Читать книгу Activismos tecnopolíticos - Mariano López Seoane - Страница 7
NEOLIBERALISMO: UNA “MANO INVISIBLE” MOLDEANDO EL ALMA
Оглавление“La economía es el método. El objetivo es cambiar el alma”. La famosa declaración de Margaret Thatcher de 1981 refleja el alcance del capitalismo neoliberal como doctrina política económica y como una forma de modulación subjetiva; es decir, tanto un sistema de gobernanza vertical como de gubernamentalidad autodirigida. Esta frase de Thatcher –una figura política que, junto con Ronald Reagan y Augusto Pinochet, se convirtió en uno de los íconos mundiales del neoliberalismo– nos introduce en el neoliberalismo del siglo XX como actualización del liberalismo del siglo XVIII.21
El liberalismo del siglo XVIII, una doctrina política, económica y social, abrazó la dignidad humana y la libertad individual como valores supremos, presuntamente garantizados por el mercado más que por el Estado.22 Dentro del pensamiento liberal, el Estado y cualquier forma de esfuerzo colectivo eran vistos como amenazas a la libertad individual. Esta filosofía política se centró en la idea de que lxs humanxs se desempeñan mejor si son libres de ejercitar sus tendencias y habilidades emprendedoras sin la interferencia del Estado y en un ambiente que defiende los derechos a la propiedad, el libre comercio y el libre mercado.23
La metáfora de la “mano invisible del mercado” desarrollada por Adam Smith en La riqueza de las naciones ilustra el rol central que juega el mercado y el interés propio en el liberalismo clásico.24 Smith usa la mano invisible para representar un proceso orgánico; su teoría establece que el equilibrio entre el interés personal y la ganancia social es alcanzable a través de las transacciones de mercado, libres de intervención del Estado. Estas ideas son un síntoma de la transición de formas de gobernanza soberanas a formas liberales y la concomitante asociación entre libertad económica y política.
Aunque los sectores conservadores generalmente alaban el neoliberalismo como economía política que minimiza la intervención estatal en favor de la producción y el comercio empresarial, esto está lejos de la realidad. La mano invisible está en efecto unida a cuerpos y poderes muy concretos. En lugar de reducir su intervención en el comercio, los Estados liberales del siglo XX se transformaron en jugadores cruciales en el proceso de acumulación de riqueza impulsado por las políticas de libre mercado y desregulación financiera, privatización de empresas estatales, flexibilización laboral y reducción de programas sociales.
En Estados Unidos, el neoliberalismo fue implantado como una reacción a las políticas del estado de bienestar del período comprendido entre 1930 y 1960.25 Como respuesta a los desafíos a la economía estadounidense que suponían la competencia internacional y la caída de la tasa de ganancia en la década de 1960, la neoliberalización de la economía buscó restituirles el poder a las elites. Lisa Duggan define el neoliberalismo de Estados Unidos como “activismo proempresas”.26 De acuerdo con Duggan, esta política económica dependía de un proyecto político y cultural que creaba tolerancia a la creciente inequidad social y apoyo a la redistribución ascendente de la riqueza. El fomento de la “economía del derrame”, sostenido por Ronald Reagan al abogar por el recorte de impuestos sobre los ingresos y las ganancias de capital (cuyos beneficios supuestamente alcanzarían también a los sectores menos pudientes de la sociedad), reproduce la teoría de Smith de la mano invisible como mecanismo de equilibrio económico. Sin embargo, lo que estas teorías hicieron en realidad fue promover los intereses de las elites, responsabilizando a lxs menos favorecidxs de las carencias que padecen.
Como veremos más adelante, los regímenes neoliberales favorecen al capital nacional y transnacional trabajando en tándem con redes financieras, instituciones de préstamo internacional y corporaciones multinacionales para asegurar los recursos legales y represivos necesarios para salvaguardar intereses comerciales específicos. Los Estados neoliberales refuerzan los derechos de propiedad, crean nuevas condiciones de mercado, privatizando sectores como la educación, la salud y la seguridad y desregulan la actividad comercial, lo que permite el ingreso de importaciones baratas que dominan los mercados nacionales y locales.27
Así es cómo el neoliberalismo, concebido originalmente como una teoría económica, se convirtió en un proceso que les da forma tanto al comercio transnacional como a los modos de gobernanza, es decir, a cuestiones de Estado. Una teoría de la economía política neoliberal se convirtió de este modo en un proceso de neoliberalización que se consolida en el Estado neoliberal del siglo XX. Bajo la apariencia de orden (ajuste fiscal), el Estado neoliberal ostensiblemente reduce la asistencia social mientras que maximiza su rol como fuerza represiva para desalentar, contener o aplastar el disenso de quienes resisten la segregación, la explotación y el desplazamiento social.
Debido a que en los contextos analizados en este libro el neoliberalismo ha sido implementado por regímenes autoritarios y también democráticos, países como Chile, Argentina y México se destacan como lugares clave para el estudio de las formas y mutaciones neoliberales, y de las resultantes reacciones populares a estas.28 En Chile, los orígenes del neoliberalismo datan de la dictadura de Augusto Pinochet y su equipo de economistas formados en Estados Unidos. Los Chicago Boys, discípulos de Milton Friedman y Arnold Harberger, recibieron su formación en la Universidad de Chicago en la década de 1950, dentro de un programa de la época de la Guerra Fría. Antes de que célebres figuras neoliberales como Margaret Thatcher y Ronald Reagan entraran a la escena del Estado neoliberal, los Chicago Boys colaboraron con Augusto Pinochet para desarrollar un programa que le dio a Chile estabilidad económica sostenida a la vez que acrecentó la desigualdad social.
