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III

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En la Península Ibérica el emperador de Francia, Napoleón Bonaparte, invade Portugal en 1807, y obliga al príncipe Juan y a su esposa Carlota de Borbón, hija del rey Carlos IV de España, a huir a Río de Janeiro.

En este momento España afrontaba graves problemas políticos internos, y por tal motivo el rey Carlos IV abdica en favor de su hijo, el príncipe de Asturias, en febrero de 1808; este asume el trono como Fernando VII.

Aprovechando esta situación, Napoleón Bonaparte invade España; Fernando VII renuncia al trono y asume nuevamente su padre Carlos IV, y en junio de 1808 el rey Carlos IV firma un tratado con Napoleón en el que cede al emperador francés todos sus derechos al trono de España y de las Indias. A los pocos días el príncipe de Asturias firma otro tratado en el cual adhiere al suscripto por su padre. Carlos IV, su esposa y el ministro Godoy viajan a Italia exiliados, y Fernando VII es trasladado preso a Francia. Por su parte, Napoleón corona a su hermano José Bonaparte como rey de España.

Como reacción contra estos sucesos, se forman Juntas en las provincias españolas, las que asumen la autoridad política mientras el rey estuviera en cautiverio. En Aranjuez se constituye la Suprema Junta Gubernativa, que representaba a las restantes, conocida después con el nombre de Junta de Sevilla, la cual, en 1810, se traslada a la isla de León, frente a Cádiz, y finalmente es reemplazada por el Consejo de Regencia.

Esta Suprema Junta tenía como objetivos organizar la resistencia contra el invasor francés, restituir en la corona al rey Fernando VII y conformar una monarquía republicana.

Manda entonces al brigadier José Manuel de Goyeneche como emisario a América, para que obtuviera el apoyo de los virreinatos de Buenos Aires y Lima.

Al arribar Goyeneche a Montevideo, un oficial británico le entrega unas cartas de la Infanta Carlota de Borbón en las que le informa su decisión de asumir la corona de España mientras su hermano siguiera cautivo en Francia.

En septiembre de 1808 se crea en Montevideo una Junta gubernativa que reconoce y jura lealtad y fidelidad a la Suprema Junta gubernativa de España. Por su parte, en enero de 1809 se produce en Buenos Aires un movimiento, encabezado por Martín de Álzaga, para destituir al virrey Liniers y crear una Junta propia, el que es sofocado por el comandante del ejército don Cornelio Saavedra, quien sostiene que todavía no es el momento oportuno para tales acciones.

El 20 de octubre de 1808, el brigadier Goyeneche se reúne con los cabildantes de Salta a fin de informarles sobre los acontecimientos sucedidos en España y solicitarles:

… donativos y voluntarios para auxilios de la Península, y que la cantidad que se recolecte se remita al Excmo. Sr. Virrey para que la remita a la Suprema Junta y se le dé aviso al citado Señor Brigadier a la capital de Lima a donde se dirige.

Goyeneche llega en mayo de 1809 a la ciudad de Chuquisaca, en la hoy República de Bolivia, y se reúne con el presidente de la Audiencia y el Obispo, a quienes plantea la decisión de la Infanta Carlota. Esta reunión toma estado público y genera una movilización de distintos sectores que apoyan al rey Fernando VII y los acusan de «carlotistas».

Tal reacción es aprovechada por un grupo independentista encabezado por el Dr. Manuel Zudáñez, quien el 25 de mayo de 1809 encarcela al presidente de la Audiencia y forma una Junta conformada por criollos, al mando militar de José Antonio Álvarez de Arenales; asimismo, envían representantes a las distintas ciudades del Alto Perú y a Buenos Aires para propagar el movimiento revolucionario.

Este levantamiento se mantiene hasta el 25 de diciembre, día en que llega el mariscal Vicente Nieto, enviado por el virrey de Buenos Aires, y restablece el orden encarcelando a los responsables.

Como consecuencia de este movimiento, el 16 de julio de 1809 en la ciudad de La Paz, un grupo de criollos liderado por Pedro Domingo Murillo resolvió levantarse en armas contra las autoridades españolas, e ingresó al cuartel sorprendiendo a los centinelas y logrando la rendición de toda la guarnición. Inmediatamente se llamó a un Cabildo Abierto en el que se eligieron nuevos representantes, se decretó la destitución del Gobernador y de todas las autoridades españolas, y se anuló la deuda que tenía gran parte del pueblo con el tesoro real, quemándose en la plaza todos los documentos que la acreditaban.

El 24 de julio la nueva Junta Tuitiva de gobierno realizó una proclama revolucionaria que se envió a todas las ciudades:

Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra Patria, hemos visto con indiferencia por más de tres siglos sometida nuestra primitiva libertad de despotismo y tiranía de un usurpador injusto, que degradándonos de la especie humana nos ha mirado como esclavos, ya es tiempo de levantar el estandarte de la libertad final en estas desgraciadas colonias adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor injusticia y tiranía.

Don Ramón García de León y Pizarro que presidía la Real Audiencia de Charcas, habiendo sido destituido por los revolucionarios locales y arrestado, el 8 de septiembre de 1809 desde su prisión de La Plata escribe:

No se oyen sino estruendos militares, armamentos de artillería, proclamas revolucionarias con general aparato de insurrección, desobediencia, desacato al Rey creación de un nuevo gobierno jamás imaginado en la América Española, no menos que contrario al sistema de sus leyes fundamentales y al carácter de la nación.

El virrey del Río de la Plata nombrado por la Junta de Sevilla, Baltasar Hidalgo de Cisneros, al enterarse del movimiento revolucionario en la ciudad de La Paz, ordena al brigadier José Manuel de Goyeneche que sofoque totalmente este movimiento, al mando de una fuerza considerable. Los revolucionarios se enfrentaron a los realistas pero, superados ampliamente en número, fueron derrotados.

Capturados los principales revolucionarios, Goyeneche los condenó a morir en la horca; el 29 de enero de 1810 fueron ejecutados. Pedro Domingo Murillo pidió subir primero al patíbulo, se irguió sereno y altivo lanzando la profecía: «¡Yo muero, pero la tea que dejo encendida nadie la podrá apagar!», y seguidamente fueron rindiendo su vida por la causa libertaria todos sus compañeros.

Estas horrorosas ejecuciones causaron un hondo malestar en las distintas ciudades del virreinato, principalmente en Buenos Aires, en donde ya habían arribado Moreno, Castelli, Paso, Rodríguez Peña y muchos otros egresados de los claustros de la Universidad San Francisco Javier de la ciudad de Chuquisaca, que planteaban las ideas revolucionarias paceñas y que reclamaban que se castigara al virrey Cisneros por la orden dada y al brigadier Goyeneche por ejecutarla.

Calisto Ruiz Gauna

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