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Nuestro cuerpo; nuestra máquina.

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Los carbohidratos son nuestra gasolina. Quien haya hojeado algún libro sobre salud y alimentación, seguramente habrá encontrado esta semejanza. Todo es verdad, y ya desde ahí nos hacen comprender que los carbohidratos son los elementos fundamentales que nos dan energía para afrontar la jornada.

Para simplificar más las cosas, imaginemos por un instante que nuestro cuerpo es un coche; los carbohidratos son, como he dicho, nuestra gasolina, las proteínas (que son los ladrillos que componen nuestro cuerpo) son nuestra carrocería y las grasas son nuestros cinturones de seguridad y nuestros neumáticos, o sea, están hechas para protegernos. Todos estos elementos son fundamentales para un coche que funcione. No hay uno más importante que otro, pero cada uno se debe usar en la justa medida. Podemos tener un coche nuevo y bonito, con todos los posibles sistemas de seguridad, pero sin gasolina no funciona; si echamos poca, tendremos que pararnos continuamente para volver a echar y si nos equivocamos de combustible, nos veremos obligados a llevarlo al mecánico.

Por esta razón, los carbohidratos son la base de una alimentación saludable. Los carbohidratos deben constituir entre el 50 y 60 por ciento de nuestra dieta diaria para poder continuar nuestro camino sin problemas.

Sin embargo, si no cuidamos de nuestro coche, pronto se estropeará, se llenará de marcas, abolladuras y óxido y después será demasiado tarde para que recupere el esplendor del pasado, pero para que eso no ocurra, basta muy poco: basta con tenerlo cada día brillante y cuidado, y aunque pasen los años, sus encantos seguirán intactos.

Esta breve metáfora ha servido para explicar que las proteínas son fundamentales, pero la cantidad es menos de lo que creemos; las proteínas deben constituir al día un 15 por ciento de lo que comemos.

En cambio, las grasas son nuestros sistemas de seguridad; conducir sin cinturón y con los neumáticos en pésimas condiciones conlleva un gran riesgo para nuestra salud. Las grasas buenas son las que ayudan a proteger nuestro cuerpo, mientras que las malas son las que actúan contra las buenas exponiéndonos a que seamos más vulnerables. Estas deben constituir el 30 por ciento de nuestra dieta.

Después de esta breve lección de mecánica física, pasaremos a conocer mejor estos tres nutrientes, y cuáles son sus partes positivas y negativas.

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