Читать книгу Colección de escritos publicados en Nueva España por diferentes cuerpos y sugestos particulares - Mariano Peset Mancebo - Страница 14

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Manifiesto que el Obispo de la Puebla de los Angoles dirige á sus Diocesanos.

Nos D. Manuel Ignacio Gonzalez del Campillo, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica Obispo de la Puebla de los Angeles, del Consejo de S. M. &c.

Mis amados Diocesanos: con un rumor propagado por anónimos concebidos en un estilo seductor se promete alarmaros é inquietaros, con el depravado designio de dividiros de la patria comun, causar entre vosotros la desunion y la anarquía, y erigir sobre un monton de cadáveres el trono de la tiranía.

Luego que reventó en el pueblo de los Dolores el fuego de la rebelion, sospeché que las astucias de Napoleon habian minado hasta la América, y que la explosion que ha consternado á todos sus buenos habitantes era obra de aquella mano cruel y destructora, que ha causado tantos males por toda la redondez de la tierra. Lo sospeché por el conocimiento que todos tenemos de ese espíritu maligno, cuya política se cimenta sobre las máximas de tener por honesto todo lo que es útil como Carneades, sacrificando todo i su egoismo, y lisonjear con engaños las pasiones de los hombres, para que destruyéndose mutuamente no tengan fuerzas que oponerle quando descubra sus crueles y ambiciosos designios.

No me atreví á manifestaros luego mis sospechas porque no tenia otros indicios mas contraidos al caso presente; pero quando en los papeles públicos he visto que D’almivar se hospedó en la casa de Hidalgo, y que recibió los obsequios de este hombre detestable, oprobio del sacerdocio, y deshonor de la América: quando he visto que se han interceptado papeles en francés, minutas, planes é instrucciones muy parecidas á las que dió á sus satélites para la injusta invasion de España; ya no me queda la menor duda de que á pesar de la vigilancia del gobierno han penetrado en nuestros pacíficos pueblos los apóstoles de la rebelion.

Así es, que esas voces las debeis escuchar como sugestiones con que el tirano pretende sujetaros á su dominacion, engañándoos antes, como engañó á los egipcios, á los holandeses, á los italianos, á los mismos franceses, y á todos los que han tenido la desgracia de tratar con ese fementido, que no conoce ley, palabra ni pudor, que pronunciando siempre·los dulces nombres de proteccion y de paz ha causado la destruccion de los Reynos, y puesto en combustion á todo el globo.

Erró su cálculo en quanto á esta parte que habitamos: no recibimos, como se prometía, á sus emisarios: conociamos la ilegalidad de las cómicas renuncias de Bayona, é irritados por la perfidia con que invadió á la península, y aprisionó á nuestro Soberano, que acababa de subir al trono; lejos de seguir suş planes, nos llenamos de gozo con la santa insurreccion de los nobles y esforzados españoles, nos unimos á su justa causa, reconocimos el gobierno que eligieron, les prestamos socorros para su defensa, y juramos con las mas señaladas demostraciones de júbilo á nuestro adorado Fernando.

Estas noticias no pudieron menos que irritar el corazon de ese tigre soberbio, que llamándose omnipotente quiere sujetar al universo al imperio de su voz. Por felicidad no estamos en contacto con sus Reynos, para que pudiese fácilmente atacarnos con sus numerosas huestes; ni sus miserables esquadras son capaces de resistir á la señora de los mares, que por un efecto de sus generosos y nobles sentimientos, y de su amor á la justicia, nos dispensa su proteccion, y le opone una barrera impenetrable.

En estas circunstancias ¿de que otro modo podria privar á la Madre Patria de los auxilios con que le hace la guerra, y dominar este precioso Reyno tan envidiado de él y de sus Mariscales? El de su conocida política: enviar agentes que diesen por cierta la destruccion de España, pusiesen en movimiento las pasiones de estos habitantes, y los lisongcasen con las halagüeñas esperanzas de independencia y. felicidad.

