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Оглавление1 | Biomecánica de la extremidad inferiorNúria Massó |
“El arte no reproduce lo visible, sino que hace visible lo que no siempre lo es” Paul Klee
Mientras estamos despiertos, nuestro contacto con el suelo es, gran parte del tiempo, a través del pie. Aunque no lo parezca, éste es un aspecto funcional sumamente importante que hace que nos deten gamos a estudiar de una forma especial esta parte de nuestro cuerpo. A partir de algunos receptores del sistema nervioso situados en el pie recibimos una información esencial sobre cómo se realiza este contacto y sobre la postura del cuerpo. Además, el pie constituye la base sobre la que el resto del cuerpo se sustenta. Por otro lado, su movilidad condiciona la del resto de la extremidad. Aunque abordamos la extremidad a través de distintos segmentos (pie-tobillo, rodilla, cadera), hay que entender que éstos están absolutamente relacionados entre sí, y que la postura y el movimiento de uno condicionan los de los otros.
BIOMECÁNICA DEL PIE Y EL TOBILLO
Nos sostenemos sobre uno o dos pies una gran parte de nuestra vida. Para nosotros es algo natural y que no implica un esfuerzo consciente. Raramente nos paramos a pensar en qué mecanismos internos ponemos en marcha cuando permanecemos de pie, ya que para nosotros es algo habitual y aparentemente sencillo. Para llegar a permanecer sobre dos pies, hemos recorrido un largo proceso evolutivo a partir de nuestros antepasados, proceso que ha implicado cambios evidentes de la estructura ósea de nuestros pies, pero también de nuestra estructura esquelética en general. También se han producido cambios lógicos de la organización y función de nuestros músculos para luchar contra la acción de la gravedad y para lograr posturas estables y acciones seguras. Nuestro sistema nervioso se ha adaptado con el fin de mantener el equilibrio en posiciones más inestables que la antigua posición cuadrúpeda. Incluso se han visto implicados otros sistemas como el digestivo y los sistemas de control de la temperatura corporal y cerebral, que cambian al situar el tronco y la cabeza en posición erguida.
En antepasados del ser humano como el Australopithecus africanus se aprecian rasgos en la forma del pie y la cadera próximos a los nuestros y que estarían directamente relacionados con nuestra forma de estar y caminar (figura 1-1). Su pie ya cuenta con unos arcos próximos a los existentes en nuestro pie. Sus dedos se posicionan de forma más adaptada al caminar que a la prensión. La forma de sus caderas y rodillas va buscando adaptaciones posturales comprometidas con la búsqueda del control del centro de gravedad. Sus glúteos se desarrollan y posteriorizan (Arsuaga L., Martínez I., 2006). Y, no obstante, aún le queda mucho para conseguir la postura y el movimiento que consideramos propiamente nuestros.
Figura 1-1. Esqueleto del pie de un primate primitivo (izquierda) y esqueleto de un pie humano actual (derecha).
EL PIE
El pie constituye una compleja estructura adaptada a las funciones que debe cumplir, que son esenciales para la vida. Podemos resumir estas funciones en:
Contacto con el suelo. A través del pie tomamos contacto con el suelo la mayor parte del tiempo. El pie cuenta con gran cantidad de receptores a nivel de la piel, de la articulación, de los músculos y tendones, que recogen constantemente información sobre cómo contactamos con el suelo, la posición que mantienen el pie y el tobillo, etc. Esta información llega al sistema nervioso central (encéfalo y médula espinal) y no sólo permite conocer la información, sino que también desencadena las reacciones y cambios posturales necesarios en cada instante para mantener el equilibrio.
Soporte y transmisión del peso corporal al suelo. Los pies soportan el peso corporal, que es transmitido al suelo a través de él o ellos (según estemos en mono o en bipedestación).
Locomoción. Para desplazarnos, utilizamos una secuencia de movimientos (la marcha humana) para la cual es esencial la función de todo el pie.
En el caso de la danza, el gesto. Los movimientos de la danza suelen implicar desplazamientos y actitudes posturales con un gran requerimiento articular y muscular por parte del pie.
Desde la globalidad de estas funciones, es imposible separar el papel de esta importante estructura que es el pie del resto de estructuras articulares y musculares que encontramos en toda la extremidad inferior, incluso de las del tronco. Por ello haremos una constante referencia al pie, la rodilla y la cadera como partes con una funcionalidad que interfieren la una con la otra. Así, veremos la interacción entre la forma, la estructura y la función de unas sobre las de las otras.
Lo que acabamos de mencionar es aún más relevante cuando nos centramos en la danza, al observar la influencia que tienen las variaciones morfológicas (de la forma) de la cadera, por ejemplo, sobre otros elementos. Asimismo, su forma influye en la manera de contactar el pie con el suelo, en la de caminar o en el nivel de en déhors (rotación externa de la extremidad inferior) que conseguirá cada individuo.
Desde un punto de vista anatómico (forma y estructura) dividimos el pie en tres partes, a las que llamamos tarso, metatarso y falanges. Cada parte cuenta con varias articulaciones. Desde un punto de vista funcional (papel que desempeña) el pie posee tres zonas con misiones distintas (figuras 1-2a y 1-2b). Estas zonas son el retropié y el antepié. Si concretamos mucho la función, aún podemos distinguir una tercera, que es el mediopié. Todas ellas participan en la bipedestación y en los movimientos del pie. No obstante, cada una de estas zonas posee alguna función más específica de ella misma.
Figura 1-2a. El pie en una visión plantar.
Figura 1-2b. El pie en una visión medial.
En concreto, el retropié posee una estructura (esencialmente el hueso calcáneo) preparada para la función de carga, recibiendo y soportando una parte importante del peso que le llega. De las fuerzas que debe soportar el pie cuando estamos en bipedestación, un 60% se dirigen hacia el retropié y un 40% se dirigen hacia el antepié (Viladot Voegeli, 2000).
El retropié es el primero que contacta con el suelo durante la marcha (contacto inicial, recepción o implantación del paso, adaptación al terreno).
El antepié (lo que para algunos englobaría medio y antepié) es menos rígido, pero posee un mayor número de piezas óseas y por lo tanto mayor movilidad. Cumple esencialmente las siguientes funciones: adaptación al terreno sobre el que caminamos y propulsión del paso en el ciclo de la marcha (entendiendo como ciclo de marcha el intervalo comprendido entre dos choques de talón sucesivos de un mismo pie con el suelo).
En la danza, el antepié adquiere un protagonismo especial debido a la importancia de las posiciones en media punta y punta. Es decir, en la danza, el antepié asume a menudo los dos tipos de funciones (soporte del peso y movilidad). Además, requiere un grado de movilidad importante.
