Читать книгу Factor Principal - Odmady Santa - Страница 9
Оглавление3. Derechos y obligaciones
¿Adquirimos derechos cuando nos vinculamos a algo o a alguien? Por supuesto que sí. Es un vínculo recíproco que compromete a ambas partes a dar lo mejor de sí, o, en otros casos, lo pactado.
Cuando adquirimos un empleo, viene con él un contrato en el cual se nos especifican nuestros deberes, obligaciones y derechos. Por parte del empleador, él debe cumplir con obligaciones, prestaciones, y todo lo correspondiente para nuestro desarrollo laboral y las normas de seguridad.
Siempre estamos creando vínculos de una manera u otra. Es nuestro constante vivir. Si tomas el transporte público, tu deber es saludar primero que todo, esto es empatía y respeto hacia el conductor. Inmediatamente se genera una conexión cuando tú le das ese saludo y luego pasas a comprar tu billete o en otros casos a validarlo.
Luego pasas por la tienda y haces alguna compra. De nuevo vuelves a conectar y así sucesivamente es nuestra vida, estamos en constante conexión. Hemos confundido los momentos y creemos que hoy solo conectamos con aquellos con que pasamos más tiempo y no es así.
Nos hemos vuelto fríos, sosos, déspotas, groseros y hasta aburridos. Parecemos llaneros solitarios en un mundo tan lleno y en constante movimiento. Es el afán de estos días que nos lleva a ir a una velocidad vertiginosa y a no valorar la vida tan completa y abundante que tenemos.
Nos sentimos solos estando rodeados de muchas personas. Creemos que no le importamos a nadie, cuando en realidad siempre hay alguien interesado en nosotros. Que al mundo no le importemos…, en eso quizás tengamos razón. Pero sí le importamos a x personas, amigos, familiares, parientes directos.
Es el individualismo que nos ha llevado a vivir en soledad continua y a sentirnos, en muchos momentos, solos, abandonados y desgraciados. Debemos, por nuestro bien, estar siempre conectados a alguien. ¡Ah, claro! A alguien, no a algo. Y me refiero a un ser humano que fue creado a imagen y semejanza tuya. No a un animal y mucho menos a algo inerte, sin vida.
Al conectar con el ser humano nos identificamos, podemos hablar y expresarnos con libertad y ser nosotros mismos. No hay seres humanos perfectos, todos batallamos con algo; sin excepción. Es la mejor manera de superar los conflictos que tengamos. Recordemos que cualquier situación externa, por muy superficial que parezca, se convertirá en algo interno; ¡y eso sí es un peligro!
Cuando somos atacados, voluntaria o involuntariamente en nuestro interior ocurren grandes emociones descontroladas y desesperadas que nos llevan a un estado anímico pasivo y retraído. Otro ser humano puede entender fácilmente esas sensaciones porque también tiene tu esencia de creación.
Muchas personas buscan conectar con alguna mascota y se refugian en ella y creen encontrar la paz que tanto necesitan. Eso es efecto placebo. Nunca un animal, por más el cariño que le tengamos, podrá sustituir a un ser humano. Otros casos son incluso más dañinos: cuando fijamos toda nuestra atención e interés en algo totalmente inerte como son los bienes materiales.
Ese sí es un refugio de aislamiento totalmente dañino y muy tóxico. El conectar con alguien a través de una mirada, una conversación del día a día, genera unas vibraciones inexplicables, incluso mágicas diría yo. Somos seres espirituales con energías no bien conocidas en muchos casos ni por nosotros mismos.
Te doy un ejemplo, Cuando tú has quedado con alguien, sea conocido o no, se activan en ti emociones, sensaciones, nervios, un sinfín de energía fluye por tu cuerpo y no puedes muchas veces explicar esos sentimientos y emociones. Solo sabes que ahí están a la velocidad de la luz y que toda tu alma, cuerpo y espíritu fluyen y vibran al unísono.
Eso es increíble y emocionante.
