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3.2 PONERNOS DE ACUERDO EN LOS TÉRMINOS PARA ENTENDERNOS

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En mi opinión, la razón principal que impide que nos pongamos de acuerdo en cuanto a la igualdad entre hombres y mujeres es que no partimos de una definición consensuada de la palabra «igualdad». Esto es algo normal, puesto que la igualdad es una idea abstracta que guarda una gran complejidad, cuya semántica se presta a mucha confusión y, por qué no reconocerlo, a ciertas paradojas internas.

¿Cómo decir rotundamente que una persona que tiene características diferentes, incluso muy diferentes, a otra es igual que ella a pesar de estas visibles diferencias? En este apartado vamos a resolver esta paradoja.

El primer paso es entender adecuadamente la palabra y el concepto «igualdad». A su definición se le suponen tácitamente muchos significados e implicaciones, y algunos son incorrectos. Empecemos, pues, por definir correctamente el término «igualdad», por delimitar qué engloba su significado. Sin este punto de partida, no nos podremos entender. Estaremos, como en la torre de Babel, sin comprendernos porque cada uno utiliza un idioma; en este caso porque se presuponen definiciones y contenidos distintos.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define igualdad, en su primera acepción, como:

‘Conformidad (es decir, semejanza) de algo con otra cosa en naturaleza, forma, calidad o cantidad’.

De acuerdo a esta definición, podemos establecer que hombres y mujeres somos iguales porque idéntica es nuestra naturaleza, ambos somos seres humanos, y semejante es nuestra calidad, es decir, nuestro valor. No es necesario que nuestra «forma» sea la misma para ser iguales.

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