Podemos resumir las funciones del pie de la siguiente manera: | |
Conjunto del pie | Bipedestación Locomoción Contacto con el suelo En el caso de la danza, el gesto dancístico |
Retropié | Soporte de la carga Recepción del paso Adaptación al terreno (corresponde a las articulaciones subastragalina y de Chopart) |
Antepié | Movilidad Propulsión del paso En la danza, soporte del peso |
EL TOBILLO
Cuenta con dos articulaciones:
Articulación tibioastragalina: es la responsable de los movimientos de flexión y extensión del tobillo.
Articulación tibioperonea inferior: con poca movilidad pero importante para los movimientos del conjunto pie-tobillo.
Desde un punto de vista funcional, no podemos separar la función de estas dos articulaciones de la de una tercera y cuarta, la articulación subastragalina y la de Chopart (figura 1-3), gracias a las cuales podemos coordinar la acción del tobillo (con sus movimientos de flexoextensión, en un plano sagital) y la del pie (con sus movimientos en el plano frontal).
Figura 1-3. Articulaciones del tobillo.
CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE EL CONJUNTO PIE-TOBILLO
La bóveda plantar
Utilizamos este término arquitectónico para referirnos a la estructura arciforme del pie, en la que podríamos dibujar varios arcos longitudinales y transversales (figuras 1-4a y 1-4b). En ella podemos distinguir:
Figuras1-4a-b. a) La bóveda plantar. b) Sistemas de estabilización en las caras medial (imagen superior) y lateral (imagen inferior).
Tres puntos de apoyo (dos anteriores y uno posterior).
Tres arcos principales:
– externo (el más rígido),
– interno (el más flexible),
– anterior (sólo presente en situación de descarga).
La clave de la bóveda, el hueso astrágalo, que recibe y transmite el peso hacia el retropié y el antepié.
En carga (cargando el peso del cuerpo sobre el pie), estos arcos, especialmente el interno y el anterior, pierden curvatura. En la danza, cuando esta carga se realiza únicamente sobre el antepié (posiciones de media punta y punta), la bóveda debe mantener su correcta estructura arciforme, y lo hace mediante la acción de los músculos, que actúan como un elemento “tensor” (figura 1-5).
Figura 1-5. El pie en media punta y la acción de los músculos.
La forma de la bóveda plantar y la posición del retropié condicionan el tipo de apoyo que veremos más tarde (pie cavo, plano o normal).
En condiciones normales, cuando cargamos el peso sobre ambos pies, el pie se “derrumba” hacia dentro debido a la distribución del peso y a la mayor flexibilidad del borde interno del pie. Por esto es normal observar en bipedestación una leve inclinación del talón en valgo o hacia dentro, que queda limitada y controlada por la acción de los elementos estabilizadores (figura 1-9).
Sistemas de estabilización
Son los mecanismos que posee el pie para controlar su postura y forma, así como para evitar lesiones debidas a algún movimiento demasiado amplio o rápido.
Estos mecanismos son:
La forma y congruencia entre sí de los propios huesos del pie, que mantienen la forma de éste. De alguna manera, estos huesos cohesionan y “encajan” entre sí como las piezas de un rompecabezas.
La cápsula articular y los ligamentos, que ponen límite a la amplitud de un determinado movimiento evitando un exceso perjudicial de movilidad articular. Actúan gracias a sus propiedades físicas (son deformables y viscoelásticos), por lo que los llamamos elementos pasivos.
Los músculos retromaleolares y plantares. Actúan como tensores de los arcos longitudinales y transversales de los que hemos hablado. Trabajan gracias a su capacidad de respuesta contráctil, por lo que los llamamos elementos activos. Los músculos retromaleolares protegen también el tobillo tanto por su cara interna como por la externa.
Sistema aquíleo-calcáneo-plantar. Es un conjunto de elementos activos y pasivos en serie, formado por el tendón de Aquiles, la fascia plantar, los músculos plantares y el hueso calcáneo, que trabajan a modo de banda elástica única utilizando el hueso calcáneo como polea. Gracias a su componente elástico, mantiene la forma de la bóveda y la cohesión del pie con la pierna. En dinámica, participa de manera importante en la flexión plantar del pie en diversas situaciones como caminar, correr y, evidentemente, la danza. En posición de flexión dorsal se elonga el sistema, acumulando energía elástica que se aprovecha como fuerza de retorno que facilita la flexión plantar y la propulsión para avanzar en el paso o el salto (figura 1-4b).
Movimientos que realiza el conjunto pie-tobillo
Movimientos básicos:
Flexión dorsal (o extensión).
Flexión plantar.
Pronación.
Supinación.
Abducción.
Aducción.
Movimientos combinados:
Eversión (combina la flexión dorsal con la pronación y la abducción).
Inversión (combina la flexión plantar con la supinación y la aducción) (figura 1-6).
Al describir posturas del pie o del talón, a veces utilizamos la nomenclatura varo-valgo para referirnos a la combinación de pronación con abducción (valgo) o supinación con aducción (varo).
Figura 1-6. Los movimientos del conjunto pie-tobillo.
Función muscular
Los músculos del pie cumplen dos tipos de función:
Estática y postural. Los músculos intervienen en el mantenimiento de la forma del pie. Ayudan de forma activa a mantener los arcos plantares de los que hemos hablado anteriormente. Se comportan como “tensores”. Por otro lado, aportan seguridad y estabilidad al pie en situación de apoyo y soporte de peso. En este sentido, hemos comentado ya la importancia de los músculos retromaleolares, así como de los músculos plantares.
Dinámica. Como función dinámica, existe un importante papel de dichos músculos en los movimientos de la marcha, al correr, saltar, etc. En la danza son ejecutores del gesto.
En el apartado del pie en la danza hablaremos de los músculos que nos interesan en cuanto al gesto dancístico.
Variaciones morfológicas
Existen distintos tipos de pie según las características morfológicas, es decir, las variaciones de la forma.
En lo que a nosotros concierne, es especialmente interesante distinguir las variaciones que existen atendiendo a los siguientes factores.
Fórmula digital
Se refiere a la relación entre las longitudes de los dedos del pie, que determina la forma del antepié. Distinguimos tres tipos, observables en la figura 1-7.
Figura 1-7. Tipos de fórmula digital.
Fórmula metatarsal
Se refiere a la relación entre las longitudes de los metatarsianos según podemos observar en la figura 1-8. Condiciona de manera muy importante la forma de caminar, especialmente la forma de distribuir el peso, así como la actitud del pie y el resto de la extremidad inferior mientras caminamos. Si el primer metatarsiano es muy largo, contactará más y durante más tiempo con el suelo. Cuando el segundo metatarsiano es excesivamente largo, es éste el que ve incrementado el grado de contacto, para lo que no está tan preparado como el primero, que ya cuenta de por sí con más hueso cortical.
