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CONVERTIRSE EN LA PRIORIDAD NO ES DE EGOÍSTAS, ES NECESARIO

Llevo meditando ya tres días, no es que jamás antes lo haya hecho, sino es que esta vez medité al despertar y al irme a dormir, al caminar, trabajando y jugando con mis hijos.

Pasé muchos años quejándome de lo que estaba mal, de las mil veces que tropecé con la misma piedra, de los malos caminos que tomé, del sinsentido de los días, las estaciones y los años, y hoy dije basta.

Al meditar entendí y puedo empezar a ver con claridad que quien tiene las riendas es quien debe marcar el camino, y en mí vida, esa soy yo y nadie más puede hacerlo porque no hay lugar para alguien más en este corcel. No hay culpables, no hay víctimas ni victimarios, sólo alguien que aprende a vivir del día adía, de los hechos, de los logros y de lo que jamás me atreví a admitir o a analizar porque simplemente era más fácil culpar a los demás de lo que hacía o dejaba de hacer yo, solo de mi.

He pasado años engañándome y sin quererlo siempre mantuve a la niña que fui, esa que estaba llena de dolores, de sufrimiento, de rencor y amargura sin curar; a ella la mantuve callada, apagada, sumisa y encerrada en un cuarto obscuro del cual sola no podía salir, al menos no sin mí ayuda, sin mi entendimiento, sin mí amor.

Ese era el error, el porqué de todo lo que me había ocurrido durante todo el trayecto; la falla era que no le había dado amor a ella, había dado por sentado que sabía que la amaba, que me daba cuenta que existía, que a veces también yo misma la callaba porque me quería hacer pasar por una adulta completamente realizada y no hacía falta ya mirarla ¡Qué error cometí al pensar así!

Era ella la clave de todo, es ella a quien debía curar, a quien le debía más de una palabra de aliento, de amor, un abrazo que le dijera en un interminable suspiro, que ahí estaba yo, que me perdonara por no verla, por callarla y dañarla. Que desde ahora en más siempre sería mi prioridad.

Al entenderlo, al encontrarla, sentí que me tironeaba de la ropa, que me decía llévame contigo y muéstrame la realidad de nuestra vida, ya no me dejes más morir sin darme la oportunidad de sonreír, no me calles si lloro porque esto soy tu, y esto no quiero que seas más.

La traje conmigo, le mostré quien era, que hago, en qué estoy tratando de convertir nuestra vida; y ahí me hizo dar un alto. Me puso en evidencia que si sigo mirando al mundo sin mirarlo y sin resolver los dolores del pasado, dejando todo sin descifrar, sin solución, entonces no encontraría lo que en verdad hizo daño y cómo solucionarlo para llenar de luz y brillo nuestra vida.

A eso me dediqué con firmeza, hice hipnoterapia, y ahí la vi, tan tierna, tan pequeña, con sus ojos llenos de dolor, hambrientos de preguntas sin respuestas, como diciéndome de todo sin darme ni una palabra; me tomó de la mano, me miró tan profundamente el alma y me suplicó que en adelante me encargara de ser una, me dedicara a defender lo que anhelamos, a amar a quien amamos, a soñar sin miedo al qué dirán, y a viajar en el tiempo para perdonar sin límites ni rencor a quienes sin querer nos dañaron.

Así un día como cualquiera comencé a entrar en mi mente y comencé a asimilar que Dios nos dio todas las herramientas necesarias para la vida, que solo debía aprender a utilizarlas, y que debía tener el coraje de darme cuenta y aceptar eso como un don, con el cual puedo expresar mi mayor anhelo, mi libertad.

Priorizarme, esa era la función, y si vamos a lo tácito, a lo que se sobreentiende sin buscarle la más burda explicación; la vida en sí, en el día a día, es eso... PRIORIZARNOS... Si voy a pedir que me perdonen, primero debo saber perdonarme y perdonar, si voy a buscar que me amen, primero me debo saber amar, y así es en todos los aspectos de la vida humana.

Al comenzar con esta tarea de auto conocimiento, hurgue en los pasos dados durante toda mi vida, y caí en la cuenta de que jamás me había valorizado, que siempre saboteé mí éxito por temor, y aún ahora en este instante, esa manía del temor al éxito, sigue queriéndome sabotear; aunque ahora soy alguien que está despierta y lista para ganar, mostrándole al mundo quien soy, lo que valgo y merezco; sin perder de esta vida, ni un minuto más de mi tiempo.

Para hacer la tarea diaria con la niña que fui y a la cual descuidé sin querer, puse en claro los ítems que son esenciales para poder estar y vivir en armonía y triunfo espiritual, los copié por donde ella jugaba y en donde yo leía, por donde ella lloraba y en donde yo la seguía, para que así nos diésemos cuenta de lo que habíamos olvidado, y en lo que urgía trabajar.