Ahora, cuando la cita es con alguien que nos gusta, que nos hace sentir especiales, que el tiempo se detiene, que no importa lo que esté sucediendo alrededor... la conexión se intensifica y se hace más agradable, Sentimos que nuestro cuerpo empieza a reaccionar de una forma mágica, nos sentimos más seguros, confiados y plenos.
Esas son las endorfinas y la oxitocina de nuestro cerebro, que empiezan a multiplicarse y a entrar en una especie de ebullición. Son conocidas como las hormonas de la felicidad. Todo esto sucede cuando nos rodeamos de gente que nos suma, que nos hace sentir importantes. No todo mundo suma, hay muchos que restan y dividen, pero esos son casos involuntarios del mismo ser.
Por naturaleza de creación, todos estamos para dar, sumar y multiplicar. Cuando hacemos un acto generoso nos sentimos muy bien, es algo inexplicable.
Hasta el asesino, cuando vuelve a casa y abraza a su familia, se siente feliz y pleno de ver esas sonrisas tan inocentes e ingenuas en sus hijos.
El banquero que estafa a un cliente, con sus amigos íntimos es otro, hasta honesto, y se siente una excelente persona. El abogado que defiende al delincuente se enfoca en su trabajo, no incluye sentimientos. Cuando gana el caso se siente realizado profesionalmente y hasta generoso por haber dado tanto en ese juicio para la defensa y libertad de su cliente.
Siempre, siempre, estamos dando algo hacia los demás sea de forma directa o indirecta, pero nunca dejamos de contribuir. Ese es nuestro ser natural. Imagínate ahora si con voluntad propia, que sí podemos, nos proponemos la tarea de estar siempre dando.
La madre Teresa no sabía hacer otra cosa que no fuera el darse a los demás, y fue una mujer plena y feliz. Mahatma Gandhi, un hombre que al principio vivía para sus propios intereses dentro de su libertad geográfica y cultural, tomó la decisión un día de darse por completo a su gente y nunca quiso emplear la violencia, todo era pacífico.
Dentro de él yacía un poder milagroso para llegar a influenciar a más de doscientos millones de vidas. Era algo innato que estaba dentro de él. Él solo quiso sacarlo y ponerlo al servicio de la humanidad.
¿Todos podemos hacerlo? ¡Sí! Quizás unos más que otros, pero sí podemos influir en alguien siempre que nos lo propongamos y no tengamos que hacer grandes esfuerzos para conseguirlo.
A Nelson Mandela, fue su conexión con su pueblo, con su gente, lo que lo llevó a dar perdón y amar a sus propios opresores. Predicó en el mundo el perdón y el dar siempre esperanza y oportunidad a cualquiera que la pida o la necesite.
Son grandes ejemplos del dar y el estar conectados, vinculados al servicio de los demás.
Imaginemos un mundo donde todos estemos dispuestos a dar más a que pedir. A dar sin esperar nada a cambio. Dar con un corazón alegre. Dar sin remordimiento.
Si todos empezáramos a vivir de esa manera, tendríamos un mundo precioso y excelente en todas sus áreas. Sería un mundo equitativo con los mismos derechos y obligaciones para todos. No habría guerras, hambre, ni escasez. Muchas enfermedades serían mínimas porque todo aquel que estuviere formado en un área de especialista, siempre daría lo mejor y sería muy honrado en todo lo que hiciera.
Aunque esto parece lejos de la realidad que vivimos en la actualidad, es algo que nosotros, solo nosotros, simplemente nosotros, podríamos hacer y cambiar el curso de nuestras vidas y de las de siguientes generaciones. ¡Qué importante es el vincularse, amar a otro como ser humano, para cambiar nuestros destinos!
Todo está en nuestras manos. Podemos hacerlo sin nos despojamos de la avaricia, ego, vanidad, etcétera. Sin estos grandes males, nos quedaría el altruismo, la empatía, la sencillez y la originalidad. Seríamos seres casi perfectos y viviendo en plenitud.
La vida no es solo reclamar por nuestros derechos, también tenemos que ser conscientes de nuestras obligaciones. Ama a tu prójimo como a ti mismo y trátalo como te gustaría que te trataran a ti.