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INTRODUCCIÓN

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A finales del siglo XIX la ciudad de Quibdó,1 ubicada en la región del Chocó en el pacífico colombiano, estaba habitada por un sector de élite que poseía el control económico y político, así como el control comercial. La clase dirigente organizó entonces un Gobierno de prácticas biopolíticas sobre la población local, donde primaron las ideas racistas, pero prevalecieron intereses económicos relacionados con una economía y un comercio que acontecían para entonces en la ciudad. Ya para comienzos del siglo XX, en Quibdó ascendió “una nueva élite que usufructuó el proceso desarrollado, sin darle continuidad” (González Escobar 2003, 114), una nueva forma de pensamiento bajo los ideales nacionales de la modernidad que siguieron y obedecieron la óptica emanada desde la lógica mayoritaria precedente. Así es como estos nuevos grupos de élite, con renovados preceptos capitalistas imperantes en el país, emprendieron un nuevo dispositivo de gobierno para la ciudad, una forma de gobierno acorde con los ideales del progreso en la que prevalecían las formas discriminatorias dirigidas hacia los pobladores locales.

En este contexto de finales del siglo XIX y principios del XX se abre paso la ciudad de Quibdó, una constitución territorial enmarcada en la presencia de grupos humanos diversos, pero con la particularidad de la existencia de una minoría en tanto élite que ostenta y ejerce relaciones de poder sobre una mayoría local. Un espacio urbano que se erige y, por ende, donde se da forma a una serie de actuaciones urbanísticas en directa relación con la erección de bienes arquitectónicos que representan y escenifican los ideales que encarna el progreso. Así, se asiste a la posesión de una hegemonía que dictamina qué, cómo, dónde hacerse, disponerse y erigirse dichas materialidades, con miras a crear un territorio en sintonía con el proyecto progresista imperante para entonces.

En aquel momento los quibdoseños vieron aparecer sobre su espacio circundante una serie de instituciones educativas, penitenciarias, hospitalarias, dotacionales y religiosas, así como una arquitectura contextual que alberga el uso residencial de los grupos de élite; piezas materiales que gozan de una ubicación estratégica en el territorio y que obedecen a normas y parámetros expertos, emanados desde la institucionalidad estatal. Así mismo, bienes inmuebles que ostentan y exhiben particulares características físicas, ya que se centran en una materialidad, una semántica2 del progreso exhibida en el ornamento y una semántica del poder representada en las formas arquitectónicas (pórticos, columnas, frisos, tímpanos, etc.). “Representaciones” del poder —ajenas a un contexto tanto natural y social— que se erigen, por lo tanto, en sintonía con el nuevo discurso urbano, acorde con los ideales progresistas que se implantan como deseables desde la óptica de la construcción de una ciudad moderna, constituyéndose en construcciones y materialidades a través de las cuales se pronuncian las ideas modernas en esta ciudad, por medio de una nueva propuesta estética encarnada en lo material.

Ahora bien, casi un siglo después, para finales del XX y principios del XXI, cinco de estos inmuebles arquitectónicos erigidos en sintonía con el proyecto que lidera la élite son reconocidos y declarados por la nación colombiana como parte de sus bienes de interés cultural, es decir, como parte del patrimonio cultural inmueble de la nación (el Colegio Carrasquilla, la Escuela Modelo, la Cárcel Anayanci, el Hospital San Francisco de Asís y el Palacio Episcopal), declaratoria patrimonial que reconoce en estas edificaciones atributos asociados a sus valores históricos, estéticos y simbólicos; una nueva mirada hegemónica experta y externa que determina cuál es el patrimonio inmueble en una ciudad, en correspondencia con la perspectiva estatal que la dictamina. Así, se asiste al reconocimiento de unos valores históricos, estéticos y simbólicos, cuyos lineamientos previos y homologación posterior se proyectan desde la experticia, lo que lleva a su vez a la afirmación de la representación de la forma que por medio de la materialidad da cuenta de los hechos acontecidos en una ciudad y, por ende, de la mirada que legitima y exalta la constitución de territorio y patrimonio por parte de una experticia externa.

El presente trabajo se plantea entonces, en el sentido de que si bien en el espacio urbano se realizan valoraciones y reconocimientos desde un presente y desde una mirada experta, tendientes a la identificación de un patrimonio inmueble, cómo entender que estas lecturas se restrinjan a los bienes físicos no siempre involucrando la indagación de los contextos en que se hallan inmersos y que, por ello, no siempre reconozcan y reflexionen las relaciones que los constituyen, que les dan sustento y desde los cuales también se constituyen; cómo se hace posible entender en una ciudad como Quibdó —que se emprende con la particularidad de poseer una mayoría negra y una minoría blanca— que el patrimonio inmueble decretado desde la mirada estatal solo indague y hasta el momento reconozca inmuebles que dan cuentan de una parte de la historia de esta ciudad y que privilegia entendimientos y conocimientos de ciertos grupos sociales por encima de otros, así como a través de cuáles dispositivos y prácticas hechos a nombre de una experticia que encarna la modernidad se constituye el territorio urbano.

