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V

Todas las criaturas poseen su morada

El rosario de siete perlas

¿Cómo podemos separarnos de este sol? Mirad esta mañana, ¡qué esplendor!... Somos verdaderamente privilegiados. Cuando veo la rapidez con la que los rayos del sol viajan a través del espacio para venir hasta nosotros – en ocho minutos están aquí – me pregunto: “Pero ¿qué es lo que les impulsa a venir tan rápidamente?” Y entonces descubro que es su amor. Sí, ¡el amor formidable, del que están llenos, les empuja a traernos todos estos regalos! Si no me creéis, id a verificarlo, preguntad allá arriba si es verdad o no. Yo creo que mi descubrimiento es absolutamente exacto: es el amor el que empuja a los rayos del sol a venir tan rápidamente hasta nosotros.

Pero en el origen de este amor, ¿no hay, acaso, otro elemento? Sí, para tener tal amor es preciso que estos rayos hayan ido a instruirse: han estudiado y han comprendido que no hay nada por encima del amor. La sabiduría consiste simplemente en comprender que el amor está por encima de todo. Si los estudios de los hombres no les han conducido a descubrir esta verdad, es porque su inteligencia no es suficiente todavía. Una inteligencia que no llega a comprender que el amor está en primer lugar, que todo debe ser para el amor, con el amor, por el amor, pues bien, todavía no es inteligencia. Los hombres deben comprender ahora que el amor está en el centro de todas las cosas, y que si lo consideran a lo largo de su vida como único móvil, entonces este amor, que posee un calor formidable, se volverá tan poderoso que se transformará en luz e iluminará su inteligencia. Sólo podemos ser iluminados por el amor. Si falta el fuego del amor podemos estudiar y leer todo lo que queramos pero nunca seremos verdaderamente inteligentes y luminosos, porque no poseeremos suficiente calor.14

Diréis: “¡Ah! Esto no es cierto, porque mi amor por tal persona es un amor formidable y todavía no ha brotado la luz...” Bueno, vamos a examinar un poco este amor: si es un amor interesado, personal, si deseáis comer, beber y disfrutar a expensas de esta persona, mientras que ésta se desmorona, se ensombrece y se empobrece, entonces este amor, por cálido, ardiente y apasionado que sea, no puede todavía hacer brotar la luz. Mientras que los rayos del sol en su deseo de vivificar el universo entero, se desprenden del sol, y, a causa de este amor desinteresado, se vuelven luminosos. Estaban en el horno del sol, cociéndose a fuego lento durante un cierto tiempo y, después, un día, se han dicho: “Tenemos que hacer algo, tenemos que salir para ayudar a los humanos”, y gracias a este pensamiento, de pronto, se han vuelto luminosos... Evidentemente, reconozco que mis explicaciones son un poco curiosas y no se parecen a nada de lo que leemos en los libros, pero de todas formas son verídicas.

Además, observaos; cuando experimentáis sentimientos negativos como tristeza, celos, rencor, miraos en el espejo: vuestra cara está apagada, crispada, vuestros ojos no brillan; es como si pasase una nube que os ensombrece. Pero en cuanto os vienen ciertos impulsos, ciertas inspiraciones divinas, de repente brota una luz y resplandece en vuestra cara. Esto lo vemos hasta en las caras de personas extremadamente feas. Por eso yo he sacado la conclusión de que es el amor el que hace que los rayos del sol sean luminosos. ¿Y cómo lo he comprendido? Sabéis cómo encendían fuego los primitivos: tomaban dos pedazos de madera y los frotaban uno contra el otro. Este frotamiento producía primero calor, y después, finalmente, fuego, luz. Así que, primero hace falta un movimiento, este movimiento produce calor y el calor produce luz. Si los rayos del sol son luminosos es porque han sido calentados por el sol, y porque, para ser calentados, se han desplazado, han hecho un movimiento para ir al centro del sol, “al horno”.

