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CAPÍTULO DOS

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Vesuvius estaba en el túnel y miraba hacia los rayos de sol que caían sobre él, luz solar de Escalon, y disfrutó el sentimiento más dulce de su vida. Ese agujero de arriba, esos rayos que brillaban sobre él, representaban una victoria más grande que la que nunca había soñado y completaban el túnel que había imaginado toda su vida. Otros habían dicho que no podía ser construido, y Vesuvius sabía que había conseguido lo que su padre y el padre de su padre no habían podido lograr, que era crear un camino para que la entera nación de Marda invadiera Escalon.

El polvo aún flotaba en el aire y los escombros seguían cayendo de donde el gigante había creado el agujero en el techo. Y mientras Vesuvius lo observaba, sabía que este agujero significaba su destino. Su entera nación iría detrás de él; pronto todo Escalon sería suyo. Sonrió ampliamente ya imaginando las violaciones y torturas y destrucción que le esperaban. Sería un festival sangriento. Crearía una nación de esclavos y la nación de Marda crecería el doble en cantidad y tamaño.

“¡NACIÓN DE MARDA, AVANCEN!” gritó.

Hubo un gran grito detrás de él mientras los cientos de troles apretados en el túnel levantaron sus alabardas y avanzaron junto con él. Él guio el camino subiendo el túnel, resbalando con la tierra y las rocas mientras se dirigía hacia la abertura y la conquista. Con Escalon tan cerca, temblaba con excitación mientras el suelo retumbaba bajo él y también con temblores causados por los gritos del gigante aliviado de estar libre. Vesuvius imaginaba el daño que el gigante causaría ahí arriba al dejarlo libre aterrorizando el territorio y esto lo hizo sonreír más. Lo dejaría divertirse y, cuando Vesuvius se cansara de él, lo mataría. Por lo pronto, sería un activo valioso en su terrorífica conquista.

Vesuvius miró hacia arriba y parpadeó confundido al ver de repente que el cielo se oscurecía y al sentir una gran oleada de calor acercándose. Se impactó al ver de repente un muro de fuego cayendo sobre el suelo. No pudo entender lo que estaba pasando mientras una gran oleada de calor cayó sobre él quemando su rostro seguida del rugido del gigante; y después un gran chillido de agonía. El gigante golpeó claramente herido por algo, y Vesuvius miró aterrorizado mientras este inexplicablemente se daba la vuelta. Se introdujo en el túnel de nuevo con el rostro medio quemado y dirigiéndose directamente hacia él.

Vesuvius observaba pero no pudo comprender la pesadilla que se desvelaba delante de él. ¿Por qué se daría el gigante la vuelta? ¿Cuál era la fuente del calor? ¿Qué era lo que había quemado su rostro?

Vesuvius entonces escuchó el agitar de las alas y un chillido más horrible que el del gigante, y entonces lo supo. Sintió un escalofrío al darse cuenta que, volando ahí arriba, estaba algo incluso más terrorífico que el gigante. Era algo que Vesuvius nunca había pensado encontrarse en su vida: un dragón.

Vesuvius se quedó ahí congelado de miedo por primera vez en su vida, con su ejército entero de troles también paralizados detrás de él y atrapados. Lo impensable había sucedido: el gigante corría asustado por algo más grande que él. Quemado, en agonía y en pánico, el gigante golpeaba con sus puños al bajar y arañaba con sus garras, y Vesuvius observó con horror cómo sus troles eran destrozados. Lo que se cruzaba en su camino era aplastado por sus pies, cortado a la mitad por sus garras o impactado por sus puños.

Y entonces, antes de que pudiera quitarse de su camino, Vesuvius sintió cómo sus propias costillas se quebraban mientras el gigante lo levantaba y lo lanzaba en el aire.

Sintió cómo volaba dando vueltas con el mundo girando y lo siguiente que supo fue que su cabeza golpeaba contra una roca, con el terrible dolor esparciéndose por su cuerpo al chocar con una pared de piedra. Cuando empezaba a caer al piso perdiendo la consciencia, lo último que vio fue al gigante destrozándolo todo, acabando con sus planes y con todo lo que había conseguido, y se dio cuenta de que moriría aquí, muy lejos de su tierra pero tan cerca del sueño que casi había conseguido.

El Peso del Honor

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