Читать книгу Factor Principal - Odmady Santa - Страница 10
Оглавление4. Empatía
Empatía es participación afectiva de una persona con una realidad ajena a ella. Generalmente, en los sentimientos de otra persona.
Hoy en día nos está costando horrores empatizar con los demás. Cada uno va a su ritmo como puede y se le presentan las cosas. Vamos diciendo a gritos que ya bastante tenemos con nuestras propias vidas como para estar preocupados por las de otros.
Esto, sin darnos cuenta, nos está llevando por un mundo de soledad y egoísmo tan dañino, tan crónico, que caemos en un bucle de distanciamiento afectivo en el cual no aportamos ayuda a otros y tampoco la queremos para nosotros. Nos hemos autoengañado sobremanera, nos lo hemos creído.
Estamos muchas veces convencidos de que podemos con todo y con todos. De que somos de acero indestructible, de que nada ni nadie puede hacernos daño. De que podemos arreglárnoslas sin ayuda, de que no tenemos por qué generar lástima a nadie.
Tal como nosotros nos tratamos, de igual forma tratamos a los demás. Es importantísimo evaluarnos para analizar nuestras actitudes y comportamientos para, a partir de allí, empezar ese tratamiento tan necesario que es el amarnos a nosotros mismos tal como somos, para poder amar a los demás.
Tratamiento, terapia, llámenlo como quieran, pero todos lo necesitamos de una manera u otra. No hay uno solo que no tenga que buscar ayuda en alguna área de su vida. Todos estamos desequilibrados en algún área. El mismo sistema que hemos creado nos llevó a esto. A ser egoístas, egocéntricos, vanidosos, altivos, arrogantes.
Como consecuencia, factor reacción, estamos enfermos del alma, del espíritu, de todo nuestro ser. Cuando hacemos un retiro espiritual —no sé si ustedes lo han hecho, los invito a hacerlo—, vuelves, aunque sea por unos días, totalmente cambiado, renovado, viendo al mundo de otra manera. Si en ese retiro has recibido alguna palabra o frase como rema, surgirá en ti una epifanía que dará un cambio total a tu vida.
El encontrarnos con nosotros mismos es la mayor medicina para nuestro ser. El saber quién eres, qué quieres hacer, te lleva por mundos inimaginables y sorprendentes. Tu actitud cambia y el deseo de ayudar, aportar, compartir, empieza a tener su efecto y ya no quieres parar.
La empatía es un equilibrio importante y placentero para nuestras vidas. Cuando experimentas estas emociones, solo tú sabes lo que empieza a suceder dentro de ti. Empiezas a encontrar plenitud y paz en tu interior, y se reflejarán en tu exterior. Nada ni nadie podrá hacerte daño tan fácilmente porque tú has entendido, a través de la sanación empática, que lo que le sucede a la otra persona, que en muchos casos está fuera de su control; que es algo con lo cual batalla constantemente como lo hacíamos nosotros en algún momento.
¿¡Cuántas veces hacemos cosas que en realidad no queremos hacer y nos enfadamos con nosotros mismos por no tener el control de ello!? Esto se debe a que no tienes paz en tu interior. Tu espíritu está agitado, revoltoso y nada lo complace. Todo te irrita, el mundo te molesta, todos los demás son imperfectos; sientes que nadie te entiende. Incluso puedes llegar a sentirte superior por estas emociones tan encontradas en sí mismas.
No fue después de haber pasado los veinticinco años de edad cuando comencé paulatinamente a entender un poco a los demás. Fue algo extraño y hasta incómodo. Yo venía de una cultura donde la palabra «estrés» no existía para nuestra clase obrera o estrato bajo, como los políticos nos tienen clasificados en pleno siglo XXI.
¿La depresión? ¿Eso qué es?
Esas son enfermedades de ricos, son patologías para gente con billete y estilo. Para el resto de los mortales, la vida es otra: te encuentras con un problema, tienes que encontrarle solución y, si no lo haces pronto, te jodiste, literalmente.
Cada uno tiene lo suyo. Y tampoco vayas contando que te sientes estresado y deprimido, se te ríen en la cara y te dicen que si es que te la fumaste verde (expresión de que si has fumado marihuana en mal estado).
En mi bella y amada Colombia nadie hablaba de esos estados. Ahora parece, después de casi veinte años, que se toca más ese tema, pero no hay ayudas en condiciones para sobrellevarlo. Seguimos en el pasado y el gobierno se hace el de la oreja mocha. Hay muy pocas ayudas profesionales y menos económicas.