Figura 1-8. Tipos de fórmula metatarsal.
Bóveda plantar
Depende en parte de la forma adoptada por los arcos plantares que hemos descrito y que pueden ser más o menos marcados. También muestra variaciones interindividuales. Influye en el tipo de apoyo y de contacto del pie con el suelo.
Posición del talón
Cuando observamos el pie en bipedestación y desde su cara posterior, podemos distinguir distintas posiciones del talón, que son las que muestran las figuras 1-9a, 1-9b y 1-9c.
Figura 1-9a. Talón normal (leve ángulo de inclinación del hueso calcáneo).
Figura 1-9b. Talón en valgo (aumento del ángulo).
Figura 1-9c. Talón en varo (disminución o inversión del ángulo).
Tipos de apoyo
La forma del pie (especialmente de la forma de la bóveda plantar y del talón) condiciona la forma de contacto del pie con el suelo, es decir, el tipo de apoyo. Distinguimos los siguientes tipos:
apoyo normal,
pie plano,
pie cavo.
Podemos estudiar el apoyo plantar de una persona recogiendo la huella del pie. Existe un método sencillo que es el fotopodograma propuesto por Viladot (Viladot et al., 2000), basado en la impresión sobre papel fotográfico. De esta manera, podemos conocer y registrar el tipo de pie que posee una persona. En la danza encontramos con relativa frecuencia a personas que aparentemente poseen un pie plano y valgo, pero en el cual, al practicar el fotopodograma, se registra muy poco apoyo. Lo llamamos pie cavo-valgo. Probablemente este tipo de apoyo está condicionado por una hipertonía de algunos músculos como el peroneo lateral largo, que es elevador de la bóveda plantar (por lo que disminuye la superficie de apoyo) y también es pronador del pie (por lo que el talón se coloca en valgo) Estos tipos de apoyo quedan representados en la figura 1-10.
Figura1-10. Los distintos tipos de apoyo, de izquierda a derecha: pie normal, pie plano, pie cavo y pie cavo-valgo.
Existen otros métodos más sofisticados para estudiar el tipo de apoyo, utilizando podoscopios o incluso plataformas con sensores para captar la presión sobre cada zona del pie, de lo cual hablaremos en el capítulo dedicado a la investigación en la danza.
EL PIE EN LA DANZA
Analizaremos aspectos morfológicos y biomecánicos específicos del pie en la danza.
TIPOS DE CONTACTO DEL PIE CON EL SUELO EN LA DANZA
El pie, durante el gesto dancístico, trabaja en distintas posiciones. Contacta con el suelo de las siguientes maneras:
Contacto en caso de pie plano
El pie contacta a través de toda la superficie plantar. El contacto en caso de pie plano permite una distribución del peso hacia el retropié y el antepié. Como ya hemos visto, el hueso astrágalo trabaja como receptor y distribuidor de las fuerzas correspondientes al peso.
En contacto total o pie plano podemos analizar la huella plantar a través del sencillo método ya mencionado del fotopodograma o bien por sistemas de análisis más sofisticados. En un estudio que realizamos sobre 106 bailarines de los que recogimos la huella plantar mediante fotopodograma, encontramos un 73% de apoyos normales, un 6% de pies planos, un 13% de pies cavos y un 8% de pies cavo-valgos (figura 1-10) (Massó N., 1991, 2001).
Destacamos el porcentaje de lo que llamamos pie cavo-valgos, ya descritos, con una apariencia a la inspección de pie plano-valgo pero que, al practicar un fotopodograma u otro sistema de estudio del apoyo plantar, observamos que posee un apoyo de tipo cavo. Como ya hemos explicado, posiblemente exista una relación entre este tipo de pie y una hiperfunción del músculo peroneo lateral largo, que a menudo se encuentra hipertónico e incluso retraído en los bailarines. Este músculo, cuando se contrae, eleva la bóveda plantar, lo que justifica un contacto de pie cavo, a la vez que es pronador del pie, lo que explica una postura ligeramente valguizada del pie en la observación.
En comparación con los porcentajes hallados en la población general (Viladot Pericé A., 2001) existe un mayor porcentaje de pies cavos.
Influencia de la posición en déhors
En algunos estudios que hemos realizado sobre las posiciones en pie plano y en déhors hemos observado que la mayoría de las bailarinas analizadas, al pasar de la sexta posición a la primera o la quinta, cambian el tipo de apoyo. En la primera y la quinta posición, que son posiciones en déhors, el pie se “caviza”, esto es, pasa a mostrar menor contacto de su superficie plantar con el suelo. Por tanto, la posición de la extremidad inferior en conjunto influye en el tipo de contacto adoptado por el pie. Probablemente existe un cambio también en la actividad de los músculos participantes (plantares, peroneos...). Hemos observado, asimismo, que en las posiciones en déhors existe menor actividad del músculo abductor del dedo gordo, que es un importante controlador de la postura de este dedo (Massó et al., 2004). Si este músculo es poco activo, el arco interno y la articulación metatarsofalángica del primer dedo son más inestables y quedan más supeditados a fuerzas externas. El primer dedo tiende entonces a desviarse en valgo (hallux valgus o juanete).
La media punta
En el apoyo en media punta, el astrágalo continúa recibiendo carga, pero el retropié no puede recogerla y transmitirla al suelo, por lo que el peso se dirige de manera importante hacia el antepié. Ello supone un mayor esfuerzo para los huesos y las articulaciones del antepié. Hay estudios que muestran este esfuerzo tanto en punta como en media punta. Algunos trabajos han medido el importante incremento del esfuerzo de compresión que soportan las estructuras osteoarticulares en dicha posición del pie, las cuales se ven afectadas por el cambio de posición de los huesos y por el esfuerzo de contracción de los músculos participantes (Galea V, Norman RW, 1985). Los músculos deben hacer un importante trabajo para mantener los arcos plantares y para estabilizar el tobillo en esta posición.
En un estudio que realizamos observamos que la mayor parte del peso, en relevé o media punta, se distribuye sobre las cabezas del primero y segundo metatarsianos (Massó N, 1995). Durante un determinado salto, el temps levé, vimos que la cabeza del primer metatarsiano y la región de la primera articulación metatarsofalángica suelen ser las primeras que contactan con el suelo, y de forma muy importante en los instantes precisos de impulso (despegue) y de recepción del salto (figura 1-11). Considerando que en estos instantes actúan importantes fuerzas de contacto con el suelo, y viendo que la superficie de contacto es tan pequeña, podemos deducir que ello comporta un elevado esfuerzo para esta zona, que hay que tener en cuenta para comprender las patologías halladas a este nivel (patologías por sobrecarga de la primera articulación metatarsofalángica y de las cabezas de los metatarsianos).
