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Honor y vergüenza

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El valor social crucial del mundo del Nuevo Testamento (entre los griegos, romanos, judíos y todos los demás) era el honor, es decir, la condición que uno tiene ante las personas cuya opinión uno considera importante. Hasta cierto punto, el honor se asignaba por medio de factores que estaban más allá del control de la persona: la edad, el sexo, la nacionalidad, la etnicidad, la altura, la salud física, la clase económica y cosas similares podían establecer ciertos parámetros que definían los límites de cuánto honor uno podía esperar obtener. Sin embargo, de acuerdo a esos parámetros, muchas cosas podían incrementar el honor de alguien (la piedad religiosa, el valor, el comportamiento virtuoso, una disposición agradable o caritativa, etc.), y muchas cosas podían precipitar la pérdida de honor o incluso ocasionar lo opuesto: la vergüenza.

Semejante sistema de valores puede no parecernos extraño, porque incluso en la sociedad moderna occidental a todos les gusta recibir honor y nadie quiere ser avergonzado. Sin embargo, la diferencia podría ser de magnitud: el mundo del Nuevo Testamento era un mundo en el cual el honor debía valorarse por encima de todo lo demás, y la vergüenza debía evitarse a toda costa. Por ejemplo, la gente quería ser adinerada, no principalmente porque la riqueza les permitiera vivir con lujos, sino porque casi todos creían que era honorable tener dinero para gastar. De igual manera, era vergonzoso ser necesitado; Ben Sira, un prominente maestro judío del período del Segundo Templo enseñaba que «es mejor morir que mendigar» (Sir. 40:28). Él decía eso no porque mendigar fuera inmoral o pecaminoso, sino porque era deshonroso y no valía la pena vivir la vida sin honor. Todos en el tiempo de Jesús (incluso los mendigos) probablemente creían eso.

El lenguaje de honor y vergüenza se encuentra en todo el Nuevo Testamento. Algunas voces del Nuevo Testamento se aprovechan del lenguaje para presentar la fidelidad como un camino para alcanzar el honor y evitar la vergüenza (1 P. 1:7; 2:6). Otras voces buscan anular la sabiduría convencional en cuanto a cómo se aplican estos valores y afirman, por ejemplo, que es más honorable comportarse como siervo que tratar con prepotencia a otros como una persona de poder y privilegio (Mr. 10:42-43; cf. Lc. 14:7-11). Y algunos documentos del Nuevo Testamento repudian totalmente la obsesión con el honor y apelan a los lectores a desarrollar un nuevo sistema de valores definido por Cristo, que no buscó honor ni gloria, sino más bien llevó la vergüenza de la cruz (He. 12:2).

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