Читать книгу Colección de escritos publicados en Nueva España por diferentes cuerpos y sugestos particulares - Mariano Peset Mancebo - Страница 11
ОглавлениеManifiesto del ilustre Claustro de la Real y Pontificia Universidad de México, publicado de órden del Superior Gobierno.
El Rector y Claustro pleno de la Real y Pontificia Universidad de México á todos los habitantes de America. = Fidelísimos Conciudadanos: ha llegado el tiempo en que Jos Alumnos de la Academia Mexicana, que como Doctores están destinados por la providencia del Altísimo para instruir á los pueblos, fortalecer á los débiles, enseñar i los ignorantes, y alimentar á todos con la leche de una sana doctrina, levanten la voz para preveniros contra la seduccion y el engaño, y para recordaros el cumplimiento de los deberes que os impone la religion santa que profesais, y el juramento de fidelidad que habeis prestado á nuestro deseado Monarca y á las Autoridades que nos gobiernan representantes de su soberanía, y de la suprema que el Rey de los Reyes ha depositado en sus manos.
Hasta ahora la América, esta parte integrante de la Monarquía Española, no habia padecido eclipse que ofuscase los resplandores de su constante adhesion á la religion de sus padres, y la acendrada fidelidad hácia sus Príncipes: católica y obediente, ha presentado un quadro hermoso que se ha arrebatado la atencion y conciliado la envidia de las naciones mas remotas del mundo. ¡Mas ah! ínterin nos gloriábamos, no solo de vivir en una dulce y tranquila paz, sino lo que es mas, de oponer con nuestra resistencia y patriotismo una barrera impenetrable á la capciosidad y sutileza del tirano opresor de la Europa; un trozo despreciable de facciosos intenta perturbar 'el órden público, creyéndose quizá capaz de arrastrar tras sí con su perverso exeraplo al inmenso pueblo de generosos y obedientes Americanos, en pos de la halagüeña perspectiva de una aparente felicidad; pero lejos de nosotros, sí, esté muy distante de nuestro carácter dócil y honrado la nota negra é infame de adherir á unos proyectos que deshonrarian para siempre nuestra religion, vulnerarian la opinion que nos hemos grangeado, nos cubririan de ignominia, y haria llevásemos sobre nosotros el peso todo de la exêcracion de los pueblos. En vano se cansa el usurpador de los tronos, y sus infames satélites, que tales son los que en nuestros dias han empezado en los pueblos comarcanos á perturbar nuestro sosiego, y mancillar nuestra fidelidad: en vano se fatigan, empleando los ardides malignos de la seduccion; pues unidos siempre, no será otro el voto ni la voz de la Nacion Americana, que guerra al detestable Napoleon, fidelidad al amabilísimo Fernando VII, respeto y sumision al Supremo Consejo de Regencia depositario de la autoridad soberana, obediencia al Gefe supremo del Reyno, docilidad á Ja voz del Pastor, y paz y union eterna con nuestros hermanos los Españoles ultramarinos.
Sí, Americanos, esta sola es la base de nuestra gloria y felicidad: amantes y unidos contribuiremos á Ja prosperidad y regeneracion de la generosa España nuestra comun madre, enjugaremos las lágrimas de los habitantes de la península, nos burlaremos de las perversas maquinaciones del tirano y sus emisarios, y á pesar de sus esfuerzos seremos verdaderamente dichosos; al contrario, la rivalidad y desunion nos conducirian á la última ruina, y tendriamos que llorar con lágrimas amargas nuestra desolacion y exterminio.
