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3. DE TERTULIAS Y TESTAMENTOS

Roque Chabás se asentó en la ciudad de Valencia, de manera definitiva, en 1891, cuando fue nombrado canónigo de la catedral de Valencia para cubrir la vacante dejada, por fallecimiento, del canónigo Joaquín Moros y Sánchez. El nombramiento fue publicado el jueves 1 de enero de 1891 en la página 2 de la Gaceta de Madrid, según una orden de la reina regente María Cristina, de 29 de diciembre de 1890. En el propio nombramiento se adjuntaba un breve curriculum vitae de todos sus méritos para el cargo, entre los que destacaba que «ha cursado y aprobado un curso de lengua griega, otro de francesa y otro de lengua hebrea». También se detallaban las publicaciones que había realizado hasta ese momento: Historia de la ciudad de Denia, Historia del venerable Fray Pedro Esteve, Novena de Nuestra Señora de los Desamparados y la revista El Archivo. También se mencionaban las dos oposiciones anteriores a canónigo no aprobadas, una en Alicante y otra en Zaragoza. La toma de posesión de la plaza en Valencia la realizó, de manera oficial, el 3 de febrero del mismo año.6 Su domicilio lo estableció cerca de la catedral, en la calle de la Llimera, número 1, principal.

En aquel momento, en la ciudad había varias tertulias eruditas de las que, inmediatamente, pasó a formar parte el canónigo Chabás. De ellas han llegado noticias no solo por la correspondencia particular de sus integrantes, sino también por la prensa local que se hizo eco en innumerables ocasiones.7 No obstante, de interés para el caso que me ocupa hay que mencionar una de las tres más prestigiosas, la tertulia de los domingos por la tarde en casa del erudito José Enrique Serrano Morales, sita en la calle Corona, de Valencia. El anfitrión poseía una excelente biblioteca y a su alrededor se congregaban los más afamados eruditos del momento, como Teodor Llorente Olivares, Antonio Chabret, Ruiz de Lihory, José Martínez Aloy, Luis Tramoyeres Blasco, Francisco Martí Grajales, Julián Ribera Tarragó, José Vives Císcar, Manuel Danvila Collado y posteriormente José Sanchis Sivera. Una tertulia plenamente bibliófila en la que se integró Chabás nada más asentarse en Valencia. Su introducción la llevó a cabo el propio Serrano Morales, con quien ya había iniciado su amistad, de manera epistolar, en 1888 y a la que se refiere en varias de sus cartas; sirva de ejemplo la que remitió Chabás al estudioso Juan Berksman (nombre adoptado por Pascual Boronat Barrachina en su época de fraile carmelita), datada en Valencia el 17 de noviembre de 1895: «Vengo como domingo de casa de D. José E. Serrano Morales».8 Por desgracia, la tertulia en casa de Serrano Morales finalizó en 1908 a la muerte de este. Sin embargo, el propio Chabás incitó a su continuidad, aunque en un nuevo espacio, su propia casa, ubicada en un nuevo domicilio de Valencia, en la plaza de Crespins, desde hacía varios años.

La ventaja de hacerla en su casa, aparte de ser un lugar más céntrico que el domicilio de Serrano Morales, la constituía su propia biblioteca, que podía suplir la del otro bibliófilo; así se lo expuso a Llorente Olivares en una carta fechada en Denia, el 4 de marzo de 1908: «Cuando vaya a Valencia ya trataremos de reunir los domingos por la tarde en mi casa (donde también hay libros) a los que íbamos a casa Serrano; aún es un punto más céntrico».9 Posteriormente, el hijo de Llorente Olivares, Llorente Falcó, dará noticia de ella10 tildándola de «investigadores de los anales valencianos». Entre los nuevos integrantes mencionaba a los contertulios Pascual Boronat, Juan Chabret, Francisco Almarche, José Sanchis Sivera, José Rodrigo Pertegás o Luis Cebrián.

No es la primera vez que Chabás hace esta mención explícita a su biblioteca, puesto que esta aparece referenciada, de manera documental, en su primer testamento, donde la incluye de manera singular.11

En 1894, a la edad de 49 años, Chabás sufrió una grave enfermedad que hizo temer por su vida, hecho que provocó su necesidad de testar. En ese testamento él establecía como albaceas al sacerdote Vicente Peretó Sapena,12 en ese momento arcipreste de Llíria (Valencia), y a sus parientes colaterales Francisca Merle y Cañamás y Francisco Merle y Vargas; su elección, seguramente, se debió a sus antecedentes familiares en la administración de bienes patrimoniales. La bisabuela materna de Roque, Isabel Garcés, enviudó y se casó en segundas nupcias con Roque Merle, también de origen francés como sus ascendientes paternos, quien era militar y comerciante como su primer marido. Los abuelos de Roque Chabás, Andrés Chabás Merle y María Fornells Garcés, sufrieron diversos exilios ocasionados por sus orígenes franceses, primero, por las guerras contra Francia de 1793 y, después, por la Guerra de la Independencia. En estos intervalos Roque Merle custodió y administró todos sus bienes con fidelidad, por este motivo y con esos antecedentes, los debió elegir como albaceas de su testamento.13 En su testamento, su biblioteca era mencionada en dos apartados, en concreto, en el sexto, «Faculta a sus buenos amigos Don Antonio Chabret y Don Enrique Serrano para que cada uno de ellos escoja de su librería una obra, la que gusten, compuesta de uno o dos tomos», y en el apartado séptimo:

