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PRÓLOGO A LA NUEVA EDICIÓN

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Todo empezó en una fiesta con Yola Berrocal.

No, no, espera…

Todo empezó en una fiesta donde estaba Yola Berrocal.

Sí, así mejor, que lo otro provoca equívocos.

Ya ven, los caminos de la literatura (o lo que coño sea esto) son inescrutables.

En aquel tiempo yo colaboraba con un programa de radio local. Poca cosa, apenas pildorillas muy breves sobre Historia de Cantabria. Pero vamos, sentido del humor. Hicimos relatos bastante chulos, creo, y me lo pasaba muy bien, porque si no me lo paso muy bien pues el asunto no funciona. En fin, ese no es el tema.

Sucede que un locutor de la cadena cumplía años, y programó fiestón por todo lo alto. Bueno, a ver, por todo lo alto de provincias (no había jugadores del Madrid ni duquesas), pero tenía su punto. O puntito, ya que hablamos de bicis. Yo, de natural tímido, me presenté en aquella sala de fiestas pelín apocado, para qué engañarnos. Digamos que el ambiente no ayudaba. Como la gente de la radio conoce a un montón de peña, pululaban por la zona algunos cuerpos extraños (extraños quiere decir de gimnasio) que provocaban cierta expectación y que yo no conocía de nada. No me miren de esa forma, no es esnobismo, es que algunos asuntos me aburren… En fin, pues eso… personajes de Gran Hermano, de Supervivientes, de… de ese tono. Saber y Ganar no lo había pisado ninguno, oigan. También estaba Yola Berrocal (a esta sí la reconocí) que es una mozuca muy alta y con un cutis que brillaba cual platito recién comprado. Como la zona donde estábamos es objetivo habitual de botellones y similares pronto se corrió la voz, y hordas de adolescentes subían a vallas y muros para ver famosos. Un grupo de quinceañeras gritando hasta consiguió colarse, para solaz de quienes vemos la vida desde un punto de vista irónico. Lo juro. Unas risas. Rarísimo.

A lo que íbamos…

Allí empecé a charlar con otro colaborador, muchachote muy simpático al que no conocía porque iba a la radio los jueves (yo pasaba cada martes). Hola, qué tal, pues nada, aquí, qué bebes, té rojo con gingseng. Ese tono. En un momento dado cada uno comentó sus últimos proyectos. Yo he hecho esto, yo hago aquello. Hace poco escribí una serie de artículos. Sobre Italia, sí. Coppi y Bartali, sí, explicando un poco la historia a través de las bicis. Anda, pues yo tengo un amigo… esto es… qué casualidad… mi amigo comentaba el otro día que manejaba lo de Bartali y le gustaría sacar un libro con ello. ¿Cómo? ¿No te lo dije? Es que mi amigo es editor.

Y así, queridos lectores, es como se hacen negocios…

Dos días más tarde me tomé un café con Javier Granda y hablamos a grandes rasgos de lo que acabaría siendo Arriva Italia.Quede por escrito mi agradecimiento. Cero directrices, cero prohibiciones. Plazos de entrega un poco justos, por aquello de llegar para Navidades, pero en fin… peores cosas hemos hecho.

Arriva Italia era mi debut en esto, y fue, sobre todo, algo muy divertido. Me permitió conocer gente encantadora (a Carlos, a Natalia, a Jose, a tantos), hacer presentaciones y reírme unos buenos ratos. También contar chorradas en algunas entrevistas, que siempre es cosa de agradecer. Pero aquello pasó. Y, poco a poco, Arriva Italia fue quedando en el olvido. O, para entendernos, empezó a no resultar fácil encontrar ejemplares.

No voy a decir que la obra tornase en libro maldito, uno de esos «casi incunables» que todo el mundo busca. Qué va. Pero sí de vez en cuando, alguien te comentaba. En redes sociales, cuando hablabas de otros titulillos. Oye, y dónde podría comprar… Incluso llegué a ver precios de locos en tiendas online. Putos golfos. Ojalá se lo coman con patatas…

Vamos, que la idea de reeaditarlo me seducía. Y parece que a Eneko Garate, el editor de Libros de Ruta (segundo editor al que agradezco aquí, no se vayan a acostumbrar) también. Como nos llevamos fenomenal lo hablamos abiertamente. Como no tenemos luces decidimos ir para adelante.

