Читать книгу La vida psíquica: elementos y estructuras - Omraam Mikhaël Aïvanhov - Страница 5
ОглавлениеII
EL CUADRO SINÓPTICO
“Como es abajo es arriba, y como es arriba es abajo”2, dijo Hermes Trismegisto. Existen en el hombre unos principios sutiles con sus necesidades y actividades propias, lo cual es fácilmente comprensible si tomamos como punto de partida las necesidades y las actividades del cuerpo físico. Esto es lo que voy a tratar de enseñaros gracias a este cuadro sinóptico, en el que he querido reunir los principales elementos de nuestra vida física y psíquica.
Empecemos, pues, por el cuerpo físico. ¿De qué tiene necesidad? De salud. Para tener salud necesita alimentarse, debemos comer. Para conseguir este alimento, nos hace falta dinero. Y para tener dinero, hay que trabajar. Ved que es sencillo. Pues bien, puesto que lo que hay abajo, en el mundo físico, es como lo que hay arriba, en el mundo espiritual, hay que saber que volvemos a encontrar los mismos procesos en los planos sutiles para los demás principios de los que está constituido el hombre: la voluntad, el corazón, el intelecto, el alma y el espíritu. Cada uno de estos principios tiende hacia una meta: para alcanzar esta meta, necesita ser alimentado; para tener este alimento, hace falta dinero; y el dinero sólo se gana trabajando.
Consideremos la voluntad: tiene como meta el movimiento, es decir, el poder. Necesita actuar sobre las cosas, los seres y las situaciones, para modelarlas y transformarlas. Pero no puede ser activa si no se alimenta, y su alimento es la fuerza: alimentada por la fuerza, la voluntad puede manifestarse. Ahora bien, para comprar esta fuerza necesita dinero, y este dinero es el gesto: tenemos que salir de la inmovilidad y de la inercia para desencadenar estas energías. Acostumbrándose a actuar, a moverse, la voluntad “compra” la fuerza y se vuelve poderosa. Todos los esfuerzos físicos que podáis hacer, fortalecen vuestra voluntad.
A continuación consideremos el corazón ¿De qué tiene necesidad el corazón? Necesita
sentirse colmado, busca el calor, el gozo, la felicidad. Su alimento es el sentimiento, y la moneda que sirve para pagarle es el amor. Cuando amáis, este amor es el “dinero” que os permite “comprar”, es decir, adquirir y sentir todo tipo de sentimientos, de sensaciones, de emociones. Si perdéis vuestro amor, perdéis la felicidad y vivís en el frío ¿Cómo conservar esta riqueza del amor? Cultivando cada día la armonía con las criaturas y con todo el universo.
¿Y el intelecto? Necesita ser instruido, busca la luz, el conocimiento. Su alimento es el pensamiento. El dinero que le permite comprar los mejores pensamientos es la sabiduría. Y la actividad que permite obtener la sabiduría es la meditación. Únicamente la sabiduría puede alimentar vuestro intelecto con los mejores pensamientos, permitiéndole así obtener la luz que busca.
El ideal del alma es el espacio, la inmensidad. El alma humana es una pequeñísima parte del Alma universal y se siente tan limitada y comprimida en el interior del hombre que su único deseo es crecer, expandirse a través del espacio. Para alcanzar este ideal tiene, asimismo, necesidad de ser reforzada. El alimento para ello son todas las cualidades de la conciencia superior: la impersonalidad, la abnegación, el sacrificio. El dinero gracias al cual se compra este alimento es el éxtasis, la fusión con el mundo divino. El trabajo que permite obtener esta fusión es la oración, la contemplación. Sí, realmente, la actividad propia del alma es la contemplación.
El ideal del espíritu es la eternidad, porque el espíritu, cuya esencia es inmortal, trasciende al tiempo. Pero para obtener la eternidad, el espíritu necesita alimentarse, y este alimento es la libertad. Así como el alma necesita expansionarse, el espíritu, en cambio, tiene necesidad de cortar todos los lazos que le retienen encadenado. La verdad es el dinero con el que el espíritu compra la libertad. Cada una de las verdades que llegáis a descubrir sobre cualquier tema os da la posibilidad de liberaros. Jesús decía: “Conoced la verdad y la verdad os hará libres...” Sí, la verdad libera. La actividad que permite alcanzar la verdad es la identificación con el Creador. Aquél que se identifica con el Creador llega a ser uno con El, posee la verdad, ¡y se libera! Cuando Jesús decía: “Mi Padre y yo somos uno”, resumía este proceso de identificación.
En este cuadro he querido resumir y encajar los principales elementos de la vida física, y sobre todo psíquica, que se encuentran generalmente dispersos, para formar con ellos una unidad: y naturalmente, podríamos desarrollar y precisar estas nociones hasta el infinito.
Debido a que este cuadro no puede contenerlo todo, evidentemente, hay un cierto número de nociones que no encontraréis en él; no obstante podemos situar los diferentes niveles de consciencia: inconsciencia, subconsciencia, consciencia, consciencia de sí mismo y supra-consciencia.
Muchos filósofos, psicólogos y psicoanalistas han estudiado el problema de los diferentes niveles de la consciencia. Lo que han dicho es muy interesante, pero, a menudo, muy difícil de relacionar con la experiencia de la vida cotidiana. Por ello os daré un ejemplo sencillo que os permitirá comprenderlo fácilmente. Imaginad que en una caída habéis recibido un golpe violento en la cabeza y os habéis desmayado: estáis sumidos en la inconsciencia. Tratan de reanimaros y empezáis a moveros ligeramente, sin abrir aún los ojos: estáis en el estado de subconsciencia. Después de algunos segundos, abrís los ojos y os dais cuenta de que estáis tumbados en el suelo, rodeados de gente, pero sin saber todavía lo que ha sucedido: es el estado de consciencia. Después volvéis en sí completamente; sentís el dolor, comprendéis lo que os ha sucedido y cómo os ha sucedido: es el estado de consciencia de sí mismo. Finalmente os encontráis totalmente restablecidos, felices, comprendiendo que hubiera podido ser peor y dando gracias al Cielo por haberos protegido: es el estado de supra-consciencia. Como veis, todo resulta claro.
Veamos ahora de qué manera los diferentes elementos que constituyen nuestro ser corresponden a estos diferentes estados de conciencia. El cuerpo físico corresponde a la inconsciencia. Todas las manifestaciones de la vida fisiológica (incluyendo la respiración, la digestión, la circulación, la eliminación, el crecimiento) corresponden a la subconsciencia. La conciencia corresponde al campo de la voluntad y del corazón, y en el nivel del intelecto comienza a nacer la consciencia de sí mismo. La supra-consciencia pertenece al alma y al espíritu; e incluso para el espíritu, podemos hablar de supra-consciencia divina.
Volviendo a lo esencial, este cuadro os muestra claramente cómo trabajar con los diferentes principios que hay en vosotros, sin descuidar ninguno. Sólo aquél que aprende a trabajar cotidianamente con su cuerpo físico, su voluntad, su corazón, su intelecto, su alma y su espíritu, alcanzará un día la plenitud.
2 El hombre a la conquista de su destino, Col. Izvor nº 201, cap. V: “La ley de analogía”.