Читать книгу Condenada - Морган Райс, Morgan Rice - Страница 11
CAPÍTULO CUATRO
ОглавлениеCaitlin estaba sentada en el asiento del pasajero de su camioneta, estaba agotada, con el corazón roto, mientras Caleb conducía sin parar por la ruta 9, recorría las calles hacia arriba y hacia abajo como lo había estado haciendo por horas. Ya estaba amaneciendo, y Caitlin miró a través del parabrisas el cielo fuera de lo común. Le sorprendió que ya estuviera amaneciendo. Habían estado conduciendo toda la noche, los dos en la parte delantera y Sam y Polly en el asiento trasero, manteniendo los ojos bien abiertos mirando la orilla de la carretera, buscando a Scarlet por todos lados. Una vez, se habían detenido en seco, Caitlin había creído verla pero se dio cuenta que era un espantapájaros.
Caitlin cerró los ojos por un momento, sentía sus párpados muy pesados, hinchados, veía el destello de los coches que se acercaban hacia ellos, sus faros pasaban de largo, un flujo interminable de tráfico que había estado viendo durante toda la noche. Tenía ganas de llorar.
Caitlin se sentía vacía por dentro, como una mala madre por no haber estado allí lo suficiente, acompañando a Scarlet -por no haber creído en ella, por no entenderla, por no haber estado allí cuando la había necesitado. De alguna manera, Caitlin se sentía responsable de todo. Y quería morirse al pensar que nunca más podría ver a su hija de nuevo.
Caitlin se puso a llorar, y abrió los ojos y se secó rápidamente las lágrimas. Caleb se acercó y le agarró la mano, pero ella la retiró. Caitlin se volvió para mirar por la ventana, quería un poco de privacidad, deseaba estar sola -quería morir. Sin su niña en su vida, se dio cuenta que ya no le quedaba nada.
Caitlin sintió una mano en su hombro. Se volvió para ver a Sam inclinándose hacia adelante.
"Hemos estado conduciendo toda la noche", dijo. "No hay ningún rastro de ella por ningún lado. Hemos cubierto cada centímetro de la ruta 9. Los policías están buscándola también, con muchos más coches que nosotros. Todos estamos cansados, y no tenemos ni idea de dónde puede estar. Incluso podría estar en casa, esperándonos.”
"Estoy de acuerdo", dijo Polly. "Yo digo que vayamos a casa. Necesitamos descansar un poco.”
De repente, se escuchó el sonido de un claxon estridente, y Caitlin levantó la mirada para ver un camión venir hacia ellos, estaban en el lado equivocado de la carretera.
“¡CALEB!" Caitlin gritó.
De repente, Caleb se desvió del camino en el último segundo, y regresó a su lado de la carretera, evitando por un pie el camión, que tocó la bocina.
Caitlin lo miró fijamente, con el corazón palpitante, y un Caleb agotado le devolvió la mirada, tenía los ojos inyectados en sangre.
“¿Qué pasó?" Ella preguntó.
"Lo siento", dijo. "Debo de haberme quedado dormido."
"Esto no está haciéndole ningún bien a nadie", dijo Polly. "Necesitamos descansar. Tenemos que ir a casa. Todos estamos cansados.”
Caitlin lo pensó, y finalmente, después de un largo momento, asintió.
"Bien. Llévanos a casa.”
*
Caitlin se sentó en su sofá mientras el sol se elevaba, hojeaba un álbum con fotos de Scarlet. A toda prisa, todos los recuerdos la inundaron y empezó a recordar a Scarlet en todas sus edades. Caitlin frotó las fotos con su pulgar deseando más que nada en el mundo que pudiera tener a Scarlet allí con ella. Daría cualquier cosa, incluso su propio corazón y su alma.
Caitlin levantó la página rota del libro que había tomado de la biblioteca, el antiguo ritual, el que habría salvado a Scarlet sólo si Caitlin hubiera regresado a tiempo, el que habría evitado que se convirtiera en un vampiro. Caitlin rompió la antigua página en pedazos y los arrojó al suelo. Los pedazos cayeron cerca de Ruth, que se quejó y se acurrucó junto a Caitlin.
Esa página, ese el ritual, que había significado tanto para Caitlin, ahora era inútil. Scarlet ya se había alimentado, y ahora ningún ritual podía salvarla.
Caleb y Sam y Polly, también estaban en la sala, cada uno perdido en su propio mundo, cada uno se había desplomado en una silla o un sofá, y estaba medio dormido o durmiendo. Los unía un silencio pesado, todos esperaban que Scarlet caminara por la puerta, todos sospechaban que eso no pasaría.
De repente, sonó el teléfono. Caitlin se levantó y lo arrebató, le temblaba la mano. Dejó caer el receptor varias veces, finalmente lo recogió y se lo llevó a la oreja.
"Hola, hola, hola?" Ella dijo. "Scarlet, ¿eres tú? ¿Scarlet!?”
"Señora, es el Oficial Stinton," se escuchó una voz masculina.
El corazón de Caitlin se desplomó al darse cuenta de que no era Scarlet.
"Sólo estoy llamando para hacerle saber que no tenemos ninguna novedad de su hija todavía."
Las esperanzas de Caitlin se desvanecieron. Ella agarró el teléfono, apretándolo, estaba desesperada.
"No se están esforzando lo suficiente," ella hervía.
"Señora, estamos haciendo todo lo que podemos.”
Caitlin no esperó a escuchar el resto de su respuesta. Azotó el auricular, luego agarró el teléfono, un aparato de los años 80, arrancó el cable de la pared, lo levantó, y lo estrelló al suelo.
Caleb, Sam, y todo Polly se levantaron de un salto, sorprendidos en su sueño, y la miraron como si estuviera loca.
Caitlin miró el teléfono y se dio cuenta que tal vez lo estaba.
Caitlin salió de la habitación, abrió la puerta que daba al amplio porche y se sentó en una mecedora. Hacía frío en la madrugada, pero no le importó. Se sentía entumecida.
Con fuerza, cruzó los brazos sobre su pecho, y se balanceó y balanceó en el aire frío de noviembre. Miró hacia la calle vacía iluminada con la luz de un nuevo día, no había ni un alma a la vista, ni un coche en movimiento, todas las casas aún estaban a oscuras. Todo estaba quieto. Una calle suburbana perfectamente tranquila, ni una hoja fuera de lugar, todo limpio tal como se suponía que debía ser. Perfectamente normal.
Pero nada, Caitlin lo sabía, era normal. De repente, odió este lugar que había querido durante años. Odiaba la tranquilidad; odiaba la quietud; odiaba el orden. Que no daría para que hubiera caos, para que la quietud se hiciera añicos, para que se escuchara algo, para que algo se moviera, para que su hija apareciera.
Scarlet, rezó, mientras cerraba sus ojos, llorando, vuelve a mí, bebé. Por favor, vuelve a mí.