Porque el sol es un horno (se trata de una imagen) y, al mismo tiempo, como os decía ayer, es un mundo maravilloso en el que se encuentran ciudades, casas, palacios, montañas... Evidentemente, es difícil que lo aceptéis, puesto que la ciencia oficial todavía no lo ha reconocido. Esperáis a que ella se pronuncie. Pero yo no espero, no tengo tiempo, ¡avanza tan lentamente! ¿Queréis que os dé la prueba de que hay habitantes en el sol? Todos los hombres en la tierra viven en casas, en refugios, o al menos en grutas; todos tienen necesidad de tener un habitáculo y trabajan para procurárselo, lo sabéis, pero ¿sabéis por qué?, ¿sabéis de dónde les viene esta idea?... Simplemente se sienten impulsados a imitar, a reproducir lo que aprendieron antes de reencarnarse, durante los nueve meses de la gestación, cuando trabajaron con el espíritu de la madre para construir su futura casa, el cuerpo físico... un palacio o una choza, según su grado de riqueza espiritual. Antes de que el alma humana se reencarne, se le enseña que para poder residir en la tierra y resistir las condiciones, las corrientes, las intemperies, se verá obligada a construirse una pequeña casa: el cuerpo físico. Y esto no es todo, también tiene necesidad de otras tres casas, una en el plano etérico, otra en el plano astral y otra en el plano mental (y digo tres para simplificar; en realidad hay muchas más).

Todas las criaturas, pues, se ven obligadas a tener una casa, una envoltura. Hasta los espíritus muy elevados tienen una “casa” que transportan consigo, lo mismo que nosotros transportamos nuestro cuerpo físico, y gracias a la cual pueden manifestarse. Esta casa está hecha, por supuesto, de una materia extremadamente sutil, pero sin ella desaparecerían en el océano cósmico, en la luz primordial, dejarían de tener existencia individual. Cuando decimos “espíritu puro” es una forma de hablar, porque un espíritu puro no puede existir en el terreno de la manifestación, de la polarización: vuelve a fundirse en el océano cósmico. Para poder manifestarse necesita un cuerpo, es decir, un vehículo o, si queréis, una “mujer”. ¿Os sorprende? Pues no, mis queridos hermanos y hermanas, el cuerpo físico es nuestra mujer, y a través de él hacemos intercambios con el mundo exterior, podemos trabajar, manifestarnos y expresarnos de todas las formas posibles. Cuanto más sublime es el espíritu que se manifiesta, tanto más su cuerpo, es decir, su vehículo, la materia que lo envuelve, es tenue, sutil, luminosa, hasta el punto que los dos, espíritu y materia, se confunden; pero en realidad el espíritu y la materia siguen siendo dos polos diferentes, porque, si no, no habría manifestación.

Así que hay seres que habitan en el sol. El sol todavía no es la suprema manifestación de la Divinidad; incluso existen soles mucho más grandes que el nuestro, mucho más poderosos, mucho más luminosos, pero en nuestro universo, nuestro sol es el más grande y el más próximo a la Divinidad. El sol es un mundo en el que habitan unos espíritus de un poder tal que ni siquiera podemos hacernos una idea; estos espíritus son fuego, luz... pero ellos también tienen su cuerpo como una morada en la que poder habitar. El sol posee una organización, una estructura, unos compartimentos, pero en un estado tal de sutilidad y de luz que no se puede distinguir nada. Si fueseis clarividentes, comprenderíais que las clasificaciones, las divisiones del mundo invisible son análogas a las del mundo físico. El mundo físico no sería lo que es si no hubiese tenido su origen y su modelo en el mundo divino. Pero el mundo divino, de momento, encuentra su mejor expresión en el sol, que es, para nosotros, su mejor imagen, lo que más nos acerca a él. Claro que el mundo divino no está limitado al sol, está fuera de él, más allá, por encima de él, es infinito, indecible, pero el sol es para nosotros su mejor representación.

Quizá todavía no llegáis a comprender lo que os revelo, pero llegará poco a poco, volveremos sobre estas ideas y al final tendréis unas nociones muy claras y verídicas. Yo vivo continuamente con todas estas verdades que el Cielo ha querido revelarme; me las ha dado para que os las distribuya y las comparta con vosotros, porque en el nuevo mundo que se crea habrá un nuevo tipo de hombres que tendrán otros puntos de vista, otras concepciones. Sin estas grandes verdades, el hombre nunca llegará a reflejar el mundo divino, a expresarlo, a manifestarlo y a presentarlo a los ojos de los demás. Por eso hay que construir ahora unos sistemas filosóficos nuevos a partir de elementos y de materiales nuevos. Ahí tenéis estos materiales, os los doy: vais a construiros nuevas casas, a forjaros nuevas concepciones, a vivir unos estados de conciencia nuevos, y sentiréis entonces que entráis en el mundo divino, en un mundo de esplendor, de belleza, de gozo, de felicidad, de inteligencia, de libertad.

