Читать книгу Verbos de cal y arena - Mónica Balmelli - Страница 25

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Bailar

Llegó el momento en que sus amigas, sus compañeras de clase y hasta ella misma cumplieran 15 años. Comenzó a recibir invitaciones a esos cumpleaños bastante antes de que a ella le llegara la edad. Algunas chicas hacían sus fiestas en grandes salones, con mesas y sillas para los invitados, con mucha comida y bebida y, por supuesto, con música. Otras hacían la fiesta en sus propias casas, en la que todo era un poco más modesto pero no faltaba la música ni la diversión. En todas las fiestas, Daniela bailaba hasta el amanecer en grupo, de a tres, en pareja o sola.

Ella sabía que su madre no se podría permitir una de esas fiestas tan bonitas en un gran salón, y tampoco le interesaba llevar uno de esos hermosos vestidos largos y vaporosos que llevaban las otras quinceañeras. Aunque sí que le hacía mucha ilusión organizar un baile y así se lo expresó a su madre.

Celina se puso a ello. Como el cumpleaños sería en verano, la generosa vecina les ofreció su casa y su jardín para el festejo. Su madre encargó a una compañera suya que hiciera una gran torta de cumpleaños, pagó a unos jóvenes para que se ocuparan de la música y comunicó a amigos, familiares y vecinos que trajeran comida y bebida para compartir.

La noche de la fiesta, aquel lugar estaba irreconocible. Daniela nunca había visto tanta gente allí, pasándolo tan bien, charlando, jugando, riendo y, sobre todo, bailando.

Su padre llegó con traje y corbata y con la intención de bailar un vals con su hija. Sin embargo, Daniela tenía muy claro que su fiesta era diferente y abrir el baile como lo hacían todas no estaba en sus planes.

Asistieron hasta personas de la familia que ni siquiera conocía. Todos le hicieron regalos y el padre de Marina llevó su cámara y se dedicó a hacer unas fotos maravillosas que Daniela conserva como un tesoro.

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