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Etapas

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Dependencia mutua. El punto de partida es una relación caracterizada por una fuerte ligazón emocional, que prácticamente excluye a otras personas y relaciones, con intensa dependencia.

Acontecimiento disruptor. En determinado momento, algo rompe la paz. La víctima hace algo que el abusador considerada molesto o irritante, aunque sea algo insignificante, que dispara progresivamente la violencia.

Intercambios de coacciones. Las confrontaciones avanzan entre amenazas y enojos del abusador, que son rechazados por la víctima, lo cual acrecienta la ira del violento.

Último recurso. El espiral de hostilidades llega a un punto crítico cuando el violento juzga la situación como insostenible, lanzando un ultimátum: “La próxima vez que hagas... entonces vas a ver lo que te pasa”.

Irrupción de furia. Entonces ocurre lo previsible: el violento se descontrola totalmente, rompe objetos, golpea, da puñetazos, toma algún objeto hiriente, sin medir sus actos; así es la furia. Los agresores pierden los estribos y son movidos por la ira, haciendo cosas que después olvidan por lo enceguecidos que estaban.

Refuerzo de la agresión. Ante tal violencia, la víctima cesa en sus reacciones y provocaciones, por temor y por defensa de su integridad, sometiéndose y echándose la culpa para apaciguar al maltratador, lo cual es interpretado por este como “La violencia funciona”; “Si no le pego, no entiende”; es decir, como un reforzador que impone la idea de la conveniencia de la violencia y la posibilidad de repetirla.

Fase de arrepentimiento. Después de la crisis, los protagonistas quedan muy afligidos por lo ocurrido. Puede ser que la víctima haya quedado malherida y necesitada de atención médica. El iracundo, al calmarse, se da cuenta de que “se me fue la mano”. Entonces, dolorido, pide perdón y promete que nunca más volverá a hacerlo.

Perdón de la víctima. Ya sea que la víctima se sienta conmovida por el pedido de perdón, que crea en su arrepentimiento o porque se da cuenta de que no tiene otra alternativa, por no poder separarse o por alguna otra razón, le concede el perdón, cerrando el capítulo y concluyendo en no hablar más del asunto.

Fin de la disputa. El perdón y la reconciliación son como “dar vuelta la hoja”, un “aquí no pasó nada”, “sigamos adelante”, poniendo fin al suceso, sin extraer medidas que lleven a impedir episodios similares. A veces, en esos momentos de reconciliación los contendientes se brindan mutuas satisfacciones para celebrar el reencuentro; las parejas suelen tener una “luna de miel” para olvidar la de hiel.

El círculo de la violencia predice que después de un período de paz se reanudará la secuencia de los pasos anteriores.

Cómo construir matrimonios felices

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