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Un pueblo marrón, para variar
ОглавлениеFuimos a La Calahorra por dos motivos. Primero, por gusto personal: Omar es fanático de los castillos y allí está el primer castillo estilo renacimiento italiano construido en España, entre los años 1509 y 1512. El castillo resultó sorprendente, mucho más de lo que esperábamos. Después de casi tres meses siguiendo las huellas arquitectónicas que habían dejado ocho siglos de ocupación musulmana en la Península Ibérica, volver a ver un castillo renacentista fue como estar en otro planeta. Me imagino que algo similar les habrá pasado a los pobladores de la zona en aquel momento.
Segundo, porque para llegar a La Calahorra teníamos que atravesar el Parque Nacional de Sierra Nevada de sur a norte y esa travesía nos daba mucha curiosidad. Veíamos la Sierra Nevada todos los días desde la ventana de casa y queríamos saber qué había del otro lado. Lo que no esperábamos era que, después de haber conocido infinidad de pueblos blancos en el lado sur de la sierra y habiéndose convertido aquello en la nueva normalidad, nos encontraríamos con un pueblo… ¡marrón! “¡Qué bueno estar en un pueblo de otro color, para variar del blanco!”, nos dijimos una y otra vez, con un tono entre la alegría y la sorpresa.
Para aquel momento, los pueblos blancos se habían transformado en mi debilidad, pero la visita a La Calahorra me recordó que había algo que disfrutaba todavía más: lo desconocido y las novedades.