Читать книгу Activismos tecnopolíticos - Mariano López Seoane - Страница 6
INTRODUCCIÓN
ACTUALIZAR LA PROTESTA Y EL ACTIVISMO: CONSTELACIONES DE PERFORMANCES HEMISFÉRICAS
ОглавлениеQuizás porque crecí durante una dictadura militar, creo firmemente que las concentraciones de masas para celebrar victorias ganadas con mucho esfuerzo o para repudiar políticas abusivas son herramientas democráticas cruciales. Cuando era una niña en Buenos Aires, asistir a los desfiles militares en los feriados nacionales era una tradición familiar. En cambio, con el retorno de la democracia, las manifestaciones populares mostraron una imagen de poder colectivo. Aunque la protesta social puede movilizarse con fines tanto progresistas como reaccionarios, en Latinoamérica las protestas les ofrecen a sus participantes una oportunidad para desarrollar capacidades políticas que pueden jugar un rol de transformación más allá de los mecanismos de la política representativa y delegativa.1
Mi maestra de teatro, Ita Scaramuzza, me llevó a mi primer acto político en 1983. Fue una manifestación para celebrar el retorno de la democracia en Argentina. Me acuerdo con claridad del momento en que salimos del subte y nos sumamos a la multitud en Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno en Buenos Aires. Apenas llegamos, nos saludaba una persona tras otra. Era como llegar a una fiesta. Todo el mundo estaba ahí. Para lxs artistas de teatro este primer acto en democracia era particularmente significativo. Habían sufrido el terrorismo de Estado de forma muy cercana ya que lxs intelectuales con fuertes posiciones políticas e ideológicas y lxs activistas fueron perseguidxs, asesinadxs o forzadxs al exilio; las escuelas de teatro fueron intervenidas, se prohibió el estudio de distintas obras de teatro, y se impedía que lxs estudiantes se reunieran en los pasillos o caminaran descalzxs.2 Después de años de censura e intenso control social, esa tarde de 1983 celebramos la libertad de reunirnos en espacios públicos masivamente. En 2016, al preguntarle a Virginia Gianonni, una militante feminista de Ni Una Menos, sobre el uso de la performance como una herramienta del activismo, ella me respondió que la toma colectiva del espacio público es de por sí una de las formas más potentes de la performance política. Allá en 1983, después de la dictadura militar, solamente con nuestros cuerpos creamos un espectáculo masivo, una performance de colectividad radical que marcó un fuerte contraste con los espectáculos de poderío militar que los generales nos hicieron ver durante su régimen.3 Ahora que lo pienso, las manifestaciones han sido parte central de mi educación política y artística, como sitios de aperturas disruptivas y transformadoras.4
En los ochenta, lxs activistas organizaban acciones a través de llamadas telefónicas, folletos, carteles y obviamente recurriendo al boca a boca. Tres décadas más tarde, no solo recibimos noticias de las próximas manifestaciones por email o por las redes sociales, sino que también participamos y creamos la marcha por internet, incentivando respuestas colectivas a acontecimientos en desarrollo. Las redes digitales funcionan como vehículos de comunicación hacia una futura movilización en la calle, y a la vez funcionan como sitios de activación en tiempo presente. Aunque mirar, comentar, sumarse y compartir no necesariamente implican un compromiso profundo –e incluso pueden entrampar al público en un círculo de hiperreactividad5–, las redes digitales y los nuevos medios interactivos les han dado nuevas herramientas a los activismos contemporáneos. Estas herramientas ayudan a lxs organizadorxs y a los movimientos sociales a expandir su base y sus esferas de acción. La pregunta entonces debe plantearse por el cómo usarlas más que por el sí o no usarlas. Y aún más, es importante pensar cómo combinarlas con los antiguos repertorios del activismo con el fin de transformar momentos de disidencia en movimientos que construyan poder.
