Читать книгу Los esplendores del Thiferet - Omraam Mikhaël Aïvanhov - Страница 6

Оглавление

III

Nuestro Yo superior habita en el sol

Debéis saber que hemos venido a la tierra para evolucionar y que, por consiguiente, no hay nada más importante que trabajar sobre nosotros mismos para mejorarnos; ésta es la base de nuestro éxito, de nuestro futuro, de nuestra felicidad. Fuera de este trabajo, no hay que esperar nada...

Y ahora, puesto que estamos ocupándonos del sol, hoy también añadiré algunas palabras... Os he dicho, a menudo, que teníais que prepararos ya desde el día anterior para la salida del sol: no comer demasiado, no acostaros demasiado tarde, no hacer nada que sea susceptible de preocuparon o de atormentaron al día siguiente, sino arreglar todas las cosas de forma que podáis estar libres, con el pensamiento límpido y el corazón en paz, sin tener nada que resolver, que lamentar o que reparar. Esto es muy importante.

Y así, en este reposo, en esta paz, lentamente, suavemente, empezáis a meditar, sin concentraros de manera inmediata e intensa en el sol. Echáis primero una mirada en vuestro fuero interno para ver en qué estado se encuentran sus habitantes, si hay ruidos, barullos, revoluciones, y procuráis serenarlo y equilibrarlo todo, porque sólo después de haberos liberado, después de haber instalado la armonía y la paz en vosotros, podéis proyectaron hacia el sol, imaginarlo como un mundo maravilloso, poblado por las criaturas más perfectas, por unos seres absolutamente luminosos, que viven en la inteligencia sublime, en el amor absoluto, en la pureza absoluta, y pensar que allí arriba reinan un orden, una cultura, una civilización que sobrepasan toda imaginación...

Anteayer os decía que allí arriba existen ciudades enteras, palacios, montañas... y estabais asombrados, horrorizados. “¡Cómo!, ¡esto es algo insensato!, ¿cómo pueden vivir seres en este calor, en este fuego?” Pero ¿qué conocéis vosotros de las posibilidades de la vida, de las condiciones en las que ésta puede aparecer, mantenerse y desarrollarse? La vida está difundida por todas partes en el universo, ¿por qué no en el sol? Evidentemente son unas condiciones inimaginables para los humanos y, de momento, nadie querrá creerme... Entonces, hay que verificarlo. Por eso, preparaos para ir a verificarlo: cada uno hará personalmente estas verificaciones, ya no hay que creer a los demás, ni escuchar historias, ¡ahora hay que equiparse para ir de excursión hasta el sol! “¿Pero cómo?, diréis. No hay aviones, ni cohetes para ir allí...” Es cierto, pero el señor nos ha dado todos los aparatos, todos los medios necesarios: ¿no tenemos, acaso, el pensamiento y la imaginación, que son unos poderes formidables? Con el pensamiento y la imaginación vamos directamente al sol.

¿Y si os dijera que, sin daros cuenta, ya estáis en el sol? No lo sentís, pero hay una pequeña parte de vosotros, un elemento muy, muy sutil, que ya habita en el sol. La ciencia todavía no ha llegado a estudiar realmente al hombre, no sabe todo lo que éste representa de inmenso, de rico, de vasto y de profundo. Lo que vemos de él, su cuerpo físico, no es él todavía, ya lo sabéis; el hombre posee otros cuerpos que están hechos de materias cada vez más sutiles. Os decía lo mismo a propósito de la tierra: la tierra no es únicamente lo que vemos de ella. A su alrededor existe una atmósfera que se eleva hasta decenas de kilómetros y que la ciencia ha dividido en diferentes capas a las que ha dado nombres. Pero lo que no sabe la ciencia es que en esas capas se encuentran una infinidad de elementos, de entidades, y que, más allá de la atmósfera, la tierra posee aún un cuerpo etérico que va hasta el sol, que toca el sol...

