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ОглавлениеIntroducción
Psicoanálisis colonial sin historia
Antes de extraer de estos comentarios algunas lecciones, nos detendremos sobre un ejemplo, que será presentado aquí en una apretada síntesis. O. Mannoni escribió en 1947-1948 un texto1 que ha sido considerado una aproximación psicoanalítica a la colonización, reeditado en numerosas ocasiones -1984, 1997- en colecciones de psicoanálisis. Me ha tocado interesarme en él desde la perspectiva de una reevaluación de la problemática psicoanalítica frente a las cuestiones post-coloniales2. Se trata de un texto que sume al lector en la estupefacción. Sin entrar aquí en un comentario detallado de la obra, retendré lo necesario para ilustrar los problemas que suscita la aplicación del psicoanálisis a la historia.
En 1948 Octave Mannoni, que se convertirá en una psicoanalista de cierta notoriedad en el ámbito de la Escuela freudiana de Lacan, era responsable oficial de información en Madagascar, colonia francesa, después de haber pasado veinte años en la isla dando clases de filosofía. Escribe entonces una obra, que otra psicoanalista pudo presentar todavía en el año 2000 como un trabajo pionero sobre “los efectos psíquicos de los traumas históricos”3. El texto, sin embargo, ha sido objeto de críticas virulentas desde su misma publicación4, por parte de anti colonialistas como Frantz Fanon. Luego, con la descolonización, le llegará la notoriedad psicoanalítica. La lectura de Psicología de la colonización, sin embargo, permite explicar sin dificultad la reacción vehemente de un Frantz Fanon. Parecería lógico que un “análisis psicológico”, tomara como punto de partida el proceso de colonización, sus métodos, la política colonial. Nada de eso. El análisis, de manera inversa, parte de los colonizados, de aquello que los predestinaba a la colonización, de su complejo de dependencia. “Su estado de colonización es el resultado de la manera en que han reaccionado frente a lo que somos (sic)”, “si se admite que los pueblos que colonizan son los más avanzados y que aquellos que se dejan colonizar (sic) están entre los más atrasados”5. Los instrumentos psicológicos de Mannoni son tan toscos como toscas son, según él, las poblaciones a las que vienen a aplicarse: complejo de inferioridad adleriano, dependencia reveladora de un apego excesivo a los ancestros6. Ninguna experiencia extraída de la clínica psicoanalítica, y por una buena razón (Mannoni no era psicoanalista en aquel momento); los pocos sueños, fueron recogidos en condiciones singulares y casi demasiado bellas para constituir una muestra del pensamiento colonial -ya que “la mayoría han sido recogidos en escuelas bajo la forma de deberes de francés”7-, son interpretados sin ninguna asociación de orden “simbólico”. Pero el elemento más revelador respecto a la debilidad del método aparece bajo el paradigma del intercambio de favores con un muchacho local, interpretado como la instauración por parte de este último, a consecuencia de un favor hecho por Mannoni, de una relación de dependencia infinita. Reconsiderado en fecha reciente por un antropólogo especialista en Madagascar, Maurice Bloch, resulta que el episodio significa en rigor exactamente lo contrario de lo que Mannoni le ha hecho decir, en tanto implica la instauración de relaciones igualitarias.8 El caso no permitía abrigar tampoco grandes esperanzas, porque “aún si reciben ayuda de los europeos, el aprendizaje de la libertad no les resultará sencillo… en cuanto se hallen en presencia de otra forma de personalidad libre o independiente como la del europeo adulto”9. El aspecto sexual del racismo colonial es consignado, pero la idílica escena primitiva colonial, que enfrenta al Blanco que desembarca y a la mujer de color, ocupa el primer plano de la escena, ocultando la dominación colonial y la prostitución organizada: son los efectos a la vez liberadores y lenitivos de la mujer colonizada sobre el hombre blanco los que interesan a Mannoni, no las vivencias del hombre o la mujer negros.10
Pero la obra es ante todo un intento de elaborar “psicológicamente” una masacre muy real, la de 100.000 hombres y mujeres de Madagascar, perpetrada por el ejército francés en 1947, que no es evocada en ningún momento de manera explícita. En conclusión, con perfecta ceguera, Mannoni pone en duda, una década antes de la independencia, que los hombres y mujeres de la isla sean capaces de dar sentido político a la “independencia”, en razón de su dependencia inveterada con respecto del lugar de sus ancestros, la cual revela su incapacidad de salir del Edipo; el que nuestros colonos, en cambio, habrían atravesado con éxito, ya sea que aquella resolución los predestinara a la vocación de heroicos colonizadores, o más modestamente, que la experiencia de la colonización les hubiera permitido a nuestros “pequeños blancos” resolver su Edipo.