De esta manera, la pregunta que enmarca esta investigación se enfoca a pensar: ¿es posible plantear nuevas lecturas que aporten a vislumbrar formas distintas de entender el patrimonio inmueble a partir de la indagación de la manera como se construye territorio urbano desde aproximaciones que no se correspondan con las prácticas y discursos hegemónicos? Y en este sentido, ¿qué otro patrimonio asociado a lo inmueble es posible vislumbrar a través de otras lecturas que indaguen la constitución de territorio urbano en Quibdó? Para ello, a lo largo del trabajo se indaga para el caso del territorio urbano de Quibdó tanto en las formas hegemónicas como en las prácticas y lógicas provenientes de los grupos poblacionales locales, con el propósito de obtener una mirada que no solo privilegie a unos e ignore y desconozca a otros.

En este contexto, a los bienes ubicados en el sector urbano de Quibdó catalogados como patrimonio inmueble se les reconocen valores arquitectónicos singulares referidos a su estética, los cuales se hallan en correspondencia con el manejo y uso de materiales considerados como innovadores para las primeras décadas del siglo XX, como el concreto armado, valoraciones asociadas a la técnica empleada en y para su erección. En efecto, manejo e incorporación de materiales y empleo de técnicas para entonces considerados de vanguardia y, por ende, elaboración e incorporación de formas físicas que representan desde la arquitectura la denominada época republicana, factura con la que además se escenifica un momento de cambio en la historia nacional que tiende a lograr una anhelada modernidad; por lo tanto, un cambio que encuentra en la arquitectura (evidenciada en inmuebles monumentales o representativos) mecanismos para la transmisión de la semántica del progreso.

Bienes inmuebles que, además del reconocimiento de valores asociados a la estética, se corresponden igualmente con la valoración histórica vinculada a la historia de una nación y de una ciudad, así como a través de los cuales se exaltan valores simbólicos que privilegian y vinculan a ciertos sectores de la población. De este modo, más allá que dichos inmuebles posean valores arquitectónicos destacables desde lo formal y que sean estos representativos de la historia de la nación asociada a la arquitectura monumental de un periodo particular, el punto que se quiere destacar es que tales valoraciones y representaciones materiales de un patrimonio inmueble no siempre representan de manera general el sentir y concebir de la población local; por el contrario, para algunos estas dan cuenta tan solo de una parte de la historia de la urbe y, en consecuencia, privilegiaron principalmente a unos sectores sociales de élite de Quibdó durante las primeras décadas del siglo XX.

Lo anotado encuentra sustento en algunas de las indagaciones acontecidas en el marco de la elaboración del Plan Especial de Manejo y Protección del conjunto de inmuebles de arquitectura republicana en Quibdó (Unión Temporal PEMP Quibdó 2010), pero también en la etapa de indagación de la presente investigación, en la que al inquirir algunos habitantes locales por la relación y el vínculo con estos bienes la respuesta no siempre fue hacia su reconocimiento como tal. Se tiene entonces que para algunos habitantes estos bienes representan y simbolizan parte del patrimonio arquitectónico de la nación y también de la ciudad, constituyéndose en piezas que deben ser conservadas y, por lo tanto, protegidas, dados los valores que encierran; no obstante, también se registran sectores que, aunque reconocen en estos bienes valores asociados tanto a la historia como a la arquitectura de la ciudad, consideran que “no son todos los que son” y que se dejan de lado otros edificios importantes en Quibdó.

Sin embargo, cabe resaltar la existencia de otros pobladores locales para quienes tales bienes les son ajenos como patrimonio y más bien se constituyen en parte de su cotidianeidad como tantos otros de la escena urbana; sectores de habitantes que no reconocen estos bienes de forma aislada como parte de su patrimonio inmueble, así como valores asociados a su cultura, por lo que los consideran patrimonios impuestos y reconocidos desde lógicas externas. ¿Patrimonio? ¿De qué? ¿Por quién? ¿De quién? ¿Cuáles monumentos? ¿Cuáles edificios? ¿Cuál patrimonio? Estos son algunos de los cuestionamientos que surgen por parte de algunos de estos pobladores al preguntárseles por los inmuebles que ostentan la categoría de patrimonio nacional, interrogantes contestados por estos con afirmaciones como “patrimonio para usted que es blanca”, “patrimonio para un Ministerio que está allá en Bogotá” y “patrimonio impuesto a la brava” y, como relata Víctor Rafael Francisco Valencia, que “desconoce la verdadera significación de lo que hacemos y somos en Quibdó”; por lo tanto, patrimonio inmueble como concepto que es ajeno y no da cuenta de la “cultura de la gente negra” (comunicación personal, 22 de febrero de 2012, Quibdó).

En este contexto toma relevancia la pregunta planteada por la posibilidad de generar otra lectura que dé cuenta de aquellas miradas, prácticas y discursos que están quedando ocultos e invisibilizados, así como por las posibles lecturas que surgen al vislumbrar formas distintas de entender el patrimonio inmueble y que evidencien otras realidades, entendimientos y aproximaciones igualmente válidos e importantes, una aproximación entre otras posibles que visibilicen miradas no hegemónicas en la constitución de territorio urbano; una lectura que, más allá de pretender, se incluya en y como parte del patrimonio, más bien propende a que el concepto mismo sea evaluado desde las prácticas específicas de los habitantes y constructores de los territorios. Así, distanciamientos de lecturas patrimoniales asociadas a lo inmueble que sustenten valoraciones en tono de memorias e identidades creadas y que más bien den cuenta de otras realidades y construcciones desde lo local.