Pinochet llegó al poder en 1973 tras un violento golpe de Estado apoyado por Estados Unidos en contra del gobierno socialista de Salvador Allende, un médico y político marxista elegido democráticamente en 1970.29 Por consiguiente, la primera implementación del neoliberalismo como una economía política de Estado más que como una filosofía de economía política tuvo lugar bajo un gobierno militar. Se inauguró así una serie de golpes de Estado neoliberales, como los de Argentina y Bolivia, que emplearon lo que Naomi Klein llama “la doctrina de shock” para activar la economía a la vez que se desactivaba la oposición popular a través de la represión y el trauma.30
Para caracterizar la fundación del neoliberalismo en Argentina, Verónica Gago usa la imagen de las celdas de detención ubicadas en la sede del Banco Nación junto a una mesa de operaciones bursátiles clandestina.31 Esto muestra la profunda implicación que se dio entre el Estado militar y las redes financieras internacionales durante el período comprendido entre 1976 y 1983, que actualmente se define como una dictadura cívico-militar. En Argentina, el poder militar no solo fue usado para perseguir y eliminar a opositorxs políticxs –desde líderes sindicales a trabajadorxs sociales y maestrxs–; también contribuyó al enriquecimiento de las elites a través de instrumentos legales, como la Ley de Entidades Financieras de 1977, que les permitió aumentar sus ganancias. Como veremos en el capítulo 2, en Argentina el proceso de liberalización de la economía iniciado en los setenta a través de un gobierno autoritario se intensificó en los noventa bajo un gobierno democrático que cedió la toma de decisiones soberanas a instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) por medio de la generación de deudas gigantescas.
Aunque, a diferencia de Chile y Argentina, en México los militares no tomaron el poder, la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional, que gobernó desde 1929 hasta el 2000, convirtió la idea de la democracia mexicana en una simulación, como declaró el subcomandante Marcos durante la insurgencia zapatista a mediados de los noventa.32 Aun así, hasta finales de los ochenta México implementó políticas estatistas y nacionalistas. Esto se revirtió con la llegada de Carlos Salinas de Gortari a la presidencia en 1988, quien implementó una serie de reformas influenciadas por los deseos del mercado (incluyendo el NAFTA) con la promesa de que esto le daría a México estatus de Primer Mundo. Salinas privatizó 252 compañías estatales y redujo los subsidios. Este modelo económico tuvo un efecto desastroso en las economías y modos de vida campesinos y también causó la profundización de la desigualdad social, desplazando a comunidades campesinas de sus tierras y poniendo a poblaciones marginadas, como las mujeres pobres, en condiciones de vulnerabilidad extrema, algo evidenciado en la actual crisis de femicidios que atraviesa ese país.33
“Ya basta… Somos el producto de quinientos años de lucha”, manifestó el movimiento zapatista en 1994 cuando se rebeló contra el NAFTA como una nueva instancia de violencia colonial. Lxs estudiantes chilenxs pusieron en escena un gesto similar en 2011, cuando bailaron como zombis para dramatizar los efectos del sistema de educación pinochetista en sus vidas, vinculando así los préstamos predatorios actuales con la violencia autoritaria. De manera similar, en Argentina, la consigna de Ni Una Menos –“Contra nuestros cuerpos nunca más”– ubicó la actual guerra contra las mujeres como parte de un linaje de violencia patrocinada por el Estado en contra de quienes que se resisten a la explotación.
La insurgencia zapatista en 1994, las protestas sociales pos-2001 en Argentina, los flash mobs y performances participativas de protesta durante el “invierno chileno” de 2011, la movilización internacional de 2014 por los cuarenta y tres de Ayotzinapa y el movimiento feminista argentino contra la violencia de género que surgió en 2015, todos articularon performances corporales y acciones conectadas digitalmente para producir y sostener la aparición pública de quienes sufrieron los embates del capitalismo neoliberal a lo largo de diferentes contextos e historias. Estos movimientos ejemplifican una política de presencia corporizada que se crea uniendo modos de acción colectiva en y fuera de internet. A medida que el capitalismo se vuelve cada vez más especulativo y deshumanizante, los actos expresivos de plataformas múltiples que movilizan la aparición de cuerpos políticamente excluidos –y a veces desaparecidos físicamente– se vuelven materializaciones cruciales del poder colectivo a la vez que tácticas que resisten la subjetivación neoliberal.34
Las performances on y offline configuran espacios de aparición en los que, como sostiene Hannah Arendt: “Yo aparezco ante otros como otros aparecen ante mí, allí donde los hombres (sic) no existen meramente como las otras cosas vivas o inanimadas, sino que hacen su aparición de manera explícita”.35 Al abrir espacios de aparición que conectan historias y geografías de opresión, las acciones corporizadas transmediales mapeadas en este libro perturban “la tolerancia a la desigualdad creciente y el apoyo a la redistribución ascendente de la riqueza”.36 Así, se abren horizontes revolucionarios a través de performances que unen espacios públicos y privados, el discurso y la corporización, el presente y la historia.37 Así es como nos movemos de performances de protesta callejera a constelaciones de performance que habilitan a aquellxs cuya existencia se ha vuelto precaria por “el racismo y las formas de abandono calculado” a manifestar “el derecho de ser reconocidos”.38 La performance entendida como un comportamiento expresivo que contribuye tanto a sedimentar como a cuestionar el comportamiento social es una herramienta fundamental en las formaciones de desobediencia colectiva bajo condiciones neoliberales.