Читать книгу Ética y hermenéutica - Mauricio Montoya Londoño - Страница 7
Lo justo y lo bueno I.
El problema del fundamento moral: objeciones ontológicas al sujeto moral rawlsiano
ОглавлениеEste segmento de la tesis doctoral tiene un solo propósito fundamental: esgrimir algunas de las principales objeciones ontológicas planteadas contra la concepción de sujeto moral que defiende la teoría de la justicia como imparcialidad de John Rawls. En A Theory of Justice, el concepto básico de “individuo” que concibe Rawls es la idea de una persona moral, un sujeto moral. Esta noción de sujeto está atravesada indefectiblemente por las ideas de libertad y autonomía como son entendidas en el contexto de la filosofía práctica kantiana. Rawls, al igual que Habermas, defiende una comprensión de sujeto que no solo se interpreta a la luz de una concepción pública de la justicia, sino que se edifica a sí misma sobre la idea de la autolegislación racional. En Habermas (2005: 65), la noción de sujeto moral asume como principio ontológico, el ejercicio de la razón comunicativa en la que el sujeto ya no se concibe más desde el plano del actor particular o del macrosujeto estatal-social, sino que es definido más bien con los medios lingüísticos que estructuran las distintas formas de vida. Se trata de un sujeto moral que se funda sobre los principios de la libertad y de autonomía, no determinados a partir del imperativo categórico, sino a través de una estructura realizativa de la razón que busca establecer orientaciones normativas fundadas en un proceso de construcción dialógica.
Por su parte, Rawls apunta a una concepción de sujeto descrita propiamente como una noción de ciudadano con sus facultades políticas y morales. En medio de un constructivismo político, el filósofo norteamericano defiende una concepción política de la persona fundada sobre la idea de libertad. Aunque más adelante profundizaremos en la concepción de persona moral de Rawls (1993: 29-32), por el momento es importante expresar que se trata de un individuo cuya noción de libertad abarca tres aspectos: primero, los ciudadanos son libres en cuanto asumen que ellos y los demás poseen el poder moral de defender una concepción del bien; segundo, los ciudadanos tienen demandas y compromisos profundos (deeper aims and commitments) tanto políticos como no políticos, los cuales constituyen su identidad moral, de tal manera, las personas están dispuestas a reconciliar estos dos aspectos de su vida moral a través de un consenso traslapado, y por ende, se conciben como fuentes autoidentificables de reclamaciones válidas. Por último, todos se consideran responsables de sus propios fines, son capaces de ajustar razonablemente sus propias convicciones al contexto de los bienes primarios, las libertades básicas y de los principios de la justicia cuando existen reclamaciones válidas.
En consecuencia, tanto Habermas como Rawls se encuentran inmersos dentro de los límites de una forma de comprender la modernidad que hoy en día se ha designado como el proyecto ilustrado. Ésta es precisamente la noción de sujeto moral que instaura una prioridad de los elementos normativos sobre los elementos de realización de la vida buena, posición frente a la cual diversos pensadores como Ricœur, Taylor, Rorty y Sandel presentan un conjunto de objeciones que agruparé bajo el título de objeciones ontológicas y sociológicas.
La expresión “objeciones ontológicas” tiene un doble origen; por un lado, se refiere al análisis llevado a cabo por Ricœur mediante la intencionalidad ética, en la cual la razón práctica busca reivindicar los rasgos de la persona como un ser autobiográfico, un individuo que escribe su propia historia. En segundo lugar, se origina en una distinción semántica llevada a cabo por Taylor entre dos formas de comprender la moralidad: la postura epistemológica y la postura ontológica de la moral. Taylor (1997: 20-24) en Argumentos filosóficos señala por lo menos tres rasgos de cada una de ellas. La empresa epistemológica se caracteriza, en primera instancia, porque el conocimiento se considera como una correcta representación de una realidad independiente que permite una congruencia entre las ideas de la mente y la realidad externa. En segundo lugar, por la facultad de aclarar qué tipo de pretensiones de conocimiento pueden ser aceptadas como válidas, puesto que a ella pertenece la acreditación de las presunciones de verdad heredera de la claridad y la certeza epistémica de la filosofía cartesiana. Por último, la mente es el lugar donde se lleva a cabo un giro reflexivo con el propósito de fundamentar la corrección o incorrección de las normas.