Así mismo, cabe aclarar respecto al conjunto de inmuebles declarados como parte del patrimonio de la nación que, más allá de procurar cuestionarse, debatirse y perseguir cambiarse esta valoración y reconocimiento, es esta forma de valorar la que permite generar nuevas u otras posibilidades de aproximación y lectura, de acuerdo con los requerimientos y necesidades suscitados de la aplicación de los lineamientos tendientes a determinar el manejo y protección de los bienes. De esta forma, es pertinente entender lo acontecido en la construcción de Quibdó para que sea la ciudad que es, en directa relación con los grupos humanos locales que la habita, así como vislumbrar el espacio donde se han entablado —y se dan— las relaciones con el sujeto, y en donde las prácticas y lógicas construyen patrimonio inmueble en contraposición a discursos externos.

En este sentido, esta investigación, más allá de tomar, seguir y centrarse en el concepto patrimonio para pensarlo a partir de lo existente en Quibdó, es decir, como algo ya dado y, por lo tanto, cosificado y materializado en formas espaciales monumentales, así como hacer validaciones de valoraciones que obedecen a criterios establecidos por y desde otra experticia o pretender determinar un estudio sobre el patrimonio inmueble en Quibdó que se corresponda en otra mirada experta, trata de hacer justamente lo contrario; más bien, procura rastrear las prácticas en torno a las cuales se hace posible vislumbrar patrimonio en sintonía con la conformación de espacialidades en tanto territorio. De esta forma, se desplaza la idea de espacio patrimonial asociada exclusivamente y de manera restrictiva al sitio puntual y su materialidad —monumento-piedra-ruina—, pensándolo más bien en sintonía con la constitución de territorio y, por ende, en correspondencia con las relaciones y prácticas llevadas a cabo por parte de los diversos grupos asociados a este.

En este contexto, se configura como una apuesta en torno al tema del patrimonio como construcción social, que va más allá de un discurso legitimado, y en relación con la constitución política del territorio por parte de los grupos humanos locales. En efecto, se pretende incitar nuevas miradas que visibilicen y reconozcan lo otro, lo no conocido, aquello diferente, esas otras lecturas y entendimientos no formales que se contraponen a las estructuras asumidas como válidas, emergencia y visualización de patrimonio como instrumento político en el que la diferencia construye y constituye su propio territorio en tanto patrimonio, otras lecturas desde las cuales se promuevan e impulsen propuestas para releer lo que se ha postulado como patrimonio. Una revaloración patrimonial del término mismo, asociada a su relación con los espacios en la ciudad, que dé cuenta de lo que es hoy, de acuerdo con Ramos (1993), espacios culturales de encuentro, donde tengan cabida aquellas “estructuras ambientales callejeras, tipologías y estéticas edilicias populares, modos particulares de habitar, usos distintivos, condensadores sociales y sistemas urbanos de formación” (31), espacios, elementos y estructuras tildados de “inferiores”, visibilidad de la diferencia, de la carga social, política y cultural.

Así, frente a lo expuesto, se persigue desde el presente trabajo reflexionar los espacios urbanos y arquitectónicos de Quibdó desde otras perspectivas, que permitan entrever, descifrar y descubrir diversos y posibles patrimonios, es decir, incitar otras lecturas y aproximaciones que posibiliten vislumbrar, percibir y sospechar patrimonio a través de las distintas espacialidades que conforman los diversos grupos humanos locales en tanto territorio. Sin embargo, no se debe esperar una nueva u otra catalogación, clasificación o registro patrimonial, ni un listado que enumere y precise valores asociados a un bien inmueble, ni un estudio que señale qué es patrimonio, cuál es el patrimonio urbano y arquitectónico de una ciudad como Quibdó en términos de inventario y que, por tanto, se constituya en una lectura experta que lo precise y determine. Al contrario, se trata de reflexionar sobre las prácticas y relaciones que se presentan en Quibdó para finales del siglo XIX y pasada la primera mitad del XX, y con ello evidenciar aquello que ha quedado oculto por los discursos hegemónicos que no ofrecen otra mirada al patrimonio, siendo preciso entonces desestructurarlos a partir de su indagación y propiciar nuevas perspectivas que permitan vislumbrar y entrever otros posibles patrimonios.

En este sentido, se concibe el espacio físico representado en la arquitectura3 y el urbanismo en la ciudad de Quibdó no como materialidades solas y ausentes, sino en relación con un espacio social construido en tanto hábitat. Prácticas y vivencias sociales y culturales de pobladores locales que dotan a Quibdó de sentido, relaciones que se construyen entre lo físico y social, entre los espacios, los cuerpos y los objetos. Frente a lo expuesto, ¿por qué pensar la construcción histórica de la ciudad bajo un único parámetro, bajo una lógica experta? ¿Por qué no escuchar otras voces y discursos? Continuar este patrón es desconocer la particularidad de la historia y los aportes de las llamadas “minorías” a la construcción de país, así como negarse a abrir otras posibilidades; en cierta forma, es seguir perpetuando modelos preestablecidos que anulan lo local. Del mismo modo, ¿acaso los saberes de las poblaciones locales son menos importantes y relevantes? ¿Se están anulando los saberes populares, los otros conocimientos, y desechando las alternativas locales en correlación con la constitución de territorio urbano por considerárselas menos significativas?

