Читать книгу Historias de Hostel - Pachi Marino - Страница 10

Оглавление

II. Inauguración

Luego de pasar meses buscando el sitio ideal para abrir el hostel, negociaciones con vacaciones de los propietarios de por medio, y demás dimes y diretes, llegó un momento clave en el que dije “ya no hay vuelta atrás”. Eso sucedió cuando finalmente entraron los albañiles a la casona de 46 entre 10 y 11. Nuestro amigo Gonzalo Pori Rositto era el arquitecto a cargo de la refacción, quien en ese entonces nos ayudaba a imaginar lo lindo que iba a quedar ese espacio. Románticamente, circulábamos por la propiedad recorriendo cada rincón, visualizando él con su mirada profesional, y yo con mi perspectiva de viajero, la forma de optimizar cada reducto. Extrapolando anécdotas que habíamos vivido juntos en hostels de otros lugares, pensando que iban a acontecer acá también, como si fuese todo lo mismo. Y no, no es todo lo mismo. Cada lugar vive su propia historia, y les puedo asegurar que así lo van a vivir en estos relatos. Más allá de eso, Pori hizo una excelente tarea y pensó muy bien cómo aprovechar cada metro cuadrado. Con lo que la experiencia viajera había sido útil.

En fin, no les conté aún cuando se dio esta situación de espabilo, donde entendí que ya estaba metido de lleno en esta aventura. Fue en aquel momento donde el bueno de Pori, llave en mano, un gran día les decretó a los albañiles que tiren abajo dos habitaciones y tres (sí, tres) cielorrasos, para hacer una cocina más espaciosa y acorde con la gente que se podría llegar a albergar. Ese espectáculo de mazazos y derrumbes lo viví como si fuera un antes y un después. Lo romántico y la ideación se transformaban en algo muy real. Algo horrible, porque eran un cúmulo de materiales y polvillos varios. Pero tan verdadero que se podía tocar. Y cada golpazo daba una señal y me retumbaba en la sien, haciéndome entender que ya no quedaba otra que mirar para adelante. Aquellos comentarios poco alentadores, que me hacían dudar de si era posible o no la concreción de este emprendimiento, ya eran parte de la historia. Era el turno de demostrarnos a nosotros mismos que lo podíamos llevar adelante, pese a que nunca habíamos laburado de esto, y tampoco habíamos estudiado hotelería o algo relacionado con la atención al público. Aunque confiábamos en nuestra forma de ser y en nuestros gustos personales. Por eso mismo no íbamos a claudicar. Fue en ese momento, luego de sufrir esos sacudones al machimbre, y ver una montañita de escombros polvorientos, donde me dije en voz baja, y con alguna intención de darme aliento: “Ya no hay vuelta atrás”.

Independientemente de aquel evento, nunca supe a ciencia cierta cuándo iba a ser ese momento tan esperado de apertura. Lo visualizaba en mis sueños. Una inauguración a toda orquesta, con aquella gente querida, que había apoyado esta loca idea de poner un hostel en una ciudad que no era turística. Un hito lleno de música, color y algún que otro extranjero hablando un idioma inusual, dando vueltas por ahí, eran suficientes para darle el marco imaginado. Una posible línea de llegada la marcaba el hecho de obtener la habilitación municipal. Era el empujón oficial para decirnos: “Listo, podemos abrir”.

La obra se iba desarrollando a paso firme, pero con esa dosis de lentitud que parece somatizar la ansiedad. El momento de inicio fue la última semana de mayo, y había mucho por hacer. La pensión que funcionaba previamente había dejado la casa prácticamente inhabitable.

Historias de Hostel

Подняться наверх