Fanon se encarnizará con la incapacidad de Mannoni para identificarse con el colonizado y la evacuación de las relaciones de fuerza y la historia coloniales por medio de la “psicología”. ¿Cómo olvidar declaraciones de Octave Mannoni tales como “en cada lugar donde los europeos han fundado colonias de este tipo, puede decirse que eran esperados o incluso deseados en el inconsciente de sus sujetos (…) no todos los pueblos son aptos para la colonización y sólo lo son aquellos que la necesitan?”11 En las “interpretaciones” simbólicas de los sueños de adolescentes -extraídos, como hemos dicho, de deberes de clase-, en las cuales reaparecen obstinadamente figuras negras, Fanon restituirá los rasgos de los senegaleses del ejército francés aterrorizando a la población. “No, señor Mannoni, ‘el furioso toro negro no es el falo’ (…) ‘el fusil del tirador senegalés no es un pene, sino un verdadero fusil Lebel 1916.’”12
La cuestión de la relación del psicoanálisis con la historia, en el caso Mannoni, recibe una clarificación cegadora. En 1950 Mannoni no es un muchacho: tiene 51 años. Desconoce la situación colonial como alteración para el colonizado, se desinteresa por su liberación. Sin embargo, y este es el punto que nos interesa, vemos aquí desplegarse una relación muy notable entre el psicoanálisis y la colonia. En efecto, ironía de la historia -como suele decirse-, Mannoni explicará ante todo, a quien quiera oírlo, que la situación de dependencia que él les ha atribuido a los malgaches en calidad de síndrome nacional, responsable de “su colonización”, “le había sido inspirada por la experiencia del inicio de análisis que atravesaba en aquel momento”. ¡Giro notable! Esta observación no puede menos que producir estupefacción. Antes que buscar el motivo de la construcción colonial en su situación de colono, que deja traslucir a cada momento, prefiere atribuirla al proceso analítico, luego proyectado sobre los malgaches. ¿Helo aquí sin más, aparentemente malgache, dependiente según parece del colono psicoanalista? Pero podríamos sin dificultad sacar otra conclusión: que es la posición misma del análisis, en lo que tiene de instauración de una dependencia, la que se amolda a las situaciones de poder y no sólo no es utilizada para analizarlas sino que incluso trae agua al molino de la dominación colonial.
Alice Cherki, para tranquilizarnos respecto del psicoanálisis, nos recuerda que la dependencia analítica es afortunadamente temporaria.13 En cuanto a la suerte de Octave Mannoni, en cambio, no quedaremos enteramente tranquilos, ya que el analista de Mannoni -Lacan- se especializaba en renovar de manera incesante la transferencia de sus analizantes. Alice Cherki agrega, fuera de broma, preocupada por evitar cualquier malentendido, que “la posición del colono no es la del analista. Es difícil imaginar que en la situación colonial de todo colono… etc. etc.” ¡Respiramos aliviados!
Pero esto no es todo. Sobre la cuestión de la posición del psicoanálisis, resulta seguramente de mayor interés seguir una indicación de la propia Alice Cherki.14 Según esta indicación, muy ambigua, la posición de Mannoni habría disuadido a Fanon, a pesar de que, como médico psiquiatra, se interesaba por los aspectos psíquicos de la colonización, de iniciar un psicoanálisis. Mannoni funcionaría entonces como contraejemplo: si el psicoanálisis es lo que Mannoni hace de él, puede uno ahorrárselo sin pérdida. De manera inversa, la interpelación de Frantz Fannon tuvo efectos importantes sobre Mannoni. Es antes bien Fanon, en su estilo salvaje, desfachatado, el que interpreta a Mannoni y le expropia su identificación con el colono, lo descoloniza; es el Negro el que analiza al Blanco y no al revés, y en ello reside la fuerza de ese genial texto breve de Fanon, más allá de aquello que dice y le hace a Mannoni.
