Читать книгу Filosofía para una vida peor - Oriol Quintana Rubio - Страница 13
ОглавлениеIII. El rey está desnudo
Exactamente como en el cuento popular, una verdad que está profundamente velada, es la radical desnudez del ser humano. Cioran dedicó aforismos dispersos en su obra, y un capítulo entero de El aciago demiurgo (1969) al tema del esqueleto humano, o al hombre como esqueleto: de lo superfluo de la carne. La permanente risa de la calavera, con ese aspecto siniestro y torturado, pero a la vez extrañamente risueño y burlón, le inquietaba profundamente. No es sólo que la calavera simbolice la muerte y, por ello, la inutilidad última de todos nuestros propósitos cotidianos. Es que parece que haga una burla de todos los asuntos en los que, en el fondo gustosamente, andamos ahogados en el día a día [El aciago demiurgo, Taurus, 2000]:
“Un cráneo expuesto en una vitrina es ya un desafío; un esqueleto entero, un escándalo. ¿Cómo el pobre transeúnte, aunque sólo le eche una mirada furtiva, se dedicará luego a sus tareas? ¿Y con qué ánimo irá el enamorado a su cita?
Con mayor motivo, una observación prolongada de nuestra última metamorfosis no podrá más que disuadir deseos y delirios.
…De ahí que, alejándome de aquel escaparate, no pudiera sino maldecir semejante horror vertical y su sarcástica sonrisa ininterrumpida”
En efecto: la calavera se ríe de nosotros y de nuestros afanes. Y nos resulta inquietante porque nos reconocemos en ella, porque sabemos que constituirá nuestra última metamorfosis. En el fondo no somos más que un esqueleto. Una meditación parecida puede hacerse ante la sección de charcutería de los supermercados. Aquél que se sienta abrumado por el peso de sus quehaceres y angustias, que se plante ante los bloques de carne reconstituida: cuando sostenga en sus manos un salami de dos quilos, embutido a presión en un grueso plástico y firmemente atado por una pequeña anilla metálica en cada extremo, que piense que, en realidad, no hay una diferencia sustancial entre él mismo y ese frío salchichón que sostiene. El cuerpo no es más que un conjunto de tejidos, que podrían ser reducidos a un fiambre como se hace en la industria de la carne.
Una vez más: a quien no se identifica con el pesimismo, tales imágenes le parecerán vanas e inútiles. ¿Qué provecho puede sacar nadie de saber que es un pedazo complejo y bien organizado de chopped? ¿Para qué íbamos a perder un solo minuto con una idea tan inoperante? Sin embargo, para quien haya sentido alguna vez, aunque fuera veladamente, la intuición de que la vida es una carrera absurda, y el hombre nada más que un trozo de carne, hallará en estas imágenes cierto consuelo pasado el susto inicial. Y en todo caso, si llega a convertirse en un maestro del pesimismo, como el mismo Cioran, será inmune a los desengaños de todo tipo que la vida nos tenga preparados. Porque, cuando uno sabe que no se es más que un bloque de carne, ¿puede sorprenderse ante la enfermedad? ¿Puede sentirse horrorizado por la mezquindad humana? ¿Le pillará desprevenido que el dolor le venga incluso de sus seres queridos, de aquellos que no deberían traicionarle? La contemplación de un frankfurt, si se sabe cómo, puede curar más enfermedades y dolores del alma que muchos libros de autoayuda.
Pero tendemos a vivir de espaldas a estas visiones deprimentes. No creemos en su potencial liberador. Tales doctrinas nos parecen una burla o una mera provocación; no sabemos ver en ellas su capacidad de relativizar que, como una calavera burlona, nos permitirían reírnos tanto de nuestros fracasos como de nuestros éxitos. Muy al contrario: huimos de nuestra desnudez, tapamos nuestras vergüenzas. Corremos en pos del éxito profesional y social, intentamos parecernos a nuestros modelos. No sabemos soportar el mínimo dolor: nuestra vida está llena de analgésicos de todo tipo −la literatura de autoayuda no es más que un gran analgésico para la existencia. Vivimos tan olvidados de nuestra desnudez que casi somos incapaces de ver que la imperfección y el sufrimiento son inherentes a la condición humana.