Todo hombre posee por lo menos dos moradas en el plano físico: su cuerpo y su casa, pero posee también otras casas en los otros planos: astral, mental, causal, etc. Antes de dejar a sus discípulos, Jesús les dijo: “Hay varias moradas en la casa de mi Padre... Voy a prepararos un sitio allí...” 15 Quería decir que la casa de su Padre es todo un mundo con compartimentos, o pisos si queréis, y que cada ser, cualquiera que sea su grado de evolución, ya está preparado, predestinado a habitar en el lugar que le corresponde; allí cada uno recibe una vivienda apropiada según las cualidades y virtudes que haya desarrollado. Así, el hombre que ha trabajado con la pureza está predestinado a vivir en un apartamento que corresponde al esplendor, a la extensión, a la belleza de esta virtud en él. Al que ama la ciencia, la sabiduría, la filosofía, le dan un apartamento con bibliotecas y laboratorios en los que va a poder hacer investigaciones, reflexionar, escribir. Sí, ¿cómo podéis pensar que la Inteligencia cósmica, tan previsora y generosa, ponga a alguien a quien le gusta leer y escribir en una vivienda en la que no hay ni papeles, ni libros, ni lápices? ¡Sería espantoso! La sabiduría y el amor divinos prevén para cada uno aquello que le corresponde. Y a los que aman la música, a los que quieren cantar y tocar, no les pondrán en las bibliotecas, en donde se aburrirían, sino que les darán estancias llenas de instrumentos de música y de partituras. Y así sucesivamente, con los pintores, los bailarines, los poetas... ¡No creáis que la Inteligencia divina es tan avara y estrecha que quiera apiñar a todo el mundo en el mismo establo!

Esto es lo que Jesús pensaba cuando decía: “Hay varias moradas en la casa de mi Padre”, porque conocía todas estas leyes de correspondencia, todo este reparto de las moradas en el mundo divino. La casa del Padre es vasta, inmensa, y Dios ha pensado en dar mucho espacio a cada criatura... Así que no os inquietéis, no seréis molestados por el ruido de los vecinos. Pero primero preparaos como es debido, porque sin preparación no podréis ir allí donde todo es vasto, suntuoso, grandioso, rico y bello. Si uno no está preparado será enviado a un mundo estrecho donde todos se apretujan como renacuajos... Sí, un lugar ¡de una estrechez!... Como el Infierno de Dante... Porque la extensión, la dilatación, son atributos del mundo divino, mientras que la estrechez, el apretujamiento, la contracción, son características del Infierno.

Jesús sabía, pues, que cada uno recibe una morada según las cualidades, las virtudes con las cuales ha trabajado. Preguntaréis: “Y si alguien tiene todas las cualidades a la vez: la pureza, el amor, la bondad, la inteligencia, la voluntad, la luz, la paz, entonces ¿dónde habitará?” ¡Ah, qué curiosos sois! Pero la cuestión está resuelta de antemano: la Inteligencia cósmica ha previsto eso y ha preparado para este ser un alojamiento, una morada que lo abarca todo, que lo contiene todo... ¡Y aquéllos que puedan ir enviarán a los demás buenas noticias!

“Hay varias moradas en la casa de mi Padre...” ¿Veis cómo descifra la Ciencia iniciática el significado profundo de las palabras de Jesús? Han sido publicadas, citadas, repetidas desde hace 2.000 años, pero nunca se ha dicho lo que eran estas moradas del mundo divino. Y ahora ya no os resultará ni raro ni extraño si os digo que existen moradas, hasta en el sol.