Ahora bien… cómo meterle mano al texto antiguo. Hagan una prueba… miren una foto suya de hace un lustro o más. Seguro que se ven horribles, ¿no? Cuando no es el pelo son las ropas. O el maquillaje. O la (falta de) apostura. En fin, que se reconocen en imagen, pero, a la vez, no creen que ese sea totalmente su yo de ahora. Pues bien, con los libros pasa algo así. Solo que jode más. Bueno, igual a Bárbara Rey le jode más lo de las fotos (no, esas en las que están ustedes pensando no… las de nuestro ejemplo) pero a mí me escuece el tema literario. Releo Arriva Italia y, a ratos, me gustaría coger a mi yo de entonces y darle un par de bofetones. Zarandearlo, gritarle en la cara. Cursi. Grandilocuente. Epiquérrimo. Cosas así, pero con cariño, que hay confianza. Defectos que se curan con los años, la mayoría. Ojo, también encuentro hallazgos en el texto, ¿eh? La estructura general me sigue gustando, y hay algunas imágenes muy poderosas. Pero siempre tendemos a fijarnos en lo negativo. Al menos yo.

Así que… ¿cómo afrontar esto? La reedición, digo. Pues muy fácil: siendo honestos. Honestos conmigo, con el tipo de hace un lustro y con los lectores. Reeditas… pues reeditas. No he tocado nada al libro. A ver, alguna cosa sí. Erratas (ese SestriereS), repeticiones de palabras y esquemas, mover algunos signos de puntuación… Pero, por lo demás… idéntico. Es, en esencia, Arriva Italia. No la actualización de Arriva Italia, versión 2021, no. Arriva Italia. Y creo que está mejor así.

Ahora bien, tampoco quería que el libro fuese idéntico. No. Sé que algunos de los que tienen Arriva Italia en sus estanterías del Ikea (esas blancas que aparecen en las videollamadas) volverán a comprarlo. Por curiosidad, por amistad, por fetichismo. Qué importa. El caso es que, pensaba, era justo darles algo más a esa amable gente que se gasta su dinero para hacerme inmensamente rico. Un suplemento. Qué menos, ¿no? Ampliar el libro. No en su esencia (insisto, aquí está todo el antiguo Arriva Italia) sino expandirlo. Se me ocurrió escoger una etapa de cada década que no tocamos en el texto original y meterme con ella. Narración propia. Particular. Posmoderna. De esa forma podía hacer que la obra llegase casi hasta la actualidad. Y, más importante, me permitía dialogar conmigo mismo. Los capítulos nuevos tienen un estilo, un ritmo, muy diferente a los clásicos. Ni mejor ni peor… diferente. Ha sido divertido, un poco como entrar en la casa de los espejos y verte distorsionado. Creo que el resultado tiene su atractivo precisamente por lo heterogéneo. Ahora ustedes dirán.

Ah, en cuanto al dramatis personae… vi esta idea en la obra de Julen Gabiria Desde lo alto se ve el mar (está publicada por esta misma casa y es una auténtica preciosidad, así que corran a leerla si aún no lo han hecho). Me gustó mucho, y pensé que podría hacer algo parecido con Arriva Italia. Presentar a personajes reales de la forma más absolutamente golfa que usted imaginar pueda. Gracias Julen. Si tienen algún problema con ello, sepan que el resultado es solo responsabilidad mía…

En fin, que no les pego más la trisca (esto de pegar la trisca es una expresión muy cántabra). Ustedes han venido a leer. A leer lo viejo y lo de ahora. Les dejo con ello. Ojalá este (no tan) nuevo Arriva Italia pueda sonreír tanto como lo hizo el anterior…

Arriva Italia

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