Tanto Ricœur como Taylor rechazan esta perspectiva, para ambos la pregunta “¿quién es el sujeto moral de la imputación?” no puede darse con independencia de la pregunta “¿quién soy?”; en otras palabras, la norma, la prescripción, no puede darse con independencia de la identidad del agente. Ahora, Taylor (1994: 60) no solo comparte esta objeción sino que la lleva más lejos al asumir que las posiciones no realistas conducen incluso a la pérdida del fenómeno moral mismo. En este contexto, empleo el término tradición epistemológica para hacer referencia a un conjunto de perspectivas en la razón práctica que cimientan sus principales estructuras teóricas a partir de un concepto de verdad o de una interpretación análoga a ella. Por ejemplo, incluyo en esta perspectiva a Platón, Kant, Rawls y Habermas. El primero porque la noción de justicia se encuentra ligada intrínsecamente a la idea de verdad del eidos, del Estado supraceleste; el segundo, porque en él las acciones solo poseen contenido moral cuando encuentran una fundamentación en las leyes prácticas de la razón. El tercero, porque sostiene que su constructivismo político conduce a una concepción de la objetividad como razonabilidad, la cual es -al igual que en Habermas con su noción de validez intersubjetiva- una versión análoga del problema de la verdad en las ciencias humanas.
De tal manera, la postura epistemológica es al mismo tiempo: deontológica, formalista y procedimentalista. Deontológica, como lo explica Habermas (2000: 15), en cuanto asume que el fenómeno básico necesitado de explicación en la ética es la validez deóntica de los juicios y las normas morales. Formalista y procedimentalista porque su aspiración a una concepción de validez moral, está intrínsecamente relacionada con el deber y la obligatoriedad de la acción, la cual es llevada a cabo a través de procesos y formas de rectificación del influjo de la experiencia hacia una forma de legitimidad moral.
Taylor y Ricœur se sitúan en un centro de gravedad diferente, al que denomino en forma general ontológico, que también podría llamarse una perspectiva antropológica, fenomenológica y hermenéutica de la moral. Sin embargo, el término no es original, fue creado por Taylor (1997: 29-33), quien lo emplea para referirse al pensamiento caracterizado por su reacción contra la interpretación epistemológica, puesto que ya no es necesario hablar de algo semejante a la experiencia o a la conciencia del mundo. Esta perspectiva parte del reconocimiento del concepto Lichtung de Heidegger, el complejo conocedor-conocido se concibe como una sola pieza, una sola articulación, en lugar del binomio descripción-objeto. En segundo lugar, esta corriente de pensamiento intenta construir un concepto de agente moral distinto a la noción de sujeto de la modernidad, en el cual el sujeto es heredero de la división mente-cuerpo, lo nouménico-fenomenológico; el agente, por el contrario, sería un ser efectivamente vinculado con las actividades de conocer y ser en el mundo. En tercer lugar, en la empresa ontológica se pasa de una representación del mundo a una interpretación de él; de las pretensiones de objetividad, certeza y claridad, a un ejercicio de autocomprensión del agente y de interpretación permanente de la realidad.
Por último, también empleo la expresión perspectiva sociológica haciendo referencia a Michael Sandel (1998: 11) quien en la misma línea de argumentación de Taylor, considera que es una mala interpretación de la naturaleza humana la pretendida independencia del sujeto como un concepto puro de la razón, puesto que no es posible pensar un individuo con independencia de la sociedad y del contexto cultural en el que vive. Sandel sostiene que las teorías poskantianas de la moralidad se estructuran a partir de una concepción neutral, tanto del sujeto como del mundo, lo cual es inaceptable porque los seres humanos jamás podemos escapar a nuestras condiciones existenciales.