Para convenceros de esta verdad, compareced vosotros en el tribunal de vuestra razon, y encontrareis que quantas grandes convulsiones han trastornado los imperios no han tenido otro origen que la desunion. ¿Para que recordaros que la division de Witiza y Rodrigo acarrearon antes á España males incalculables con la irrupcion de los moros? Deteneos un poco; paraos á. consí-. derar el estado miserable de la Francia, y recapacitando en el grado último de degradacion á que ha llegado, vosotros direis: ¡ah! si los franceses hubiesen mantenido la union sagrada que manda respetar el altar y el trono, Francia, católica como antes, centro de las bellas artes, culta y opulenta, no gemiría baxo el yugo de hierro, ni seria en el dia un escombro que no excita mas que la compasion de los hombres de bien. Pero dexémosla llorar en pena de su regicidio el estado de abatimiento en que yace, y volvamos la vista á nuestra madre la antigua España, y al verla saqueada, cubierta de luto, y destituida de su antiguo esplendor, preguntémosla ¿quien la ha robado la dulce paz en que reposaba tranquilamente? ¿quien? Un tirano ambicioso, que salido del estiércol mas inmundo de Córcega, quiere absorverse todos los tronos, y un privado indigno é ingrato á la exâltacion escandalosa que debió á sus Señores y Reyes. ¿Pero de que medios se valieron? Recorred la historia de nuestros últimos dias, y hallaréis que conociendo estos dos bandidos el carácter religioso y honrado de los españoles, y que por mas que trabajasen en sembrar la semilla de la discordia, esta quedaria sofocada, y no produciria fruto alguno en unos corazones fieles á Dios, y leales á sus Príncipes, maquinan encender el fuego de la desunion entre un padre sencillo y un hijo humilde y obediente, que fue siempre la esperanza y las delicias de la Nacion. Acordaos de que el privado intentó y logró que se hiciese comparecer á vista de una y otra España á nuestro adorado Rey, baxo el monstruoso aspecto de rebelde á su padre; sin embargo de que la providencia de un Dios justo veló sobre él, para que ni uno solo aun de los vasallos que estamos mas distantes de su sagrada persona, diésemos crédito á una impostura que solo pudo inventarse por una alma tan maligna como la de aquel favorito, y caber en un corazon tan flexible como el del sencillo padre.
Pero frustradas las primeras maquinaciones de estos dos que conspiraban contra el trono español, no habiendo podido inspirar en el ánimo de los vasallos el odio hácia el Príncipe Fernando, que unido al fastidio de la Nacion por el antiguo Gobierno habria acarreado una funesta anarquía, ¿dé que medios no se valen nuevamente? Consumada por Napoleon la trayeion mas horrenda, apoderado de toda la familia Real, huérfana España sin su Rey, se persuade el tirano que el pueblo español va á tributarle los homenages mas respetuosos, y que recibiéndole como á un ángel de paz, le dexa sentar pacíficamente sobre su trono. ¡Indigno! tú creiste que al verse los españoles sin el objeto idolatrado de su alma, y temerosos de oponerse á tu fuerza, que llamas irresistible, habia de doblar ignominiosamente su cuello baxo el pesadísimo yugo de un ladron, que no ha conocido jamas otro honor ni otra política que la de su desmesurada ambicion. Se engañó, compatriotas ainados. Se engañó creyendo que el leon de España, que habia estado sepultado en un profundo sueño, no habia de levantarse para armar sus garras triunfadoras, no menos de las lunas africanas, que de las águilas francesas. Pero ¿no es así, que él creyó que dividido en bandos el pueblo español, adictos unos al antiguo Gobierno, interesados otros en el benéfico y dulce de Fernando, y desesperados todos de militar baxo uno y otro, introduciria la mas horrenda anarquía; y que encendiéndose una guerra intestina, los españoles chocados entre sí, le facilitarian el paso á sus ambiciosas miras? No nos engañemos, Señores, no reconoce la maquiavélica política del tirano otro medio mas poderoso que la desunion para acabar con los pueblos, y para recrear sus ojos carniceros con el espectáculo sangriento de la destruccion de sus semejantes: y ¿que hubiera sido de la España si sus valientes hijos, conformes y unidos, no hubieran desplegado toda su energía para oponerse á sus designios ?
No, no creyó jamas Napoleon que fuese necesario derramar la sangre de sus soldados para llevar adelante sus proyectos de ambicion; pero una vez derramada, ¿que hace? vosotros lo sabeis; no cesa de hacer publicar en sus infames periódicos las mas sangrientas invectivas para desconceptuar entre los españoles, no solo á su adorado Rey, sino tambien á los gefes mas acreditados: ¿y para que? para infundir el desaliento y la desconfianza de los pueblos, que sea como precursora de la desunion y anarquía: para hacer cimbrar el edificio social, y para que rotas las ligaduras que nos unen, abandonemos la religion de nuestros padres, y perdidos los sentimientos de honor que nos distinguen, le sigamos, lisongeándonos de poder vivir baxo un yugo que halagará nuestras pasiones.
