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¿Podemos seguir hablando de generaciones?

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Hemos compartido en los últimos años las dudas sobre la vigencia de las definiciones más clásicas de generación, que apuntan a describir como tal a un grupo de personas que comparten un tiempo de vida y una experiencia cultural en edades similares. Aun así, es difícil seguir hablando de generaciones en términos clásicos:

“La definición de generación en la era clásica y en los tiempos bíblicos era bastante distinta: una generación abarcaba el tiempo transcurrido desde el nacimiento hasta el momento en que se tienen hijos, momento en el que se activaba el temporizador generacional de la propia descendencia, hasta que ellos también tenían hijos, y así sucesivamente” (Davis/Gardner, 2014).

La palabra “generación” tiene un origen, tanto biológico como cultural, y proviene de épocas en las que la esperanza de vida era mucho más reducida. A medida que se producen cambios sociales que modifican los tiempos biológicos, el lenguaje también se modifica y las mismas palabras pasan a tener significados diferentes. Hoy tenemos otro concepto de generación, que tiene que ver con las experiencias compartidas con los iguales.

“Las tecnologías digitales han dotado de un significado nuevo al concepto de generación: un significado cuyas implicaciones pueden abarcar tanto su duración como el modo en que se ve afectada su conciencia. Para ser concretos, la aparición de la tecnología digital en general (y de las aplicaciones en particular) ha dado lugar a una generación única: forjada por la tecnología, con una conciencia fundamentalmente distinta a la de sus predecesores y, tal vez, predecesora de una serie de generaciones aún más cortas y definidas por tecnología”.

Para comprender el impacto de la tecnología en el horizonte del imaginario cultural actual podemos profundizar por medio de un ejemplo que Gardner nos ofrece desde el mundo del ensayo y literatura y como la forma de concebirse para una persona que vivió en el siglo XIX o XX era similar:

“En La educación sentimental, novela sobre la Francia de mediados del siglo XIX, Flaubert evoca la sensación de experiencia común que tienen los miembros de una misma generación.

Los alumnos de las últimas décadas del siglo XX se caracterizaban a sí mismos en términos de sus experiencias comunes (Davis/ Gardner 2014)”.

Sin embargo, el cambio del siglo XX al XXI, señaló una transformación cualitativa de importancia, y cortó la sensación de similaridad:

“Una vez que pasaron los primeros años del siglo XXI, los acontecimientos políticos han ido perdiendo relevancia progresivamente. En lugar de eso, los jóvenes hablan de las experiencias comunes de su generación en términos de Internet, la web, los dispositivos móviles como smartphones, junto con las conexiones sociales y culturales que han permitido, especialmente, la plataforma social de Facebook” (Davis/Gardner 2014).

Al cambio, antes citado, debe sumarse un nuevo elemento que es una sensación de aceleración en la transitoriedad de lo que se posee como experiencia de unidad o familiaridad:

“Esto se suma a las relaciones sociales y culturales que esas herramientas facilitan, sobre todo las plataformas sociales, para darse cuenta de que una generación tecnológica puede llegar a ser mucho más breve que las generaciones anteriores, determinadas por factores genealógicos, políticos económicos o culturales” (Davis/Gardner 2014).

Algo que señala la particularidad de la Gen Y es la centralidad que posee el uso de plataformas digitales en la construcción de su día a día, y para ellos, de alguna manera, el concepto tecnología es prácticamente un sinónimo de aplicaciones informáticas o smartphones:

“Hemos oído a jóvenes restringir el término ‘tecnología’ a ejemplos de hardware y de software, desarrollados durante su vida consciente, excluyendo de ese concepto a tecnologías revolucionarias, como el teléfono, o ni hablar de la imprenta. Desde esta perspectiva algo irónica, la historia de la tecnología se dividiría en dos etapas: ‘lo que he visto aparecer en escena’ y ‘todos los inventos anteriores a mí”’ (Davis/Gardner 2014).

Por este motivo nos parece útil y funcional la decisión que Gardner toma para definir este nuevo fenómeno sociológico, que para nosotros se define en Gen Y:

“A esta diversidad de ‘terminología generacional’ vamos a añadir ahora una última consideración. Académicos y observadores de diversas disciplinas coinciden en que la duración de la adolescencia, en los países desarrollados, se ha alargado significativamente. En la terminología adoptada por algunos, ha aparecido una nueva fase de ‘madurez emergente’. Esta reformulación de las etapas vitales clásicas establecidas es consecuencia de la prolongación de la formación académica, y de la fragilidad de las redes de seguridad. Ahora es absolutamente factible que, bajo un mismo techo, convivan personas de diez, diecisiete, veinticinco, cuarenta y sesenta años, quienes mantendrán una relación con la tecnología radicalmente distinta.

Hablamos de Generación App porque queremos ir más allá de la tecnología. Nuestra intención es capturar la dimensión cognitiva, social, emocional e incluso ética de lo que supone ser joven en la actualidad” (Davis/Gardner 2014).

No obstante, todas estas personas conviven y, en el encuentro generacional, confluyen valores de época que modifican e influyen en cada uno, y que nos ayudarán a entender cómo conviven las generaciones en los nuevos modelos de liderazgo, y cómo se forjan estos valores.

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