En su infame gabinete se leerían aquellos libros en que autores extrangeros enemigos de las glorias de España pintan con tan negros coloridos la conquista de este Reyno, en que se imputan á los conquistadores las mayores crueldades, é imaginando arbitrariamente que es·tos habitantes vivirian resentidos, y en la mas dura opresion, estimaria como medios los mas eficaces para sus depravados intentos presentar á los europeos baxo el odioso carácter de enemigos de los americanos, ponderar que usurpan á estos los empleos que les son debidos, y por–la íntima fraternidad con que se conducen en sus especulaciones, y el mutuo auxîlio que se presentan, se hacen dueños de las posesiones y riquezas, con exclusion y perjuicio de los naturales: seducir á los indios con que ellos son los dueños de este suelo, de que los españoles los despojaron por la fuerza, y que su designio no es otro que reintegrarlos en sus derechos y posesion.

Estos fueron los especiosos pretextos con que. al principio se pretendió cohonestar la sacrilega é infame revolucion del pueblo de los Dolores; y considerando que estos no serian bastantes para alarmar á toda la masa del Reyno, y que el carácter de estos naturales es la piedad y la religion, inventaron el arbitrio de que estábamos vendidos á los franceses ó á los ingleses. ¡Amados Diocesanos, con tan despreciable impostura no se ataca tanto á vuestra lealtad, quanto se insulta á vuestra racionalidad!

El que ha creido poder atraeros á su injusta causa por el indicado arbitrio tiene de vosotros el mas baxo concepto: os reputa semejantes á los negros bozales ó á Jos Hotentotes, Seguramente ha leido aquellos libros en que se pinta á la América como el domicilio de la barbarie. ¡Entregar este Reyno á los franceses! Es la especie mas extravagante que ha podido ocurrir á un cerebro desconcertado. La España, que justamente aborrece y detesta al tirano de la Francia por la traycion con que la invadió siendo su aliada, por la perfidia con que aprisionó á su ¡nocente Rey, por las crueldades inauditas que ha cometido, profanando los templos, violando á las vírgenes, manchando los lechos nupciales, ensartando en las bayonetas á los tiernos niños: la España, que heroicamente ha resistido el yugo francés á costa de innumerables sacrificios y privaciones, y i costa de tanta sangre que ha corrido gloriosamente por los campos formando caudalosos rios: la España, que ha jurado morir antes que perder su existencia política, ó que padezca la Monarquía la mas pequeña desmembracion: ahora que destruidos nuestros exércitos contrarios, exhausto y cansado su enemigo, comienza á ver la hermosa aurora de su libertad, y á esperar muy fundadamente la corona de la victoria: ¿ahora habia de echar sobre su reputacion la negra mancha de entregar el nuevo mundo á su irreconciliable enemigo? La España, que ha cerrado sus oidos i toda proposicion, sin querer escuchar de los franceses otras, que las que se hagan sobre estas dos bases: restitucion de Fernando y evacuacion de la península, ¿habia de consentir en la enagenacion de la América? ¿Y para que? ¿para perder sus ricas minas, arruinar su comercio, cortar sus relaciones, y hacer poderoso á su pérfido enemigo, que con su inmediacion y sus tesoros, que extraeria de este continente, le declararia la guerra mañana, y le impondría el yugo que ha resistido por tanto tiempo? ¿Y que la Inglaterra nuestra generosa aliada convendria en tal sesion en favor de un tirano á quien ha declarado guerra eterna? ¿Esta Nacion valiente, que ha privado á Napoleon de todas las colonias, dexándolo como aislado en el continente europeo sin relaciones ultramarinas, permitiría que se hiciese dueño del Reyno mas fértil y mas rico de todo el mundo? La España, que reconocida á los beneficios de la América, y adoptando una política liberal, la ha declarado parte integrante de la Monarquía, ¿seria tan ingrata y tan incouseqüente, que ella misma la vendiera al tirano mas detestable? ¿no aparecería á la faz del mundo mas injusta que la casa de Austria entregando el Tirol á la Francia? Os repito, hijos mios, el que pretende seduciros con esa superchería de que vais á ser entregados á Napoleon, os cree faltos hasta de sentido comun.

