Читать книгу Judith Butler - Mónica Cano Abadía - Страница 13

Emmanuel Lévinas: el rostro del Otro y nuestra responsabilidad ética

Оглавление

Emmanuel Lévinas es un autor fundamental en el desarrollo del pensamiento de Butler. Tanto es así que se dice comúnmente que su obra dio un giro levinasiano a partir de la publicación de Vida precaria (2004, publicado en España en 2006). Este giro se caracteriza por la importancia renovada que la ética tiene en el pensamiento de Butler, al extremo de ocupar el centro de lo político y de la teoría crítica. Para Butler, la filosofía tiene hoy una tarea crucial: recordarnos el imperativo ético que emerge del rostro del Otro, término que adopta de la obra de Lévinas.

Este autor reconceptualizó de manera crítica la ética tradicional occidental, basada en individuos autónomos que viven juntos en una unidad abstracta. El sujeto autónomo de la ética tradicional posee la voluntad de vivir libremente. Esta situación aboca a un conflicto entre las libertades de cada sujeto. ¿Cómo podemos ser todos los sujetos libres simultáneamente? ¿Qué ocurre cuando la libertad de un sujeto atenta contra la libertad de otro sujeto? Desde la ética tradicional, de corte liberal, se fomenta la preocupación por la propia libertad, de manera individual, y se busca evitar que la libertad de los demás entorpezca el ejercicio de la propia. Sin embargo, este marco teórico tiene la consecuencia negativa de caer en el individualismo y, a la postre, en una guerra de todos contra todos. Lévinas trata de reconceptualizar nuestros marcos éticos para escapar de este individualismo competitivo y poder pensarnos como seres relacionales.

Nuestra existencia se la debemos al Otro. Somos seres relacionales e interdependientes: la propia existencia del yo depende de la existencia del Otro en su singularidad. Mi propio ser va más allá de mí y se entreteje con múltiples otros sujetos, con el Otro, quien, a su vez, forma parte de mi yo. Al ser parte de mí, no solo soy responsable de mí, sino también de ese Otro con el cual me relaciono. Al mismo tiempo, lo que hace el Otro también me afecta y, en ese sentido, ha de hacerse responsable de cómo sus actos tienen impacto en mi ser. Para Lévinas, somos radical y constitutivamente responsables del Otro, con independencia de su comportamiento.

La presencia del Otro requiere que nos preguntemos por la responsabilidad que tenemos para con los demás. Nietzsche considera que hemos de responsabilizarnos cuando nos exigen una demanda ética explícita impuesta por alguien cuyo poder emana de un sistema judicial establecido: alguien que tiene el poder para hacerlo nos pide que rindamos cuentas. Esta demanda, con la que se nos pregunta directamente qué hemos hecho y por qué, es un enfrentamiento directo con un sistema de justicia que nos da miedo, y nos pone en una situación en la que tenemos que justificarnos y responsabilizarnos de nuestros actos. En cambio, Lévinas comprende que este tipo de demanda ética surge del rostro del Otro. No somos solamente responsables de nuestros actos ante un sistema judicial, sino también ante el Otro.

El rostro del Otro es su presencia: un recordatorio de que no vivimos en un individualismo radical, sino que somos seres relacionales. Las relaciones en las que nos desarrollamos como sujetos nos interpelan: no podemos permanecer en una pasividad absoluta sabiendo que estamos interrelacionados con una multitud de otros sujetos. El rostro humano nos ordena responder a las demandas de los Otros, que adquieren la forma de una demanda ética. Una demanda ética es algo que nos convoca éticamente, es algo más que una llamada, porque una llamada se puede oír y no moviliza a nada; una demanda es algo que nos interpela profundamente y que despierta ciertos sentimientos y una necesidad de actuar. El rostro nos interpela en un nivel muy fundamental y nos hace una demanda ética básica: «no me mates». El Otro, con su sola presencia, nos demanda que no le hagamos daño. Mi libertad no es, pues, absoluta: hay un imperativo ético, que emana de la presencia del Otro con el que me relaciono, de no matarlo, de respetar su vida, de hacerme, incluso, responsable de su vida y asegurarme de que no muera.


Judith Butler, en el centro de la imagen, ofreciendo apoyo a un grupo de científicas e investigadoras argentinas que protestaban contra los recortes en ciencia y tecnología en su país en el año 2019.

En el pensamiento levinasiano, la noción de sensibilidad es central: hemos de ser capaces de sentir esa demanda del rostro del Otro para poder movilizarnos y actuar éticamente. Esta capacidad de respuesta del ego implica una desposesión de este: el reconocimiento de que no somos seres aislados y totalmente dueños de nosotros mismos, sino que el Otro forma parte de nuestra existencia.

Además de ser capaces de percibir el rostro del Otro, Butler resalta que necesitamos marcos de comprensión para percibir al Otro como un ser humano. En nuestras sociedades contemporáneas, la representación y difusión mediática de acontecimientos tales como la guerra de Irak han distorsionado el rostro de lo humano de tal manera que nos hemos convertido en insensibles al sufrimiento y tenemos una visión deshumanizada del sufrimiento ajeno. Asimismo, esta insensibilidad nos desconecta de nuestra propia finitud: nos separa de todo reconocimiento de la vulnerabilidad humana, incluida la propia. Para Butler, responder al rostro es darse cuenta de la vulnerabilidad de la vida, tanto propia como ajena; una vulnerabilidad que es muy ignorada en la actualidad. Butler propone que se trabaje para reconocer esta vulnerabilidad constitutiva y que tratemos de ponerla en el centro de nuestras consideraciones éticas y políticas. De esta manera, como veremos, aplica el imperativo ético levinasiano a una ética de la responsabilidad global.

Lévinas descentralizó radicalmente la ética para convertirla en una responsabilidad que ya no es querida por el sujeto soberano, sino que es exigida de forma inequívoca por el Otro. La concepción de Butler de nuestro yo encarnado como fundamentalmente vulnerable y expuesto es, en última instancia, como veremos en la segunda parte de este libro, la concreción que la ética de Lévinas necesita para que contenga una verdadera posibilidad de remodelar la política, de manera que la responsabilidad hacia el Otro sea inseparable de las acciones del Estado, imponiendo un límite absoluto al sufrimiento gratuito.

El sujeto levinasiano no puede entenderse como aislado, sino en una relación constitutiva con el Otro. Butler recoge esta idea: para nuestra autora, ser un sujeto es ser interrumpida por la otredad, por la relacionalidad. Tú eres parte de mí y yo no existo sin ti. Es imposible pensar en un sujeto colectivo y plural sin pensar en las maneras en las que mi yo está interrelacionado contigo. Además de recoger esta idea, veremos cómo la autora va más allá: la propia existencia del yo depende también de la dimensión social de la normatividad, de las infraestructuras que sostienen su vida y de los marcos de comprensión que rigen lo que podemos reconocer como humano.

Nuestros sentimientos de duelo, deseo y rabia muestran esta relacionalidad e interconexión constitutiva. En esta última se encuentran los recursos para reestructurar una comunidad política con el fin de que sea más receptiva y responsable con respecto a los sufrimientos de los demás. Análogamente, Butler deja constancia de que los límites entre las naciones también se confunden, y que estas, por así decirlo, también tienen un rostro que nos interpela éticamente y con el cual nos relacionamos de forma constitutiva. Si se reconociese esta permeabilidad, se podrían repensar las relaciones internacionales y basarlas en la sensibilidad primaria ante el rostro del Otro que se encuentra en el centro de la ética levinasiana.

Judith Butler

Подняться наверх