Hubiera querido el Señor testador reunir una colección completa de todas las obras que le relacionan con la historia valentina y depositarla en manos de este Excelentísimo Cabildo Metropolitano, pero si el Señor no le da tiempo para ello, ordena que salvo lo dispuesto en la cláusula precedente en favor de sus dos amigos Sres. Chabret y Serrano, todas las obras, libros, opúsculos y demás que diga relación con la historia y literatura valenciana y obre en poder del Señor otorgante, a juicio de dicho Excelentísimo Cabildo, lo escoja y retire el mismo, mis queridos albaceas, herederos, ni otra persona en sus nombres, opongan obstáculos al libre derecho de escojer [sic] que concede al repetido su amado Cabildo, que lo guardará todo en sus archivos como débil recuerdo de cariño.

De estas cláusulas testamentales se deduce que, por una parte, lamenta la falta de tiempo vital para completar una magna biblioteca especializada en historia y literatura valencianas, su temática investigadora, que ya había iniciado desde su juventud; por otra parte, también muestra la gran estima y admiración que procesaba tanto a Antonio Chabret Fraga, estudioso de temas saguntinos, como a José Enrique Serrano Morales, hasta el punto de concederles el privilegio de escoger una obra de su biblioteca, es decir, no solo para guardar un recuerdo personal de Chabás, sino también para completar los fondos de sus respectivas bibliotecas personales. Ahora bien, hechas esas excepciones, remarcaba que toda su biblioteca sobre temas y literatura valencianos había de ser custodiada e integrada en un solo lugar, y designaba que ese debía ser la propia Catedral de Valencia. Con esta disposición mostraba su profundo respeto y admiración hacia el cabildo catedralicio, a pesar de todos los contratiempos y dificultades que padecía dentro de él y que, en consecuencia, le impedían hacerse cargo de su archivo. No obstante, aquel testamento no detallaba el número exacto de volúmenes que, en ese momento, componían su biblioteca ni tampoco se acompañaba de un listado de sus títulos y autores. La falta de datos favorecía una cierta ambigüedad interpretativa. En consecuencia, y a pesar de no poderse aventurar una cifra aproximada del fondo, esta no debía de ser muy voluminosa, pues su ubicación, en el piso de la calle de la Llimera de Valencia, de pequeñas dimensiones, así parecía demostrarlo. Con esta disposición evidenciaba su preocupación por preservar la unidad y custodia de la biblioteca en aquellos temas a los que intentaba dirigir sus esfuerzos, más allá de su voluminosidad y valía.

Afortunadamente, superada la enfermedad, Chabás comenzó una nueva etapa personal e intelectual. En 1898, consiguió ser nombrado canónigo-archivero de la Catedral de Valencia y, de esta manera, iniciar su magna tarea de ordenación de sus fondos archivísticos, que tantos años habían permanecido olvidados. Respecto a los dos eruditos mencionados en este primer testamento, ambos le precedieron en la muerte, Chabret en 1907 y Serrano Morales en 1908. Este último no olvidó la deferencia mostrada en su testamento y también lo incluyó en el suyo como uno de los supervisores del cumplimiento de sus disposiciones testamentarias referidas a su biblioteca. Serrano Morales donó todos sus libros, folletos, papeles impresos y manuscritos al Ayuntamiento de Valencia, es decir, a una institución pública, para dar mayor lustre a la propia ciudad. Serrano Morales pretendió facilitar a sus habitantes el acceso a títulos difíciles de localizar, así como, al mismo tiempo, preservar la unidad de un fondo tan particular como el suyo. El testamento de Serrano Morales destacaba también por su disposición y preocupación por la conservación física del fondo en un espacio apropiado con condiciones de luz e higiene, pero, sobre todo, por la preservación del mismo frente a la voracidad personal de los cargos públicos presentes y futuros. Al mismo tiempo, consciente de la posible laxitud de la institución municipal en el cumplimiento de sus disposiciones testamentarias, establecía un plazo de dos años para la plena disposición de los fondos al servicio público, pues, en caso contrario, transcurrido el tiempo estipulado, todo el fondo pasaría a la Real Academia de la Historia sita en Madrid.14 Estas disposiciones testamentarias de Serrano Morales debieron de servir como ejemplo potencial al propio Roque Chabás, por lo que, más adelante, en el análisis de su segundo y definitivo testamento las retomaré para detallarlas minuciosamente.

El legado bibliográfico de Roque Chabás (1844-1912) a la Universitat de València

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