El cuerpo etérico de la tierra se fusiona, pues, con el cuerpo etérico del sol, porque el sol posee también un cuerpo etérico que se extiende más allá de su propia esfera, hasta la tierra, y más lejos aún, hasta los demás planetas. Por eso el sol y la tierra se tocan, ya están fusionados. Y como el hombre está construido a imagen del universo, posee en el mundo sutil emanaciones, rayos que van hasta el sol... Y así es como el hombre, considerado en su aspecto superior, sublime, divino, ya habita en el sol, pero sin ser consciente de ello, porque sólo hace trabajar su cerebro y las posibilidades del cerebro están limitadas al mundo físico.

Lo que aquí os digo, os parece increíble porque estáis habituados a unas concepciones demasiado prosaicas y limitadas para comprenderme y aceptar una filosofía semejante. Sin embargo, mis queridos hermanos y hermanas, he ahí unas verdades que hay que conocer y estudiar. Cuando el hombre empieza a estudiar en la Escuela divina de la Fraternidad Blanca Universal, se desplaza progresivamente desde la región limitada de la conciencia únicamente sensorial y física hasta una región superior que es la de la superconciencia. Esta región de la superconciencia es inmensa, tiene miles de grados que hay que recorrer hasta sentir que ya somos habitantes del sol, que ya existimos en el sol.

Esa parte de nosotros mismos, ese ser, esa entidad que habita en el sol, es nuestro Yo superior.7 Nuestro Yo superior no habita en nuestro cuerpo físico, porque, si así fuese, realizaría prodigios; de vez en cuando solamente, viene, se manifiesta, toma contacto con nuestro cerebro. Pero, como el cerebro todavía no está preparado para soportar sus vibraciones y ponerse al unísono con él, el Yo superior se va. El Yo superior trabaja sobre el cerebro, lo prepara, y el día en que el cerebro sea capaz de albergarle el Yo superior se instalará en nosotros.

Nuestro Yo superior no es otra cosa que Dios mismo, una parte de Dios; por eso, en las regiones superiores, somos Dios mismo, porque fuera de Dios no hay nada. Dios se manifiesta a través de la creación y de las criaturas, y nosotros somos, por tanto, una parcela de Él, no existimos separadamente de Él. La verdadera ilusión es creernos separados. Cuando los sabios de la India hablan de maya, de la ilusión, no hablan del mundo material: el mundo no es maya, es nuestro yo inferior el que es maya, porque nos da la ilusión de existir como seres separados de la Divinidad. El mundo, en cambio, es una realidad, la materia también, y hasta las mentiras y el infierno son realidades; la ilusión, os lo repito, viene de nuestro yo inferior que nos incita siempre a considerarnos como seres separados. Mientras existimos demasiado abajo, al nivel de nuestro yo inferior, nos engañamos, vivimos en la ilusión, no podemos sentir esta vida única, esta vida universal, este Ser cósmico que está en todas partes; nuestro yo inferior nos impide sentirle y comprenderle. Y, justamente, el trabajo que hacemos por la mañana con el sol, mediante las oraciones y las meditaciones, tiene el objetivo de restablecer la conexión, de construir un puente entre el yo inferior y el Yo superior que está en el sol. Cuando el puente esté construido se establecerá la comunicación y volveremos hacia nuestro Yo superior que vive en la dicha, en la felicidad, en una libertad sin límites, que vive junto a Dios. Sí, una parte de nosotros habita ya en Dios en una felicidad indescriptible.

Esto es algo que debéis comprender, mis queridos hermanos y hermanas. Ya sé que habéis sido educados e instruidos en unas concepciones que no tienen ninguna relación con estas verdades y que es difícil para vosotros aceptar una idea semejante, pero si vivís únicamente con la conciencia de la separatividad, con la convicción de estar siempre desconectados, alejados de la vida colectiva, de la vida universal, entonces estaréis siempre en las ilusiones, las aberraciones y las mentiras; lucharéis, os pelearéis, sufriréis, y nunca encontraréis la paz, porque, en este estado de separatividad, la paz está absolutamente excluida. Mientras que si salís de esta filosofía, si hacéis al menos esfuerzos para salir de ella, empezaréis a sentiros penetrados por la vida universal, viviréis en el espacio infinito, en la eternidad. Se trata de algo tan extraordinario que no comprendemos al principio lo que nos sucede... Pero lo único que nos sucede es que hemos encontrado, por fin, la realidad, la vida divina.