Infelices de nosotros si tal sucediese, é infelices tambien si oyésemos la voz de esos desgraciados, que habiendo seducido á una pequeña porcion de los pueblos que nos rodean, caminan á su ruina, queriendo envolvernos á nosotros en la misma desgracia. ElIos, no lo dudeis, ó por la corrupcion de su corazon quieren seguir el impulso desordenado de sus pasiones; ó son unos emisarios comprados por Napoleon. Como este ha desesperado de ocupar las Américas que arrebatan toda su atencion, cuyo vacío no puede llenarse con cosa alguna; como ve que sus esquadras tienen impedido el paso por nuestra aliada la generosa Nacion Británica; que sus exércitos no pueden llegar á nuestros puertos sin encontrar en ellos la muerte, se vale de la seduccion para introducir la anarquía. Estas son sus miras, y este el objeto que se han propuesto esos quatro per turbadores del sosiego público. Pero llamemos en nuestro auxîlio á la religion, á la razon y al honor, y quedaremos convencidos de que para ser felices, debemos cerrar para siempre nuestros oídos y nuestro corazon á sus detestables proyectos: porque ¿quales son estos? ¿ Acaso sacudir el yugo de la dominacion suave y benéfica del Supremo Consejo de Regencia? porque si es así ¿donde están aquellos dias alegres y festivos del mes de Julio de 808 en que el europeo y el americano, el sacerdote y el secular, el soldado y el paisano, el rico y el pobre, el indio y el español formaron un solo cuerpo y una sola voz, bendiciendo al Todopoderoso por el aliento quehabia infundido á los habitantes de la península para rechazar la fuerza del tirano; y en que jurando una fidelidad eterna al Monarca español Fernando VII, se poblaron los ay res de los vivas y afectos mas sinceros? ¿donde están? porque ¿que será ser fieles al Rey Fernando representado en este Cuerpo Soberano, instalado y reconocido por toda la Nacion, si desobedecemos á quien lo representa? ¿Quien sino aquella ha depositado en sus manos la soberanía del Monarca? Fernando VII nos gobierna, gobernándonos el Supremo Consejo: ¿y rebelándonos contra este, no nos rebelamos contra aquel? ¡ Ah¡ ¿Que se diria de los Americanos, que despues de cerca de tres siglos de lealtad á sus Reyes, que quando por voto de los pueblos ocupa el solio español el mas amado de los Monarcas; que quando este gime en la mas dura opresion, entonces con una detestable apostasía degeneraban del antiguo honor que formaba su carácter? No, lejos de nosotros un borron tan infame. Somos católicos, habitamos un pais, que quando la Europa toda ha sido contaminada en partes de la peste funesta de la heregía, él solo ha conservado pura é intacta la fe de sus padres. Acordémonos de que Dios, su Evangelio, los Padres de la Iglesia y sus Concilios, nos mandan y prescriben la sujecion á las potestades legítimas. Eslo la que exerce el Supremo Consejo de Regencia, y las que dimanan de él; y sin sacudir el yugo del Evangelio, no podemos sacudir el de la potestad soberana que nos rige. Doblemos el cuello baxo el peso de estas máximas saludables, sigamos el impulso de nuestra razon ilustrada por la fe', y entendamos que todo quanto se oponga á estas verdades, es una felicidad aparente.
