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CAPÍTULO UNO

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En la trastienda del bar de Pete, junto con Caleb, Sam, Polly, y una docena de agentes de la Policía, Caitlin Paine miraba por la ventana abierta ahora hecha añicos, hacia la noche iluminada con las luces intermitentes de las patrullas de la  policía. Se preguntaba qué demonios pudo haberle sucedido a su hija. Scarlet, el amor de su vida, estaba por ahí afuera, en algún lugar, dirigiéndose hacia la noche, sola, probablemente con miedo; el solo pensar en ello la estaba destrozando. Lo que más le dolía a Caitlin, aún más de que su hija estuviera perdida, era pensar en lo que Scarlet se había convertido, su recuerdo de ella, su última mirada antes de que saltara por la ventana. Esa no era su hija.

Era otra cosa.

Caitlin se estremeció al pensar en ello y, aunque trató de sacudírselo de la cabeza, sabía que era verdad. Todo ese tiempo había estado resistiendo la idea, luchando para no creer que Scarlet ya no era humana, que Scarlet era realmente un vampiro. Caitlin se había confrontado con Aiden, con el sacerdote, con Caleb, y sobre todo, con ella misma, con la esperanza, deseando, esperando que no fuera así. Pero ya no tenía más fuerzas. Se había quedado sin explicaciones.

El corazón de Caitlin latía con fuerza mientras miraba hacia la noche. Esta vez,  lo había visto por sí misma, lo había presenciado con sus propios ojos. Su niña se había transformado, se había alimentado de ese hombre, y había adquirido una fuerza sobrehumana. Había estrellado ese hombre enorme contra una pared como si fuera un palillo de dientes y se había lanzado hacia la noche tan rápidamente, en un abrir y cerrar de ojos, que no había manera de que pudiera ser un humano. Tampoco había manera, Caitlin lo sabía, que pudieran atraparla. Sabía que la policía estaba perdiendo su tiempo.

Esta vez también era diferente porque no había sido la única que lo había presenciado. Caitlin había visto la expresión en el rostro de Caleb, en el de Sam y Polly, y podía verlo en sus ojos: una mirada de asombro y miedo a lo sobrenatural. Scarlet, la persona que más querían en el mundo, ya no era la Scarlet que habían conocido.

Era algo propio de las pesadillas y los cuentos de hadas y leyendas, algo que  Caitlin nunca había imaginado que pudiera ver en su vida. No sólo sacudió su imagen de Scarlet, pero también su idea del mundo entero. ¿Cómo podía existir una cosa así? ¿Cómo era posible que en este planeta habitara algo más que seres humanos?

“¿Señora Paine? "

Caitlin se volvió para ver a un oficial de policía junto a ella, con pluma y papel en la mano, mirándola con paciencia.

"¿Escuchó mi pregunta?"

Caitlin, temblaba, estaba confundida; negó lentamente con la cabeza.

"Lo siento", respondió ella, su voz ronca. "No la escuché."

“Le dije: ¿dónde cree que su hija pudo haber ido?"

Caitlin suspiró al pensarlo. Si se tratara de la antigua Scarlet, podría decírselo  fácilmente. La casa de un amigo, el gimnasio, podía estar con un chico; el campo de fútbol ....

Pero, tratándose de la nueva Scarlet, no tenía ni idea.

"Me gustaría saber," ella respondió finalmente.

Otro oficial se adelantó.

"¿Hay algún amigo con quien pudo haber ido?" él intervino. “¿Un novio?"

Al oír la palabra novio, Caitlin se volvió y miró por la habitación buscando  alguna señal de ese chico misterioso que había aparecido en ese bar. Sage, había dicho. Tan simple, una sola palabra, como si ella debiera saber quién era. Caitlin tenía que admitir que nunca había conocido a nadie como él. Irradiaba un poder que era más contundente que cualquier otro que hubiera conocido, y era un hombre formado más de un adolescente. Vestía todo de negro y sus ojos brillantes y los pómulos cincelados lo hacía parecer como si hubiera llegado de otro siglo.

Lo más extraño de todo, Caitlin recordaba lo que el chico le había hecho a los lugareños en ese bar. Había creído que Caleb y Sam habrían podido cuidarse más de sí mismos, sin embargo, este chico había logrado una rápida victoria, golpeando a todos los hombres en un torbellino. ¿Quién era? ¿Por qué había estado allí?

¿Y por qué había estado buscando a Scarlet?

Sin embargo, mientras miraba a su alrededor, Caitlin no vio ni rastro de él. Sage, también, había desaparecido. ¿Cuál era su conexión con Scarlet? se preguntó. Su instinto de madre le decía que, de alguna manera, esos dos estaban juntos. Pero ¿Quién era? El misterio sólo se hizo más grande.

Caitlin no quería mencionarlo a la policía; todo era demasiado extraño.

"No," Caitlin mintió, con la voz temblorosa. "No que yo sepa."

“Usted dijo que había un chico, que estaba aquí con ustedes, ¿que participó en el altercado?" Otro agente preguntó. "¿Sabe su nombre?"

Caitlin negó con la cabeza.

"Sage" Polly intervino, dando un paso adelante. "Dijo que su nombre era Sage."

Por alguna razón, Caitlin no había querido decírselo; sentía que debía protegerlo. Y también sentía, no podía explicarlo cómo, que Sage no era humano,, y no podía decírselo que a la policía y que todo el mundo pensara, una vez más, que estaba loca.

La policía se quedó allí, escribiendo su nombre, y Caitlin se preguntó qué harían.

