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CAPÍTULO UNO

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Nazareth, Israel

(Abril, 33 A.D.)

Sueños perturbadores inundaban la mente de Caitlin. Su mejor amiga Polly caía por un precipicio extendiendo la mano tratando de tomar la suya, pero Caitlin no lograba agarrársela. También vio a su hermano Sam que huía de su lado atravesando un campo sin fin; ella lo perseguía pero, por más rápido que corriera, no lograba alcanzarlo. Vio a Kyle y a Rynd sacrificar, ante sus ojos, a los miembros su cofradía, los cortaban en pedazos y rociaban la sangre sobre ella. La sangre se transformaba en una puesta de sol color rojo sangre, que se cernía sobre la ceremonia de su boda con Caleb. Pero, ellos eran las dos únicas personas que restaban en la boda, los últimos que quedaban en el mundo, y estaban de pie en el borde de un acantilado contra un cielo rojo sangre.

Y entonces vio, a la deriva en aguas turbulentas, a su hija, Scarlet, sentada en un pequeño barco de madera, sola en un mar vastísimo. Scarlet sostenía las cuatro llaves que Caitlin necesitaba para encontrar a su padre. Pero mientras Caitlin la observaba, Scarlet levantó la mano y las dejó caer en el agua.

"Scarlet" Caitlin trató de gritar.

Pero su voz no salió y, mientras miraba, Scarlet se alejaba cada vez más de ella, hacia mar adentro mientras enormes nubes de tormenta se juntaban en el horizonte.

“¡Scarlet!"

Caitlin Paine se despertó gritando. Se sentó respirando con dificultad y miró a su alrededor tratando de orientarse. Estaba oscuro y la única luz entraba por una pequeña abertura a unos veinte metros de ella. Parecía que estaba en un túnel. O tal vez en una cueva.

Caitlin sintió algo duro debajo de ella y se dio cuenta de que estaba acostada sobre un piso de tierra, encima de rocas pequeñas. Hacía calor y estaba lleno de polvo. Dondequiera que estuviera, no era Escocia. Se sentía caluroso y seco como si estuviera en un desierto.

Caitlin se sentó frotándose la cabeza y entrecerrando los ojos en la oscuridad mientras trataba de distinguir entre el sueño y la realidad. Sus sueños eran tan vívidos y su realidad tan surrealista que se le hacía más y más difícil distinguir la diferencia.

A medida que recuperaba su respiración y se sacudía los malos pensamientos, Caitlin empezó a darse cuenta de que había regresado en el tiempo. Estaba viva en alguna parte. En algún otro lugar y en otra época. Sintió capas de suciedad en su piel, en el pelo, los ojos, y necesitaba bañarse. Hacía tanto calor allí dentro que le era difícil respirar.

Caitlin sintió un bulto familiar en su bolsillo y rodó sobre ella; con alivio vio que su diario había viajado también. Inmediatamente palpó su otro bolsillo y sintió las cuatro llaves, y luego levantó la mano y tocó su collar. Todo había viajado. Eso la alivió.

Entonces, ella se acordó. Inmediatamente, se dio vuelta para verificar si Caleb y Scarlet habían regresado con ella.

En la oscuridad, distinguió una silueta acostada que no se movía y, primeramente, se preguntó si era un animal. Pero, a medida que sus ojos se adaptaban a la oscuridad, se dio cuenta de que tenía forma humana. Se levantó lentamente, sentía su cuerpo dolorido y rígido después de haber estado acostada sobre las rocas, y se acercó al bulto.

Atravesó la cueva, se arrodilló, y empujó suavemente el hombro de la forma de gran tamaño. Ya sabía quien era: no necesitaba que él se volteara. Había podido sentirlo desde el otro lado de la cueva. Era, lo sabía aliviiada, su único amor. Su marido. Caleb.

Mientras él rodaba sobre su espalda, ella oró para que él hubiera regresado en buen estado de salud. Que se acordara de ella.

Por favor, rogó. Por favor. Sólo una última vez. Deja que Caleb haya sobrevivido el viaje.

Cuando Caleb se dio vuelta, ella se sintió aliviada al comprobar que sus facciones estaban intactas. No veía ningún signo de lesión. Al mirar más de cerca, la tranquilizó ver que él respiraba, su pecho subía y bajaba lentamente, y sus párpados temblaban.

Dejó escapar un gran suspiro de alivio cuando Caleb abrió los ojos.

“¿Caitlin?", él le preguntó.

Caitlin se echó a llorar. Su corazón se disparó mientras se inclinaba sobre él y lo abrazaba. Habían regresado juntos. Él estaba vivo. Eso era todo lo que necesitaba. No pedía nada más al mundo.

Él la abrazó, y ella lo sostuvo durante mucho tiempo, sintiendo sus músculos ondular. Se sentía muy aliviada. Lo amaba más de lo que pudiera decir. Habían regresado en el tiempo juntos tantas veces y a tantos lugares, habían visto juntos muchas cosas, habían tenido buenos y malos momentos, habían sufrido mucho y habían celebrado también. Pensó en todas las veces que casi se perdieron el uno del otro, la vez cuando él no la recordaba, cuando lo envenenaron … Los obstáculos para estar juntos parecían no tener fin.

Y ahora, por fin, lo habían logrado. Otra vez estaban juntos en éste, el último viaje de regreso. ¿Quería decir que estarían juntos para siempre? Caitlin se preguntó. Lo deseaba con cada fibra de su ser. No más viajes de regreso al pasado. Esta vez, estarían juntos para siempre.