Miles de personas han llegado a vivir este estado de conciencia, entonces ¿por qué no vosotros? Es muy sencillo, muy fácil, mis queridos hermanos y hermanas, sólo que es algo imposible de realizar mientras conservéis la idea de la separatividad, la idea de que sois seres exteriores, extraños a los demás, que los demás no están en vosotros y que podéis impunemente hacerles daño, destrozarles, perjudicarles... Entonces, sin tener conciencia de ello, os hacéis daño a vosotros mismos, porque vosotros habitáis también en los demás. Pero esto es algo que todavía no podéis comprender. Un día, cuando empecéis a acercaros a vuestro Yo superior que habita en el sol, que habita en los demás planetas, que habita en la tierra, en los árboles, en los océanos, en las montañas, y también en todos los seres, este día, los sufrimientos que inflijáis a los demás serán también vuestros sufrimientos; cuando les hagáis daño, vosotros seréis los que gritaréis, porque sentiréis que este daño os lo habéis hecho a vosotros mismos. Sí, lo sé, os hablo de cosas inhabituales, pero son absolutamente verídicas y conocidas por los Iniciados desde hace milenios. Toda esta luz me ha llegado a mí desde el fondo de los tiempos, y yo os la transmito.

Sabed, de ahora en adelante, que el sol nos ayuda enormemente a restablecer este puente entre nosotros y nuestro Yo superior. Sin esta ayuda, el hombre pasaría quizá aún miles de años en la filosofía de la separatividad, y no encontraría nunca esta plenitud que busca. Debe introducir en él esta filosofía de la unidad universal, este punto de vista que consiste en sentirse uno con el Creador, con todas las entidades luminosas, con los ángeles, los arcángeles, las divinidades…8 Gracias a esta filosofía, se acerca rápidamente, eficazmente a la fuente, quema etapas...

Os daré ahora un método que os ayudará: cuando vayáis por la mañana a ver la salida del sol, pensad que ya estáis en el sol y que desde allí arriba miráis, sobre la Roca, a ese ser que sois vosotros; os desdobláis, os separáis de vuestro cuerpo, os entretenéis mirándoos y sonriéndoos a vosotros mismos diciendo: “¡Pobre!, ¡mírale qué pequeño, qué curioso! ¡Y decir que soy yo!... Pero voy a ayudarle, ¡voy a ayudarle!” Y ya, con este ejercicio de imaginación, empezáis a restablecer el puente, cada día... Cuánto tiempo os llevará esta reconstrucción, no se sabe, porque no debe hacerse con hierro, con cemento o con acero, sino con otra materia, con la más sutil, la del plano mental. Todos vosotros estáis invitados a hacer este trabajo, pero ¿hay muchos candidatos para ir hasta allí?...

Y una vez llegados al sol os imagináis aún que hacéis una visita al Arcángel Mikhaël que lo gobierna, que habláis con él, que os toma en sus brazos, os revela secretos, os da su luz, y que vosotros enviáis unos rayos de esta luz a este ser que está ahí abajo, sentado en la Roca, a este ser que aparentemente sois vosotros pero que realmente no lo sois. De esta manera empezáis a sentir una gran expansión de la conciencia, una paz celestial, y después llegan revelaciones, revelaciones... Así desarrolláis nuevas facultades de comprensión y, poco a poco, os convertís en un ser excepcional que, exteriormente sigue pareciéndose a los demás pero que, interiormente, ya no es el mismo puesto que nuevas posibilidades se han desarrollado en él.

