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II

LOS SECRETOS DE LA COMBUSTION

El fuego nos revela el mayor misterio de la vida : la combustión. Porque la vida no es otra cosa que eso: una combustión. Ninguna manifestación en el universo es posible sin la combustión de una materia que produce energía. Y es igualmente cierto para el hombre: la alimentación, la respiración, pero también el sentimiento, el pensamiento, son fenómenos de combustión. En la lengua corriente existe una expresión muy significativa. Cuando alguien ha cometido excesos que conllevan grandes gastos de energías, se dice de él que “quema la vela por ambos extremos”. Pero aunque conozca y use esta expresión, la mayoría de la gente no está demasiado atenta a la utilización que hace de sus energías, y con su vida desordenada quema precisamente la vela por ambos extremos. Se imaginan que sus energías son inagotables y que serán reemplazadas automáticamente. ¡Pues no! Ciertos elementos pueden ser reemplazados, porque la Inteligencia cósmica ha construido el organismo humano de tal manera que éste puede reparar ciertas pérdidas poco a poco, pero si el hombre no vive razonablemente, las pérdidas son irreparables.4

Aquél que lleva una existencia desordenada, pasional, pierde sus energías más preciosas, y no sólo priva de alimento a sus cuerpos psíquico y espiritual, sino que incluso debilita su cuerpo físico. Para mantener la vida, hay siempre algo que quemar. Pero quemar ¿qué? Esta es la pregunta. Y es el fuego el que nos da la respuesta. Cuando queréis hacer una hoguera, cogéis leña “muerta” como se dice: ramas negras, torcidas, sin ninguna belleza, pero una vez encendidas, ¡qué esplendor, qué luz! Gracias al fuego, estas ramas que hubieran podido quedarse en algún lado abandonadas, inútiles, se transforman en luz, en calor, en energía.

Diréis: “Sí, de acuerdo, comprendemos, pero ¿en qué esas ramas muertas nos conciernen?” Os conciernen porque simbólicamente, también existen en vosotros. En vosotros también habéis acumulado tantas ramas muertas y negras que sólo esperan ser quemadas… Todas las tendencias egoístas, pasionales, todas las manifestaciones de la naturaleza inferior son como leña muerta; entonces, ponedlas al fuego y producirán, ellas también, calor y luz.5 A esto se le llama sacrificio. Sí, hay que aprender a quemar los celos, la cólera, la sensualidad: os liberaréis de todo ello y al mismo tiempo vuestro corazón se calentará y vuestro intelecto se iluminará. Aquél que tiene miedo de sacrificar algo de sus instintos, de sus codicias, estará eternamente en la oscuridad y el frío espirituales. Sin el sacrificio no podéis tener el fuego.6 Pero no temáis nada: disponéis de una inmensa reserva de leña: ¡ vuestra naturaleza inferior que es un árbol gigantesco! Gracias a ella podéis iluminaros y calentaros durante siglos y dar actividad a todos vuestros centros espirituales.

Pero la mayoría de los humanos prefieren conservar valiosamente su naturaleza inferior intacta, no quieren ser consumidos, por eso se quedan dispersos como ramas muertas que aún no han sido encendidas. Es necesario que sufran grandes tribulaciones, grandes decepciones, grandes pérdidas, para que decidan finalmente quemar las antiguallas amontonadas en ellos desde hace siglos. Hasta ahí dudan, temen de deshacerse de ellas, sienten ese sacrificio como una privación, un empobrecimiento, una pérdida. Es porque no han comprendido nada. Desde luego, hay algo que desaparece, pero este algo debe justamente desaparecer para que algo mejor aparezca, para que la luz y el calor aparezcan. Diréis: “Sí, pero al cabo de cierto tiempo ya no queda nada del árbol que arde...” Quizá, pero el hombre, él puede arder indefinidamente. Una vez encendido, ya no puede apagarse. Siempre habrá en él una materia que arderá.

El verdadero sacrificio es la transformación de todos los elementos usados, envejecidos, impuros, en luz y en calor, es decir en amor y en sabiduría. Los Iniciados lo han comprendido y por eso se ofrecen cada día al Ángel del Fuego para ser consumidos. A menudo se ha comparado a Dios con un fuego, pero no se sabe gran cosa de ese fuego, salvo que es de una intensidad imposible de soportar. Es el fuego del Espíritu puro: a su contacto, todas las formas se funden y se aniquilan. Todos aquellos que han recibido el beso de ese fuego se han fundido en él en una misma llama.

Muchos espiritualistas han escrito libros muy complicados sobre las experiencias de los místicos. En realidad es muy simple. La experiencia de los místicos es la experiencia del fuego, del fuego sagrado que el hombre alimenta en él echándole cada día pedazos de su naturaleza inferior, exactamente como se echa leña muerta en la chimenea. Observad cómo arde un fuego: todos esos pedazos de leña que hasta allí estaban separados, dispersados, él los reúne en una misma luz, un mismo calor y están obligados a pensar y sentir como él, el fuego.

¿Y qué hacen los planetas girando alrededor del sol? Ellos también se sacrifican, contribuyen a alimentar su fuego. El fuego del sol es el lugar donde convergen todas las energías y las emanaciones de las entidades que pueblan nuestro universo. Es el hogar, es el altar del sacrificio. Todas estas entidades sostienen y mantienen el Fuego sagrado del sol para que el universo entero se beneficie con ese sacrificio; y ellas también se benefician. ¡Evidentemente, no aportan, como nosotros, algunas ramas negras y torcidas! Lo que ellas aportan, no es el tema. El tema es alimentar en nosotros el fuego divino, y sólo podemos hacerlo sacrificando nuestros instintos, nuestras codicias y todas las manifestaciones de nuestra naturaleza inferior.

¿Y qué más nos enseña el fuego? Observad: las ramas que están por encima arden más rápidamente y con más vivacidad. Se diría que ellas se apresuran porque son felices de volverse luz, chispas. Las ramas de abajo, arden más lentamente, más perezosamente. Y las que han caído al lado del fuego, se diría que dudan. Se preguntan: “¿Nosotras debemos arder o no debemos arder?” Dudan, porque están alejadas del fuego y no es bueno estar alejado. Aquél que se aleja del fuego continua ardiendo por un momento, luego se apaga. Así pues, ya veis, hasta el fuego nos presenta una imagen de la vida: aquellos que se elevan brillan intensamente, los que se quedan abajo se estancan, y los que se separan se apagan.

El misterio del fuego es el misterio de la vida. En el hombre, el fuego es la chispa de vida escondida en el corazón. En el momento en que el fuego deja su corazón, el hombre muere. Por eso, lo esencial ahora es aprender cómo proteger este fuego físicamente pero sobre todo espiritualmente.

4 El trabajo alquímico o la búsqueda de la perfección, Col. Izvor nº 221, cap. VIII: “La utilización de las energías”.

5 Naturaleza humana y naturaleza divina, Col. Izvor nº 213, cap. I: “¿Naturaleza humana… o naturaleza animal?” y cap. II: “La naturaleza inferior, reflejo invertido de la naturaleza superior”.

6 El trabajo alquímico o la búsqueda de la perfección, Col. Izvor nº 221, cap. IX: “El sacrificio, transmutación de la materia”.

Las revelaciones del fuego y del agua

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