No se puede seguir pensado el patrimonio inmueble de estos grupos humanos y de esta ciudad solo desde discursos expertos o bajo anhelos de una idea patrimonial que no da tiempo a indagar y construir, que no cede la palabra porque simplemente “la ley no da espera”. ¿Por qué seguir pensando lo negro asociado solamente al campo y la selva sin cuestionarse su participación en la construcción de ciudad o viceversa, desconociendo la relevancia de las prácticas locales? ¿Por qué perpetuar la lógica patrimonial de los grupos humanos locales bajo parámetros que solamente los reconocen en una cultura de la fiesta y la escenificación? ¿Por qué seguir pensando los pobladores locales como un solo grupo homogéneo? ¿Por qué seguir concibiendo la historia desde quienes la han narrado y no desde quienes la han construido y desde quienes han contribuido? Reproducir estas aproximaciones es desconocer su existencia real como grupo social y caer en racismos y consideraciones que reafirman la discriminación. Es relevante ver a los pobladores locales no solo como un grupo humano homogéneo, donde todos piensan y se comportan igual, sino tener en cuenta las distintas formas de relaciones en tanto significaciones individuales y colectivas, las tensiones y contradicciones que existen en la(s) comunidad(es), así como la manera como estas significaciones han construido territorios a partir de sus prácticas.

Pensar y asociar a Quibdó bajo consideraciones del atraso, la carencia y la falta de planeación, así como bajo parámetros en los que prevalecen valores estéticos asociados a la arquitectura “experta” y externa —que supuestamente la distan de ser un interesante objeto de estudio— o no querer pensarla como ciudad, es desconocer sus grupos humanos, las relaciones sociales y las dinámicas culturales que en ella habitan. De igual forma, es ampliar las fronteras de la exclusión que le niega la posibilidad de ser estudiada sin permitir descentralizar la mirada de los análisis históricos, arquitectónicos, urbanos y sociales de ciudad.

En relación con lo expuesto, se toma como periodo de estudio aquel comprendido entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, dado que durante este se emprende en Quibdó la conformación de territorio urbano, enmarcado en un contexto regido por las diferencias entre los grupos humanos que lo constituyen y habitan; un periodo en el que además acontece un proceso de cambio de aldea a ciudad, en el cual se posibilita rastrear los dispositivos de poder, así como las prácticas que se realizan para emprender y llevar a cabo dicha constitución a nombre del progreso, pero durante el cual se hace posible rastrear las prácticas y lógicas que los grupos locales emprenden para constituir también su territorio. Surgen entonces en el marco de dicho proceso distintos interrogantes: ¿cómo se plantea la conformación de una ciudad por parte de una minoría dominante con presencia mayoritaria de pobladores locales? ¿Qué lugar ocupan en dicha conformación urbana cada uno de los grupos humanos? ¿Cómo se constituye territorio por parte de cada uno de los grupos? ¿Qué discursos, dispositivos y estrategias, así como lógicas y prácticas, se implementan para constituir territorio urbano? ¿Qué otro patrimonio no dictaminado desde la hegemonía experta es posible vislumbrar a partir de las constituciones y relaciones que establecen los grupos locales de pobladores con y desde el espacio en Quibdó?

Si bien a lo largo del presente trabajo se evidenciará la respuesta a dichos interrogantes, dando cuenta de la conformación urbana y arquitectónica de la ciudad (entendiendo esta constitución como un proceso en el que intervienen tanto los grupos hegemónicos como los pobladores locales) y contribuyendo por medio de esta lectura a vislumbrar y a entrever otro patrimonio desde lo local, esto se hará al reflexionar en torno a los conceptos de espacio y territorio, entendiendo su constitución en directa correlación con las relaciones de poder que en y desde estos se tejen. Así, se tomará la noción de poder, a partir de lo planteado por Mauricio Lazzarato en correspondencia con las relaciones de fuerza; se argumentará entonces que la constitución de territorio urbano en Quibdó para el periodo comprendido entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX se halla atravesada y solventada en una serie de relaciones de fuerzas, establecidas por los grupos de élite que ostentan el poder a través de una serie de instituciones, las cuales, más allá de entenderse como el centro del poder, su surgimiento se concibe en la medida de las diferencias de las fuerzas que les dan sustento.

En efecto, se afirmará que las relaciones de fuerza por parte de la élite quibdoseña se presentan en Quibdó a través de mecanismos y estrategias de control, los cuales tienden a la creación y conformación de un medio en tanto territorio que se proyecta bajo la mirada hegemónica. Así mismo, se evidenciará que dichas relaciones de poder también se encuentran en la constitución de territorio por parte de los grupos humanos de pobladores locales, un poder que, más allá de ser asumido y privilegiado desde la hegemonía, permite pensarse a su vez en y desde otras posibilidades, emergencias y resistencias ante lo impuesto. Se defenderá entonces la idea de que en Quibdó, pese a la imposición, se dan igualmente otras prácticas y relaciones que constituyen territorio urbano desde lo local.

