Читать книгу Isla de sirenas - Norberto Luis Romero - Страница 6

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Los dibujos animados terminaron y el abuelo se quedó profundamente dormido, ignorando las inquietantes imágenes del noticiario que ilustran del lanzamiento por la aeronáutica soviética del satélite Sputnik II al espacio exterior, llevando una cápsula espacial, en cuyas entrañas de acero viaja el primer astronauta de la historia: la perra Laika. Carnal aprovecha el leve sueño de su abuelo para bajar el volumen del televisor. Mira por la ventana y comprueba que los Carnicer se han ido, que no están rondando la casa y pisoteando las flores del jardín. Va a su cuarto, se sienta a la mesa y dispone una cuartilla en blanco, que numera con un dos en la esquina superior derecha. Antes de ponerse a escribir, observa que las manos le tiemblan ligeramente, y casi por instinto, se lleva la punta de los dedos a la nariz para cerciorarse de que no huelen a nada, y menos aun a «Rati-Xane».

A continuación, decide reanudar la carta que dejó a medias la noche anterior, en la que imita con asombrosa precisión la letra puntiaguda de su tío Rodrigo, grafía que prácticamente ha hecho suya:

El tiempo es bueno, a pesar del invierno, y todas las mañanas salgo a dar un paseo porque el médico me aconsejó caminar dos o tres horas al día, para oxigenar mi pobre corazón...

No recuerda cuándo le inventó a su tío este padecimiento, pero le es muy útil a la hora de excusarse ante ciertos requerimientos de la abuela, o para demorar o evitar decisiones incómodas o demasiado inverosímiles. En cuanto a la gravedad de esta dolencia: procuró ser discreto llamándola «taquicardias funcionales», por si acaso. Juzgó que podría utilizarla acomodándola según las circunstancias fueran exigiéndolo en cada momento.

...Por lo demás, no tengo novedades: mi vida sigue igual de tranquila. Espero que tanto tú como Serafín y Carnal estéis bien de salud, y también deseo que papá, dentro de lo que cabe, no enferme de gripe como otros años.

Recibe un gran abrazo de tu hijo, que os quiere mucho a todos,

Y al llegar a la firma es cuando debe poner mayor cuidado: aunque lleva años falsificándola, todavía le cuesta hacerla idéntica a la verdadera, en cuya rúbrica, a pesar de su sencillez, casi siempre falla por torpeza.

Rodrigo

Carnal hace un ademán de indiferencia cuando piensa:

Da igual, la abuela hasta ahora nunca se ha dado cuenta.

Dobla en dos la cuartilla, la introduce en un sobre de vía aérea, lo cierra y le pone un sello de Australia, fuera de circulación desde hace varios años, que pertenece a la colección que formó su padre de jovencito, cuyos álbumes su hermano y él hallaron ocultos en uno de los muebles ciegos que construyó el abuelo.

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