Читать книгу Yo no pedí ser oro - Patricia Adrianzén de Vergara - Страница 13
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MORIR PARA RESURGIR
“De cierto, de cierto os digo que, si el grano de trigo no cae en la tierra, y muere queda solo, pero si muere, lleva mucho fruto”.
(Juan 12:24)
Aquí hubo una vieja casona. Era gris y húmeda, sin embargo, se mantuvo de pie a través del tiempo. Sus paredes se acostumbraron a albergar melodías de alabanza y voces que persistían en proclamar a Jesús como Rey. Muchas personas pasaron sus puertas y algunas de ellas se quedaron a formar parte de su familia. La casona siempre fue feliz.
Cuando llegamos aprendimos a amar cada resquicio de ella y levantamos también nuestras voces que seguramente no olvidó registrar en sus paredes.
Pero la casona tuvo que morir. Sus límites eran demasiado pequeños para los proyectos de Dios. Tuvimos que derrumbar sus paredes, sacar sus puertas, hacer polvo sus columnas y en su lugar se levantó una estructura mucho más fuerte y más grande. Ahora casi nadie recuerda a la vieja casona, su lugar lo ocupa un moderno edificio que sigue creciendo con el tiempo.
Nosotros somos como esa casona. Éramos felices cumplimiento nuestra misión y pensábamos que nuestro espacio tenía límites pequeños.
Pero al igual que ella tuvimos que aprender. “si el grano de trigo no cae en la tierra y muere queda solo, pero si muere lleva mucho fruto…” así que morimos también. Morimos un poco en cada prueba, morimos a nuestra autosuficiencia, morimos al padecer. Y resurgimos como esa casona. Quebraron nuestras paredes y nuestras columnas, pero no quedamos hechos polvo, nos levantamos más fuertes y estables y no hay viento que nos doblegue.