Sí, los espíritus que habitan en el sol, con toda su luz, con toda la intensidad de su amor y la riqueza de su vida que propagan por todas partes, también tienen habitaciones, no están amontonados unos sobre otros. Todos son luminosos, cálidos y vivificantes, pero todos son distintos en su expresión, sus cualidades, sus actividades, todos están clasificados según su función, su misión. Hacen un trabajo extraordinario en todos los planetas, se unen para enviarnos bendiciones, pero todos son distintos: no son los mismos los que nos envían el calor que los que nos envían la vida y que los que nos envían la luz... Además, esto no es todo, el sol difunde también, sobre la tierra y los demás planetas, unas corrientes de energía desconocidas todavía. De momento, los hombres sólo conocen la luz que ven, el calor que sienten y la vida que penetra en ellos, pero estos son unos conocimientos demasiado limitados, incompletos, e incluso burdos. Algún día la ciencia descubrirá que el sol envía otras corrientes, otras radiaciones, otras emanaciones que no son tan fáciles de captar. Cuando se den cuenta de ello, empezarán a evolucionar, porque para captar estas energías, estas bendiciones, será preciso desarrollar otros centros, otros aparatos que hay dentro de nosotros, que se llaman chacras, lotos.

Conocemos muy pocas cosas del sol, pero tiene representantes, enviados: sus rayos, que son también una pequeña trinidad de vida, de calor y de luz. Por eso debemos acogerlos con mucho amor, inteligencia y buena voluntad. Os daré un ejemplo: cuando recibís un paquete por correo, si no lo abrís para saborear los víveres que contiene, no sacaréis ningún provecho de él. De la misma manera, si queremos examinar todos estos paquetes, todos estos regalos que el sol nos envía con sus rayos, tenemos que desembalarlos y abrirlos. Eso significa que nuestra conciencia debe estar despierta para comprender que se trata de regalos maravillosos, nuestro corazón debe estar inflamado, deseoso de recibirlos, y nuestra voluntad debe estar activa para desencadenar un movimiento, un impulso, una decisión. Los rayos del sol quieren ser bien recibidos, bien acogidos. Y si el hombre es inconsciente, si no tiene buena voluntad, inteligencia y amor, no sentirá nada ni recibirá nada... o muy poco, porque, a pesar de todo, el cuerpo, la piel, están preparados para captar un poco de calor y de luz, aunque sea de manera inconsciente. Si dormís a la salida del sol, al menos recibís luz; pero esto es muy poco comparado con todo lo que podríais recibir estando despiertos y conscientes.

Sabed, pues, de ahora en adelante, que los rayos del sol son una riqueza, una bendición; debéis recibirlos con mucho amor, inteligencia y buena voluntad, porque entonces tienen un poder formidable, son capaces de llevaros hasta muy arriba y de aportaros revelaciones.

Os daré ahora un método que podrá seros muy útil. Os he dicho ya lo que significan desde un punto de vista simbólico estas perlas que se ensartan en un hilo de algodón, de seda, de metal, etc., y que se cierra en círculo para llevarlo en el cuello o servirse de él como rosario. Si les preguntáis a los fieles de diversas religiones: “¿Sabéis quién inventó los rosarios que utilizáis, en qué época, cuál es su significado profundo y por qué se pasan las cuentas pronunciando oraciones?”... ¿Creéis que sabrán responderos? Existen toda clase de rosarios, su materia, su forma, su color son muy variables, tienen granos más o menos gruesos, redondos, cuadrados, ovalados... Algunos tienen 108, otros 72, 50, o solamente 12, depende de bajo qué influencia se ha querido ponerlos. Pero el rosario del que os hablo hoy tiene 7 perlas. Se trata de un rosario que el discípulo crea con su pensamiento y en el que el sol juega un gran papel. Diréis: “¿Cómo? ¿Hasta el sol está ensartado en él? ¿Le han hecho un pequeño agujero y lo podemos llevar sobre nosotros?” ¿Por qué no? Con el pensamiento todo es posible, con el pensamiento podéis llevar toda la tierra y hasta llevar el sol sobre vosotros como una perla, ¿quién os lo impide si esto puede ayudaros a evolucionar?

Así que, ahí tenéis el rosario del pensamiento del discípulo. Escogéis un momento en que os encontréis bien dispuestos y empezáis por tomar conciencia de vosotros mismos, porque vosotros sois la primera perla que ensartáis. Decís: “¡Ah!, ¿yo soy una perla?” Sí, todavía no os reconocen como perla, ¡pero no importa! La perla es aún pequeña, pero crecerá, porque las perlas también crecen. Sí, en mi historia la perla crece.