Activismos tecnopolíticos: constelaciones de performance se concentra en el entrelazamiento de las protestas callejeras con las redes digitales como cocreadores de acciones colectivas insurgentes.6 En este libro analizo cómo activistas, artistas y manifestantes en Latinoamérica entretejen, on y offline, modos de acción cooperativa con el fin de desafiar al statu quo y generar cambio social. Más que concentrarse exclusivamente en el activismo online, es decir, en internet como una plataforma de activismo separada, el libro observa cómo los actos on y offline impulsan, dan forma y sostienen la acción colectiva a lo largo del espacio y el tiempo. Aquí sostengo que estos ensamblajes entre sitios físicos y digitales, entre la acción basada en el cuerpo y la acción mediada digitalmente, y entre la cooperación sincrónica y asincrónica redefinen los repertorios tradicionales de la protesta y el activismo según formas que se vuelven clave para responder a los sistemas contemporáneos de explotación y sometimiento.
Latinoamérica, una región con una fuerte historia de movilización popular y que ha usado el teatro y la performance como herramientas de resistencia en contextos políticos, económicos y sociales convulsionados, tiene mucho para enseñarnos sobre protestas performativas que, gracias a las redes sociales digitales, generan activismos conectados que sobrepasan las fronteras. Movimientos sociales como el de lxs zapatistas en México, que generó apoyo en todo el mundo a mediados de la década de 1990, el “movimiento de movimientos” que surgió en Argentina tras la crisis económica del 2001, el movimiento estudiantil chileno de 2011, la movilización de 2014 en respuesta a la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, México, Ni Una Menos y el movimiento por los derechos reproductivos en Argentina han usado la performance simbólica con efectividad en plataformas físicas y digitales en respuesta a los violentos sistemas de acumulación capitalista.
Los críticos más exigentes consideran “holgazán” (slacktivismo) al activismo digital (“Las peticiones en internet no sirven”) y tildan de fútiles las protestas callejeras (“¿Quién lxs está escuchando?”). Aquí ofrezco el concepto de constelaciones de performance como lente teórica para definir tácticas de disrupción y de creación de mundos posibilitadas por las articulaciones activistas entre las performances de protesta corporales y la acción en redes digitales. Las constelaciones de performance son patrones multiplataforma de acción colectiva que articulan performances asincrónicas y multilocalizadas.7 En tanto performances de protesta multiplataforma, las constelaciones de performance responden a los desafíos ocasionados por los cambiantes regímenes neoliberales que obligaron a los movimientos a recalibrar sus tácticas, objetivos y metas. Si en el capitalismo avanzado las redes digitales intensifican el flujo del capital y la información atravesando grandes distancias, las constelaciones de performance les permiten a lxs activistas y manifestantes expandir las acciones corporales y expresivas más allá del espacio físico, y así vincular luchas locales y globales. En este trabajo, la performance, usualmente concebida como un sistema de comunicación cuerpo a cuerpo entre actores y espectadorxs (o entre alguien haciendo algo y quienes observan ese hacer), es también activada online o, mejor aún, activada a lo largo de sitios on y offline de protesta y movilización. El resultado son dramaturgias constelativas que unen modos de participación fragmentados y dispersos por medio de la circulación de afectos.8
Apoyándome en el trabajo de estudiosxs de la performance y la danza como Baz Kershaw y Susan Leigh Foster, que analizan las dimensiones teatrales y coreográficas de las protestas como componentes cruciales en las acciones de lucha, las constelaciones de performance iluminan las tácticas específicas que emergen de la acción conjunta de las protestas físicas y las protestas conectadas digitalmente. Gracias a las constelaciones de performance podemos discernir las maneras en que la espacialidad, la temporalidad, la corporalidad y la participación, todos aspectos centrales de las maneras de hacer de la performance, son redefinidos tácticamente en activismos entrecruzados que expanden las nociones previas de movilización social y eficacia política.9
Consideren esto: en 1998, conducidxs por el colectivo estadounidense Electronic Disturbance Theater (Teatro de Disturbio Electrónico), activistas de todo el mundo “se reunieron” en la página web del gobierno mexicano para realizar una “sentada virtual” en repudio a la violenta represión a la rebelión zapatista en contra del comercio internacional.10 O esto: tras una fuga de capitales masiva durante la crisis económica del 2001, manifestantes en Argentina organizaron cacerolazos que, redoblados en internet, incitaron a la denuncia de la especulación financiera internacional. O esto otro: en 2011, las protestas estudiantiles en Chile se volvieron virales con un flash mob zombi que se repitió en varias ciudades y que representaba el impacto dramático de la privatización de la educación en la perspectiva de vida de lxs estudiantes. O esto: al reivindicar “Todos somos Ayotzinapa”, activistas mexicanxs y aliadxs internacionales sostuvieron un prolongado reclamo de justicia en nombre de los cuarenta y tres estudiantes que fueron desaparecidos forzosamente en 2014.