Juntas de la mano hemos hecho grandes cambios, algunos resultaron dolorosos, otros me pusieron en el instante en el que viví un aroma, una tenue luz en la casa de mi abuelita, un crujir de hojas bajo los árboles de el zonda, subida arriba de mi padre que yacía acostado, descansando unos minutos donde el sol acariciaba el paisaje otoñal de abril; lo veo aún meneándome en sus brazos y es que solo tenía dos años, y aun hoy veo esa imagen y muchas más, como si hubiese presenciado en tercera persona toda mi vida, es algo que aun no logro entender, o saber si a todos nos ocurre igual, el poder ver nuestra vida en películas, a las que a veces las pongo en pausa, o adelanto hasta la siguiente escena afable, hago mil trucos para no llegar a donde dolerá o nos asustará. En fin, todo se empieza a acomodar para poder hacer de esta vida, la única que tengo oportunidad de vivir; y a la cual, con este nombre, con este cuerpo, ni este pensamiento, tal vez ni siquiera en la misma ciudad; no voy a volver; por ello tengo el hoy para seguir curando a la niña que fui, y ayudando a crecer aun mas a la mujer que hoy soy.

Como anticipé párrafos arriba, comencé a poner en práctica un par de ítems que me permitieron identificar lo que yo constantemente hacía de mí vida, sin quererlo, sin darme cuenta, yo misma saboteaba el triunfo, el brillar, la armonía de saber que todo lo puedo; y como todo el andar había sido así, los resalté en notas por donde y en donde yo siempre estaba y trabajaba, acompañada siempre de esa pequeña que debía cambiar y ya no temerle a nada, que debía tomar las críticas como palabras de gente necia, como un regalo que regresará siempre, sí o sí a quien las pronunció porque ese tipo de regalos no los oiremos ya más.

TEN EN CUENTA ESTO:

ALÉJATE DE QUIENES PRETENDEN MALTRATAR A TU SER.

DUDAR DE TUS DONES Y CUALIDADES ES DE COBARDES.

DEJA DE BOICOTEAR TÚ ÉXITO CON MIEDOS.

EMPIEZA A MOSTRAR QUÍEN ERES, DE NADA VALE COMPLACER A LOS DEMÁS.

TÚ, MÁS QUE NADIE SABE CUANDO ALGO NO VA MÁS, LIBÉRATE DE TODO LO QUE TE DAÑE.

APLAUDE Y ELOGIA TUS LOGROS, TUS TROPIEZOS, TUS TRIUNFOS Y DESATINOS, PORQUE SI LOS CRITICAS TU, QUÉ ESPERAS ENTONCES DEL UNIVERSO?

Y SIEMPRE PERO SIEMPRE, DALE AL UNIVERSO MISMO, LO QUE QUIERES RECIBIR, PORQUE LO QUE HACEMOS Y DECIMOS SE REFLEJA EN ÉL.

Al comenzar todo esto de autoanalizar mí vida, haciendo una gran lista de los patrones destructivos que repetía inconscientemente, los volqué en un cuaderno donde al empezar a asumir cada patrón destructivo que hacía a diario, fue el primer paso para cambiar esa manera de ser auto dañina con la que me había familiarizado tanto desde que era tan solo una pequeña que pretendía dar sus primeros pasos.

Para escribir este libro y contarle a un papel lo que ocurría, tuve que cambiar todo eso que acarreaba de la niña que no curaba, y de la mujer que se sentía apresada en una cueva que ella misma había construido para que nadie supiera en verdad quién era. Por ello enumerare todo lo que hacía que me sintiera una miserable, alguien que ya no tenía razón de ser ni de existir, y haciendo eso, colocando en una hoja lo que sentía de mí persona, es como pude revertir lo que opinaba yo de mi misma. Algo que es muy común en seres que jamás sintieron aprecio por parte de nadie. Y de alguien que no usó todo eso para ser feliz y hacer de la vida una gran y bella película de acción y amor.

Pensamientos que me condicionaban al fracaso:

Tener miedo

Sentirme fea

No saber quien soy ni adónde voy

Sentirme un fracaso

Sentir que no merezco un amor

Sentir rencor y envidia sin razón

Todo eso y más escribí en un papel para poder asumirme como la única responsable de quien era aún, como la artífice de todo lo que había ocurrido y seguiría ocurriendo si yo no dejaba de creer que el mundo tenía la culpa de mi paupérrimo andar. Porque a todos nos ocurren distintas emociones y momentos que nos dañan, nos oprimen el alma, o nos voltea cual frágil rama es azotada por un desquiciado ventarrón; y es que el valor, está en saberse fuertes, y lo más listos posibles para que el próximo atisbo de duda y dolor, nos encuentre con los sentidos, la mente, y el ser, lo más transparentes y fuertes posibles. El secreto es saber que más allá de todas las nubes que cubran el cielo, siempre al volar bien alto, esas nubes ya no estarán más; poder elevarnos hasta la paz del cotidiano vivir, y sentirnos seguras de quienes somos, es el trabajo que debemos hacer para lograr el éxito, la paz y el amor.

En adelante les contaré todo lo vivido mientras el proceso de cambio trabajaba en mí interior, nadie me dijo que sería bello, todo lo contrario, se me advirtió que sería lacerante, que habrían momentos hirientes, angustiantes, y que quien me rodeara pensaría que había comenzado a estar loca, delirante, y así ocurrió; y es lo que intentaré contarles en lo que sigue a continuación, que no es otra cosa que mi vida volcada en estas páginas, compartidas porque sé que hay muchas personas que viven algo muy parecido.

La agonía eterna de la zona de confort

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