Sin embargo, evidentemente, no podemos concentrarnos todos los días en el mismo tema; por eso os daré aún otros métodos que podréis practicar sucesivamente: cada día pensaréis en el sol de una manera diferente, y habrá tal variedad de métodos que no os aburriréis nunca. No podemos hacer el mismo ejercicio todos los días: se diría que el intelecto está construido exactamente como el estómago, que tiene necesidad de un alimento variado y si le imponemos todos los días la misma comida, no puede soportarla, se encabrita, da coces... ¿Qué hacer, pues, cuando sentimos que la mente ya no quiere concentrarse en los mismos temas que los días precedentes? Buscad otro tema, siempre que sigáis, simbólicamente hablando, en los temas “vegetarianos”, es decir, espirituales. Sí, buscad un tema que os diga algo. Echad una mirada al menú: “¿Peras? No... ¿Huevos? No... ¿Limones?... sí, muy bien”, y os lanzáis a por los limones... Y al día siguiente... ¿Pimientos? Vale, ¡vamos, pimientos! Y así sucesivamente tenéis un surtido indescriptible. Veis, pues, que en el trabajo espiritual también hay que tener experiencia, hay que conocer los factores psicológicos, porque, si no, es imposible avanzar. Y yo estoy aquí, precisamente, para indicaros medios, métodos que os facilitarán el trabajo, pero siempre en la misma dirección. Debemos variar los métodos, pero trabajar siempre en la misma dirección, es decir, dirigirnos siempre hacia el centro, hacia el Creador, hacia la luz, hacia la libertad, hacia el esplendor...

Estas revelaciones sobre vuestro Yo superior pueden aportaron una gran esperanza, aumentar vuestro ánimo. Ahora ya no podéis sentiros miserables, insignificantes, perdidos. Todos vosotros, sin excepción, tenéis vuestro Yo superior en el sol. La única diferencia es que unos lo encontrarán antes y otros más tarde, porque eso depende de numerosos factores y, entre otros, del estado, bueno o malo, en que se encuentra el cuerpo físico: aquéllos que han trabajado durante mucho tiempo para preparar su cuerpo, su cerebro, sus pulmones, para acercarse a estas verdades, llegarán mucho antes a la realización de sí mismos. Pero esto que os revelo debe alejar de vosotros la amargura y el desánimo y daros una esperanza absoluta para vuestro futuro: sí, un día todos llegaréis a puerto.

Lo que deseáis lo obtendréis, no puedo deciros en cuanto tiempo, pero lo obtendréis, porque, de acuerdo con las leyes de la Naturaleza viviente, todo aquello que el hombre desea ardiente y constantemente, acaba por obtenerlo. Continuad, pues, deseando las mejores cosas. El que desea la belleza, por ejemplo, llegará a ser tan bello, tan expresivo, que, por dondequiera que vaya, todos estarán maravillados y dirán: “Señor Dios, hoy te he visto, te he contemplado, te he sentido. ¡Qué bello eres, Señor Dios!” Al que le gusta el poder, pero un poder que por todas partes restablece, cura, serena y mejora a los hombres, un poder que lleva a todas partes la armonía, lo obtendrá, y las criaturas dirán a su paso: “Señor Dios, te he sentido, hoy has pasado por aquí. ¡Qué feliz soy! Quiero seguirte, quiero ir hacia ti...” Y otro, que haya deseado la ciencia, la inteligencia, proyectará por todas partes la luz y con sus revelaciones llevará a los hombres hacia el Creador. El que desea el amor será la encarnación del amor divino, de su calor, de su perfume, y por dondequiera que pase, verterá en los corazones y en las almas algo bueno, cálido y afectuoso. El que ama la pureza se volverá una fuente y, por todas partes a su alrededor, hará desaparecer todas las manchas, todas las suciedades. Llegar a ser como un río, como una cascada, como un lago, ¿acaso no es maravilloso?

