Читать книгу Historia de la deuda externa argentina - Noemí Brenta - Страница 10
Señales de peligro
ОглавлениеIndagar cómo se mide la deuda externa y qué umbrales encienden luces rojas revela los aspectos de la economía que pueden desquiciar al país entero por un manejo imprudente del endeudamiento.
En Argentina tres instituciones oficiales llevan las cuentas de la deuda externa: la Secretaría de Finanzas, que ha cambiado de nombre y jerarquía varias veces, el Banco Central y el INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos). Entre ellos se arreglan para que los valores publicados coincidan. Sin embargo, por las discrepancias entre las definiciones por residencia y por moneda, pueden existir diferencias entre el registro con fines estadísticos y el de la contabilidad de la administración pública. Este libro utiliza la información de las tres fuentes oficiales, además de otras que se especifican en cada caso.
Argentina sigue la metodología para medir la deuda externa diseñada por los organismos internacionales, varios de ellos prestamistas y acreedores de los países periféricos. Los más vinculados con Argentina son el FMI, el Banco Mundial, el Club de París y el Banco de Pagos Internacionales (BPI, con sede en Basilea, Suiza), y también el Banco Central Europeo y la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).
La metodología aborda exclusivamente los aspectos financieros de la deuda, y no considera, ni siquiera en un apéndice, sus relaciones con la producción, el empleo, ni la distribución del ingreso, pero estos no pueden excluirse del análisis de la economía para una evaluación de su totalidad.
Los indicadores de la deuda externa señalan las muchas y azarosas circunstancias de las que depende su evolución. Es importante considerarlos en conjunto, ya que aisladamente algunos ratios pueden indicar que está todo bien y que tomar más deuda es inofensivo, cuando una mirada más amplia mostraría lo contrario. De hecho, los gobiernos amantes de la deuda externa y sus beneficiarios directos suelen subestimar sus riesgos y costos económicos y sociales, demoran la publicación de sus estadísticas, suprimen la difusión de los indicadores más comprometidos y culpan a la meteorología, a la oposición, al patito feo o al cisne negro cuando la deuda ya pesa demasiado.
El monto de la deuda externa se calcula en dólares para sumar las deudas en distintas monedas extranjeras. Por ejemplo, a fin de junio de 2018 la deuda externa argentina (con no residentes) era de 261,5 mil millones de dólares, y el FMI estimaba que a fin de año alcanzaría a 277 mil millones. La mayor parte (181 mil millones o 69% del total) correspondía al sector público, incluyendo a la nación y las provincias; un 27% al sector privado, y solo 4% a los bancos. Por otro lado, la deuda del sector público nacional (9,8 billones de pesos) se denominaba en un 74% en moneda extranjera (242 mil millones de dólares) principalmente en dólares, y montos menores en euros, yenes y otras monedas, y el resto en moneda local.
El problema principal del sobreendeudamiento externo es que su servicio resta recursos al país y a las actividades productivas, y empeora la vida de la mayoría de sus habitantes, sobre todo cuando los fondos ingresados por la deuda no se aplican a la inversión y al desarrollo sino a la especulación, la fuga de capitales y a sostener programas económicos inviables, como ha ocurrido reiteradamente en Argentina a lo largo del período tratado en este libro. Y los detonantes de las crisis de la deuda externa siempre son la escasez de divisas y la insuficiencia de recursos del Estado para atenderla en un momento dado. En otras palabras, la insolvencia externa y la iliquidez fiscal.