Mientras Caleb le devolvía la mirada, ella notó que él parecía tener más edad. Miró sus brillantes ojos marrones y pudo sentir el amor fluir de él. Ella sabía que él estaba pensando lo mismo que ella.

Mientras ella lo miraba a los ojos, todos los recuerdos le vinieron de golpe. Recordó su último viaje, Escocia. Todo regresó como si fuera un sueño horrible. Al principio, había sido muy hermoso. El castillo, encontrarse con todos sus amigos. La boda. Mi Dios, la boda. Era la más hermosa que jamás hubiera soñado. Bajó la vista y miró su dedo; ahí estaba el anillo. Todavía estaba allí. El anillo había viajado también. Esta muestra de su amor había sobrevivido al viaje. Casi no podía creerlo. Ella se había casado realmente. Y con él. Ella lo tomó como una señal: si el anillo había podido retroceder en el tiempo, entonces su amor también podría.

Ver el anillo en su dedo realmente la llenó de ilusión. Caitlin se puso a pensar cómo se sentía ser una mujer casada. Se sentía diferente. Más sólida, más segura. Ella siempre había amado a Caleb, y sabía que él también la amaba. Siempre había sentido que su unión sería para siempre. Pero ahora que era oficial, se sentía diferente. Sentía que los dos eran realmente uno.

Entonces, Caitlin pensó y recordó lo que había sucedido después de la boda: que debieron dejar a Scarlet, y Sam, y Polly. Había encontrado a Scarlet en el mar, había visto a Aiden y esuchado la terrible noticia. Polly, su mejor amiga, estaba muerta. Sam, su único hermano, se había alejado de ella para siempre y se había vuelto hacia el lado oscuro. Sus compañeros de cofradía habían sido sacrificados. Era demasiado para que ella lo pudiera soportar. No podía imaginar el horror, o vivir sin Sam- ni Polly cerca.

Con una sacudida, sus pensamientos se dirigieron a Scarlet. De repente, presa del pánico, se apartó de Caleb y empezó a buscar en la cueva mientras se preguntaba si la niña había podido regresar también.

Caleb debió estar pensando lo mismo porque sus ojos se abrieron enormemente.

"¿Dónde está Scarlet?", él le preguntó, como siempre leyendo su mente.

Caitlin se volvió y corrió por todos los rincones de la cueva, buscando en las grietas oscuras por una silueta, alguna forma, alguna señal de Scarlet. Pero no encontró nada. Buscó frenéticamente, cruzando la cueva con Caleb y examinando cada centímetro.

Pero Scarlet no estaba allí. No estaba.

El corazón de Caitlin se hundió. ¿Cómo podía ser posible? ¿Cómo era posible que ella y Caleb habían regresado pero Scarlet no? ¿El destino podía ser tan cruel?

Caitlin volvió y corrió hacia la luz del sol, a la salida de la cueva. Tenía que salir a la calle, para ver lo que había allí, para ver si había alguna señal de Scarlet. Caleb corrió a su lado, y los dos corrieron hacia el sol y se pararon en la entrada de la cueva.

Caitlin se detuvo en seco justo a tiempo: una pequeña plataforma sobresalía de la cueva y luego caía hacia la ladera empinada de una montaña. Caleb se detuvo a su lado. Permanecieron de pie sobre la estrecha cornisa mirando hacia abajo. Por alguna razón, de nuevo habían aterrizado a cientos de metros de altura, en el interior de una cueva en la montaña. No había manera de ir hacia arriba o hacia abajo. Y si daban un paso más, caerían en picada cientos de metros hacia abajo.

Debajo, se extendía un valle enorme, que llegaba hasta el horizonte tan lejos como alcanzaba la mirada. Era un paisaje rural, desierto, salpicado de formaciones rocosas y una que otra palmera. A lo lejos había colinas y, debajo había un pueblo con casas de piedra y calles de tierra. Hacía aún más calor bajo el sol, que era insoportablemente brillante y caliente. Estaban en un lugar y un clima muy diferente al de Escocia. Y por lo rudimentario que se veía el pueblo, también estaban en una época muy diferente.

Intercalados entre el polvo y la arena y la roca, había campos sembrados, parches de verde aquí y allá. Algunos estaban cubiertos de viñedos que crecían en filas sobre laderas empinadas y entre ellos había árboles que Caitlin no lograba reconocer: árboles pequeños de aspecto antiguo con ramas retorcidas y hojas de plata que brillaban bajo el sol.

"Olivos", dijo Caleb, leyendo su mente otra vez.

¿Olivos? Caitlin se preguntó. ¿Dónde diablos estamos?

Ella miró a Caleb, sintiendo que él podría reconocer el lugar y la época. Caleb tenía los ojos muy abiertos; reconocía el lugar y eso lo tenía sorprendido. Se quedó mirando como si estuviera contemplando a un amigo que había perdido hacía mucho tiempo.

"¿Dónde estamos?", ella preguntó, casi con miedo de saber.

Caleb inspeccionó el valle frente a ellos y, finalmente, se volvió y la miró.

Suavemente, él dijo: "Nazaret".

Hizo una pausa, observándolo todo.

"A juzgar por ese pueblo, estamos en el siglo I", dijo, volviéndose y mirándola con asombro, con los ojos encendidos de emoción. "De hecho, creo que podríamos estar en la época de Cristo.”

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