Читать книгу Papelucho, Romelio y el castillo - Marcela Paz - Страница 3
II
ОглавлениеEl cacharro del papá del Romelio era apenas una tetera vieja que disparaba esmog a toda vela.
–Claro –pensé–. Este auto es tan antiguo como el castillo…
Y comencé a imaginarme los torreones, las armaduras y demases donde alojaría esa noche. A lo mejor el castillo tenía su ánima propia arrastrando sus cadenas durante la noche.
Pero el papá del Romelio parecía más asustado que yo. A cada rato paraba el motor y dejaba rodar solito el aparato. Y cuando quedaba atrás el carabinero de la esquina, enganchaba segunda y volvía a agarrar vuelo.
Era casi de noche cuando llegamos al cerrito. Allá arriba se divisaba una sombra sin torreones ni puentes levadizos. Simplemente una casa.
–Oye –le dije al Romelio cuando bajamos del auto–, ¿por qué lo llaman castillo?
Y apenitas lo dije, me arrepentí. Así que exclamé: “¡Caramba!”… –que es lo que dice mi papá cuando ve algo choro.
–Estamos sin luz –dijo el papá del Romelio–, pero tenemos velas.
Más ganas me dieron de no haber venido. Ahora tenía ganas de volverme…
Mi bolsón se había puesto tan pesado que apenas me lo podía.
Entramos. Dos velitas en botellas de bebida quemaban las polillas curiosas. No se veía armaduras ni tesoros ni pajes con pelucas.
–Tu amigo y tú van a dormir arriba –dijo el papá del Romelio–, y ni media palabra de “comer”…
Yo me acordé de que no me había comido el pan con queso que me dio la Domi y le convidé al Romelio la mitad.