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Día 4 Domingo, 29 de abril

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Hay una vibración baja y resonante. Un acorde sostenido que parece salir de todas partes al unísono. Es el sonido de un sintetizador extraño y etéreo, algo que podría haber creado Brian Eno. Miro el reloj. Son las seis de la mañana. Me doy la vuelta, tiro del edredón para taparme la cabeza e intento ignorarlo. Pero no hay manera. El sonido está por todas partes. No suena particularmente alto, pero es misteriosamente seductor y resulta imposible ignorarlo. Me levanto de la cama y echo un vistazo entre las cortinas para ver la luz del pálido amanecer.

Al otro lado de la calle hay tres edificios altos. Parecen grises y fantasmagóricos. No hay ninguna luz encendida. Y en la calle, veinticinco pisos más abajo, no hay tráfico alguno. No hay ni rastro de seres humanos por ninguna parte. Empieza a preocuparme el hecho de que me encuentro en un país que está en las listas de enemigos de todo el mundo desde hace mucho tiempo. Esa misteriosa música, los edificios grises e inertes… Todo parece hecho de la misma materia que las pesadillas. La bienvenida de anoche se me antoja a un mundo de distancia.

Diario de Corea del Norte

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