No es menos inverosimil la otra impostura de que sereis vendidos á la Inglaterra. Esta traslacion de dominio no podia verificarse sino por uno de estos dos principios: que la España voluntariamente hiciese la sesion á la Inglaterra, ó que esta la exigiese de un modo, que aquella no la pudiera resistir. De uno y otro modo es absolutamente increible. Ni la justicia, ni el interes podian decidir á la España á dar un paso tan imprudente. No la justicia, porque el actual gobierno exerce la soberanía como depositario de ella, baxo las mismas obligaciones que nuestro amado Fernando VII, en cuyo nombre nos manda. Este Señor natural á su instalacion al trono juró el cumplimiento de las leyes que forman la constitucion fundamental de la Monarquía, y por una de ellas se prohibe la enagenacion de las Indias Occidentales. Por donacion, dice la ley 1a lib. ”3º tit. Iº de nuestra Recopilacion, de la Santa Sede. Apostólica, y otros justos y legítimos títulos, somos ”Señor de las Indias Occidentales, islas y tierra firme ”del mar Océano, descubiertas y por descubrir, y es ”tán incorporadas en nuestra Real corona de Castilla. Y ”Porque es nuestra voluntad, y lo hemos prometido y ”jurado que siempre permanezcan unidas para su mayor ”perpetuidad y firmeza, prohibimos la enagenacion de ”ellas. Y mandamos que en ningun tiempo puedan ser ”separadas de nuestra Real corona de Castilla, desunidas ni divididas en todo ó en parte, ni sus ciudades, ”villas, ni poblaciones por ningun caso, ni en favor ”de ninguna persona. Y considerando la fidelidad de ”nuestros vasallos, y los trabajos que los descubridores ”y pobladores pasaron en su descubrimiento y pobla” cion, para que tengan mayor certeza y confianza de ”que siempre estarán y permanecerán unidas á nuestra ”Real corona, prometemos y damos nuestra fe y pala”bra Real por Nos y los Reyes nuestros sucesores, de que ”para siempre jamas no serán enagenadas ni aparcadas en ”todo ó en parte, ni sus ciudades ni poblaciones por ”ninguna causa ó razon, ó en favor de ninguna per” Sona; y si Nos ó nuestros sucesores hiciéremos algu”na donacion ó enagenacion contra lo susodicho, sea ”nula y por tal la declaramos.”

¿Puede la mas atrevida temeridad, en vista de esta ley tan terminante y expresiva, imaginar que los españoles tan amantes á Fernando, por cuya causa no han perdonado sacrificio por costoso que haya sido, quieran enagenar la joya mas preciosa que esmalta su Real corona? ¿El gobierno español que ha seguido constantemente los principios de la justicia cometería una escandalosa infraccion de ella, haciendo á nombre de Fernando lo que este mismo no puede hacer?

¿Que interes puede mover á la España á separar de sí á la América? El entendimiento mas Unce no descubrirá el menor; y el mas obtuso conocerá los innumerables perjuicios que le causaria esta separacion. ¿Con que auxilios continuaria la guerra en que está empeñada, y que seria mas cruel irritada la Francia por el engrandecimiento que de la cesion resultaria á la Inglaterra? Aun quando se tratara de persuadir que la enagenacion no se verificaria sino hecha la paz, aun así es increible; porque la España arruinada antes por las disipaciones del ignorante favorito, que despóticamente la gobernó por el espacio de veinte años, saqueada despuesi por los vándalos franceses, quitándole la América; ¿no quedaria con una existencia precaria, expuesta á que se hiciera dueño de ella el primero que pisara su suelo? Esto sí que no es dudable. ¿Y se puede presumir que los españoles consientan en la ruina total de su patria, quando por salvarla han resistido heroicamente el poder colosal de Napoleon, con un valor y una constancia, qne apenas creerán las generaciones futuras? No, mis amados Diocesanos, no se puede presumir como ni tampoco que la Inglateira exîja de la España la cesion de la América.

Esta Nacion aliada ha dado tantas pruebas del generoso desinteres con que nos auxîlia en la honrosa y desigual lucha que sostenemos, que sola la temeridad de los necios puede pensar mal de ella, y sola la malignidad francesa ha podido propagar unas especies tan indecorosas contra esta Potencia, que es la única que no ha sido sorprehendida por la política maquiavélica de Napoleon, y que se ha opuesto á las miras de este tirano, que por medios dolorosos aspira á la dominacion, universal.

Si la Inglaterra pretendiera la posesion de este Reyno, ¿no hubiera aprovechado la favorable ocasion del tiempo que corrió desde el cautiverio de nuestro Rey hasta que la Nacion levantó el grito, tomó las armas y eligió gobierno? En este intervalo en que acéfala la monarquía, vestida de luto lloraba su desolacion en medio de la sorpresa que le causó una mutacion tan repentina como inesperada, y en que casi no atinaba con el partido que debia tomar, ¿no era la coyuntura mas oportuna para que dulcemente nos hubiese atraido á su dominacion con las lisongeras esperanzas de proteccion contra la Francia, cuya crueldad nos era tan temible? ¿Oisteis algunas propuestas seductoras por parte del gabinete de S. James? ¿Los buques ingleses se acercaron á nuestras costas con otro objeto, que el de estrechar mas nuestra union con nuestros hermanos los europeos, y llevarles con velocidad nuestros socorros?