En 1966 Mannoni escribe lo que se ha tendido a considerar como una autocrítica del texto de 1950.15 En 1966 el conjunto del sistema colonial ha sido liquidado, al menos bajo su forma institucional. La proverbial “dependencia inveterada” ha dado paso, algunos cientos de miles de muertos después, a la independencia. Es la hora de la descolonización; también Mannoni se descoloniza. ¿Qué decir ahora? En rigor Mannoni se entrega a una operación bien diferente. ¿Por qué, se pregunta, habría de escribir un libro diferente? ¿Porque la situación ha cambiado? No, lo que ha cambiado son sus ideas: ahora critica la utilización del término dependencia, a la vez que se pregunta seriamente a qué ha podido deberse que las fuerzas que sostenían la colonización se hayan revelado tan débiles.
Mannoni reconoce el error de haber buscado una explicación puramente psicológica a los problemas nacidos de la colonización. Pero destaca enseguida la utilidad de su libro en comparación con la “mística anticolonialista”16, como si hubiera allí una corriente amenazante. De lo que se trata es de proponer otra explicación psicológica, según la cual el psicoanálisis, cuya relación con la historia acaba de perder credibilidad, presenta de ahora en más, simplemente un diagnóstico más cauto que el de los liberales, sobre la posibilidad de erradicar el racismo. ¿A qué se debe? A que el Negro, según Mannoni, no se contentará con ser reconocido por el Blanco. Para Mannoni, el origen del malentendido es el universalismo de lo mismo, cuando la verdadera cuestión sería el reconocimiento de la alteridad. Compara la cuestión del racismo con la exigencia de una mujer de ser reconocida como una igual y a la vez como mujer, luego por sus defectos más evidentes, etc. Extraño argumento a la vez racista y sexista. Sólo la igualdad forma parte del universal, y como tal es impracticable; ya ven ustedes, prosigue Mannoni, que ella niega la diferencia. Vemos emerger aquí el gran tema de los debates sobre la sexualidad de los años ‘80. Así, imperceptiblemente, hemos pasado de la idea de que los pobres independentistas serán incapaces de hacer uso de su libertad política, a la idea de que querrán abusar de su diferencia frente a nosotros.
Ocurre que entretanto Mannoni ha descubierto los recursos de la metafísica lacaniana y las piruetas políticas que ella permite.17 La diferencia racial no es sino la forma que estaría tomando “aquello que de todos modos no funciona en las relaciones humanas” … “el negro encarna ese mal y nosotros nos resistimos a esa revelación” (de que hay algo que no funciona en términos generales) … “es la coexistencia de los hombres entre sí y no únicamente entre las razas lo que está en cuestión”. Es a esto a lo que se resiste el “anti-racista puro” (?): “la diferencia ha sido cargada a la cuenta del Negro, le ha sido imputada como el pecado original.”18 “Ahora él ha tomado la diferencia por cuenta propia, ella se ha vuelto el significante de su reivindicación; ya no puede exigir que lo reconozcan únicamente como ser humano, quiere ser reconocido como Negro.” ¡El colmo!
Maniobra así llamada “psicoanalítica”, que toma forma a partir del argumento de la mujer que quiere ser amada como mujer, y por ella misma, y no simplemente como igual: la igualdad que se reivindica queda entonces ridiculizada, en tanto resulta evidente que no es posible amar a una mujer (y por cierto, ¿por qué una mujer y no un hombre?) a título de la pura igualdad universal. Pero se trata de un recurso totalmente sofístico para liquidar la igualdad en nombre del deseo. Retorna la desigualdad bajo la forma de la idea de que el deseo como tal no es igualitario, uno de los temas favoritos de la retórica “psicoanalítica” para oponerse a la democratización de las relaciones entre los sexos y los géneros en Occidente. ¿Pero por qué el deseo de igualdad no podría ser una motivación psíquica y erótica?
Querer ser reconocido en su diferencia de Negro no excluye de ningún modo ser reconocido como ser humano. Cuarenta años después de este texto, por otro lado, no estamos mucho menos desorientados en esta cuestión. El reconocimiento oficial como humano existe, pero se lo acompaña de toda una serie de discriminaciones. ¿Por qué razón podría negársele a uno el reconocimiento de su diferencia, sea ésta de color o de cultura? ¿Por qué sería imprescindible fundirse en el universalismo blanco?