Sabemos bien que el nombre de libertad lisonjea y halaga nuestras pasiones: que quando nos creemos árbitros y señores de nuestra fortuna, nos persuadimos de que ya somos sólidamente felices: si esto fuese así, el mundo acaso canonizaria la rebelion; pero nos engañamos, amados compatriotas. Fixemos si no la. vista en esos alucinados que siguen el partido de los facciosos: ¿que otra cosa son sino unos esclavos? no todos ellos son gefes; tienen dos ó tres que los gobiernan; se les han impuesto leyes que deben obedecer, y penas que deben sufrir; tanto mas duras aquellas y estas, quanto que no están cimentadas sino sobre el capricho; y esto ¿será ser libres y felices? Disfrutarán, es verdad, algunos momentos de franqueza y comodidad; por algunos dias la hambre y la miseria estarán fugitivas y muy distantes de sus hogares: pero ¿por que medio? Por los del robo y del pillage que reprueba la religion: el pan que lleguen á sus labios estará envuelto con ias lágrimas y la sangre de los á quienes ' lo robaron, y su corazon siempre inquieto y asaltado con los venenosos remordimientos de una conciencia delinqiiente, no les dexará por solo un momento respirar el ayre dulce de paz que acompaña siempre al bien obrar. ¡Ah! Si pudiésemos registrar sus corazones, ellos saldrian por garantes de esta verdad. En esta hora, ellos mismos están agobiados con el peso de su delito, y detestarán en su interior su desgraciada temeridad.
Eslo, y no lo es menos la de querer hacernos odiosos y que conspiremos contra los Españoles Europeos: empresa ridicula que solo podrá adoptarse por un insensato que carezca de razon y de sentimientos de honradez, porque un hombre de bien é ilustrado, no conspirará jamas contra sus hermanos, sí, hermanos por mil y especialísimos títulos: hermanos porque somos profesores de una misma Religion, vasallos de un mismo Rey, sujetos á unas mismas leyes y costumbres: y hermanos especialmente porque corre en nuestras venas la sangre europea. A excepcion de los conquistados, ¿quien hay que no traiga su origen de los antiguos españoles? Nuestros abuelos, quando no nuestros padres, vinieron con los conquistadores, ó despues de ellos, fixaron aquí su domicilio, y nos engendraron en América; con que ó reconocemos por hermanos á los Europeos si somos blancos, ó somos unos insectos producidos en este suelo. Esto no puede decirse: luego es indisputable que la sangre nos une y estrecha con unos vínculos indisolubles, y es preciso confesar que á no haberse conquistado este Reyno, los Americanos habriamos nacido en alguna de las Provincias de España, y seriamos Europeos. Y siendo así, ¿no seria una locura é insensatez dividirnos de los que forman con nosotros un solo cuerpo, una sola alma, y que respiran unos mismos sentimientos? Lejos de esto, debemos vivir íntimamente unidos á ellos, y reconocer i la antigua España por nuestra comun madre. A ella debe este Reyno la fe y la religion: á ella su hermosura y esplendor: á ella su cultura é ilustracion: á ella sus progresos en las ciencias y artes, y los españoles á quienes se debe el cultivo de este Rey no hermoso y opulento. Registrad sino la historia, remontaos á aquellos siglos en que la América gemia baxo el pesado yugo de unos tiranos, y hallareis un lienzo lastimoso que no puede presentaros otra cosa que inmundos adoratorios, crueldades horrorosas que desconocian los derechos sagrados de la humanidad, y aras enroxecidas con humana sangre. ¿Quien pues, ó América, te hizo mudar de semblante, sino tus gloriosos conquistadores, y los valientes Españoles que á costa de inmensas fatigas te redimieron del abatimiento en que yacías? Señores, es necesario no olvidar esto jamas, para no separarnos ni desunirnos de nuestros ainados hermanos los Españoles ultramarinos.
