Читать книгу De caperucita a loba en solo seis tíos - Marta González De Vega - Страница 7

¡Bienvenida!

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¿Cómo estás? Espero que hundida, deprimida, hastiada y acongojada.

¿¿Sí?? ¡¿De verdad?! No sabes la alegría que me das. Porque solo cuando uno llega al límite de la desesperación y del hartazgo existencial está realmente dispuesto a cambiar el chip.

Voy a contarte cómo llegué yo a ese límite. La primera vez que me enamoré, él no me correspondió. Por lógica, en la siguiente ocasión me tocaba que sí, ¿verdad? Pues no. Fue otra vez que no. Me dirás que a la siguiente… ¡Ja, qué risa! Cuando yo era la nueva querían a la ex; cuando era la ex querían a la nueva; cuando era la opción más práctica escogían la difícil; cuando era la difícil, escogían la práctica.

Probé con hombres con los que era imposible que fuera que no, y por supuesto fue que no, y luego, por si la vida me compensaba, probé situaciones en que era imposible que fuera que sí, ¡y, efectivamente, oye, fue otra vez que no!

Los acontecimientos siempre se confabulaban contra mí. Fuera esto lo más fácil o lo más difícil, fuera lo más lógico o lo más ilógico. La única regla que cumplían era no resolverse nunca a mi favor.

Y en medio de todo esto mi madre empeñada:

—El problema es que se asustan porque vales demasiado.

Que yo se lo agradezco, pero me daban unas ganas de darle una hos… ¡En fin! Que después de años llorando y pataleando me planté y decidí agarrar el rábano por las hojas. ¡Pero literalmente! Me fui a la nevera, agarré un rábano y me monté la escena de Escarlata O’Hara:

—¡¡A Dios pongo por testigo… de que jamás volveré a besar hombre!!

Y cuando estaba con el rábano en todo lo alto mirando al cielo, convencida de que no había ni un hombre bueno, de pronto apareció… ¡otro cabronazo para confirmarlo!

¡¿Y ahora?! ¿Ahora qué hacía? Si ya había llegado al techo del drama. ¿Dónde me metía el rábano?

Ahí ya me entró la risa floja de la desesperación, la que te entra cuando te das cuenta de que no tienes escapatoria de tu propio patetismo, miré al cielo y le dije a la vida:

—¡¡Bueno, mira, tía, ya… ¿Estás de coña?!! ¿Tú de qué vas?

Y ahí es cuando la vida me miró y me dijo:

—Hombre, ya era hora de que preguntaras… Porque de eso voy exactamente. ¡De coña!

De caperucita a loba en solo seis tíos

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