La rectificación de Mannoni a su análisis de 1950, por lo tanto, no va en la dirección que hubiéramos podido imaginar, que sería la reintroducción de la historicidad, sino que abunda, reafirma y confirma: “toda doctrina que sostenga que nuestras dificultades actuales derivan únicamente del hecho de que nos han faltado en otro tiempo o justicia o caridad, tiende a eludir las verdaderas dificultades”19.
El psicoanálisis se ocuparía de las “verdaderas dificultades” más allá de la historia. Habría verdaderas dificultades; habría, en último análisis, un “último análisis”, el psicoanálisis. No hay, sin embargo, dificultades verdaderas, sino una pluralidad histórica de dificultades, no hay análisis último. Pero no estaría mal que hubiera un verdadero psicoanálisis de las dificultades. ¿Qué encontramos en su lugar? Una estrategia de justificación bastante cínica de violencias históricas negadas: está bien, lo reconocemos, los hemos esclavizado, exterminado, explotado; pero es la naturaleza humana lo que no funciona; y no funcionará jamás. Toca entonces echarle la culpa a “la ilusión anti-racista”, por religiosa y por utópica: si se imagina que la liberación de la esclavitud, de la colonización o del sistema capitalista traerá el paraíso, ¡se equivoca usted! Continúe con su terapia.
Epílogo
Pocos años antes de su muerte en 1989, O Mannoni da su “testimonio” frente a Elisabeth Roudinesco20, en referencia a la práctica de Lacan.
“Pasé veinte años en Madagascar entre 1925 y 1945, como etnólogo y director general del servicio de información. En 1947 tenía la intención de hacer un análisis y elegí el divan de Lacan (…). En la primera sesión, Lacan me tomó la presión arterial. Luego las sesiones duraban tres cuartos de hora. Se quedaba callado pero a veces hacía buenas intervenciones. Hay que compararlo con Dalí o Buñuel. Tenía la misma ambición de ser rico y célebre. Tuve la impresión de que jugaba al analista. Después, las sesiones empezaron a ser menos largas. Tras una interrupción, en 1952 reanudé. Todo había cambiado. Había una empleada doméstica. Las sesiones eran cada vez más cortas. Lacan no me impedía hacer mi análisis, pero a mí no me interesaba porque en Madagascar me había curado de una neurosis obsesiva. Por lo demás, comprendí por qué Rimbaud se había curado en el desierto. El extrañamiento hace las veces del análisis. Ser un Blanco entre los negros es como ser un analista entre los Blancos.”21
Esta declaración extraordinaria permite poner punto final al contrapunto entre psicoanálisis e historia según Mannoni. La colonia se quedará así con la última palabra. ¿Y quién si no? Pensábamos que el psicoanálisis podría servir realmente para pensar la dominación colonial de un modo desprovisto de ambigüedad, en tanto la cuestión de las contradicciones post-coloniales abría otras perspectivas; entre ellas la del propio Fanon, que ocupa un lugar importante en los estudios post-coloniales desde los años ‘80. Ya es otra historia.
Pero la palabra final de Mannoni no va de ningún modo en esa dirección. Por un lado, vuelve irrisorio el psicoanálisis (la cura analítica) de manera explícita, a la vez que le atribuye con agudeza ese devenir irrisorio a Lacan, en su pompa y sus obras. Por otro lado, resulta evidente que a Mannoni no le interesa el análisis (el suyo propio) mucho más de lo que el psicoanálisis parece interesarle a Lacan. Pero ese desinterés recíproco no tendría la menor importancia en la medida en que Mannoni ya ha hecho ese análisis en Madagascar, donde el clima y la cultura sexual son reconocidamente incomparables para la neurosis obsesiva. Desde 1950 Mannoni, indudable pionero, reinventaba la cura por extrañamiento, el viaje terapéutico. Más valen veinte años de Madagascar, en cierto modo, que veinte años de análisis. En resumen, uno puede ahorrarse un psicoanálisis que no interesa a nadie. La cura propiamente dicha se vuelve una manera entre otras de deshacerse del síntoma (del cual, por otra parte, no hay queja posible).