La segunda perla es vuestro padre. “¡Ah!, no vale mucho: bebe...” No importa, vais a ponerlo en el rosario porque es necesario que esté. Vosotros sois el centro de vuestro reino, y él es el centro de vuestra familia, y aunque de momento no sea nada extraordinario, en tanto que símbolo es muy importante: representa al Padre Celestial. Bebe, fuma, escupe, reniega... no importa, a pesar de todo es vuestro padre, el cabeza de familia, el Cielo le ha dado estas prerrogativas. Como símbolo, pues, vais a ensartarlo para conectarlo con vosotros, para hacerle bien y conectarlo también con las otras perlas.

Después, buscáis al jefe de vuestra ciudad que es el alcalde, y lo ensartáis. “Pero no es muy representativo, no está a la altura...” Tampoco importa: desde el punto de vista simbólico, es la cabeza, la gente se dirige a él para expresar sus necesidades, y cuando los delegados del gobierno vienen de visita, él es quien los recibe... simbólicamente, pues, a pesar de todo, tiene un papel central. Después buscáis al que está a la cabeza del país, el jefe de gobierno, y lo pasáis también por vuestro hilo de plata: es una perla un poco más gruesa...

Después del jefe del país, buscáis al jefe del planeta, al regente de la tierra; si conocéis su nombre, tanto mejor, iréis más rápido, y lo ensartáis también. Él es una gruesa perla, porque es mucho más inteligente, más noble y más grande que los precedentes. Después necesitáis al jefe del sistema solar, y añadís a este collar al sol mismo, que es grande, luminoso, cálido, perfecto... Pero no os detenéis ahí, y os conectáis también con el Señor de todo el universo, pasáis a través de Él, es la última perla.

Así habéis ensartado las siete perlas: vosotros estáis en un extremo del hilo y Dios está en el otro. Ahora, juntáis estas dos extremidades, y se establece una corriente que parte de Dios, pasa a través del sol, del regente de la tierra, y así sucesivamente hasta vuestro padre y vosotros, y después de vosotros a Dios. De esta manera hacéis un trabajo vivificante, luminoso, y ayudáis también a vuestro país, porque contribuís a que sus jefes estén bien inspirados: al desempeñar sus funciones recibirán pensamientos luminosos porque alguien les habrá conectado con el Cielo. La mayoría de la gente no hace más que lanzar críticas y maldiciones sobre los que gobiernan. Entonces, los pobres, acosados por estos pensamientos negativos y maléficos, se sienten empujados a tomar malas decisiones para el país y sus errores caen sobre el pueblo. Para ayudar a vuestro país debéis llegar hasta el que está a su cabeza y enviarle luz, para que siempre esté bien inspirado. No podéis ayudar a todo un país, es una tarea demasiado inmensa, pero basta con ayudar a un hombre, a uno sólo; esto es más fácil y él hará bien a todos, porque muchas cosas dependen de él. Si logra hacer votar leyes justas en lo que concierne a la salud pública, trabajo, vivienda, educación, ¡todo el pueblo recibirá beneficios porque uno sólo, a su cabeza, estaba bien inspirado!

He ahí la Ciencia iniciática, la única que es verdadera, justa, completa. Ahora, mi rosario os parecerá menos ridículo, ¿verdad? Pensar que el sol envía sus rayos hasta vosotros y que, volviendo a salir de vosotros, la corriente sigue circulando... éste también es otro método para trabajar con el sol. Probadlo cuando no tengáis otra cosa que hacer. En vez de bostezar y de aburriros, pensad en ese rosario, desgranadlo, y después llevadlo sobre vosotros, ¡veréis los resultados! Por todas partes sólo vemos gente que está contra algo o contra alguien: contra sus padres, su marido, su mujer, contra el jefe, el alcalde, el ministro, el presidente de la República, etc... Pero si los humanos supiesen la importancia de enviar buenos pensamientos a sus dirigentes, la situación mejoraría rápidamente en los países.

Bonfin, 3 de agosto de 1967 (por la mañana)

14 El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 15, cap. IV: “La finalidad del amor: la luz”.

15 “Al principio era el Verbo”, Obras completas, t. 9, cap. XII: “Hay varias moradas en la casa de mi Padre”.

Los esplendores del Thiferet

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