Es posible que las variaciones descritas en cuanto a la fórmula metatarsal influyan en la forma de contactar con el suelo durante las posiciones en media punta, atendiendo a si el pie posee una fórmula con un segundo metatarsiano más largo que el resto o bien que sea el primero el más largo.
Figura 1-11. Instante de la recepción de un salto solo en quinta posición (temps levé) captada por podometría. Obsérvense las zonas más claras, correspondientes a las de mayor grado de presión, situadas a nivel del primer dedo y primera articulación metatarsofalángica (imágenes obtenidas en C.P. Martín Rueda).
La punta
En la posición de punta colocamos el peso sobre el primero y segundo dedos. Esta forma peculiar de distribuir la carga hace que la forma supuestamente ideal del antepié sea, para la punta, el pie cuadrado, ya que aporta una superficie de apoyo mayor (figura 1-7). Ello no significa que los otros tipos de antepié no sean aptos, ni que forzosamente vayan a sufrir problemas. Simplemente, tendrán mayor predisposición a algunas alteraciones de la forma del pie, que exponemos a continuación. En las observaciones sobre un grupo de 106 bailarines hemos encontrado un porcentaje del 67% de pies cuadrados, un 26% de pies egipcios y un 8% de pies griegos (Massó N, 1991). Respecto a los porcentajes hallados en la población general (Viladot A, 2001), supone un aumento del porcentaje de pies de tipo cuadrado. En otros estudios se observan menores porcentajes de pies cuadrados entre los bailarines, aunque también superan a los encontrados entre la población general (Viladot A, 2001).
Hallux valgus
Es la desviación en varo del primer metatarsiano y valgo del primer dedo. Llamamos comúnmente “juanete” a esta deformación con ocasional y secundaria inflamación de la articulación (figura 1-12). Según los estudios de Viladot et al. (Viladot Pericé, 2001), el hallux valgus de la población general es más frecuente entre los pies de tipo egipcio (en los que el primer dedo es más largo que el segundo) y en pies con poco tono muscular.
En la bailarina influye el trabajo sobre la punta, por el efecto de la posición y la forma de la zapatilla. El pie egipcio cuenta con menor base de sustentación en la posición de punta, ya que el primer dedo es más largo y contacta él en esta posición. Tiende a adaptarse y desviarse hacia el segundo dedo para igualar la longitud y ampliar el contacto. No es el único factor que favorece la aparición de un hallux valgus. Ya hemos visto cómo disminuye el control muscular de este dedo por parte del músculo abductor o separador del dedo gordo en las posiciones en déhors.
Nosotros hemos encontrado un elevado porcentaje de hallux valgus en bailarines. Recogiendo datos entre bailarines profesionales, hemos observado presencia de hallux valgus bilateral en un 50% de los casos con una relación estadísticamente significativa con el baile clásico respecto a otras modalidades y con la edad de inicio de la danza (Massó N, 1991, 1998, 2001). En su mayoría, no ocasionan molestias al menos en la edad y etapa profesional en las que han sido estudiados.
Figura1-12. Hallux valgus.
Dedos en garra
Son más frecuentes en los pies de tipo griego, en los que el segundo dedo tiene que adaptarse y tender a igualarse con el primero (figura 1-13).
Figura1-13. Dedos en garra.
No hay que olvidar que existen también otros factores predisponentes para el hallux valgus y los dedos en garra de carácter más general y sin relación con el trabajo en punta o media punta. Nos referimos a factores genéticos, calzado utilizado, tono muscular global, la propia morfología ósea y articular, etc.
La sobrecarga que produce la posición de punta sobre el primero y segundo radios (o esfuerzo que realizan el conjunto del primero y segundo dedos y metatarsianos) queda patente cuando realizamos un estudio radiológico del pie en un bailarina de clásico. El antepié se ha adaptado a la posición de punta, hipertrofiando la cortical de los dos primeros metatarsianos para soportar mejor la carga. Es decir, el segundo metatarsiano suele ganar densidad de tejido óseo para resistir mejor la carga correspondiente al peso. Ello nos da idea de los mecanismos de defensa que nuestros tejidos pueden generar para adaptarse al esfuerzo requerido.
LOS MÚSCULOS DEL PIE EN LA DANZA
Dado que el objetivo del presente libro no es la descripción anatómica, recordaremos únicamente el papel de los músculos que tengan una función destacable en el gesto dancístico y, sobre todo, de los aspectos anatomofuncionales de interés para la comprensión de los siguientes capítulos.
Como ya hemos mencionado, existen menos músculos con una importante función de mantenimiento de la forma del pie y de la cohesión de sus huesos y articulaciones, con el fin de que no se pierda dicha cohesión cuando el pie sea sometido a cargas o al gesto involucrado en la marcha y otras funciones. Otros músculos poseen una función más directa sobre el gesto. La mayoría de las veces realizan una función mixta.
Destacamos entre ellos:
Tríceps sural
Forma parte del sistema calcáneo-aquíleo-plantar ya mencionado. Cuenta con tres componentes (gemelo interno, gemelo externo y sóleo). Es un potente flexor plantar del pie que se activa de manera importante durante el relevée. No obstante, en el caso del músculo sóleo, su función principal es el control postural en bipedestación. Impide que la tibia se desequilibre en sentido anterior siguiendo la tendencia que marca la acción de la gravedad al estar de pie, puesto que la distribución de nuestra masa corporal, algo anteriorizada, así lo determinaría. En la danza, el músculo sóleo es requerido, por ejemplo, cuando hay que aguantar una sexta posición, sobre todo si desplazamos peso hacia el antepié (figura 1-14).
Figura 1-14. Músculo tríceps sural.
Peroneo lateral largo
Realiza una acción de pronación del pie. Colabora en la flexión plantar. Su tendón, al aumentar su tensión, actúa como un elevador de la bóveda plantar, ya que pasa por su cara inferior. Actúa también estabilizando el pie, evitando un gesto excesivo de inversión (acción protectora). En este sentido es como un ligamento, protegiendo la inversión excesiva del tobillo y, por tanto, el riesgo de distensión de los ligamentos externos.
En la danza existe un protagonismo especial de este músculo, que es muy activo en:
situaciones estáticas, en posturas en déhors,
situaciones dinámicas, como el rélevée o el temps levée, en las que colabora con el tríceps sural y otros.
