libro explica qué es el desendeudamiento, su película y su trasfondo. Nunca antes fue contada y aquí se lo hace a través de sus protagonistas. Es la historia de cómo la Argentina logró bajar su deuda tras el default y la salida de la convertibilidad, hecho que tuvo un comienzo épico en las tierras remotas de un emirato, Dubai, cuando el entonces ministro de Economía Roberto Lavagna sorprendió a todos al anunciar a pedido del presidente Kirchner, recién asumido con apenas el 22% de los votos, una provocadora propuesta de canje de deuda.
Se trató de la operación de deuda más grande de la historia, con la quita más grande de la historia –hasta que luego llegó Grecia–, en la que en la mesa de negociación se antepusieron los intereses de un país hasta entonces acostumbrado a efectuar concesiones a favor de los acreedores externos casi desde los tiempos de su independencia.
Fue una operación resistida por los de afuera y que salió de los parámetros tradicionalmente aceptados por la comunidad financiera internacional, dado que prescindió de la tutela del FMI y se negó a avalar contratos que afectaran la recuperación económica local.
Fue la primera de varias iniciativas del gobierno –pago total al FMI, eliminación de las AFJP, uso de la acumulación de las reservas y uso de recursos de dependencias públicas superavitarias– que pudieron generar recursos para pagar la deuda pública y a la vez alentar el crecimiento, para ir tras el objetivo del proyecto político de la inclusión.
Estas páginas pretenden desenmascarar también quiénes son los fondos buitre, cómo y cuándo comenzaron a revolotear en el país, y por qué el gobierno –ni el mundo– no puede sacárselos de encima sin ceder soberanía en el camino.
Cuentan cómo el criterio de un solo juez neoyorquino puso en vilo en más de una oportunidad al gobierno argentino durante la última década, debido a los contratos leoninos de deuda firmados en la década de los 90, y ante la comentada falta de legislación internacional.
Revelan quiénes son, de dónde vienen y a qué apostaron los jóvenes funcionarios que se arremangaron para sacar al país del default con recetas propias, y que hoy están repartidos en distintas áreas del gobierno y de la arena política, si bien algunos pasaron al sector privado.
Relatan cómo Néstor Kirchner ideó sacarse de encima al FMI y decidió quitar de la palestra a Alfonso Prat Gay; cómo el FMI le ocultó información al gobierno de Estados Unidos sobre la Argentina; cómo afrontó el gobierno nacional el lobby de los bancos de inversión en el canje de deuda 2005 y 2010; los intentos de Sergio Massa para reabrir el segundo canje; cómo una tarde de primavera, mientras se duchaba, Amado Boudou tuvo una “revelación” para terminar con las AFJP; cómo fue que Cristina Fernández de Kirchner decidió pagar con reservas a los acreedores privados; los entretelones de la rebelión de Martín Redrado y la disputa de poder con Boudou; el operativo de seducción a los pequeños inversores para alcanzar el 93% de adhesión total al canje; la pelea histórica de Hernán Lorenzino con los fondos buitre; y cómo todas estas acciones significaron más de una vez una prueba de fuego institucional para la continuidad de un gobierno con un proyecto político nacional y popular.
También se intentará sorprender al lector relatando cómo es y cómo fue la relación de Néstor y Cristina con su gabinete, los llamados o encuentros con ambos presidentes que inyectaron más adrenalina entre los funcionarios.
Con entrevistas exclusivas e inéditas, aparecen en este texto tres ministros de Economía (uno vicepresidente) –Roberto Lavagna, Amado Boudou y Hernán Lorenzino–, dos presidentes del Banco Central clave de la época –Martín Redrado y Mercedes Marcó del Pont– y dos jefes de gabinete –Sergio Massa y Alberto Fernández–, un canciller –Héctor Timerman– y un ex embajador en Estados Unidos –Jorge Argüello–, entre una larga lista de funcionarios que aportan sus testimonios. No faltan historias graciosas y hasta conmovedoras.
Asimismo, hay entrevistas realizadas a empresarios, acreedores, lobistas de bonos de inversión y abogados clave de ambos lados del mostrador. Entre otros, se encuentran Ignacio de Mendiguren, Charles Dallara y Marcelo Etchebarne, además de muchos que prefirieron el off the record.
Aparecen también los relatos de Guillermo Nielsen, Roberto Feletti, Sergio Chodos, Adrián Cosentino, Leonardo Madcur, Sebastián Palla, así como de colaboradores y acreedores de la Argentina que desfilaron por el gobierno en los últimos diez años, y que prefirieron el anonimato, testimonios que le dan cuerpo a la historia hasta ahora inédita del desendeudamiento que aquí revelamos a los lectores.