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PRESENTACIÓN

No se trata de un «diario» ni de las «memorias» de una de tantas víctimas de la tragedia que hundió a España en la guerra civil de 1936 y que aparentemente concluyó el 1 de abril de 1939. Este libro es un conjunto de vivencias, de impresiones inmediatas, de pensamientos y reflexiones relativos a la que se denomina «postguerra», pero que fue realmente una prolongación, para muchos inesperada y para todos cruenta, de la persecución de los vencidos por los vencedores. El mero hecho de no haberse unido al «glorioso Movimiento» era considerado como «delito de adhesión a la rebelión».

De este modo, resultaban delincuentes las tres cuartas partes del total de los españoles: se daba por obligatorio sumarse a la rebelión para no ser acusado de rebelde. Desde el punto de vista jurídico, no puede darse nada más monstruoso.

En las guerras civiles intervienen factores diversos: rencores, revanchas, pugnas locales, envidias, intereses creados, apetencias inconfesables, que aprovechan las circunstancias bélicas para satisfacerse.

Esos factores se manifestaron, al abrigo de la impunidad, al término de nuestra guerra civil. Justo es declarar que no todos los triunfadores abusaron de su victoria; hubo personas ecuánimes que, lejos de contribuir a la injusta persecución, se opusieron a ella y procuraron paliar los efectos de la misma, incluso, en ocasiones, arriesgando su propia seguridad.

Ahora, cuando por la fuerza de las circunstancias se ha abierto un periodo de libertad –apertura a la que se vieron obligados los mismos adversarios de ésta– parece expedito el cauce de una convivencia normal, deseada por la mayoría.

Cicatrizadas en lo posible las profundas heridas pausadas por la guerra civil y la postguerra, ni la autora de este libro ni su prólogo pretenden resucitar resentimientos ni afanes vindicativos. Todo lo contrario: refiriéndose a los amargos instantes pretéritos, se desea prevenir a los hombres de hoy contra los peligros que entraña cualquier intento de reproducir la tragedia que vivió España en aquella lucha fratricida, cuyas secuelas perduran.

Los gravísimos problemas que se le plantean al pueblo español exigen el común esfuerzo para su solución. Que todos, pues, aun sin renunciar a sus ideales respectivos, contribuyan con respeto mutuo a la obra positiva de la restaurada democracia.

LUIS HERNÁNDEZ ALFONSO

Septiembre de 1979

Aquello sucedió así

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