Hemos constatado mediante estudios electromiográficos el protagonismo de este músculo en las bailarinas en comparación con un grupo de control (Massó, 1993). Ello se hace especialmente patente en las posiciones en déhors, sobre todo cuando se acompañan de pronación por una mala técnica, y también en los gestos que implican una flexión plantar (relevée, temps levée). Por ello pensamos que es un músculo muy activo en las posiciones y movimientos de la danza.
Tiende a estar hipertónico y a provocar variaciones en la posición del pie (tendencia a acentuar los arcos plantares, a valguizar el pie y, probablemente, acentúa el hallux valgus por la tracción ejercida sobre el primer metatarsiano) (figura 1-15).
Figura 1-15. Músculos peroneo lateral corto (que se inserta en el quinto metatarsiano) y peroneo lateral largo (que cruza la superficie plantar y se inserta en el borde medial del pie).
Tibial posterior
Es inversor y muy importante para el control de la posición en déhors (evitando la caída en pronación del pie).
Aparte de su función en las posturas propias de la danza, trabaja en general en la bipedestación para evitar una excesiva caída del arco interno del pie y la consecuente pronación de éste.
Flexor largo y flexor corto del dedo gordo
Realizan la flexión plantar de la primera articulación metatarsofalángica. El flexor largo flexiona también el conjunto del pie y del tobillo. También es inversor y actúa de forma importante durante la marcha, concretamente en la fase de propulsión del paso o despegue del antepié (al finalizar la fase de apoyo en el suelo del pie correspondiente). En estas acciones, los flexores del dedo gordo hacen que dicho dedo presione contra el suelo.
En la posición de media punta, estos músculos hacen que el primer dedo presione contra el suelo. En esta posición colaboran, junto con el tríceps sural, para realizar la flexión plantar del tobillo. Utilizan los huesos sesamoideos como “polea” para aumentar su eficacia.
El flexor largo posee una vaina sinovial que lo recubre con finalidad protectora, pero que se inflama y produce procesos dolorosos cuando existe una sobrecarga del tendón (figura 1-16).
Figura 1-16. Músculos tibial posterior, flexor largo y flexor corto del dedo gordo (cara plantar interna).
Tibial anterior
Realiza la flexión dorsal del tobillo. Es esencial para caminar. En la danza lo es para el flex (figura 1-17).
Extensor propio del dedo gordo
Actúa en las situaciones comentadas para el tibial anterior, pero realiza también la flexión dorsal del dedo gordo (figura 1-17).
Músculos interóseos y plantares
Los músculos interóseos y los músculos plantares del pie son responsables de la movilidad entre los dedos y de mantener los arcos del pie. Su debilidad determina un pie laxo y favorece la aparición de un hallux valgus, un metatarso plano, etc. El bailarín debe contar con un buen tono de estos músculos para conseguir mantener la arquitectura del antepié en las distintas posiciones y gestos de la danza.
Figura 1-17. Músculos tibial anterior (que se inserta en el mediopié) y extensor propio del dedo gordo (que se inserta en el dedo gordo).
Abductor del dedo gordo
Es separador del dedo gordo respecto a la línea media del pie. Por lo tanto, cuando no trabaja favorece la desviación del dedo gordo hacia el resto del pie, es decir, favorece la formación de hallux valgus. Cuando nos colocamos sobre la media punta, trabaja controlando el antepié (figura 1-18). Es importante para la danza mantener un buen tono de este músculo para conseguir estabilidad y seguridad en las posiciones de media punta y punta. Ya hemos comentado nuestras observaciones durante el estudio de este músculo, que suele presentar menor grado de actividad en el relevée con en déhors que en el relevée en paralel (Massó et al., 2004).
Figura 1-18. Músculo abductor del dedo gordo (en la cara plantar medial).
BIOMECÁNICA DE LA RODILLA
La rodilla cuenta con dos articulaciones principales: la articulación femorotibial y la femororrotuliana. Existe una tercera entre la tibia y el peroné en sus extremos proximales de la que no hablaremos aquí.
Articulación femorotibial. La articulación entre el fémur y la tibia posee una doble función: carga y movilidad. Soporta la carga correspondiente sobre todo al peso corporal y a otras fuerzas de magnitud importante, en particular de origen muscular o por transporte de cargas cuando estamos en apoyo bi o monopodal, al caminar, bailar, etc. Por ello suele sufrir en las personas con problemas de sobrepeso o con trabajos que impliquen carga y transporte de pesos importantes. Los meniscos colaboran a la congruencia entre las superficies y amortiguan las fuerzas de compresión de esta articulación. Así pues, si falta un menisco o éstos no cumplen bien su función debido a una lesión, el cartílago articular soporta más presión y se generan artrosis prematuras. Como veremos, esta articulación posee capacidad para realizar distintos movimientos, a veces de forma combinada, lo cual es esencial para la marcha. Su movimiento más importante en amplitud es el de la flexoextensión. También realiza movimientos de abducción-aducción, rotación y deslizamiento.
Articulación femororrotuliana. Cumple una importante función dentro del conjunto de la rodilla y en relación con la acción del músculo cuádriceps. La rótula aumenta la distancia entre el músculo y el centro de rotación de la rodilla, con lo cual aumenta la eficacia de la contracción del cuádriceps (hay que recordar que lo que provoca movimiento articular es el producto de la fuerza que se aplica por la distancia perpendicular desde el punto de aplicación de dicha fuerza al centro de rotación de la articulación) (figura 1-19). Por otro lado, y debido a su forma, proporciona una superficie de contacto con el fémur más amplia que la que proporciona el tendón, repartiendo mejor las fuerzas de contacto que se generan con el esfuerzo del cuádriceps. Debido a todo ello, el cartílago de esta articulación es el que sufre cuando hay grandes y/o mantenidos esfuerzos de contracción del cuádriceps (es a menudo la causa del dolor anterior de rodilla cuando hemos forzado la rodilla a base de pliés, démi-pliés, saltos, o manteniendo un exceso de contracción del cuádriceps al aguantar una posición).
Figura 1-19. Articulación femororrotuliana. La rótula incrementa la eficacia del músculo cuádriceps como extensor de la rodilla.
Sistemas de estabilización
La rodilla cuenta con:
Los ligamentos laterales, que limitan un exceso de movilidad lateral.
Los ligamentos cruzados, que limitan el desplazamiento anterior y posterior de la tibia bajo el fémur. También limitan sus movimientos de rotación y flexoextensión.
Los meniscos, que por su forma mejoran el acoplamiento entre las superficies del fémur y la tibia.
La rótula se ve protegida en sus desplazamientos por una serie de estructuras capsuloligamentarias.
