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Introducción

¿Por qué escribir sobre psicoanálisis y neurociencias?

Una razón es que la relación psicoanálisis-neurociencias ya está establecida. El que hace unos veinte años la Asociacion Psicoanalítica Internacional invitara a la inauguración de uno de sus congresos a un neurobiólogo eminente ya dice mucho.

Es que, hay que decirlo, no es de hoy que el que una disciplina tenga o no estatuto de ciencia definiría su rigor y por tanto su credibilidad, de ser la consecuencia más lograda de la razón humana o, por el contrario, quedar relegada a los desechos de la misma.

De allí que sean los psicoanalistas mismos los que demuestren mayor interés en esta relación. El estatuto científico del psicoanálisis, que Freud sostenía, podría entonces ser confirmado por lo que llamaremos “la ciencia del cerebro”, gracias al gran progreso instrumental logrado desde la época en que el creador del psicoanálisis solo disponía de su diván.

¡Por fin el psicoanálisis logrará probar de manera científica sus especulaciones! Parece ser el anhelo de un sector del campo psicoanalítico.

De ahí que este lazo supuesto entre psicoanálisis y ciencia exija, una vez más, ser esclarecido.

Es por ello que dedicamos un primer capítulo a exponer lo que la ciencia se propone estudiar del órgano fundamental, el cerebro, esa materia orgánica que sería el sustrato a partir del cual todo lo humano es posible.

Un segundo capítulo está destinado a la relación que concretamente establecieron Freud y Lacan, con las disciplinas científicas para verificar que el psicoanálisis nunca pretendió ser probado más que por sí mismo, desarrollando un método de investigación propio que, en la medida que producía efectos terapéuticos, permitía plantear hipótesis y comprobarlas.

Esto no impidió posiciones diferentes entre Freud y Lacan. El primero consideró siempre a su invención como una “rama de la ciencia”. Lacan, a pesar de sus importantes intentos de “matematizar” los conceptos psicoanalíticos, nunca dejó de considerar el psicoanálisis como una “praxis”.

Por otra parte, en la obra de Freud se encuentran referencias a los hallazgos que la ciencia producía a través del método experimental. Valoraba, en mucho, esos logros, pero nunca creyó que pudieran modificar las hipótesis psicoanalíticas.

Lacan avanzó más, no solo pensó lo mismo sino que cuestionó los hallazgos de los experimentos, sobre todo si pretendían extraer conclusiones sobre el humano. El ejemplo paradigmático es el experimento pavloviano.

Toda su crítica se basó en que lo que la ciencia ignora es lo que el psicoanálisis descubre. El que llamaremos “campo experimental” no está excluido del campo del lenguaje y de la función de la palabra de incidencia decisiva en los experimentos.

Experimentador y “sujeto del experimento” comparten el mismo universo simbólico que los determina.

Es así como la aplicación de un método que demostró enorme eficacia en el campo de lo que, genéricamente, se llama “ciencias de la naturaleza”, la pierde cuando se trata de extraer consecuencias del mismo para el humano, por la simple razón de que este tiene muy poco de “natural”.

El que el humano, como se lee en el prólogo, sea un ser de lenguaje, que padezca sus efectos, lo “desnaturaliza”, y es entonces al psicoanálisis al que le toca referirse y criticar un método que lo ignora, y que, por lo tanto, llega a aporías, a enigmas que no puede resolver, cuando no a conclusiones erróneas.

El psicoanálisis puede autorizarse a la crítica en la medida que es esa praxis que permite dar cuenta de las consecuencias decisivas de esa diferencia que el humano tiene con los demás vivientes: es un ser parlante.

De ahí que procuramos seguir la vía de investigación iniciada por Lacan, pero haciendo una distinción entre la experimentación con animales y con humanos, a través de dos experimentos relevantes realizados en el siglo XX.

Una vez expuestos los experimentos y cuestionadas sus conclusiones, el resto de los capítulos están dedicados a las preguntas y las respuestas del psicoanálisis.

Consideramos un buen método al desarrollo de un diálogo imaginario entre un psicoanalista y un interlocutor imparcial o, como se lee en el prólogo, supuestamente imparcial, que se dedica a interrogar y exigirle precisiones. El psicoanalista procurará poner en evidencia que, cuando se trata de experimentar con ratas, se observa cómo el experimentador les atribuye algunas características propias del humano, lo que es incomprobable dado que las ratas no hablan.

También criticará el atribuir a estructuras cerebrales similares en el humano y el animal idénticas funciones, dado que las “funciones” en el ser que habla están estructuralmente perturbadas.

Si las Ciencias Cognitivas investigan las funciones que permiten que el humano conozca el mundo en que vive y los daños orgánicos que lo impiden, el psicoanálisis parte del fracaso de esas funciones para demostrar que dicho humano es un sujeto dividido.

En cuanto al experimento con humanos, el psicoanalista apuntará a que, en tanto estos hablan, se producirán esos efectos que el psicoanálisis advirtió desde sus inicios y a partir de los cuales construyó su teoría: los de sugestión, de dominio, de malentendido, de equívoco que se dan por efectos de la palabra.

Ignorarlo lleva, con facilidad, a enigmas sin solución, aporías, cuando no a conclusiones erróneas.

El análisis de los dos experimentos apuntará a demostrar que no se puede homologar la repetición de un movimiento efectuado por una rata, acción que supone busca reiterar una experiencia placentera, con lo propio de la repetición humana que intenta recuperar una satisfacción perdida.

Que nada tiene que ver que existan vías neurales que producen acciones que quedan fuera de la conciencia con el inconsciente del psicoanálisis, que lleva a concebir al humano como un sujeto dividido entre un inconsciente que lo determina y una conciencia que lo ignora.

Que en el ser humano no exista eso que en el animal se llama instinto, que la finalidad de supervivencia que se le atribuye a este no se verifique en el humano y que, por tanto, Freud haya ubicado en su lugar a lo que llamó “pulsión”.

Por último, que uno de los efectos que los humanos hablen entre sí, se llama transferencia, y que es esta opera también por fuera del dispositivo analítico y con consecuencias, que no por ignoradas son menos relevantes.

Hemos mencionado los que Jacques Lacan considera los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis: Repetición, Inconsciente, Pulsión y Transferencia.

Queda a cargo de quien lea este libro decidir si puede prescindirse de ellos en relación al tema que nos ocupa.

Lo que el psicoanálisis enseña a las neurociencias

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