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Mestiza Introducción
ОглавлениеLa casa donde crecí es una ruina invadida por la maleza. El pino que veía desde la ventana oriental está seco y marchito. Lo único que no ha cambiado son los álamos y el cenagal de la parte posterior. También sigue allí una familia de castores, tan atareada y parlanchina como aquella mañana de hace diecisiete años en que me despedí de mi padre y me marché.
El cementerio al pie de la colina es una maraña de rosas silvestres, azucenas y cardos. Las cruces se han desmoronado y las taltuzas corretean entre las tumbas hundidas. La vieja iglesia católica necesita una buena mano de pintura, pero tendrá que esperar otro año debido a la pobreza de la congregación.
La herrería y la quesería del otro lado de la calle llevan mucho tiempo derruidas, y sólo una vieja máquina de vapor negra y unas herraduras olvidadas señalan su antigua ubicación. La tienda de comestibles sigue allí, vieja y solitaria como las tierras que la rodean, casi tan inexistente como su clientela. Sus dueños, unos franceses que emigraron de Quebec, han muerto, y sus familiares se han ido. Es como si nunca hubiesen estado allí.
La casa de la abuela Campbell ha desaparecido. Las familias mestizas que antes ocupaban tierras públicas se han trasladado a los pueblos cercanos, donde los subsidios y el alcohol son más accesibles, o bien se han internado en el bosque para evadirse de la realidad. Los ancianos que tanto influyeron en mi infancia han muerto.
Creí que al volver a casa después de tanto tiempo rencontraría la felicidad y la belleza que había conocido de niña. Pero a medida que me adentraba en el sendero sembrado de baches, curioseaba entre las casas en ruinas y rememoraba el pasado, comprendí que ya no las encontraría aquí. Como yo, la tierra había cambiado, mi pueblo se había ido y, si quería sentir algo de paz, tendría que buscarla en mi interior. Fue entonces cuando decidí escribir sobre mi vida. No soy muy vieja, por lo que quizá algún día, cuando también yo sea una anciana, me decida a continuar. Escribo esto para todos vosotros, para contaros qué supone ser una mestiza en Canadá. Quiero hablaros de las alegrías y las penas, de la angustiosa pobreza, de las frustraciones y los sueños.