Así que, si tienes estrés, tienes que manejarlo como puedas y solo. Ya os podéis imaginar la cantidad de suicidios que suceden.
Todo esto fue con lo que yo crecí. Entonces, al encontrarme en Europa con compañeros de trabajo que no venían en dos, tres, cuatro semanas a cumplir con sus deberes, a mí me sorprendía tanto que recuerdo preguntar el motivo por el cual no asistían.
Me respondían que estaban deprimidos y yo, con mis ojos de asombro, pregunté:
—¿Y eso qué carajos es?
—Que no se siente bien, que hay días que está feliz y otros no.
—¡Joder! —exclamé. Ya me sabía algunas palabritas muy populares en España.
Si nos vamos a ese caso, yo estoy bien deprimido. Estoy a diez mil kilómetros de mi familia. Estoy en país desconocido al que lo único que me une es el idioma, y no al cien por ciento. Tenía un trabajo que nunca había hecho (camarero), trabajaba más que un chino, horarios de doce horas mínimo, solo podía sentarme treinta minutos en toda esa jornada. No sabía cuándo iba a volver a mi tierra. Me ataban un contrato y la necesidad de documentos de permiso de trabajo, de lo contrario no podía estar allí. Estaba solo, sin familia, sin amigos, solo conocidos. Esto sí era un verdadero motivo para estar deprimido y estresado, y lo expresé.
—Wow, esas gilipolleces que cuenta el otro. —(Otra palabrita).
No era yo muy empático por esos momentos. A medida que fue pasando el tiempo, me fui familiarizando con el sistema europeo porque, aunque vivas en España, estás en el continente y la misma atmósfera de estrés y depresión se mueve y entra más yendo al norte de Europa. Ahí se nota más por el frío y la oscuridad.
Empecé a ver muchos casos parecidos a los de mi compañero, y no fue el único en la empresa ni en mi entorno. Todo esto me llevó a reflexionar mucho y a cuestionarme si esto era algo que me podía también pasar a mí. Yo estaba viviendo una vida que no se parecía en nada a la que tenía en Colombia, ni era la que quería encontrar en Europa.
Fue todo esto lo que me dio una gran lección. El tipo de vida que lleves puede hacerte mucho daño. Yo lo tenía ya muy claro, no era feliz haciendo lo que hacía ni en el entorno que compartía. Rápidamente cambié de trabajo en cuanto pude, y de localidad, y mi vida comenzó a generar cambios positivos. Me di la oportunidad de analizarme, conocerme más, hacerme muchas preguntas. Todo eso me dio muchas respuestas negativas, pero yo no tomaba acción.
Estaba envuelto en el sueño europeo y de alguna manera creía que todo eso era lo correcto. Desarraigarle a alguien una adicción, un concepto, un hábito, no es fácil. Todo eso convivía conmigo hacía más de veintitrés años y en unos pocos no lo iba a cambiar así como así. Fueron mis mismas situaciones creadas y vividas las que me llevaron a ser más empático conmigo mismo y con los demás.
Quiero recordarles que a veces parecemos nuestros propios enemigos, nos boicoteamos y nos hacemos daño sin saberlo. Cada que veía una situación complicada en otro ser, me ponía en su lugar y eso me ayudaba a entenderlo. Era algo terapéutico para mí. Yo había decidido quedarme un tiempo indefinido en España y eso me obligó a entender más a su gente, su cultura, sus situaciones.
Tenía que estar dispuesto a adaptarme si quería prosperar en todas las áreas. Cada que tenía la oportunidad de hablar con un paisano o extranjero de mi continente, le hablaba de todos estos puntos de manera positiva y de advertencia.
Esto me ayudó muchísimo en todos los proyectos emprendidos en España y en mi vida. El comprender que lo que tú estás pasando lo puede pasar otra persona. Eso te hace ser más noble y sensible acerca de que cada uno pelea una batalla interna y que necesita afecto, amor, comprensión, solidaridad, entendimiento y mucha empatía.
La unidad hace la fuerza, un reino dividido no prospera. La lucha interna que llevemos sin ayuda de alguien más; ¡está perdida! En muchos casos, se pierde por no pedir ayuda o estar dispuesto a recibirla.
Tu lucha es mi lucha, no estamos solos nunca. Siempre hay alguien que dará hasta la vida por nosotros. ¡Nunca lo dudes! Si necesitas ayuda en tu búsqueda de paz interior, no dudes en pedirla. Exclámala a los cuatro vientos. Vendrán verdaderos guerreros a defenderte y a pelear esa batalla contigo y llevarla a la victoria.