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Unas palabras para empezar

Las guerras civiles jalonan la historia colombiana del siglo XIX y constituyen la médula de su historiografía, en multitud de aspectos que incluyen desde luego lo político, pero también lo social, lo económico, incluso lo étnico y lo cultural. Y en el contexto de estas guerras civiles, el federalismo colombiano es sin ninguna duda el armazón que les da cuerpo ideológico, siendo también objeto de un número importante de trabajos.

Pero estudiar los personajes que habitaron estas guerras, que las hicieron suyas, que las compusieron y organizaron, que las incendiaron o las extinguieron cuando consideraron oportuno o necesario, máxime si estos personajes son centrales y sus vidas tuvieron un desarrollo a una escala nacional, trascendiendo su geografía de caudillos locales o regionales para constituirse como arquitectos de la realidad colombiana por más de medio siglo… eso ya no ha sido tan corriente. Al menos en trabajos realizados con la claridad, profundidad e intensidad como este que aquí nos ocupa; ni elaborados con un admirable rigor académico y científico, tal cual es este el caso, lejos de las hagiografías, los himnos y las epopeyas regionales.

Un personaje y un autor se dan en estas páginas la mano para conformar un libro tan impecable y riguroso como atractivo, interesante y subyugante. Sí, un personaje, porque Solón Wilches pertenece a la generación que construyó (para bien y para mal, gústenos o no) una parte muy importante de lo que ha sido Colombia casi hasta nuestros días; pero un autor también, porque en Nectalí Ariza he encontrado todos los rasgos y perfiles de un investigador de oficio, de un escritor con fuerza y músculo en las palabras, de un profesor atento y dispuesto, y de una persona con tesón y claridad de ideas abierto a la vida y a las experiencias de vivirla. Una combinación que muy rara vez se halla en nuestro medio y en nuestras universidades, cada vez más atentas al rating y al cumplimiento del formulario que a la creación de ciencia y pensamiento crítico; pero una combinación aquí estupenda, como los resultados demuestran: este libro, en este caso.

El lector no tiene entre las manos una biografía convencional (sin que esta frase signifique por mi parte ningún desdoro, ni mucho menos, a las biografías, un género al que considero en mucho su valía, cuando están hechas con rigor y calidad académica); lo digo porque este libro es más que eso. Como el autor indica, la biografía de Solón Wilches que en estas páginas se va desgranando no es sino un lazarillo que nos conduce a lo largo de la narración y nos sirve de guía en su transcurso, dándonos además continuadas referencias que nos ubican en el tiempo y el espacio. Una gran idea, y una gran ayuda.

Así, esta apasionante historia que transita por más de cincuenta años de la historia colombiana —años trascendentales, además— es analizada y nos es mostrada a partir de varios grupos familiares, más o menos enlazados entre sí por lazos de sangre pero, eso sí, entreverados a través de una tupida red de clientelas, lealtades, intereses compartidos, personajes comunes, estrategias familiares… y negociaciones, muchas negociaciones, continuas negociaciones. Este libro de Nectalí Ariza nos muestra que, más que decisiones espontaneas que podrían parecernos son las que estructuran estas historias familiares enlazadas, son en cambio la naturaleza y la entidad de las negociaciones urdidas entre ellas y establecidas con terceros, las que arman toda la trama de lo que vamos poco a poco, página a página, descubriendo, porque el autor así nos lo va desvelando. Y todo eso lo logra el profesor Ariza a partir (luego le agregará mil y un documentos más) del formidable repositorio de cartas y cuentas del archivo familiar de los Wilches conservado en la Escuela de Historia de la UIS.

La relación entre el poder económico y el poder político, partiendo del caso especial santandereano en torno al núcleo de empresarios que conectó ambos poderes, y a sus ambiciones familiares y personales; la guerra, como parte de la acción política y a la vez como un formidable dinamizador social; la creación del Estado Federal como invención política al servicio de estos grupos, a partir del manejo de las tres grandes líneas que lo conformaban, libertad, progreso y civilización; la batalla y las batallas por los votos… macerado en estas páginas en la medida que todo ello se halló junto, ofrece un destilado final que el último capítulo del libro recoge y cierra. Solón Wilches pudo morir pobre y olvidado de sus contemporáneos, dedicado al remate del aguardiente, pero, qué duda cabe, a lo largo de estas páginas habremos conocido en todos sus matices no solo a uno de los caudillos con más poder en el Santander del siglo XIX, sino a uno de los hacedores de la historia colombiana, y con él a toda una generación que dirigió los destinos de la nación por más de cincuenta años.

Juan Marchena

Universidad Pablo de Olavide

Las clientelas del general Wilches

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