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El ídish en el imaginario de los judíos ashkenazis de México

Las palabras que he puesto en su boca no se alejarán

de ustedes, ni de sus hijos, ni de los hijos de sus hijos

de aquí en adelante y para siempre.

isaías 59:21

El intento de definir el folklor askhenazi mexicano exige abordar la diversidad étnica del pueblo judío, la profundidad histórica de su literatura –cuyas intersecciones con el folklor se dan en prácticamente todos los tiempos– y las diversas lenguas que ha hablado en distintas épocas y regiones. Estamos ante un campo de estudio increíblemente ecléctico, cuyas teorías y métodos pueden aludir a la antropología, la historia, la lingüística, la literatura y la psicología. En suma, la naturaleza interdisciplinaria del folklor judío supone un reto enorme para cualquier acercamiento académico.

Tomando esto en cuenta, en su libro Jewish Folklore Studies, el investigador Dan Ben-Amos se centra en las interrelaciones abiertas y dinámicas del folklor judío con otro tipo de manifestaciones culturales. Por ejemplo, la expresión a través del lenguaje oral o escrito.

Coincidimos con este planteamiento y, conscientes de que es casi imposible abordar en su totalidad la diversidad étnica del folklor judío, nos propusimos en este libro algo más sencillo: recuperar algunas manifestaciones del folklor ashkenazi mexicano.

Ídishkait

Las palabras tienen vida, cobran vitalidad al usarse en el devenir cotidiano del ser humano. Como conjeturan los sabios, la cultura no pudo crear el lenguaje, porque fue el lenguaje el que le dio un carácter peculiar a la cultura. De ahí que el habla de un judío ashkenazi se refiera a lo que significa su ídishkait (judaísmo), que alude específicamente a los judíos ashkenazis. Por eso, este libro se acerca con cariño a la herencia cultural ashkenazi, porque sabemos que nos pertenece a todos.

Antes de la Haskalá –el iluminismo judío del siglo xviii–, ídishkait significaba el estudio de la Toire y el Talmud para los hombres, y una vida familiar y comunal regida por la observancia de la ley judía para los hombres y las mujeres de Europa central y oriental. La mayoría de los judíos de esa región oraba en litúrgica ashkenazi, en hebreo, pero hablaba ídish en su vida secular.

Sin embargo, a raíz de la modernización de fines del siglo xix (que tuvo lugar a distintos ritmos según la geografía), el ídishkait empezó a abarcar no sólo la lengua ídish, la ortodoxia y el jasidismo, sino una amplia gama de movimientos, ideologías, prácticas y tradiciones en las que los judíos ashkenazis han participado y que, de alguna manera, mantienen un sentido de judeidad.

Aunque son pocos los judíos laicos que siguen hablando ídish, su ídishkait se transparenta en las maneras de hablar, los estilos de humor, los patrones de asociación. En términos generales, se asocian culturalmente con los judíos, apoyan las instituciones judías, leen libros y periódicos judíos, cultivan el cine y el teatro judíos, viajan a Israel, visitan las antiguas sinagogas y lugares con referencia judía a donde sea que viajen.

¿Por qué el ídish?

Durante el siglo xix y hasta principios del xx, el ídish se extendió en proporciones numéricas y geográficas muy importantes, debido a procesos históricos internos y al aumento demográfico de la población judía, que llegó a alcanzar 18 millones de personas antes de la Segunda Guerra Mundial; de ellos, 11 millones eran hablantes del ídish. El ídish traspasó las fronteras de Europa. Viajó con los inmigrantes a Australia, Sudáfrica y Palestina, y en una proporción muy significativa a América, continente en el que se asentó en varios países, entre ellos, México.

Desafortunadamente, el ídish sufrió un debilitamiento. El inicio de este paulatino desgaste puede ubicarse en la segunda mitad del siglo xx. Fuera del ámbito ultrareligioso y círculos académicos, pocos son los judíos que mantienen la lengua oral y escrita en forma viva. El idioma ancestral envejeció junto con sus hablantes y escritores. Y cuando una lengua deja de ser el medio sistemático de comunicación, pierde su voz.

En el siglo xx, el exterminio de una gran parte de sus hablantes, la destrucción de sus centros culturales en Europa, el resurgimiento del hebreo, entre otros, fueron los duros contrincantes del ídish.

Sin embargo, a fines del siglo xx e inicios del xxi puede hablarse de un resurgimiento moderado del ídish y, sobre todo, del deseo extendido de conservar viva la lengua y su valor cultural. Defensores, activistas, y quienes nos negamos a perder este riquísimo patrimonio, hemos hecho muchos esfuerzos para su preservación.

Es sencillo entender por qué algunos nos empecinamos en preservar y promover el uso de esta lengua, incluso –o sobre todo–fuera de los ámbitos religiosos. El mundo del ídish y su cultura proveyó de una satisfactoria y gratificante vida a millones de judíos. Su trayectoria comenzó en los guetos medievales, desde donde surgió hasta convertirse en uno de los grandes pilares que ayudaron a evitar la desintegración de la identidad judía. Su florecimiento ayudó a la supervivencia del judaísmo ashkenazi y fue factor de modernización.

El ídish forma parte de la historia y de la cultura judías, porque el lenguaje es el producto de la experiencia del hombre en su contacto con lo que lo rodea. Por eso mismo es el transmisor de la continuidad cultural de generación en generación. Es heredero de los valores de la cultura milenaria y de las tradiciones de una parte del pueblo judío. Entre estos valores está el aspecto religioso, su visión mesiánica, la herencia histórica, las tradiciones y sus nexos con la tierra ancestral de Israel. La lengua ídish y su literatura son la clave para la comprensión de la vida y experiencia del judío europeo, los movimientos religiosos e ideológicos del jasidismo, de la Haskalá, el nacimiento del socialismo, el sionismo, la experiencia de la emigración de Europa, y del heroísmo y el martirologio durante el Holocausto.

