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Por fin tenía yo mi propio problema.

Se lo llevé al papá, creyéndome chori.

No tenía ni la mayor idea de que el problema de los problemas es el oidor.

–Papá…

–Papelucho –adivinó él–, si es problema el que me traes, llévaselo a tu mamá…

–Pero papá, es cosa de hombres…

–Los problemas no tienen sexo –y se enfrascó en sus papeles de IBM1.

Algún día aprenderé a manejar yo ese computador que contesta todo lo que uno le pregunta.

Harto quemao partí donde la tía Rosarito, que por suerte es sorda, así es que no tiene problema en escuchar problemas.

Me miró sonrisosa y antes de que hablara me dijo:

–Lindo, si tienes algún problema, cómete esta naranja –y siguió tejiendo.


Me comí la naranja y me atoré con una pepa. Cuando me la tragué, ahí estaba otra vez mi problema… Tenía boca, orejas, manos, pies y era apenitas más grande que yo. Se llamaba Romelio y me había invitado por el fin de semana a su castillo que nadie conocía.

Todos sabían en mi clase que el Romelio vivía en un castillo, pero nadie lo conocía, porque el Romelio es de esa gente que no tira pinta y cuando uno le preguntaba por su famoso castillo, se metía las manos en los bolsillos y decía rotundamente:

–Es igual a todos los castillos.

Yo tenía tremenda curiosidad de conocer su castillo aunque fuera por un día, así es que le dije:

–Oye, ¿te gusta ser egoísta?

–No –contestó, escarbándose la nariz.

–Bueno, pero eres egoísta, para que lo sepas…


–¿Por qué? Si quieres te invito.

–¿Cuándo?

–Este fin de semana.

Si hubiera adivinado que me iba a invitar así, tan rápidamente, no le habría averiguado tanto. Porque el castillo me tincaba bastante, pero no conocía ni a su papá ni a su mamá, y me daba vergüenza alojar en una cama de reyes, comer guisos de príncipes con pajes por todos lados, etc.

Mi problema era querer y no querer ir, o sea, quería ir; y apenas me invitó, ya no quería. Me tincaba tremendo vivir una noche en un castillo y lo forcé a invitarme, pero ahí vino el problema, porque cuando lo hizo se me pasaron las ganas.

Un papá debería servir por lo menos para prohibirle a uno lo que uno no quiere hacer.

Era mi problema, lo eché al cara o sello, y ni miré el peso cuando cayó.

Le dije al Romelio que iba, y fui.

1 IBM: empresa de tecnología y computadores de Estados Unidos.

Papelucho, Romelio y el castillo

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