Si intentara la dominacion de este continente, ¿no hubiera empleado en este proyecto las esquadras, los exércitos y los caudales con que ha generosamente auxiliado á Ja España, y hubiera conseguido antes su designio? Mas no, hijos mios, otros nobles sentimientos que no conocen las almas baxas, son los que han movido á la Inglaterra á proteger á España: la humanidad; el amor á la justicia, la beneficencia, el justo odio á un tirano, que abusando de la buena fe de Reyes y vasallos los ha esclavizado inhumanamente, son los resortes de esos socorros, de ese amparo y proteccion que ha dispensado á la España, como tambien á Portugal y Nápoles, sin exigirles recompensas ni sacrificios.

Si hay entre vosotros algunos tan necios, ó tan preocupados, que lo expuesto no sea bastante á sacarlos del grosero engaño en que estén, leed la copia que felizmente nos ha venido en la gazeta de la Regencia pasada por el Ministro de S. M. B. al primer Secretario de Estado, de la carta que el Conde de Liverpool, Ministro de la Guerra, dirigió al Brigadier General Layard. En ella vereis el objeto que se propuso la Inglaterra para auxiliar por todos los medios posibles el grande esfuerzo del valiente y leal pueblo español: en ella vereis que la integridad de nuestra monarquía es el blanco á que aspira S. M. B., asegurando que en el inesperado caso de que la España sucumbiera, prestada auxilios á las provincias americanas que quisiesen hacerse independientes de la España francesa, protegeria á todos los españoles, que rehusando sujetarse al tirano usurpador, mirasen la América como su asilo natural, y conservaria los restos de la monarquía para su legítimo dueño, declarando expresamente que renuncia á toda mira de adquisicion, de territorio ó posesiones que pertenezcan á España.

Callen los satélites de Napoleon, y cubiertos de confusion y vergüenza al ver el desprendimiento de la generosa Inglaterra, la integridad de su política, y los nobles principios que la gobiernan, huyan de nuestro suelo desesperados de encontrar en él abrigo á sus infames designios, á que se opondrán la constante fidelidad de sus habitantes, y el poder de nuestra íntima y liberal aliada, digna de nuestro eterno reconocimiento y de gloria inmortal.

Cerrad, hijos mios, los oidos á la sugestion: desconfiad de todos los que hablen encubriendo su nombre, porque por solo esta circunstancia ya debeis sospechar que sean emisarios del tirano, ó enemigos de la patria. Descansad tranquilos á la sombra de nuestro Supremo Gobierno, y mas ahora que la Divina Providencia nos ha puesto un gefe que vela por nuestra seguridad: su ilustre extraccion, los empleos de la mayor confianza que ha servido, las virtudes que lo adornan, los sacrificios que ha hecho por la patria, su carácter circunspecto, sus profundos conocimientos, su honor ¡amas amancillado, y el concepto general de la Nacion, son otros tantos derechos que tiene para exigir de vosotros, que presteis asenso á las aserciones y promesas que os hace en el excelente Manifiesto que acaba de publicar. El engaño y la mentira son vicios de las almas baxas y ruines, no de los hombres grandes amantes á su patria, y fieles á su Rey, que han acreditado estos sentimientos, no solo con los labios, sino con las bocas que han abierto las heridas recibidas en defensa de una y otro.

Conoceis mi carácter franco y sincero, que no soy capaz de hacer trayeion á la verdad. Sabeis que os amo tiernamente, y os deseo vuestra felicidad; y de estos dos principios debeis inferir que lo que os anuncio es lo cierto, y lo que verdaderamente os conviene. Si seguís el mal exemplo de otros, si desconfiais del gobierno, si escuchais las insidiosas proposiciones de los enemigos de nuestra tranquilidad, tendreis que sufrir las mayores amarguras, y sereis víctimas consagradas á la justicia y á la venganza pública. Puebla, Noviembre 3 de 1810.= Manuel Ignacio, Obispo de Puebla.

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