Este libro trata del folklor judío que trajeron los inmigrantes ashkenazis. No es una interpretación ni un estudio, es simplemente una recuperación de algunas de sus expresiones presentes en la literatura, cuentos, memoria oral, narraciones, vivencias, supersticiones, proverbios, chistes, historias familiares y caricaturas.

Habitar el ídish en México: guefilte fish a la veracruzana

La masiva migración judía procedente de Europa oriental que se inició a finales del siglo xix ha contribuido a reconfigurar a un judío que trasciende lo tradicionalmente llamado ídishkait. Cuando los ashkenazis se alejaron de Europa, sobre todo en forma de aliá (emigración a Israel), o cuando llegaron a América del Norte, a Europa occidental y América Latina, el aislamiento geográfico propició la mezcla con otras culturas.

En México, por ejemplo, surgió una nueva cultura culinaria en la que se mezclaron los alimentos ashkenazis con la gastronomía local –como es el caso del pescado molido al estilo ashkenazi, bañado en salsa veracruzana–, y lo mismo sucede en otros ámbitos de la vida cotidiana.

En este trabajo, decidimos rescatar parte de la cultura ashkenazi, la ídishkait, que los inmigrantes trajeron consigo de Europa a México, la base sobre la cual sus descendientes edificaron una nueva manera de ser judío en el país.

La comunidad judeo-mexicana contemporánea, al igual que las comunidades en otros países, es una recombinación cultural plural e incluyente que conserva elementos distintivos de la cultura ashkenazi. En el país ha surgido un judío claramente mexicano.

El acento en los aspectos folklóricos de la cultura judía implica puntualizar los elementos sentimentales, agradables y conciliadores. Las manifestaciones de ese mundo se dignifican y se les da colorido: se recuperan bellos cuentos, relatos, personajes o figuras; se destaca la justicia y la sabiduría desde la perspectiva judía.

Al recopilar el folklor ashkenazi nos proponemos abordar lo referente a los judíos provenientes de países, ciudades o pueblos de la región de Askhenaz y sus herederos llegados a México.

Nuestro trabajo incluye tanto la tradición oral como la escrita: la interdependencia entre la oralidad y la literatura es fundamental en el desarrollo de la cultura judía y su folklor debido a que su historia se remonta a los periodos bíblicos y también porque la oralidad que prevalece en los segmentos marginales e iletrados de la sociedad es, al igual que en muchas otras culturas, una fuente vital en la formación y normatividad de los valores y la literatura.

También es nuestro propósito contribuir a preservar lo que aún se conserva, para que no se pierda toda esa riqueza de giros, matices y resonancias que nos resulta tan entrañable y expresiva, y que constituye parte de nuestra más preciada herencia cultural. Es el legado de nuestros padres y abuelos, esa memoria colectiva que se renueva y crece con la propia. Nuestras formas de expresión verbal develan nuestra forma de ser, aquello que nos resulta querido o temido.

Sobre la traducción (y los féigalaj en el archivo)

El poeta, escritor y traductor Jaim Najman Biálik decía que en ocasiones no deben traducirse las líneas de manera literal, sino lo que está escrito entre ellas. La traducción representa retos y desafíos, es difícil recuperar el sentido que subyace a las simples palabras y hacer comprensible el tesoro que éstas encierran.

Traducir del ídish al español fue una ardua tarea. El mundo interior del judío de Europa oriental y de sus herederos que emigraron a México es complejo. Tratamos de ser lo más fieles posible, procurando conservar las características del original, en algunas ocasiones de forma literal y, en otras, traduciendo al español para aproximarnos más a su verdadero significado. Tómese en cuenta que algunas palabras carecen de sentido fuera del contexto del ídish: ¡quién se aventura a traducir palabras como mentsh, jutzpe, kapoire, o por ejemplo la hermosa najes! Como declaraba el teórico de la traducción, Antoine Berman: “Traducir es a la vez habitar en la lengua del otro y darle hospitalidad a éste en el corazón de la propia lengua”.

En esta edición decidimos usar transliteraciones fonéticas del ídish, no sólo porque aparecían féigalaj –pajaritos o, en español, signos extraños– a la hora de convertir los archivos de un alfabeto al otro, sino porque queremos acercar lo más posible el contenido a los lectores.

El criterio para la selección del material que compone el libro fue subjetivo, en ocasiones el impacto y la aprehensión de la belleza y riqueza de algunos materiales nos sobrepasaron y elegimos con parámetros y gustos personales. Mucho material valioso quedó fuera. Es preciso destacar que este libro nace, sin duda, de un renovado y creciente interés por preservar el folklor ashkenazi. La prueba de ello es el apoyo y el entusiasmo de tanta gente que nos ha acompañado durante la realización de esta compilación. Aquellos para quienes –como es el caso de nosotras– el folklor ashkenazi y el ídish forman una parte fundamental de la memoria, su lectura les resultará disfrutable; a aquellos que algo olvidaron, les servirá para recordar. Pero, sobre todo, este libro está dirigido a quienes están interesados en el conocimiento de este tema y lo consideran importante. Ténganlo como nuestra pequeña gran aportación.

Natalia Gurvich Okón

Noemí Gurvich Peretzman

Del shtétl a la ciudad de los palacios

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