En correspondencia con lo expuesto, se reflexionará sobre el poder en sintonía con las nociones de espacio y territorio, es decir, en correlación con las relaciones de fuerza que los constituyen y los producen. Así, la presente investigación se aparta de asumir el espacio como algo ya dado, así como de pretender establecer un estudio referente al poder; más bien, procura rastrear las prácticas en torno a las cuales el poder se constituye de acuerdo con la conformación de espacialidades en tanto territorio. En esta perspectiva se sigue lo trazado por Gilles Deleuze y Félix Guattari a través de las conceptualizaciones propuestas de rizomas, espacio estriado y espacio liso, nociones que sirven para pensar y dar cuenta de las acciones que en, sobre y desde el espacio físico-natural se emprenden y llevan a cabo tanto desde la hegemonía experta como desde las prácticas y lógicas de los pobladores locales, pero también de las posibles formas de constituir y habitar el espacio. De este modo, se argumentará la coexistencia de diversas espacialidades en Quibdó, que emergen y obedecen tanto a discursos y prácticas expertas como a las diversas prácticas y lógicas provenientes de los grupos locales.

De igual manera, el concepto espacio servirá para evidenciar ciertas relaciones de fuerza que se encuentran en correspondencia con algunas acciones urbanísticas y constitutivas de materialidades erigidas en Quibdó, por parte de la mirada externa que impone su experticia sobre la mayoría local, pero también para dar cuenta que tales espacialidades se dan a partir de las relaciones sociales, desde las cuales estas relaciones también se constituyen. Así, se mostrará que en Quibdó se registran una serie de espacialidades que, además de imponerse como materialidades físicas, evidencian a través de su constitución las relaciones que entran en juego, es decir, posibilitan entrever el espacio como proceso, como un conjunto de distintas relaciones, como construcción social.

Por su parte, el concepto territorio, abordado por teóricos del continente americano como Haesbaert y Fernandes, entre otros, se usa entendiéndolo en directa correspondencia con el espacio y las relaciones de poder que se gestan en este, es decir, reflexionando que el mismo espacio puede ser producto de relaciones de poder. Así, este concepto servirá para indagar el control por parte de la élite de los procesos sociales que se llevan a cabo en Quibdó mediante el control mismo del espacio, pero también para rastrearlo en correlación con la delimitación y conformación de espacialidades dispuestas en y sobre este, derivadas también de las relaciones de poder. Así mismo, tomando como eje de reflexión el territorio, este concepto se empleará para pensar la emergencia de distintas materialidades e inmaterialidades que proceden y se derivan de las relaciones sociales que se establecen para entonces en Quibdó, provenientes tanto de la experticia dominante como de aquellos grupos humanos locales, prácticas colectivas e individuales que acontecen en y desde este en tanto maneras de habitar. Lo anterior permitirá evidenciar, a su vez, la construcción del territorio urbano en Quibdó a través de la constitución de espacialidades, de espacios condicionados por las prácticas y de prácticas que constituyen o reconfiguran espacios y objetos que se dinamizan y transforman.

De esta manera, defenderé la idea del territorio como lugar que se constituye y en el cual acontecen diversos tipos de relaciones entre quienes lo erigen, viven, habitan y conviven, así como entre los grupos y los elementos dispuestos sobre el espacio físico, lo que deriva en reconocimientos, valoraciones, afirmaciones o apropiaciones. En síntesis, se mostrará el territorio urbano de Quibdó como espacio de significaciones que se constituyen en las relaciones y formaciones sociales que lo dotan de múltiples significados y sentidos; espacialidades, bienes, objetos, materialidades e inmaterialidades, prácticas como parte de procesos que, a su vez, se cargan de significados, pero que constantemente se resignifican en las distintas relaciones, procesos y tiempos que se escapan de lo deseable, construyendo puntos de fuga en los espacios establecidos desde la óptica externa. Relaciones y construcciones que en la medida en que emergen de procesos generados por parte de grupos humanos posibilitan pertenencias, vínculos y simbologías, los cuales evidencian la carga y la dimensión social y cultural del territorio. En este sentido, se dará cuenta de la constitución política del territorio urbano en Quibdó, en tanto escenario donde confluyen grupos hegemónicos y pobladores locales, y de la convergencia y simultaneidad de territorios posibles en una misma ciudad.

Así, se entiende desde la presente apuesta el concepto territorio más allá de la dimensión espacial centrada en lo netamente físico y erigido, y más bien propende a una indagación del territorio urbano a partir de la apropiación generada en las distintas relaciones que establecen los grupos humanos que lo habitan, a través de las cuales tanto estas relaciones como el territorio se constituyen. De igual manera, se piensa el territorio en sintonía con las relaciones de poder y, por lo tanto, en correlación con acciones que producen y construyen, es decir, en relación con la aspiración y voluntad de alcanzar algo, en correspondencia con “procesos” que organizan y, a su vez, se organizan. En este sentido, se interpreta y sigue la línea esbozada por Deleuze y Guattari, en sintonía con la formación de territorio en correlación con el “deseo” que produce y “crea” territorio.