"¿Qué pasa con todos estos tipos asquerosos que están aquí?" Polly presionó, mirando a su alrededor en consternación. "Todos los patanes que iniciaron la pelea? ¿No va a arrestarlos? "

Los policías se miraron incómodos.

Uno de ellos se aclaró la garganta.

"Ya detuvimos a Kyle, el hombre que atacó a su hija", dijo el oficial. "En cuanto a los otros, bueno, para ser francos, es su palabra contra la de ustedes y ellos dicen que ustedes iniciaron el altercado."

“¡Nosotros no lo iniciamos!", dijo Caleb, dando un paso adelante con enojo, acariciando un bulto en la cabeza. "Vinimos aquí a buscar a mi hija y ellos trataron de detenernos."

"Como dije," el oficial dijo, "es su palabra contra la de ellos. Dijeron que usted lanzó el primer puñetazo, y francamente ellos están en peores condiciones que usted. Si los detenemos, tenemos que arrestarlo a usted también."

Caitlin se quedó mirando, ardiendo de ira.

"¿Qué pasa con mi hija?" ella dijo. "¿Cómo piensan encontrarla?"

"Señora, le puedo asegurar, que todas nuestras fuerzas están buscándola ahora", dijo el oficial. "Pero es terriblemente difícil buscar a alguien cuando no sabemos a dónde fue, ni por qué. Necesitamos un motivo.”

"Usted dijo que corrió", dijo otro oficial, dando un paso adelante. "No entendemos. ¿Por qué correría? Usted había llegado. Ella estaba con ustedes. Estaba a salvo. ¿Entonces por qué correría? "

Caitlin miró a Caleb y a los otros, y todos se miraron entre sí con incertidumbre.

"No lo sé", ella dijo con sinceridad.

"Entonces, ¿por qué no intentó detenerla?" Otro oficial preguntó. “¿O no corrió tras ella?"

“Usted no entiende", dijo Caitlin, intente tratando de ser clara. "Ella no corrió; ella saltó. Fue… como ver a un ciervo. Nos podríamos haberla alcanzado aun si lo hubiéramos intentado.”

El oficial miró con escepticismo a los demás.

"¿Me está diciendo que con todas las personas adultas aquí, ninguno pudo tratar de atraparla? ¿Qué es, una especie de atleta olímpico?” Se burló, escéptico.

“¿Ha estado bebiendo esta noche, señora?" Otro oficial preguntó.

"Escuche," Caleb soltó, dando un paso adelante, "mi esposa no se lo está  inventando. Yo también lo vi. Todos nosotros lo vimos: su hermano también, y su esposa. Nosotros cuatro. ¿Cree que todos estamos viendo cosas?"

El oficial levantó una mano.

"No hay necesidad de ponerse a la defensiva. Todos estamos en el mismo equipo. Pero vea desde nuestro lado: usted me dice que su hija corre más rápido que un ciervo. Obviamente eso no tiene ningún sentido. Tal vez ustedes están confundidos tras la pelea. A veces, las cosas no siempre se ven como parecen. Todo lo que estoy diciendo es que todo esto no tiene ningún sentido.”

El oficial intercambió una mirada escéptica con su compañero, que dio un paso adelante.

"Como he dicho, nuestra fuerza está buscando a su hija. Nueve de cada diez veces, los adolescente que huyen regresan a sus casas. O van a la casa de un amigo. Así que mi mejor consejo para ustedes es que regresen a casa y se queden allí. Apuesto a que todo lo que sucedió aquí era porque ella quería doblar las reglas un poco y, por una noche, ir a un bar de adultos y tomar una copa, y las cosas se le fueron un poco de las manos. Tal vez ella se encontró con un chico en el bar. Cuando ustedes llegaron, probablemente se fue porque se sintió avergonzada. Vuelvan a casa, apuesto a que va a estar esperándolos", el funcionario concluyó, como si lo hubiera resuelto todo.

Abrumada por la frustración, Caitlin negó con la cabeza.

“Usted no entiende", dijo ella. "No conoce a mi hija. Scarlet no va a los bares. Y ella no se encuentra con hombres extraños. Ella vino aquí porque estaba sufriendo. Vino aquí porque no tenía otro lugar adonde ir. Porque necesitaba algo. Vino aquí porque se está transformando. ¿Usted no entiende? Transformando.”

Los oficiales la miraron como si estuviera loca; Caitlin detestaba esa mirada.

“¿Transformando?" Ellos repitieron, como si ella hubiera perdido la razón.

Caitlin suspiró, estaba desesperada.

"Si no la encuentran, alguna gente por ahí va a salir lastimada."

El oficial frunció el ceño.

“¿Lastimada? ¿Qué está diciendo? ¿Su hija ha estado lastimando a la gente? ¿Está armada?”

Caitlin negó con la cabeza, se sentía más que frustrada. Estos policías locales nunca podrían entender; ella estaba perdiendo las fuerzas.

"Ella está desarmada. Nunca le ha hecho daño a nadie. Pero si sus hombres la encuentran, no podrán contenerla.”

Los agentes de policía se miraron, como concluyendo que Caitlin estaba loca, y luego se volvieron y caminaron a la habitación de al lado.

Cuando Caitlin los vio alejarse, ella se volvió y miró de vuelta, a través de los cristales rotos, a la noche.

Scarlet, pensó. ¿Dónde estás? Ven a mí, bebé. Te quiero. Lo siento. Por lo que te haya molestado, lo siento. Por favor, vuelve a casa.

Lo más extraño de todo eso, Caitlin se dio cuenta, era que, al pensar en Scarlet  por ahí, sola en la noche, no sentía ningún temor por Scarlet.

En cambio, sentía miedo por todos los demás.

Condenada

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