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Patrocinio y lealtad

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La sociedad romana (en Palestina y en todas las demás partes) funcionaba de acuerdo a expectativas fuertes en cuanto a la beneficencia y la obligación. Al nivel más simple, el intercambio de favores era prácticamente definitivo en los amigos. Los «amigos» eran personas que hacían cosas los unos por los otros y, aunque no se suponía que nadie llevara la cuenta, la ayuda y el apoyo tenían que ser mutuos a largo plazo, si no, la amistad se rompería. Sin embargo, a otro nivel, casi toda la gente estaba involucrada en las relaciones de patrón-cliente, con gente que no era similar socialmente. Muy pocas personas tenían dinero o poder, pero se esperaba que quienes los tuvieran fueran benefactores de los que no los tuviesen. Por ejemplo, los ricos podían permitir que los campesinos vivieran en su tierra o les daban comida, granos o empleo. En términos sociológicos, a esos benefactores se les llama «patrones» y a los recipientes se les llama «clientes». En esa relación, el intercambio de favores no podía ser mutuo, pero se esperaba que los clientes dieran a su patrón lo que podían: gratitud y, por encima de todo, lealtad.

relación patrón-cliente: el sistema social según el cual la gente con poder es benefactora de los que carecen de poder, de quienes se espera que respondan con gratitud, servicio y lealtad.

Se esperaba que alabaran a su patrón, que hablaran bien de él y que realzaran su reputación social. Se esperaba que confiaran en que su patrón seguiría proveyéndoles. Y, cuando fuera necesario, se esperaba que prestaran varios servicios que el patrón pudiera requerirles. Esas relaciones no estaban constituidas legalmente, pero a un nivel básico, representaban la forma en la cual la mayoría de la gente pensaba que el mundo debía funcionar y, en efecto, la manera en que funcionaba.

Las relaciones de patrón-cliente formarían un escenario significativo para el desarrollo de la teología cristiana. El término que se usaba más frecuentemente para la concesión de beneficios del patrón es charis (que típicamente se traduce como «gracia» en el Nuevo Testamento), y el término que frecuentemente se usaba para la actitud de lealtad hacia el patrón, que se esperaba del cliente, es pistis (que frecuentemente se traduce como «fe» en el Nuevo Testamento). De esa manera, el fenómeno de las relaciones patrón-cliente parece que ha servido como una analogía severa para los encuentros divino-humanos, en los cuales los elementos constitutivos son gracia y fe: Dios da a la gente gratuita y generosamente (gracia), y esto despierta dentro de la gente una respuesta apropiada de confianza, devoción y disposición a servir (fe).

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