Así pues, concentraos, escoged la virtud que os atraiga más y trabajad con ella. Más tarde, trabajaréis también con las demás virtudes, porque debemos llegar a ser perfectos como nuestro Padre Celestial, debemos llegar a ser seres de pureza, de luz, de inteligencia, de bondad, de amor, de poder, de belleza...

Vale la pena, pues, venir a la salida del sol para tender, con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra energía hacia semejante ideal... Mirad qué ideal os dan los hombres: el dinero, los placeres, la rebeldía. Aquí camináis hacia el esplendor, hacia la plenitud, hacia la verdadera riqueza... si abandonáis estas maravillas para seguir filosofías extravagantes, ¿dónde está vuestro discernimiento?

Saciaros, pues, de estos alimentos celestiales. Y cuando vengáis a la Roca, dad gracias, dad gracias por tener estas posibilidades, dad gracias por tener estas buenas condiciones, esta paz, esta pureza, este frescor. ¡Qué purificación, qué limpieza se hace en vosotros! Es esta purificación la que trae y suscita todas las otras cualidades divinas.

Os daré, además, ejercicios para hacer con los cuatro elementos, y aprenderéis a trabajar con el fuego, con el aire, con el agua y con la tierra.9 ¡Si supieseis qué trabajo hace la tierra y, sobre todo, esta Roca sobre la que estamos! Todavía no os he hablado de ello. Esta Roca es un ser vivo, inteligente, está ahí para servirnos, toma muchas de nuestras impurezas, las engulle, las envía hacia el centro de la tierra en donde se encuentran unas fábricas y unos obreros que trabajan para transformar estas impurezas y devolvernos después una materia cristalina, sutil. ¿No lo sabíais? Yo amo esta Roca, porque a menudo nos quita nuestra fatiga, nuestras impurezas, pero hay que saber dirigirle la palabra; no acepta ayudar a cualquiera y hay que estar muy atentos, ser muy respetuosos con ella.

Sí, sí, creedme, ¡hay tantos trabajos que hacer! sólo que un ser que está sumergido en preocupaciones prosaicas no puede consagrarse a ellos, ni siquiera sospecha que existan. Hay que liberarse para poder dedicarse a estos trabajos. Yo no invento nada: estos ejercicios los practico desde hace mucho tiempo. Pero, generalmente, no lo digo, espero a que el mundo invisible me pida que os hable de ellos. ¡Cuántos ejercicios hago, desde hace mucho tiempo, de los que no tenéis ni idea!

Dad gracias al Cielo, preguntaos qué le habéis hecho al Buen Dios para recibir tales revelaciones. Nos olvidamos siempre de dar gracias al Señor por el lado bueno de la existencia; cuando se produce una desgracia es cuando decimos: “¿Qué he podido hacerle al Buen Dios para que me suceda una cosa así?” En realidad, está claro, ni siquiera tenemos que preguntárnoslo: hemos sido demasiado tontos, o demasiado malos, o demasiado débiles; no hay otra explicación.

¿No os estaré atormentando reteniéndoos a pleno sol, en esta Roca? Hay, de todos modos, un poco de frescor, una brisa agradable que viene a visitarnos... Bueno, no temáis, vamos a bajar, continuaremos en otra ocasión. De momento, retened sólo esto: cuando lleguéis, por la mañana, dejadlo todo a un lado y tomad al sol como lo más importante, concentraos, buscaos en él, y construid el puente...

Bonfin, 1 de agosto de 1967

7 “Conócete a ti mismo” - Jnani yoga, Obras completas, t. 17, cap. VIII: “El Yo superior”.

8 Del hombre a Dios: sefirot y jerarquías angélicas, Col. Izvor n° 236, cap. III: “Las jerarquías angélicas”.

9 Los misterios de Iesod - Los fundamentos de la vida espiritual, Obras completas, t. 7, Parte IV, cap. V: “Cómo trabajar con los Ángeles de los 4 elementos durante los ejercicios de respiración”.

Los esplendores del Thiferet

Подняться наверх