Como en el pie y el tobillo, los músculos cumplen también una función estabilizadora en la rodilla. Por ejemplo, los músculos isquiotibiales, desde la cara posterior de la rodilla, evitan que la tibia se desplace en exceso hacia delante. En sentido contrario, el cuádriceps evita el desplazamiento posterior (figura 1-20a). Por otro lado, el vasto interno del cuádriceps evita que la rótula se traslade en exceso hacia fuera (figura 1-20b).
Movilidad de la rodilla
La articulación femorotibial tiene un grado elevado de flexoextensión. A la vez que se flexiona o se extiende, realiza leves movimientos lateromediales de abducción-aducción y también de rotación y deslizamiento que, aunque poco marcados en cuanto a amplitud, son esenciales para coordinar el movimiento de la cadera con el del pie y el tobillo durante la marcha y otras funciones de la extremidad inferior.
A nivel de la articulación femororrotuliana podemos observar unos movimientos de desplazamiento de la rótula respecto al fémur. Partiendo de una flexión de rodilla, a medida que extendemos ésta, la rótula se desplaza hacia arriba en sentido inferosuperior y también, al final de la extensión, hacia fuera. Este desplazamiento de la rótula en los movimientos de la rodilla hace que la posición de la rótula y el tipo y grado de presión que hay entre la rótula y el fémursean distintos según el grado de flexión de la rodilla. Volveremos a hablar de ello en relación con los problemas de dolor en la rodilla (en el capítulo de patología sobre la rodilla).
Figura 1-20a. Vista lateral de la rodilla. Los músculos Isquiotibiales evitan el exceso de desplazamiento anterior de la tibia cuando ésta es sometida a la tensión del tendón rotuliano o a fuerzas externas.
Figura120b. Vista anterior o frontal de la rodilla. El músculo vasto interno controla el exceso de desplazamiento externo de la rótula.
Variaciones morfológicas
Genu varo y genu valgum. Son las variaciones, en el plano frontal, del ángulo formado entre la diáfisis del fémur y la de la tibia. La existencia de un genu valgum marcado puede provocar problemas de exceso de presión sobre la carilla externa de la rótula, como veremos en el capítulo sobre patología de la rodilla (figura 1-21).
Figura 1-21a. Variaciones del ángulo de la rodilla en el plano frontal.
Figura 1-21b. Cambios evolutivos del grado de valgo fisiológico de la rodilla. Esqueleto primitivo (izquierda) y actual (derecha). Hemos ganado longitud a nivel del cuello del fémur para facilitar la importante acción de los músculos abductores de la cadera, cambiando en consecuencia la inclinación de la diáfisis femoral.
Genu recurvatum. Es una variación de este ángulo pero en el plano sagital. Equivale a una postura instaurada en hiperextensión de la rodilla (figura 1-22).
Figura 1-22. Hiperextensión de la rodilla.
Anomalías torsionales. Corresponden a la variación de los ángulos de torsión que existen a lo largo de la extremidad inferior. Habitualmente la tibia se posiciona en ligera rotación externa respecto al fémur, y también el pie respecto a la tibia. Ello hace que en bipedestación los pies “miren un poco hacia fuera”. Este grado de rotación se encuentra a veces incrementado. Es posible que exista una cierta influencia de la técnica del baile sobre ello, especialmente cuando se empieza a edades tempranas. Si constituye un efecto de adaptación progresiva del sistema esquelético durante el crecimiento, ello no tiene por qué conducir forzosamente a la existencia de problemas por sobrecarga u otras lesiones. No obstante, es un factor importante a tener en cuenta cuando se realiza la exploración o screening del aparato locomotor del bailarín, puesto que hace aconsejable un mayor cuidado de las articulaciones, en especial la de la rodilla (figura 1-23).
En un estudio realizado sobre 106 bailarines hemos encontrado un elevado porcentaje de anomalías torsionales, con una relación estadísticamente significativa con la práctica de la danza clásica y con la edad de inicio de la danza (Massó, 1991).
Figura 1-23. Torsión tibial externa.
Angulo Q. Es el formado por la línea que une la espina ilíaca anterosuperior (donde se origina parte del músculo cuádriceps) con el punto central de la rótula y la línea que une este punto de la rótula con la tuberosidad tibial anterior (en la cual se inserta el tendón rotuliano) (figura 1-24).
Cuando este ángulo es mayor de lo habitual, la fuerza ejercida por el cuádriceps al contraerse repercute de manera especial en la rótula.
Un ángulo Q aumentado (la normalidad se sitúa alrededor de los 15º) predispone a problemas femororrotulianos, que es una de las causas más frecuentes de dolor en la rodilla del bailarín. Hablaremos de ello en el capítulo sobre patología.
Figura 1- 24. Ángulo Q.
LA RODILLA EN LA DANZA
Los problemas que vamos a encontrar en la rodilla del bailarín/a van a venir condicionados por una serie de factores:
1. La existencia del en déhors. En las posiciones en déhors, existe una limitación a esta rotación externa a nivel de la cadera, limitación que viene condicionada en mayor o menor grado por la forma de esta articulación y por sus estructuras ligamentarias. En cambio, en el pie que se ha posicionado sobre el suelo en dicha posición en déhors, el rozamiento con el suelo se opone justamente a la pérdida de este en déhors. Podríamos comparar la extremidad inferior con una cuerda que se torsiona, sometida a dos fuerzas opuestas de rotación (una desde cadera y otra desde el pie en contacto con el suelo). Ello es especialmente importante no sólo en las posiciones estáticas, sino también en gestos como el plié relevée y el temps levée (figura 1-25). En un estudio que realizamos mediante análisis cinemático (Massó, 1991) constatamos que existe un incremento del grado de valgo y de rotación externa a nivel de la rodilla y pie durante el demi-plié, analizado en primera, segunda y quinta posición. Ello también se hace evidente durante la ejecución del temps levée, concretamente en las fases del démi-plié previo al salto y durante la fase de la recepción o caída al suelo tras el salto.
2. Las variaciones morfológicas. Es frecuente, como hemos comentado, la existencia de un genu recurvatum o hiperextensión de la rodilla, de un ángulo Q aumentado o de un exceso de rotación externa a nivel de la extremidad inferior. En estos casos, suele haber un mayor grado de compresión sobre el cartílago femororrotuliano, especialmente en la mitad externa. Es decir, la rótula “choca” con mayor intensidad contra el cóndilo externo del fémur, siendo causa de dolor y degeneración del cartílago (figura 1-26).
