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La oración y el gran conflicto

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En el contexto del gran conflicto entre el bien y el mal, la oración también le permite a Dios obrar con mayor poder que si no hubiésemos orado. Este conflicto entre Cristo y Satanás es una batalla entre las fuerzas del infierno y las fuerzas de la justicia. La lucha es real. Miles y millones de ángeles buenos y de ángeles malos participan en ella. El último libro de la Biblia, Apocalipsis, describe la batalla en estos términos: “Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón” (Apoc. 12:7). Una tercera parte de los ángeles se rebeló contra Dios (Apoc. 12:4). Estas fuerzas malignas producen frustraciones, enfermedades, desastres y muerte en nuestro mundo. Las fuerzas de la justicia traen gozo, paz, salud y vida.

Cada uno de nosotros participa también en este conflicto. Nuestro planeta se encuentra en rebelión contra Dios. Cuando nuestros primeros padres, Adán y Eva, cedieron a las tentaciones del maligno, perdieron el dominio que Dios les había concedido sobre este planeta. Satanás se convirtió en el “príncipe de este mundo” (Juan 12:31). La Biblia también se refiere a él como el “príncipe de la potestad del aire” (Efe. 2:2). En esta gran controversia, “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efe. 6:12).

La oración es el arma para vencer los poderes del infierno. “Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2 Cor. 10:4). Por medio de la oración, damos permiso a Dios para que obre poderosamente en nuestro favor. En esta lucha universal, Dios se autolimita voluntariamente. Él no violenta nuestra facultad de decisión. Dios nunca obligará a nadie a servirlo.

Él está haciendo todo lo que puede para salvar a toda la humanidad dentro del marco del conflicto entre el bien y el mal. Ya sea que yo ore o no, él busca relacionarse con los miembros de mi familia. Ya sea que otros oren por mí o no, él obra en mi vida. Ya sea que yo ore o no, Dios me da cierta medida de protección por medio de los seres angelicales.

Cuando oro y lo busco por medio de la oración, abro nuevos canales que permiten a Dios, en el contexto del conflicto entre el bien y el mal, hacer cosas que de otro modo no haría. Dios no solo respeta el libre albedrío de quienes no oran, sino también respeta mi libre albedrío cuando oro. “Forma parte del plan de Dios concedernos, en respuesta a la oración hecha con fe, lo que no nos daría si no se lo pidiésemos así” (El conflicto de los siglos, p. 580).

A medida que oramos, Dios derrama su Espíritu sobre nosotros. La oración permite que el Dios de poder ilimitado ayude a quienes lo necesitan. El texto maravilloso de 1 Juan 5:14 al 17 describe lo que ocurre cuando oramos. Muchos textos en la Biblia nos animan a orar, pero estos versículos hacen más que aconsejarnos a orar. Hacen algo más que animarnos; también explican por qué la oración es tan eficaz. En 1 Juan 5:14 y 15, el apóstol declara: “Y esta es la confianza que tenemos en él”. Nuestra confianza no radica en nuestra fe, nuestra confianza se encuentra en él. El apóstol continúa: “Si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”. Podemos tener absoluta confianza en que, cuando venimos a Dios, él oirá nuestras peticiones.

El siguiente versículo revela lo que ocurre cuando intercedemos por alguien más: “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte”. El pecado que conduce a la muerte es el pecado imperdonable. Es la condición que existe cuando las personas han endurecido sus corazones contra Dios. “Pedirá”. ¿Quién pedirá? El intercesor. ¿Qué ocurre? “Dios le dará vida [al intercesor]; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte” (vers. 16). Dios derrama su vida por medio de nosotros, para alcanzar la vida de otros. Somos los canales por medio de los cuales Dios derrama su poder sin límites. Dios honra nuestra intercesión de corazón por otra persona. La oración intercesora da resultados.

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