Como muestran estos ejemplos, a través de performances simbólicas (una sentada simulada, una improvisada orquesta de utensilios de cocina, una coreografía espontánea de cuerpos zombis y un cuerpo colectivo nacido de lxs desaparecidxs), lxs activistas crean imágenes y modos afectivos de relación que buscan persuadir a la opinión pública y así construir poder contrahegemónico. Como reelaboraciones de la tradición de la desobediencia civil, las sentadas virtuales ofrecen a los públicos internacionales una táctica interconectada de localización específica para repudiar el neocolonialismo en las mismas avenidas digitales que lo facilitan; los cacerolazos transforman la imagen de la escasez de comida (utensilios de cocina vacíos) en el origen de una cacofonía indignada que une a quienes padecen las políticas promercado; lxs zombis sirven como materialización del capitalismo parasitario, que se arrastra por internet para ponerles fin a las políticas del período pinochetista; consignas como “Todos somos Ayotzinapa” transforman medios efímeros como los hashtags en el pulso de las revueltas procesuales en contra de la alianza entre el Estado y las corporaciones. En todos estos ejemplos, la performance, entendida como acción estilizada en vivo y contextualizada, atraviesa redes fuera y dentro de internet, desencadenando y sosteniendo intervenciones políticas colectivas en pos de la justicia social. En estos ejemplos, la performance funciona como una forma de representar conflictos sociales para revelar, dar sentido, problematizar e interpelar sistemas locales de poder. La performance también sirve como método para actuar sobre; esto es, intervenir sobre los canales de comunicación y los discursos de consenso que favorecen a los conglomerados de poder nómadas y abstractos.
En la era de lo hipermedial, cuando las plataformas de redes sociales nos incitan a revelar “qué está pasando”, la performance se “convierte en sí misma” al reverberar a través de plataformas conectadas, materializando modalidades compuestas (humanx-máquina) del “en vivo”.11 En cuanto encuentro al parecer no mediado que conlleva la promesa de transformar tanto a actores como a espectadorxs, la performance es ahora promovida y potenciada por redes interactivas de comunicación. Las nuevas tecnologías y las nuevas tácticas activistas actualizan y revitalizan el compromiso de la performance con el presente y con los horizontes utópicos, transformando el statu quo al comportarse de manera alternativa. Mirar, comentar, compartir, asistir, documentar, reproducir, reciclar, conectar: las constelaciones de performance de interactividad mediada le agregan una vuelta de tuerca a la política de la performance como reproducción tanto efímera como referencial con base en el cuerpo.12
¿Por qué es importante esto? ¿Qué ganamos con poner en el centro a la performance y las redes digitales como componentes cruciales de los activismos contemporáneos? Es fundamental reconocer que la performance no es una mera herramienta para llamar la atención y generar respuestas afectivas al interior de la sociedad del espectáculo; la performance también pone en marcha los pasos preliminares hacia la transformación política y social en un momento de poder concentrado y democracias severamente comprometidas.13 Por eso, necesitamos entender cómo activistas y artistas configuran la base desde la cual generar transformaciones sociales: los sitios, el ritmo, los afectos y las formas de lo colectivo que pueden albergar no solo ideas, sino también hacer que la gente genere el cambio.14
