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ОглавлениеParte II:
El estado de transición de experiencia
de la realidad (Chónyid Bardo)
Aunque la Clara Luz Primordial no haya sido reconocida si se reconoce la Clara Luz de la segunda fase del estado de transición, la Liberación será alcanzada. Pero, si aun así esta no ha sido lograda, aparecerá entonces el llamado Tercer Bardo, o estado de transición de la realidad trascendental.32
En esta tercera fase del estado de transición, las ilusiones kármicas empiezan a brillar. Es muy importante que las enseñanzas sobre la confrontación con la realidad trascendental sean leídas, pues estas poseen gran poder y son de gran ayuda.
En estos momentos, el difunto ve que su comida es retirada, su cuerpo despojado de los vestidos y su lecho deshecho. Oye los llantos y gemidos de sus amigos y familiares, puede verlos y oír su llamada, pero ellos no pueden verlo ni oírlo, lo que le llena de desesperación.
Durante este tiempo aparecen tres fenómenos: sonidos, luces de colores y rayos de luz, que le ocasionan temor, miedo y terror, y un gran cansancio. Llegado a este punto la confrontación con el Bardo de la realidad debe aplicarse.
Llamando al muerto por su nombre, decirle de forma clara y precisa las siguientes palabras:
Oh, noble hijo, escucha con toda atención, sin distraerte. Existen seis fases en el estado de transición (Bardo): el Bardo del nacimiento, el Bardo del estado de sueño, el Bardo del despertar por la meditación, el Bardo del momento de la muerte, el Bardo de la realidad trascendental y el Bardo del renacimiento. Oh, noble hijo, vas a experimentar tres estados de Bardo: el Bardo del momento de la muerte, el Bardo de la realidad trascendental y el Bardo del renacimiento. De estos tres experimentaste hasta ayer el Bardo del momento de la muerte. Aunque la Clara Luz de la Realidad Trascendental brilló ante ti, tú no pudiste permanecer en ella y ahora erras aquí. Ahora vas a experimentar el Bardo de la realidad trascendental y el Bardo del renacimiento, reconoce pues lo que voy a mostrarte, y no te distraigas.
Oh, noble hijo, lo que se llama muerte te ha llegado. Pero no eres el único en irte de este mundo, pues la muerte llega para todos. No te quedes apegado a esta vida ni por sentimiento ni por debilidad. Pues, aunque por debilidad te quedaras apegado, no está en tu poder permanecer en ella. No harías más que errar por la rueda del mundo fenoménico.33 No te apegues a este mundo, no seas débil. Acuérdate de las Tres Joyas.
Oh, noble hijo, sea cual sea el miedo y el terror que puedan asaltarte en el Bardo de la realidad esencial, no olvides estas palabras y, guardándolas en tu corazón, sigue adelante, pues en ellas se encuentra el secreto vital del reconocimiento.
“Ahora, cuando el Bardo de la realidad esencial brilla sobre mí, apartaré cualquier pensamiento de miedo o terror, reconoceré lo que aparezca como mi propia proyección y sabré que es una visión del Bardo; ahora, cuando he llegado a este momento crucial, no temeré a mis propias proyecciones, pacíficas o terribles”.
Sigue adelante, diciendo estas palabras de forma clara y precisa, y acuérdate de su significado profundo. No las olvides, pues es de vital importancia reconocer con certeza que aparezca lo que aparezca, por muy terrible que sea, es tu propia proyección.
Oh, noble hijo, cuando tu cuerpo y tu mente se separan, la realidad esencial aparece, pura y clara, aunque difícil de discernir, luminosa y brillante, de terrible fulgor, moviéndose en apariencia como un espejismo a través de un paisaje primaveral en su continuo fluir de vibraciones. No te intimides, no te aterrorices ni temas. Es el fulgor de tu propia naturaleza, reconócela.
Del interior de esta radiante energía surgirá el sonido natural de la Realidad, repercutiendo como miles de truenos al mismo tiempo. Este es el sonido de tu propia y verdadera naturaleza, por tanto, no te asustes ni intimides. El cuerpo que posees es llamado el cuerpo mental hecho de tendencias. Como no posees un cuerpo material de carne y sangre, cualquier cosa que llegue —sonidos, luces o rayos— no puede dañarte: no puedes morir. Basta simplemente con reconocer que son tus propias proyecciones. Saber que estás en el estado de transición.
Oh, noble hijo, si no las reconoces como a tus propias proyecciones, cualquiera sea la práctica de meditación o devoción que hayas hecho durante tu vida, si no encontraste esta enseñanza de ahora, dichos fulgores te atemorizarán, los sonidos te intimidarán y los rayos de luz te aterrorizarán. Si no entiendes este punto vital de la enseñanza, no reconocerás los sonidos, luces ni rayos, y vagarás por el ciclo de la ignorancia.34