3. La hipertonía que existe a veces a nivel del músculo cuádriceps aumenta mucho el esfuerzo por compresión de la articulación entre el fémur y la rótula. A mayor fuerza generada por el cuádriceps, mayor es la componente anteroposterior de dicha fuerza y también el grado de compresión soportado por el cartílago. Algunas veces, este hecho coincide con la existencia de un genu recurvatum.
4. La frecuencia con la que la rodilla debe mantener una postura fijada en flexión (especialmente en jazz y moderno y en los pliés en segunda) condiciona un trabajo del músculo cuádriceps de tipo isométrico cuando es una postura estática o de tipo excéntrico contra la acción de la gravedad (trabaja enlenteciendo la “caída” en flexión de la rodilla en la recepción tras el salto). Este esfuerzo del cuádriceps, así como la propia postura en flexión, incrementan la compresión sobre el cartílago femororrotuliano (figura 1-27).
5. El baile español y el flamenco añade otro aspecto destacable, que es la fuerza de reacción del suelo que se transmite hacia la rótula, el cartílago articular y el ligamento rotuliano a partir del choque de la punta contra el suelo. En el claqué y las danzas célticas, el efecto se aproxima también al mencionado en flamenco.
Figura1-25. Efecto torsional que se constata en la ejecución de secuencias como el temps levée.
Figura1-26. Influencia del ángulo Q sobre la componente de desplazamiento externa de la rótula generada por la acción del músculo cuádriceps. Cuando el ángulo es más marcado, se incrementa dicha componente externa.
Músculos de la rodilla en la danza
Los estudiaremos más adelante como “músculos de la rodilla y la cadera en la danza”, puesto que gran parte de ellos actúan sobre ambas articulaciones.
Figura1-27. Con la rodilla en flexión, la acción del cuádriceps genera una fuerza de compresión entre la rótula y el fémur.
BIOMECÁNICA DE LA CADERA
La cadera es una de las grandes articulaciones del sistema musculoesquelético, que enlaza la cintura pélvica con el conjunto de la extremidad inferior. Recibe la carga correspondiente al peso corporal, que le es transmitida desde el tronco y la pelvis, y la transmite a la extremidad inferior. Por ello, debe soportar fuerzas de compresión importantes. A la vez, posee un elevado grado de movilidad. De ella depende la posición en déhors, que no es más que la posición de la cadera en rotación externa máxima, permitiendo la posición deseada de máxima abertura del pie.
Sistemas de estabilización
La cadera posee una cápsula muy reforzada y unos potentes ligamentos, sobre todo en su cara anterior. Estos ligamentos son los encargados de limitar la extensión y la rotación externa. Por tanto, son limitadores de las posiciones en déhors. En su cara posterior destaca la existencia de potentes músculos (glúteos y pelvitrocantéreos) que actúan en parte como estabilizadores de esta articulación por su cara posterior. En el aspecto evolutivo es interesante recordar el gran papel desempeñado por los glúteos en la adquisición de la postura bípeda propia del ser humano. El glúteo mayor mantiene el tronco y la pelvis en su posición respecto a las extremidades inferiores, gracias a lo cual nos valemos de dos extremidades y no de cuatro para mantenernos erguidos y desplazarnos. A nivel del tronco y el abdomen, el centro de masas se halla anteriorizado, por lo que, de forma natural, el tronco tiende a “caer” hacia delante. Para que esto no ocurra, contamos con la acción de los extensores del tronco, como el glúteo mayor, que mantiene continuamente un cierto tono (figura 1-28).
Figura 1-28. Papel del músculo glúteo mayor en el mantenimiento de la bipedestación.
El glúteo medio es responsable del equilibrio lateral de la pelvis. Evita la caída del tronco y la pelvis hacia el lado contrario cuando nos mantenemos en equilibrio sobre una sola pierna. Si ya en la postura bípeda y en la locomoción habitual son tan importantes, podemos suponer la relevancia que cobra el control de estos músculos para lograr las posturas y los gestos de la danza (figura 1-29).
Figura 1-29. Papel del músculo glúteo medio en el equilibrio de la pelvis.
Movilidad de la cadera
La articulación de la cadera puede realizar tres tipos de movimientos (figura 1-30).
Flexión-extensión.
Abducción-aducción.
Rotación externa-rotación interna.
Aunque éstos son los movimientos básicos de la articulación, en la práctica, como siempre, se combinan entre ellos. Para nosotros es de especial interés la combinación global de los tres utilizada, por ejemplo, en el rond de jambe.
Figura 1-30. Movimientos de la cadera.
Variaciones morfológicas
Ángulo cervicodiafisario. Corresponde a las variaciones del ángulo entre el cuello del fémur y su diáfisis medidas en el plano frontal. Su normalidad se sitúa alrededor de 125º (entre 115º y 140º) cuando se mide desde su cara medial. Un ángulo mayor corresponde a la coxa valga y un ángulo menor corresponde a una coxa vara (figura 1-31).
Figura 1-31. Variaciones del ángulo cervicodiafisario del fémur.
Orientación del cuello femoral. Corresponde a las variaciones de la orientación del cuello del fémur medida en un plano transversal. Se mide el ángulo formado entre un eje transversal teórico y el cuello del fémur. Normalmente éste se sitúa alrededor de 25º, orientando la cabeza del fémur hacia delante. Cuando el ángulo es muy marcado, decimos que existe un aumento del grado de anteversión del cuello femoral, y la cabeza del fémur se orienta hacia delante en exceso. Si el ángulo es pequeño, decimos que existe una retroversión del cuello (figura 1-32).
Figura 1-32. Ángulo de inclinación del cuello femoral respecto al eje horizontal. Hablamos de un exceso de anteversión (AV) cuando hay un aumento del ángulo respecto a los valores normales (N). Hablamos de retroversión (RV) cuando el ángulo es menor al normal.
LA CADERA EN LA DANZA
Veamos en primer lugar los factores que condicionan el en déhors:
1. Factores óseos:
La propia morfología de la cadera, que de por sí favorece la rotación externa más que la interna. Por ello solemos tener más rotación externa que interna.
El grado de anteversión del cuello femoral. Un mayor grado de anteversión suele acompañarse de un fenómeno de rotación interna a nivel del fémur, mediante el cual la extremidad compensa el efecto de la anteversión (figura 1-32). Por tanto, representa una dificultad para adquirir un elevado grado de en déhors o la posición deseada de pies en máxima apertura. La medición exacta del grado de anteversiónretroversión se hace practicando una TC de cadera (tomografía computarizada), aunque podemos tener una aproximación mediante la inspección de la bipedestación y la marcha, así como con la exploración en camilla. El individuo con una anteversión femoral tiende, durante la marcha, a caminar con los pies y las rodillas “hacia dentro”, al revés que el individuo con retroversión de cadera, que camina con los pies y las rodillas “hacia fuera”. Por otro lado, al explorar al individuo boca abajo en una camilla o una colchoneta, podemos movilizar su cadera y observar si posee una desproporción entre su capacidad de rotación interna y externa. Cuando existe una anteversión femoral asociada a rotación interna femoral, podemos movilizar la cadera hacia la rotación interna en mayor proporción que hacia la rotación externa. Al revés ocurre cuando existe una retroversión con rotación femoral externa.