Tomemos por ejemplo el caso ya mencionado de Ayotzinapa. Desde que se dio a conocer en septiembre de 2014 la noticia sobre la desaparición forzada de cuarenta y tres estudiantes de una escuela normal rural ubicada en el estado de Guerrero, en el sur de México, lxs manifestantes tomaron las calles y activaron las redes sociales en repudio al gobierno mexicano, que había calificado el acontecimiento como un caso más de violencia narco. Una de las declaraciones más difundidas en internet –“Quisieron enterrarnos, pero no sabían que éramos semillas”– ejemplifica el rol de los tuits, memes y hashtags en la generación y el desarrollo de las comunidades empoderadas. En un momento en que las autoridades gubernamentales recurrieron a la figura de la desaparición para dar por terminado el caso de Ayotzinapa, y mientras se encontraban fosas comunes a diario, lxs manifestantes mexicanxs hicieron circular con insistencia la frase “Quisieron enterrarnos” como un lema performativo que les ayudaba a materializar y alimentar el movimiento insurgente. Mediante las movilizaciones en las redes y en la calle, como durante el #YoSoy132 de 2012, lxs activistas y manifestantes denunciaron las estrategias de desmovilización del gobierno y transformaron el miedo y la alienación en determinación colectiva para trabajar por la transformación social.15
La movilización social desencadenada por la desaparición de los estudiantes trajo ecos de la rebelión neozapatista, iniciada en 1994 en contra de la implementación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés) con el reclamo de “¡Ya basta!”. En 2014, veinte años más tarde, el germen de las imágenes usadas en la movilización desatada a partir del caso de Ayotzinapa capturó la determinación creciente del pueblo mexicano de ponerle fin a la normalización de la violencia que el país ha padecido desde 2006, cuando comenzó la guerra contra las drogas. Al repostear “Quisieron enterrarnos, pero no sabían que éramos semillas” una y otra vez en las redes sociales, lxs manifestantes materializaron el nosotrxs de la oración. El colectivo pulsante, corporizado digitalmente, complementó, extendió y expandió el nosotrxs expresado en las concentraciones y marchas callejeras. La metáfora de la semilla rebelde persistió de forma vibrante, anunciando y creando simbólicamente terrenos fértiles para la revolución.
Aunque normalmente no consideramos los posteos en redes digitales como performance, ya que consisten principalmente en texto e imágenes y carecen de un marco temporal y espacial definido, investigadoras como Zizi Papacharissi, Wendy Hui Kyong Chun, Lisa Kember, Joanna Zylinska y otras han demostrado convincentemente que las plataformas de redes sociales y la cultura de nuevos medios son sitios de autopresentación, transmisión y sintonización afectivas.16 Las campañas y discusiones en internet no son performances en sí, pero pueden ser abordadas como tales con el fin de entender el uso de las redes sociales como un modo de comportamiento expresivo y transformador (performativo).
“Quisieron enterrarnos, pero no sabían que éramos semillas”: en pocas palabras, esta frase captura el núcleo de este libro. Aquí desarrollo un mapa constelativo de performances de protesta en plataformas múltiples que albergan tácticas colectivas en contra de sistemas basados en lo individual, lo desechable y la exclusión. Sostengo que, más allá de su asociación con un aquí y ahora efímero, la performance y la comunicación en redes son recursos cruciales que dan vida al cambio social como fenómeno episódico, acumulativo y translocal. Al rastrear cómo se entrelazan la movilización on y offline, impulsando movilizaciones locales y transnacionales, Activismos tecnopolíticos pretende ofrecer lentes críticas para analizar y evaluar modalidades expresivas y performativas de acción colectiva y así confrontar poderes hegemónicos transnacionales. De modo similar a la imagen de arborescencia usada por lxs activistas de Ayotzinapa, las constelaciones de performance definen el modo en que activistas y artistas coordinan acciones dentro y fuera de las redes para generar acontecimientos colectivos y perdurables. En cuanto figura de una colectividad dispersada, el concepto de constelaciones de performance se focaliza en el modo en que, en las culturas conectadas, la performance se desplaza y se convierte en un modo de acción concertada que integra acciones a través de tiempos y lugares dispares. Las constelaciones de performance iluminan el rol de las performances situadas como medios para producir colectividad a partir de la fragmentación temporal y espacial, de modo similar a como las constelaciones les dan forma a grupos de estrellas que existen en diferentes tiempos y a grandes distancias.