Se expondrá entonces que en la construcción de territorio entran en juego procesos de producción social, en estrecha relación con la producción deseante, y se defenderá que en el caso específico de Quibdó esto se traduce en una apuesta hecha por los grupos hegemónicos por progresar, en la que el progreso a través del cambio se instituye como la fórmula para avanzar y hacer posible el sueño de la modernidad, que representa a su vez para Quibdó una aspiración por alcanzar una forma distinta de asumirse y reconocerse. Por ello, se presenta la idea de que la producción del deseo se halla en directa correspondencia con las relaciones de poder que derivan en la conformación de espacialidades, deseo incitado e instituido por parte de los grupos hegemónicos y, por tanto, con el establecimiento de relaciones sociales que crean territorio respecto al deseo creado; en síntesis, construcción de territorio que se hace en las relaciones entre espacio y sujeto, donde el deseo, a su vez, lo produce y crea.

Transversal a lo expuesto, se señalará que la conformación de territorio urbano en Quibdó se halla en correspondencia con un proyecto de planificación y organización impuesto desde la experticia hegemónica, a través de la implementación de mecanismos de orden y control que actúan sobre la población; organización estratégica que mediante distintos dispositivos como el urbanismo disponen también la constitución de dicho territorio (elementos con funciones específicas, así como organización espacial que afecta la manera de habitar). En este sentido, concebir la urbe se distancia del imaginario asociado a la erección y disposición ingenua de formas y lugares y se relaciona más directamente con la idea expuesta por Santiago Castro-Gómez (2009) de “construir el medio ambiente”, donde sujeto y espacio se constituyen.4

Ahora bien, si la constitución de territorio —por ende, la organización urbana y la disposición de bienes arquitectónicos— se piensa en relación con una mirada hegemónica externa y experta, a lo largo del presente trabajo se mostrará que dicha experticia en tanto forma que encarna el conocimiento experto y externo se instaura en una ciudad como Quibdó, a través de discursos a nombre del progreso. Relaciones y prácticas en tanto formas de pensamiento hegemónico que se consolidan bajo la imposición de discursos y de estrategias, todos ellos con miras a disponer, ordenar y crear un territorio urbano.

Relación entre conocimiento experto y creación de territorio urbano que, a su vez, pregona el progreso, valiéndose para ello de la implantación de escenificaciones del rezago de una región como la chocoana y de una ciudad como Quibdó, haciendo ver a sus pobladores locales bajo representaciones del atraso y tildándolos con denominaciones que los asumen como “semisalvajes”. En este sentido, se mostrará que dichas referencias hacia los grupos humanos locales se corresponden con escenificaciones del atraso que justifican desde la externalidad la puesta en marcha de lo que desde la presente lectura se denominará proyecto progresista para una ciudad y una región.

Se meditan entonces de manera transversal, a través del trabajo realizado en Quibdó, las relaciones expertas y externas de poder y de saber, asumiéndolas en la medida de los conocimientos y las prácticas de que se vale la mirada hegemónica para imponer su modelo de disposición de territorio urbano sobre una población de mayoría negra. Sin embargo, a su vez, el presente trabajo evidenciará que la constitución de territorio urbano acontece también desde lo local: formas en que estas imposiciones expertas son negociadas, revertidas, resistidas o no siempre asumidas como valores reales, es decir, pese a la imposición, ciertos grupos humanos locales desarrollan su propio andamiaje territorial, obedeciendo a sus propias lógicas y prácticas; entendimientos y constituciones desde lo local no correspondientes con las formas que se imponen desde la externalidad.

Ahora bien, para evidenciar y dar cuenta de las formas en que la experticia externa se impone e instituye en Quibdó para finales del siglo XIX y durante la primera mitad del XX, mediante la implementación y legitimación de formas generadoras de conocimiento, es decir, en cuanto discursos externos y expertos que se traducen y reflejan en la erección de materialidades, así como en la constitución de territorio, desde el presente trabajo se propone y desarrolla la categoría óptica de la experticia. Así, con y por medio de esta se da cuenta de la experticia que representa las formas de saber y de poder y sus dinámicas de deseo, las cuales se instauran a través de las distintas relaciones de fuerza, una experticia generadora de modalidades del poder, como el control que llevan a cabo grupos y sectores sociales que asumen ser Estado.

Una experticia que representa el saber legítimo en tanto forma de conocimiento que se asume como cierta, única y válida, discernimiento experto que se contrapone a los conocimientos provenientes de los grupos humanos locales que son catalogados y tildados como inferiores y mínimos. Así, una óptica de la experticia que representa el saber hegemónico, que se autodefine como experta a partir de instituir y crear diferencias con aquello que no se corresponde o que no está en sintonía con sus conocimientos, preceptos e ideas; una experticia que incorpora lo local solo y en la justa medida de los intereses creados en tanto utilidad para la puesta en marcha del proyecto progresista y, por ende, interés que obedece a las necesidades, las exigencias y los requerimientos establecidos por ella misma o por otra institucionalidad con la que comparte intereses e ideales. Conocimiento hegemónico representado en una óptica de la experticia, suficiente para imponer su saber y su lógica en la constitución de espacialidades, así como para crear y dar forma a su ideal de territorio urbano.