No descienden de ellos los conquistados, es verdad; pero despues de los beneficios que he referido y de que son deudores á los que vinieron á traernos la religion y la felicidad, ¿no son ellos el objeto de los paternales cuidados del Monarca español? ¿No se les han concedido innumerables exenciones y privilegios no comunes á los demas? ¿La Silla apostólica no les ha dispensado multitud de gracias i peticion de nuestros Reyes; estos, despues de recomendarlos á los Gefes y Ministros del Reyno, no erigieron un Juzgado y crearon un Ministro encargado de su proteccion? Reconoced pues, ¡ó Indios afortunados! los favores que os dispensa el Soberano y vuestra madre la antigua España, para que vivias unidos con sus hijos. Sí, vivamos unidos, y despreciemos los impíos proyectos de esos facciosos que nos quieren alucinar. ¡Locos! ellos no se han parado á reflexîonar como nosotros, que si siguiésemos sus ideas seria trastornar todo el Reyno, no solo porque nuestra fuerza seria resistida por la contraria, sino lo que es mas, porque no podriamos luchar unos contra otros sin que nuestras casas se cubriesen de luto y de tristeza. ¿Que americano hay que no tenga en el seno de su familia ó un padre amante, ó un cuñado honrado nacido en la península; ni que europeo que no esté enlazado con las familias de América por los vínculos ó sociales, ó por el sagrado del matrimonio? ¿Y podriamos ver unos y otros con ánimo sereno que se atentase á la persona ó bienes de nuestros caros ó parientes ó amigos? Solo en la cabeza de esos insensatos pueden caber unas maquinaciones tan desatinadas. Nosotros sabemos bien que. esta desunion nos acarrearia males incalculables: que seria la ruina de nuestras-familias, el principio y término de nuestra desgracia; y al contrario la union y confraternidad nos conservarán en nuestros derechos, gozaremos de una dulce paz en el seno de nuestras casas, nos haremos inexpugnables, podremos contribuir á la gloria de la invicta Nacion Española, y restitucion de nuestro adorado Fernando; y quando llegue á sus oidos que los Americanos vivimos íntimamente unidos por religion, por honor é interes con los Españoles de la península, se enjugarán las lágrimas que como tributo de su amor le debemos los vasallos de una y otra España. Sirvámonos del aviso del autor de un libelo titulado: Dictamen que formará la posteridad sobre los asuntos de España: vivamos unidos, y seamos prudentes, nos dice: pues del enemigo el consejo. Vivamos unidos gloriándonos de que á excepcion de ese número despreciable de facciosos, los europeos han recibido y recibirán siempre del inmenso pueblo americano las mas incontestables pruebas de nuestra confraternidad: unión pues, y guerra eterna al infame tirano: guerra á esos pocos desnaturalizados, y si fuere necesario empuñemos la espada y tomemos el fusil contra esos insensatos que intentan seducirnos y empañar la ternura de nuestro nombre.
No nos dexêmos engañar, recapacitemos y advirtamos que el medio de que esos se han querido valer para alucinarnos, es el mismo que ha causado el trastorno de la Monarquía; el qne arruinó la Francia; del que se ha valido y vale Napoleon para sus empresas de usurpacion, y del que se valen esos bandidos para hacernos desgraciados. En nuestra mano está no serlo. Imitemos la conducta de los Españoles de la península, cuya constancia y union hará que tarde ó temprano renazca de entre su abatimiento Ja opulenta y generosa España. Cerremos los oidos á la voz de la seduccion; y si esos facciosos os dixeren que los Americanos estamos abatidos, desmentidlos, y presentadles el catálogo de los que han recibido del Soberano premios condignos á sus servicios: convencedlos con el testimonio de un sabio americano (*), del aprecio que siempre se ha hecho en la Corte de los indianos beneméritos, y ponedles á la vista el manifiesto del Supremo Consejo de Regencia: allí verán que acaba de empeñar su Real palabra, protestando á los Americanos que no serán oprimidos; que su suerte dependerá de sus méritos, y serán atendidos sus servicios, y á la par de los Europeos dignamente recompensados. Dadles en cara con esto, y descansemos todos sobre esta palabra tan iisongera para nosotros. Confiemos en el Gobierno Soberano; en la actividad del digno Gefe de este Reyno que vela sobre nuestra seguridad; sea uno en todos el interes por sostener la justa causa: desprendámonos de toda preocupacion, socorramos á nuestros hermanos, amémoslos, vivamos unidos, y oigamos la voz dulce de la religion, y el honor que nos dice: paz, union, amistad eterna. Sala de Claustros de la Real y Pontificia Universidad de México y Octubre 5 de 1810. = Dr. y Mtro. José Julio García de Torres. = Dr. Martin José Verdugo y Rocha. = Por mandado del Sr. Rector y Claustro pleno = José María Rivera, Pro-Secretario.
(*) Léase el Discurso cristiano-político-moral del Sr. Dr. D. José Mariano Beristain, Canónigo de esta Santa Iglesia, que corre impreso, y pronunció en la Iglesia de la Santísima Trinidad de esta Corte.