Queda por resolver la cuestión de en qué condiciones puede uno ahorrarse el psicoanálisis. La buena noticia que viene a anunciar Mannoni, sin embargo, es que la relación colonial o post-colonial Blanco-Negro, es en sí misma una relación analizante, analítica. El Blanco es el analista de los Negros. Es de lamentar que ese argumento haya sido olvidado en las declaraciones recientes sobre los efectos positivos de la colonización: el Blanco trae consigo el psicoanálisis. A modo de justicia poética, observemos que en la historia es a los Negros a quienes podríamos considerar los analistas, en tanto lo que hace el amo blanco en la colonia es precisamene su análisis. Pero eso sería olvidar que los Negros no son sino interlocutores mudos (¿como el analista al modo de Lacan?) y no salen de su posición de objetos de estudio.
Pero podríamos entender de otro modo aquello de que “ser un Blanco entre los Negros es como ser un analista entre los Blancos” si volviéramos a la declaración inicial, según la cual ha sido la situación de dependencia de la cura psicoanalítica la que ofreció a Mannoni el modelo de relación de dependencia que es característica del colonizado. Invirtamos la perspectiva de la siguiente manera: “ser un analista entre los Blancos, es como ser un Blanco entre los Negros”. Dicho de otro modo, convertido en analista gracias a su análisis entre los Negros de Madagascar, Mannoni podía desde entonces ser Blanco-Analista entre los analizantes-negros. Cuando regresó de Madagascar, habría así reencontrado en la práctica psicoanalítica un análogo de la relación colonial perdida. No es el ejemplo del amo Blanco Lacan, por cierto, el que permitiría desmentir la “colonización” del psicoanálisis.
1 Octave Mannoni, Psychologie de la colonisation. Seuil, 1950.
2 Seminario “Actualité sexuelle” (Actualidad sexual) (ENS-EHSS) co-dirigido por Eric Fassin, Michel Feher y Michel Tort.
3 Alice Cherki, Frantz Fanon. Portrait. Seuil, 2000.
4 Frantz Fanon, Peau noire, masques blancs. Seuil, 1952. Trad. esp.: Piel negra, máscaras blancas. Akal, 2009. Cf. también: Aimé Césaire, Discours sur le colonialisme. Présence Africaine, 1955, réd 2004. Trad. esp.: Discurso sobre el colonialismo. Akal, 2006.
5 Prospero et Caliban: Psychologie de la colonisation. Ed Universitaires, 1984: p35.
6 Ibid: p36.
7 Citado por Maurice Bloch, “La psychanalyse au secours du colonialisme”. Terrain 28 “Miroirs du colonialisme” (Mars 1997): p16. Hay versión online. Cita original: Mannoni 1950 Ibid: p58, nota 3.
8 Maurice Bloch, loc. cit.: p18-24. De manera más general, el autor procede a una crítica devastadora de la metodología de Mannoni, que se revela desprovista de toda credibilidad desde el punto de vista de los requisitos etnográficos mínimos.
9 Mannoni, loc. cit.: p71.
10 Cf. infra en relación a los efectos psicoanalíticos del caso.
11 Mannoni, Op. cit.: p87-88. Citado por Fanon, Op. cit.: p79.
12 Fanon, Op. cit.: p.83. Interpretación de Mannoni: “la significación sexual de los fusiles es evidente. El ruido del caballo al galope, el deseo de ser invisible, se explican (…) por el hecho de que el niño ha asistido a la ‘escena primitiva’ (…) en la medida en que es atrapado por un agresor que pone a la madre en peligro, el padre condensa todas las amenazas”. Citado por Bloch, loc. cit.: p17.
13 Cherki, Op. cit.: p54.
14 Op. cit.: pp55-56.
15 Mannoni, “The decolonisation of myself”. Race 7:4 (April 1966): p127–38. Recogido en Prospero et Caliban loc. cit.: p207-215.
16 Mannoni, loc. cit.: p208.
17 Loc. cit.: p213.
18 Loc. cit.: p214.
19 Loc. cit.: p214.
20 Elisabeth Roudinesco, Histoire de la psychanalyse en France 2. Seuil, 1986: p247. Trad. esp.: La batalla de cien años. Historia del psicoanálisis en Francia (2). Fundamentos, 1988.
21 Roudinesco, Op. cit.: p247. Trad. esp.: p233. (La traducción de Ana Elena Guyer ha sido ligeramente corregida).