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1 Francesco de Sanctis, Storia della letteratura italiana. Milano: Treves, II, p. 86.

2 Ibidem, p. 56.

3 Benedetto Croce, Materialismo storico. Bari: Laterza, Economia marxista, 1918, pp. 112-113.

4 Charles Boulay, B. Croce jusqu’en 1911. Génève: Droz, 1981, p. 345.

5 No creo que se pueda citar un pasaje determinado a este respecto, pero es el criterio que se desprende del conjunto de la obra maquiveliana y, en particular, de los primeros capítulos de los Discursos y de El Príncipe en su totalidad.

6 Niccolò Machiavelli, Discorsi sulla prima deca di Tito Livio. I, 2.

7 Como ejemplo entre muchos, Ibidem, I, 17 y 18.

8 Esto resulta clarísimo en todos los escritos de Maquiavelo anteriores a 1512 (por ejemplo Decenal I, vv. 25-27, “Ritratto delle cose della Magna”, Discorsi... ya citado, libro I, etcétera). Después de esa fecha para él trágica, su lenguaje se hace más cauteloso pero el sentimiento republicano inspira evidentemente al resto de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio (típico es el segundo capítulo del segundo libro) y asoma en El Príncipe, en cuanto afloja la autovigilancia. Además del capítulo V, que será objeto de una consideración especial, podemos citar, como ejemplo de los indicios del republicanismo del autor, ocultos en la abundancia misma de argumentos en que se apoyan los preceptos dirigidos al “príncipe nuevo”, unas líneas del capítulo XII. Allí, en un contexto dirigido al príncipe para convencerlo de la eficacia de las milicias nacionales y de las desventajas que presentan las milicias mercenarias, entre muchas razones estratégicas y ejemplos históricos, a mayor abundamiento, el autor cita el hecho indudable (positivo para él, pero seguramente no para el príncipe, y menos para el príncipe nuevo) de que los ciudadanos armados más difícilmente se dejan dominar por un caudillo ambicioso.

9 Noccolò Machiavelli, Lettere. Milano: Feltrinelli, 1981, p. 372.

10 Discorsi sulla prima deca di Tito Livio, I,10.

11 En Rapporto delle cose della Magna (comprendido en Niccolò Machiavelli. Il Principe e opere politiche minori. Firenze: Lemonnier, 1896, p.161.

12 Luigi Fóscolo Benedetto, al editar en 1920 esta obra junto con otras del mismo autor y del mismo tipo (N. Machiavelli, Operette satiriche. Torino: UTET. Introducción), fundamenta con excelentes argumentos la hipótesis de que, de los ocho cantos de El asno de oro que Maquiavelo escribió, los primeros cinco pertenezcan al tiempo en que cayó la república, pues reflejan la congoja que privaba en ese momento, mientras la atribución tradicional al año 1517 se basa en la fecha de los acontecimientos mencionados en los últimos tres cantos, que tienen, además, un carácter literario muy distinto.

13 Niccolò Machiavelli, obra citada. L’ Asino d’oro, IV, 39. p. 82.

14 Ibidem, I, 120. p. 65.

15 Ibidem, I,108. p. 64.

16 Niccolò Machiavelli, Discorsi sulla prima deca... I, 2.

17 Niccolò Machiavelli, Operette satiriche. L’ Asino d’ oro, V. 104, p. 91.

18 Niccolò Machiavelli, Il Principe, XV (primera parte).

19 Véase el Prólogo de Luigi Fóscolo Benedetto a las Operette satiriche ya citadas, pp. 20-29.

20 Niccolò Machiavelli, Discorsi sulla prima deca... I,59.

21 El proyecto, que fue pedido y redactado después de la muerte de Lorenzo di Piero de Médici, se titula Discorso sopra il riformar lo stato di Firenze y se puede leer en Il Principe e opere politiche minori. Editorial citada, p. 121.

22 Niccolò Machiavelli, Discorsi sulla prima deca... III, 2.

23 Niccolò Machiavelli, Lettere. Editorial citada, p. 505. (Carta a F. Vettori de 16/IV/1527.)

24 En la dedicatoria de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio a sus amigos Zanobi Buondelmonti y Cosme Rucellai, Maquinvelo se refiere con palabras condenatorias a la costumbre de dedicar obras literarias a los príncipes: “Me parece con esto (la dedicatoria a los amigos) haber salido de la costumbre de los escritores, los cuales suelen siempre dedicar sus obras a algún príncipe; y, cegados por la ambición y la avidez, lo alaban atribuyéndole todas las virtuosas cualidades cuando deberían reprocharle todos sus aspectos repudiables”. Es imposible que, al escribir esto, no pensase en sus propias palabras, escritas —se cree— poco antes. Es este uno de los tantos indicios que nos permiten juzgar a Maquiavelo como figura hamletiana, como la encarnación misma de un problema moral —y por consiguiente político— no resuelto, sino lúcidamente planteado y dramáticamente padecido.

