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Prólogo

El catorce de junio del presente año, durante la celebración de los cuarenta primeros años de vida y ministerio de la Unidad Cristiana Universitaria de Colombia, tuve el agrado de escuchar, en Bogotá, al Dr. Milton Acosta en una conferencia sobre el “Humor en el Antiguo Testamento”. Escogió un extraño pasaje del libro de los Jueces, con el cual hizo un trabajo hermenéutico, exegético y pastoral, que me encantó. Acosta es un comunicador que sabe hacer reír en persona y también en su libro. Sin duda el lector lo disfrutará al leerlo, y más aún cuando lo presente personalmente.

En la reunión mencionada, el profesor Acosta nos informó que el libro sería impreso en el Perú por Ediciones Puma, lejos estaba de mí pensar, que los editores me iban a solicitar escribir el prólogo, el cual está presionado por la brevedad del tiempo del generoso pedido, por la cercanía de su aparición, por las demandas de mi agenda y la incertidumbre de la llegada de mi pasaporte desde Nueva York para poder viajar el próximo viernes. Aquí pesó más el amor que se llama amistad, y no me quedó más remedio que acceder de ‘buen humor’ a esta honrosa solicitud.

Leyendo el libro, el lector se dará cuenta de la convergencia entre Thomas Alva Edison y Milton Acosta, cuando el primero expresó: “No trabajé ni un día en toda mi vida, todo fue diversión”. No cabe duda que el autor ha disfrutado espiritual y acadé­micamente en la elaboración de su obra, acercándose al tema del humor en las Escrituras del Viejo Testamento “reconociendo el uso intencional del humor (de los autores), como instrumento retórico para comunicar un mensaje y persuadir al lector a creer y hacer algo”.

El mundo eclesiástico en general, y el evangélico en particu­lar ha vivido alejado del humor. Se ha confundido la alegría, la risa y el humor con la mundanalidad. “¿Hay algún pasaje bíblico en el cual veamos a Jesús riendo?”, nos preguntará algún hermano que solicita ‘un texto prueba’. La respuesta es: No, no encontramos un tal pasaje. Pero sí encontramos pasajes en los cuales nuestro Señor dio rienda suelta a su alegría. ¿Podemos separar, siempre, la alegría de la risa o de la sonrisa? Pienso que no. En todo caso la tristeza, como modo de vida, jamás ha sido una virtud cristiana o signo inequívoco de espiritualidad. En este sentido, no en el del arrepentimiento, razón tienen quienes observan, “que un cristiano triste, es un triste cristiano”.

Sin embargo, es importante aclarar, que todo humor no se condice con la fe cristiana. A través de la lectura de este libro de Acosta, el lector podrá ir comprendiendo mejor, el humor que contienen las Sagradas Escrituras: su naturaleza y su propósito. El libro ha sido escrito con pasión y por eso apasiona, por su amor a la Palabra de Dios y al Dios de la Palabra.

El sentido del humor, como todo lo que pertenece a nuestra humanidad, tiene sus complejidades. De allí que escogeré decir de este amplio espectro, sólo lo siguiente: El humor como el dolor nos hace más humanos. Esto lo entendió el apóstol Pablo cuando escribió: Si alguno está alegre, alégrense con él; si alguno está triste, acompáñenlo en su tristeza (Ro 12.15, tla). El amor y el humor nos hacen más humanos. Lo cierto es, que las cosas más serias, dichas con amor y humor, se hacen más memorables.

En el primer capítulo, el autor hace una Introducción al humor, trabaja definiciones, modelos y funciones. Cita a un autor a modo de resumen: “el humor hace seis cosas: lubrica las relaciones, corrige los desbalances de la vida, critica, maneja la realidad, integra a las personas y preserva el sentido del ser”. En el capítulo 2, examina el Humor en la literatura del Medio Oriente en la literatura universal, así captamos algo de “lo humano, lo complejo y lo poderoso del humor”. En el capítulo 3 comienza a hablarnos del Humor en el Antiguo Testamento y lo ve “como un asunto muy serio”. A partir del capítulo 4 hasta el 10 el autor trabaja pasajes bíblicos. Hallamos una forma si no nueva, diferente, de leer pasajes conocidos, los conocimientos del autor del hebreo y de las culturas semíticas, que percibimos en todo documento, son prodigados en el estudio bíblico en forma entendible, uno de los mayores logros del autor es la sencillez. Es sencillo sin ser simplista. Sin duda que caben otras lecturas, y no creemos que se pueda dogmatizar al respecto. Lo importante, desde mi punto de vista, es que Acosta ha logrado, hacernos percibir el sentido del humor en los escritos vétero testamentarios.

El capítulo 11, con el cual Milton Acosta redondea su magní­fico trabajo está dedicado al Humor en la predicación, su tesis es: “el humor es un componente esencial de la naturaleza humana y de la comunicación humana”. Está dirigido particularmente a los pastores y predicadores de la Palabra de Dios, con la finalidad de que tomemos conciencia de uno de nuestros competidores: la televisión; del cuidado que el liderazgo debe tener al preparar el culto dominical, cuando se programa “el sermón a la hora del calor, el hambre y el cansancio”; a la vez que propone un desafío: los dirigentes cristianos debemos esforzarnos “por cautivar la atención del auditorio con la palabra y la Palabra”.

Animo a todos mis colegas pastores, predicadores y maestros de seminarios, institutos bíblicos y escuelas dominicales a leer y estudiar este libro con atención, reflexión y oración, porque este texto sobre el humor en el Antiguo Testamento es cosa seria.

Rev. Pedro Arana Quiroz

Lima, miércoles, 15 de julio de 2009

El humor en el Antiguo Testamento

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