Esto es lo que está en juego en Thriller por la educación, el flash mob de 2011 realizado por lxs estudiantes chilenxs como parte de su movilización por la educación pública, gratuita y de calidad. Dentro de los esfuerzos por redefinir la educación como un bien social más que como una inversión personal, sincronizaron un baile zombi para simbolizar la descomposición irreparable a la que lleva la desinversión en educación por parte del Estado y el costo generacional de la acumulación de las deudas estudiantiles. Antes, durante y después de este evento que se dio en varias ciudades, lxs estudiantes ocuparon el espacio virtual con fotos y videos. A través de estos se presentaron como un grupo decidido a terminar con la continuidad de las políticas neoliberales de la era pinochetista en el Chile ahora democrático.17 De un modo que, siguiendo las palabras de Verónica Gago, podríamos describir como parte del “neoliberalismo barroco” –esto es, como formas de hacer, ser y pensar que reflejan los cálculos y afectos del neoliberalismo–, lxs estudiantes utilizaron plataformas de autoperformance como las redes sociales para poner de manifiesto los efectos de un sistema que lxs había tratado como emprendedores de su futuro.18 El entrelazamiento de la actividad dentro y fuera de las redes sociales en constelaciones de performance expandió considerablemente el efecto del flash mob Thriller…, lo que les permitió a lxs estudiantes capitalizar la repercusión del evento, interpelando a aquellxs que no participaban en las protestas callejeras. Los ecos online del flash mob les permitieron impugnar la acumulación de deuda a través de la acumulación de movimientos disidentes en plataformas físicas y digitales.
Esta diseminación de las protestas callejeras en las redes es una parte integral de los esfuerzos actuales para sostener la participación cívica por fuera de las asambleas presenciales. Sostengo esta centralidad en conjunto con teóricxs de la tecnopolítica como Javier Toret y Rossana Reguillo. Los actos de disenso convocantes, como los cacerolazos ocurridos en Argentina durante la crisis económica del 2001 y el flash mob Thriller por la educación que acabo de describir, ejemplifican cómo la protesta online no solamente expande la movilización callejera sino que la configura. Esta perspectiva que pone en primer plano la sinergia entre protesta callejera y protesta en redes se opone a las afirmaciones de Paolo Gerbaudo y otrxs, que definen el rol de las redes sociales como meros catalizadores de las asambleas cara a cara.19 Aunque concuerdo con la expansión que Gerbaudo hace del concepto de “coreografía” de Susan Leigh Foster para caracterizar el uso táctico del cuerpo en las protestas contemporáneas, sí cuestiono su argumento de que la movilización online es meramente un apoyo para la asamblea callejera.20 Al poner en relación sinérgica la movilización dentro y fuera de las redes, muestro el modo en que las herramientas de comunicación que funcionan en red facilitan, aumentan y sostienen la radicalidad corporalizada que caracteriza a la protesta contemporánea. La estrecha relación que se da entre dos medios aparentemente dispares –el cuerpo y las redes digitales– les permite a activistas y artistas configurar formas sofisticadas de colectividad corporalizada, tales como las sentadas o enjambres virtuales (swarms) y las mareas verdes feministas. Mediante estos ensamblajes, lxs activistas enfrentan los mecanismos neoliberales de individualización, subjetivación y transferencias transnacionales. Mis ejemplos demuestran esta relación sinérgica que surge en respuesta a las historias de gobernanza y gubernamentalidad neoliberal que se dieron en el hemisferio occidental, de lo que me ocupo a continuación.