25 Niccolò Machiavelli, Il Principe, capítulo VII.

26 Niccolò Machiavelli, Discorsi sulla prima deca... I, 26.

27 Niccolò Machiavelli. Il Principe, capítulo X1I1. (El ejemplo de Alejandro VI y la alusión a Fernando el Católico sirven, en este capítulo, de pilares para una sólida estructura situados como están, el primero exactamente en la mitad del largo discurso, y la segunda como triunfal conclusión.)

28 Niccolò Machiavelli, Lettere. Editorial citada, p. 440 (21/X/1525).

29 Niccolò Machiavelli. Discorsi sulla prima deca... I, 40.

30 Maquiavelo había desempeñado una función importante, como secretario de los “Diez de la guerra”, en la larga lucha de su Comuna para recuperar a Pisa, en el período que él consideró siempre como el más positivo de su vida. En el desempeño de sus tareas, hizo todo lo posible para que su ciudad lograra ese objetivo, considerando que ese era el deber de todo buen ciudadano. Pero nunca ocultó su dolorosa simpatía por la desafortunada Florencia y por su heroica resistencia. Ésta ya se vislumbra en los Decenales, donde se siente su desprecio por los aliados de Pisa que se dejaron comprar por el gobierno florentino. Y sigue, dirigiéndose —como, siempre en los Decenales— a sus conciudadanos: “Pues, como Pisa había quedado sola, la rodeasteis sorpresivamente: no podía entrar allí sino quien vuela. Y, aunque fuera obstinada enemiga, por la necesidad rota y vencida, volvió llorando a la cadena antigua. (Decenales, II, 157-59/163-65.)

31 Hubo un momento, en 1515, en que Julián pareció dejarse convencer a emplearlo pero vino en seguida la contraorden de Roma: “Escribidle de mi parte que yo lo aconsejo a no tener nada que ver con Niccolò”, comunicaba a un intermediario, el Cardenal de Médici, primo del Papa (Roberto Ridolfi, Vita di Niccolò Machiavelli. Firenze, Sansoni, 1978, p. 254).

32 En una carta, ya citada, a Francisco Guicciardini (21/X/1525), Maquiavelo escribe a este respecto: “Me aumentaron hasta cien ducados por las Historias (alude a las Historias Florentinas, título de la obra que le había sido encomendada). Empiezo ahora a escribir de nuevo y me desahogo acusando a los príncipes que, todos han hecho lo posible para traernos hasta aquí”. Alude con estas palabras a la victoria de Carlos V en Pavía y a sus consecuencias, nada prometedoras, para Italia. (Niccolò Machiavelli, Lettere. Editorial citada, p. 444.)

33 Hay que leer a Maquiavelo dando a las palabras el valor que él les daba. Cuando dice que el príncipe nuevo se ve obligado a veces a ser inhumano para “conservar el estado”, no entiende por “estado” la patria y su integridad en sentido colectivo, como parece interpretar ésta tan repetida expresión F. De Sanctis (y Croce con él). Maquiavelo quiere decir que el príncipe, con esos medios, salva su posición en la ciudad, su propio poder, a menudo en desmedro del bienestar común. El significado de la palabra es aún vacilante; está aún muy cerca de su origen participial. En El Príncipe a veces vale “condición”, a veces “poder, gobierno”, a veces “territorio con sociedad organizada y gobierno”. Leamos un fragmento en que el sustantivo está estrechamente relacionado con el verbo que le ha dado origen. Se refiere a los príncipes “civiles”, que reciben el poder del pueblo y encuentran un estorbo en los magistrados: “En el último caso (cuando haya magistrados), su estado (su condición) es más débil y peligroso, pues ellos están (se mantienen) con la voluntad de los ciudadanos que ocupan las magistraturas, quienes, máxime en los tiempos adversos, les pueden quitar con gran facilidad el estado (el poder)”. Estas líneas se pueden leer hacia el final del capítulo IX de El Príncipe. El hecho de que la ambigüedad del término pueda mantenerse en la traducción, es significativo. Pero, en general, se puede decir que, para traducir a Maquiavelo, hay que partir de una interpretación previa de su pensamiento político. Y ésta depende del peso que se dé a algunas palabras claves. Si salimos del “Príncipe”, la pluralidad de sentidos de esta palabra tan discutida se hace más evidente aún. Dice, por ejemplo, el viejo Nicia en la III escena del II acto de la Mandrágora: Chi non ha lo stato in questa terra, de nostri pari, non trova cane che gli abbai (“Quien no tiene estado en esta ciudad, de los de nuestra condición, no encuentra perro que le ladre”), donde la palabra equivale a “buena situación”, especialmente en lo económico.

34 Nicolás Maquiavelo, El Príncipe. Capítulo XVIII.

35 Niccolò Machiavelli, Discorsi sulla prima deca... I, 18.

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