En este orden de ideas, se configura una óptica de la experticia en tanto grupos de élite en Quibdó representados en sectores que asumen una mirada experta, es decir, empoderada de formas de pensamiento hegemónico que ostentan y representan el poder que se construye como legítimo. De esta manera, se constituyen sectores de élite representados por grupos que ostentan el poder constituido a través de las distintas relaciones que crean y marcan diferencias y, por ende, asumen una óptica dirigente, en tanto posición de superioridad frente a los grupos locales. En consecuencia, una representación del poder que se impone sobre una población que, contraria a ella, se considera y recrea ocupando una posición inferior asumida como minoría; así, se establecen relaciones de diferencia acordes con estrategias de escenificación y representación que sirven como sustento para el apoderamiento de las experticias hegemónicas.

De este modo, se asiste al empoderamiento del poder encarnado en sectores sociales, el cual, más allá del color de la piel, simboliza la forma de pensamiento hegemónico acorde con los ideales externos, es decir, con aquella manera de autodefinirse, posicionarse, pensarse y asumirse en sintonía con preceptos progresistas como el adelanto, el avance y la mejora. Una óptica de la experticia que representa el poder y el saber y que simboliza la forma hegemónica capaz de instaurar el proyecto progresista para la región chocoana y para la realización de la ciudad de Quibdó, proyecto en sintonía con los ideales del progreso imperantes para finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Una óptica de la experticia que personifica los anhelos por alcanzar el progreso, aquella que se entiende como la única capaz de emprender dicha empresa progresista, dados sus conocimientos, destrezas, aptitudes y características intelectuales que la dotan de la experticia suficiente y necesaria para sacar adelante y desarrollar dicho proyecto de índole nacional. Así, una óptica hegemónica que en Quibdó encarna la élite privilegiada, con miras a constituir y llevar a cabo el proyecto progresista.

En correspondencia con lo expuesto, el presente trabajo presentará tres apartes principales a través de los cuales tejerá y dará cuenta de los conceptos y posicionamientos referidos. El primer aparte reflexionará y evidenciará, en un primer momento, las relaciones de poder que se ejercen por parte del Estado sobre la región del Chocó, en el contexto de lo que se denominará proyecto nacional moderno, así como proyecto progresista para la región. Así, se dará cuenta de las formas de intervención que, a partir del conocimiento sobre el espacio físico y la población, se suscitan y promueven desde la óptica de la experticia, los cuales acontecen de manera simultánea con los procesos y lógicas que emergen desde lo local. Se mostrará entonces que el imaginario moderno operó en la incursión e intervención de una región como el Chocó, así como en la construcción de un territorio urbano como lo es Quibdó, valiéndose de representaciones en contravía de los ideales modernos, con el propósito de justificar la necesidad del cambio y, por lo tanto, un progreso que requiere y produce efectos de verdad sobre la población, en la medida que se crea el deseo por este.

A su vez, en este aparte se expondrá cómo a través de la imposición de toda una serie de discursos y representaciones que relegan y pormenorizan tanto a las espacialidades de un territorio como a sus pobladores se solventa la puesta en marcha de los proyectos del progreso material y moral en Quibdó, esto es, los que se emprenden con miras a conformar un territorio urbano. Igualmente, se evidenciará que, como parte de este proceso, emergen una serie de tensiones ante las formas de control ejercidas por parte de los modelos y pensamientos externos y las permanencias de prácticas y lógicas locales.

Por su parte, en el segundo y tercer momento del primer aparte se presentará la constitución de una óptica de la experticia derivada de las relaciones de poder que ostentan sectores sociales radicados para entonces en Quibdó, distinguiendo entre estos tanto a los sectores de élite como a los religiosos misioneros, unos y otros que imponen sus lógicas externas para la construcción de la urbe. En relación al progreso material y moral, se enseñará que las relaciones de poder que lleva a cabo la óptica de la experticia frente a la población se desarrollan mediante el establecimiento de relaciones de clasificación, segregación, invisibilización, entre otras maneras de estratificación, a través de la implementación de distintos dispositivos de gobierno, como el urbano, con los cuales se reglamenta y normaliza la construcción de territorio urbano.

Se expondrá entonces desde este primer aparte lo que se ha denominado modelo de disposición, el cual tiende a la cimentación y erección del suelo para construir territorio urbano desde la óptica de la experticia, modelo estructural que se solventa en una serie de técnicas de organización y planificación urbana, como conectar y comunicar a través de la infraestructura, ordenar y controlar, erigir y señalar, así como repartir e identificar. Así mismo, se mostrará que dichas técnicas están, a su vez, estructuradas por medio de una serie de estrategias con sus respectivas acciones, unas y otras en sintonía y correspondientes con el dispositivo urbano para disponer territorio.

Por su parte, el segundo aparte se enfocará en mostrar la generación de territorio urbano en Quibdó, a partir de las relaciones provenientes de los grupos de pobladores locales, entendiendo la creación de espacialidades en correspondencia con las relaciones sociales que estos constituyen y que, a su vez, los constituyen. Así, se apuesta por una indagación de la constitución de territorio desde lo que se ha denominado andamiajes de constitución local de territorio, los cuales emergen desde lo local y, por lo tanto, se apartan de seguir y obedecer a estructuras rígidas que lo organizan y disponen, reproduciendo, copiando e imitando lo preestablecido por y desde el modelo de disposición de territorio urbano emanado desde y por la óptica de la experticia.