Se puede influir en el grado de anteversión del cuello a través del entrenamiento hasta aproximadamente los 11 años de edad, coincidiendo con las fases finales de la maduración ósea (Ryan, 1987). Existen otros estudios en los que se encuentra como factor más influyente el número de horas diarias dedicadas al entrenamiento (Hamilton D., 2006).
2. Factor capsuloligamentario. La cápsula y los ligamentos de la cadera son potentes limitadores de su movilidad, especialmente de la extensión y de la rotación externa. Hasta cierta edad, antes de que finalice el crecimiento y maduración del aparato locomotor, existe también una cierta adaptabilidad de estos elementos.
3. Factor muscular. La cadera posee potentes rotadores externos, que deben ser potenciados debidamente para aumentar la capacidad de rotación externa activa. A la vez, es conveniente flexibilizar los rotadores internos.
Son rotadores externos los músculos:
Pelvitrocantéreos (piramidal y otros).
Músculos aductores de la cadera.
Psoasilíaco.
Glúteo mayor (parte de sus fibras).
Sartorio (cuando se combina con la flexión y la abducción).
Estos factores poseen cierta capacidad de adaptación durante la etapa de crecimiento esquelético. Una vez finalizada la maduración del sistema musculoesquelético, como hemos mencionado, ganar grados en la rotación de la cadera es más difícil. Es conveniente recordar la necesidad de mantener un buen tono de los músculos rotadores.
Hay que tener en cuenta que la maleabilidad esquelética en la infancia es muy acusada en la articulación de la rodilla. Por ello, una incorrecta potenciación del en déhors conlleva a menudo un mayor efecto sobre la rodilla que sobre la cadera propiamente, produciendo anomalías en torsión de la rodilla y la tibia (figura 1-33), y no pocas veces una excesiva tensión sobre los ligamentos, tendones y otras estructuras blandas, constituyendo una fuente de trastornos.
Figura 1-33. Torsión excesiva de la rodilla en posición en déhors.
Músculos relacionados con la rodilla y la cadera en la danza
Igual que en el anterior apartado, mencionamos únicamente los más relevantes para la danza para conocer sus afecciones y su prevención.
Destacamos los cuatro músculos que forman el cuádriceps, grupo muscular muy potente, que tiene una acción extensora de la rodilla. Uno de estos músculos, el recto anterior, es también flexor de la cadera. El cuádriceps controla la posición de la rótula respecto al eje longitudinal de la extremidad inferior. En este aspecto resaltamos la acción de uno de sus componentes, el vasto interno, que mantiene la rótula en su posición correcta al final de la extensión, evitando un exceso de desplazamiento hacia fuera. Su hipotonía (falta de tono muscular) determina problemas femororrotulianos por defectos de la biomecánica de esta articulación. Cuando el vasto interno trabaja poco, la rótula presiona excesivamente contra el fémur, sobre todo en los casos ya comentados en los que existe un exceso de torsión tibial o un aumento del ángulo Q (figura 1-26).
El sartorio realiza la extensión de la rodilla, con flexión, abducción y rotación externa de la cadera. En la danza actúa, por ejemplo, en el developpée à côté.
El grupo de los isquiotibiales son flexores de rodilla y extensores de cadera, con una leve acción también rotadora externa o interna (figura 1-34).
Figura 1-34. Músculos isquiotibiales, en la cara posterior de la cadera y la rodilla.
Los aductores realizan la aducción; también ayudan en la flexoextensión y en la rotación externa. Por ello son básicos para algunas posiciones del ballet clásico, especialmente la primera y quinta posiciones (figura 1-35).
Figura 1-35. Músculos aductores, en la cara interna de la extremidad (vista posterior).
El tensor de la fascia lata tiene acción sobre la cadera y la rodilla. Posee una función estabilizadora de la pelvis y la extremidad inferior cuando estamos de pie, actuando como un tensor que mantiene fija la posición de la cadera y la rodilla. Cuando la extremidad no contacta con el suelo, es abductor de la cadera. Su acción flexora o extensora sobre la rodilla depende de la posición de partida de la extremidad inferior (figura 1-36).
Figura 1-36. Músculo tensor de la fascia lata, en la cara lateral, y su acción junto al músculo glúteo medio equilibrando la pelvis en el plano frontal.
Los músculos pelvitrocantéreos son abductores y rotadores externos de cadera. Destacamos el papel del músculo piramidal en la abducción y rotación externa de la cadera. A menudo existe una hipertonía de este músculo en el bailarín (figura 1-37).
El músculo glúteo mayor es un potente extensor de la cadera. Parte de sus fibras realizan la rotación externa. En la posición bipodal trabaja para que el tronco no “caiga” hacia delante. Actúa también al correr, al caminar de forma rápida y en los ejercicios que implican extensión de la cadera (figura 1-28).
El músculo glúteo medio trabaja para mantener el equilibrio de la pelvis evitando un exceso de basculación lateral en acciones como caminar, correr, etc. (figura 1-29). Es básico, pues, para evitar la caída lateral de la pelvis en situaciones de apoyo monopodal (passée, attitude...).
El músculo psoas es un potente flexor de la cadera. Según la postura de partida, es también rotador externo. Su sobreutilización en algunos ejercicios conlleva problemas de sobrecarga. En la danza este músculo se utiliza en múltiples ocasiones, dado el tipo de ejercicios practicados con la extremidad inferior que implican flexión de cadera con rotación externa (attitudes, developée avant, battements…). Al ser un músculo que se origina en la columna lumbar, tiene también una acción sobre ella, que describimos más ampliamente en el capítulo sobre biomecánica de la columna lumbar. Es importante recordar siempre que, estando de pie, el psoas actúa acentuando la lordosis lumbar y ocasionando un esfuerzo osteoarticular en esta zona (figuras 1-38a, b y c).
Figura 1-37. Músculos pelvitrocantéreos (imagen posterolateral de la pelvis).
Figura 1-38a. El músculo psoasilíaco (cara anterior).
Figura 1-38b. Imagen lateral del músculo psoas.
Figura 38c. Acción del músculo psoas sobre la columna lumbar.