Se evidenciará —de acuerdo con lo planteado desde el primer aparte— que el imaginario moderno que acompañó y formó parte del modelo de disposición impuesto en Quibdó desde la óptica de la experticia no llegó a impregnar de valores reales al medio y, por tanto, a interpelar a los pobladores locales en general y transformar a través de estos las prácticas y lógicas de lo “otro”. Así, se mostrará cómo mediante la emergencia y puesta en marcha de otros conocimientos, entendimientos y experiencias provenientes de los grupos locales se emprenden y materializan formas de constituir y habitar el espacio para dar paso al territorio, es decir, en tanto posibilidades reales de crear y devenir territorio.

Se presentará entonces que dicho andamiaje de constitución local, tendiente a crear y devenir territorio, se halla en relación con las formas de recorrer y explorar el espacio, pero a su vez con las maneras de habitarlo, así como con las formas de relación constitutivas de materialidades y espacialidades creadas y erigidas por estos. De esta manera, se vislumbrarán territorios locales que coexisten de manera simultánea con el emanado por la óptica de la experticia, superponiéndose y entrelazándose, los cuales responden y dan cuenta de otras lógicas y aproximaciones para erigir territorio urbano. Así, se evidenciarán otras formas de territorialidad que emergen, se crean y constituyen desde las denominadas minorías, que indagan en los márgenes invisibilizados, en aquello dejado de lado e ignorado, en las designaciones que denotan y señalan aquello considerado bajo una posición inferior, de aquello representado y tildado como atraso, siendo contrario al conocimiento que se asume como legítimo, único y válido.

Por último, la tercera parte dará cuenta de lo que se ha denominado espacialidades de significación y singularización, esto es, de aquellas espacialidades que se constituyen y conforman a través de las diversas relaciones que acontecen en el espacio y que, por ende, constituyen territorio por parte de los distintos grupos humanos que en este y desde este interactúan. Dichas espacialidades de significación y singularización dan cuenta de las relaciones que se negocian y coexisten, de aquellos espacios generados y generadores de distintas formas de habitar y experienciar, de construir y construirse, donde confluye y se teje lo asimilado y alcanzado, así como de las experiencias de aquellos que las recorren, viven y habitan. En síntesis, espacialidades donde tiene cabida lo plural, lo diverso y donde se posibilita lo múltiple, escenarios de relaciones e interacción, de negociación, de copresencias y simultaneidades.

Ahora bien, la presente investigación se emprendió atraída por los abordajes que posibilitan abrir y trazar nuevos caminos y miradas para pensar en y desde las ciencias sociales y humanas. En este sentido, pensar en términos de territorio, espacio, grupos humanos y relaciones sociales, en directa correspondencia con las condiciones de habitar, las relaciones de poder, entre otros, supone reflexionar en y hacia formas de abordaje que posibilitan y promuevan otros entendimientos y comprensiones. Así, se procura romper con formas de abordaje rígidas en las que frecuentemente se inscribe el pensamiento para, más bien, pensar las relaciones que se encuentran inmersas y que evidencian otras posibles realidades.

Ante esto, se considera imperante entender los contextos desde y donde se inscribe el patrimonio inmueble, no solo desde una aproximación o de acuerdo con una estructura esbozada desde una disciplina o desde una experticia hegemónica que dictamine y avale la forma en la que el patrimonio inmueble debe abordarse, sino más bien procurar abrirse a diversas entradas que posibiliten un mayor campo de entendimiento. De igual manera, el presente trabajo se aparta de seguir y obedecer acercamientos que se corresponden con estructuras procedimentales (como los términos emanados por la ley) y aquellos que privilegien la lectura desde una sola disciplina (como en el caso de la arquitectura, desde la cual comúnmente se aproxima al bien inmueble, y del campo patrimonial, que privilegia la cosificación del monumento), para pensar en abordajes transdiciplinarios, así como en y desde entendimientos que incluyan lo local.

Por lo tanto, promoción de miradas de la arquitectura en correlación con el urbanismo, pero también con la historia, la geografía, entre otras disciplinas, las cuales contribuyen a pensar más allá del objeto material y en este en directa relación con los grupos humanos y los contextos. Estos diálogos entre las disciplinas aportan al entendimiento de los bienes arquitectónicos y del patrimonio asociado a este, más allá de la materialidad y la cosificación, y que permite entenderlo a partir de otras formas y planteamientos en el marco de las relaciones que le dan sentido y sustento.

En este sentido, se apuesta igualmente por desnaturalizar una serie de conceptos con una fuerte carga legitimadora que hacen que se den estos por sentados (como patrimonio, espacio y territorio), así como dejar de asumir como hechos dados los objetos (monumentos), los sucesos y los fenómenos. En efecto, lo teórico se considera indispensable, pero en el sentido de asumirlo como medio que permita responder a algo específico, a pensar ciertos temas y ámbitos particulares, a indagarlos en sintonía o en diálogo con el trabajo investigativo, donde no se sesguen los resultados por obedecer a parámetros o lineamientos previos y donde sea posible contar una historia distinta, en la que prime la apertura, lo impensado y lo nuevo por descubrir.

Patrimonios, espacios y territorios

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